La violencia en la literatura de la diáspora

Violence in Diaspora Literature

Violência na literatura de diáspora

Mariana Mara Roche[1]

RECIBIDO: 13-09-2016 APROBADO: 09-11-2016

 

Los países centroamericanos del siglo XX asisten a un nuevo mapa de identidades que está conformado por prácticas movedizas de experiencias y personas. Estamos en presencia de un mundo que está cada vez más interconectado, en el que el flujo de redes colectivas de personas de un país a otro es constante. El término diáspora se utiliza en sentido genérico para designar a aquellas comunidades que se desplazan y que viven por un tiempo determinado o que se han establecido permanentemente en otros países, siendo conscientes de sus orígenes e identidad y manteniendo niveles de contacto con su territorio. Tradicionalmente, se buscaba en la diáspora beneficios económicos. Hoy en día supone una movilización de ideas, valores, creencias y prácticas. Las personas diaspóricas están “acá” y ‘allá’, llevan vidas compuestas en las que su identidad se configura a partir del borramiento de las fronteras.

En el presente trabajo, se intentará demostrar que el tratamiento de la diáspora en Rodrigo Rey Rosa es una estrategia para enunciar la constitución de la identidad del sujeto guatemalteco. Básicamente, el análisis se centrará en los sentidos de pertenencia a una comunidad y la significación que adquiere la identidad de los sujetos que habitan en la diáspora. La experiencia del desplazamiento trae consigo la dislocación territorial y el sentimiento de preservar la imagen simbólica de la nación. En esta conservación de la memoria, atravesada por la nostalgia, los individuos de la diáspora tienen como propósito constituirse como una comunidad de semejantes en la extranjería. El interés radica en analizar la diáspora en los sujetos guatemaltecos que residen en Estados Unidos en el que su identidad atraviesa distintas transformaciones que son observables a partir de las actitudes y comportamientos que tienen hacia su entorno.

El objetivo general de esta investigación será analizar el tratamiento de la identidad guatemalteca como producto de un proceso violento y fragmentario. Por un lado, abordaremos el contexto histórico del corpus seleccionado. También, se indagará sobre los distanciamientos del escritor de la tradición guatemalteca. Por último, nos detendremos en la construcción de un espacio trasnacional en relación con el tratamiento de la violencia. Se trabajará con los cuentos “El chef”, “Ningún lugar Sagrado”, “Poco-loco” y “Negocio para el milenio” de Ningún lugar sagrado (1998) y la novela Severina (2011) del escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. En esta selección se manifiesta, en gran medida, las categorías de diáspora y violencia. Si bien ambas nociones son elementos constantes en la producción narrativa de Guatemala a partir de la década de 1990, la particularidad de Rey Rosa radica en enunciar la problemática guatemalteca desde un espacio ajeno, como lo es Estados Unidos.

Principalmente las conceptualizaciones de Dante Liano en Visión crítica de la literatura guatemalteca (1997) sobre la narrativa de la violencia en Guatemala, contribuirán a visualizar los alejamientos de Rey Rosa de su tradición. Por otro lado, desde los aportes de Celina Manzoni enunciaremos la categoría de la diáspora para analizar la identidad de los sujetos diaspóricos. Por último, los postulados de Bachelard sobre la poética del espacio, favorecerán al análisis de las dos obras seleccionadas en las que el espacio se configura en torno a la búsqueda de un sentido de pertenencia a un país.

Rodrigo Rey Rosa
Imagen 1. Rodrigo Rey Rosa
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La primera parte de este trabajo aborda el contexto guatemalteco posterior al periodo de guerrillas en el que la dimensión de la violencia atraviesa todos los ámbitos de la vida social. La investigación desarrolla el papel preponderante que adquiere la literatura en este contexto para describir y manifestar la realidad caótica de Guatemala. Analiza, específicamente, este nuevo rol en la producción literaria de Rey Rosa. La segunda parte, presenta las características de la diáspora para estudiar la constitución de la identidad de sujetos guatemaltecos que se movilizaron a Estados Unidos. Mientras que, en la tercera, se trabaja específicamente con la diáspora en los cuentos y la novela seleccionada.

 

Literatura guatemalteca después del período de guerrillas

Después del perí­odo histórico “guerrillerista”, que se extendió desde 1960 hasta 1990, la producción narrativa guatemalteca se caracteriza por una serie de cambios y rupturas relacionados con el fin de los enfrentamientos guerrilleros y luego con la firma de los Acuerdos de Paz. El cambio político implicó un cambio de la narración de la historia en Guatemala: se produce el abandono del género testimonial y de las novelas con claros y fuertes enfoques ideológicos. Para la década de 1990, la complejidad de los procesos políticos, que desembocaron en el inicio de los proyectos de democratización de la región centroamericana, transformaron y ampliaron la conflictividad social al visibilizar la fragmentariedad de estas sociedades. Sin embargo,  estos cambios no desembocaron en una transformación profunda del poder y de la riqueza. No hubo mejoría alguna en las condiciones de vida de la población guatemalteca. Por el contrario, la impunidad, la corrupción y la violencia aumentaron.

El panorama literario de los años 90–2000 enuncia esta nueva situación social. La representación narrativa de la vida social se desplaza del espacio público a los espacios privados, íntimos. El espacio individual es ahora la perspectiva desde la cual se observa la realidad.

La producción literaria de Rodrigo Rey Rosa no permaneció ajena a la realidad que la circundaba por eso lo podemos ubicar en la etapa posterior a las guerrillas. En 1998 publica su libro de cuentos cortos, Ningún lugar sagrado Severina en 2011, una de sus últimas novelas. En estos textos el denominador común es la violencia que se tematiza a través del espacio guatemalteco y de los estados anímicos de los personajes, tales como: el desencanto, la desilusión y la desesperanza.

La violencia es la temática por excelencia en el contexto de Guatemala. El pasado y el presente de esta sociedad, violentada por dictaduras, regímenes autoritarios, guerras civiles y exterminios indiscriminados proveen a los escritores experiencias de escritura. Se trata según Liano de “la persistencia de formas de articulación de la sociedad basadas en la relación violenta entre los hombres” (1997: 260). La literatura no puede sustraerse a esa violencia que caracteriza a la cotidianidad de los guatemaltecos.

Liano considera que el tratamiento de la violencia puede clasificarse en tres tipos de obras: denuncia; testimonial; y, violencia oblicua. Esta última, se define por un espacio en el que la violencia está contenida de manera indirecta y la denuncia social se evita. Es el caso de las producciones seleccionadas de Rey Rosa en las que la realidad ficcionalizada está articulada a una presencia velada y sumergida de la violencia cotidiana, presente en varias dimensiones como lo son el lenguaje, las relaciones sociales, la criminalidad, la interioridad y subjetividad de los personajes. En ellas se vislumbran: conflictos existenciales; redefinición de espacios geográficos y abandono de unos espacios por otros; desterritorialización y diáspora. Los personajes de las historias poseen rasgos violentos que se manifiestan en problemas psicológicos, como por ejemplo la esquizofrenia que, en algunos casos, puede desencadenar en homicidio. Además, la violencia está latente en la persecución política e ideológica. En adelante, retomaremos estos apartados.

 

Diáspora

Al consultar en un diccionario etimológico el término diáspora se observa que tiene una profunda procedencia histórica. Su origen es griego y es la combinación de dos palabras, 'dis' que quiere decir 'a través de' o 'sobre' y 'speiro' que quiere decir 'dispersión' o 'sembrar'. Debe gran parte de su origen al exilio de los judíos más allá de Israel, principalmente en el siglo V a.C.  En un artículo sobre exilio, insilio y diáspora, Dieter Ingenschay (2010: 1-10), expresa que el concepto diáspora refiere que una unidad étnica o religiosa se define a través de la totalidad de sus miembros esparcidos. Es la continuidad del vínculo con el lugar de origen su gran característica. Los miembros de una comunidad dispersa están unidos por un punto de arraigo identitario. La identidad se configura a partir del complejo entramado de relaciones fluidas e intercambios constantes que se extienden cuando los individuos dispersos se asientan en más de un país o en varios lugares dentro del país anfitrión. Celina Manzoni afirma que la diáspora implica: “diseminación que supone la existencia previa de un centro o centros desde los cuales se impulsa que puede reunir en sí la condición centrífuga propia de un momento y la centrípeta característica de otro” (2011: 64). Además, el vínculo entre la patria abandonada y la experiencia de la discriminación en el lugar de llegada son esenciales para la formación de una comunidad diaspórica en un juego constante entre la diferencia y la semejanza. La pertenencia a una comunidad es resultado de un proceso de nunca acabar porque la identidad se produce en la intersección de varias temporalidades, alineamientos, desplazamientos y rupturas.

La diáspora es la estrategia que le permite a Rey Rosa enunciar el proceso violento, fragmentario y desplazado de la constitución de la identidad del sujeto guatemalteco. En primer lugar, esta categoría asume distintos matices en dos de sus producciones. Se presenta como un movimiento migratorio circular, un constante vaivén entre Guatemala y Estados Unidos que borra las fronteras. Ningún lugar sagrado y Severina se configuran como poéticas diaspóricas, cuya representación de la frontera es móvil, desterritorializada y cosmopolita. En ambos textos, se relatan historias que muestran el desamparo como resultado de la marginalidad. Expresión de la diáspora es la historia de un sujeto errante que vive el desplazamiento como una manera de expulsión. Estos textos se leen desde la estética de la ilegalidad entendida por Manzoni como “la absoluta intemperie, la tentación del suicidio, el pasaje a un espacio fronterizo dominado por personajes que viven al margen de la ley y en el que las condiciones de vida se degradan” (2011: 58).

Los protagonistas delinean nuevos territorios a partir de la errancia. Las historias manifiestan una movilidad humana que configura una nación “global” porque los límites ya no son puramente territoriales ni geográficos. En consecuencia, las identificaciones nacionales se diluyen y los sujetos no tienen un sólido vínculo con sus respectivas sociedades ni con el país receptor. Se genera así un trauma en torno al desplazamiento dado que es un proceso de difícil adaptación al territorio.

El espacio urbano es descripto como un espacio caótico en el que los sujetos solitarios se sienten excluidos. Estados Unidos se presenta como un territorio complejo en el que impera la tensión cotidiana que se vive en los desplazamientos de los personajes por lugares hostiles, también en la dureza de las historias y el desamparo casi naturalizado de los protagonistas a quienes se les restringe el acceso a los derechos.

 

La diáspora en los cuentos de Ningún lugar sagrado

En el primer cuento de Ningún lugar sagrado, “El Chef”, en apenas dos páginas, Rey Rosa nos presenta un personaje que habita en la marginalidad. La muerte ronda permanentemente su existencia. Este personaje -apodado el Chef- es un vagabundo que reside debajo del Manhattan Bridge “en una covacha al borde del terraplén sobre el río” (1998:13). La diáspora se tematiza en sus andanzas, en el deambular rutinario por la ciudad para encontrar algún alimento que le permita subsistir.

La imagen del puente, en términos simbólicos, hace referencia al “tránsito de un estado a otro, la frontera entre dos mundos separados o su alianza” (Pérez Rioja, 1992: 361). En particular, en este relato se distinguen dos mundos, constituye una barrera entre el centro y la periferia, entre el pertenecer a la ciudadanía estadounidense o ser un subalterno. Los recorridos y traslados del personaje conforman espacios descentrados que se manifiestan a través de una dura errancia expresada en varios estados anímicos, como por ejemplo: desesperanza, debilidad, depresión, decaimiento, desesperación y vulnerabilidad.


Imagen 2. http://1.bp.blogspot.com

El protagonista permanece apartado de la ciudad, habita en el afuera, mientras que la ciudad es el adentro. En el afuera no hay derechos, no hay justicia, no hay beneficios ni servicios. Por el contrario, el adentro es la gran urbe cosmopolita que define la ciudadanía y está regida por el poder, el consumo y el bienestar. Si bien, el Chef permanece alejado del caótico mundo urbano tiene que ingresar a la ciudad para recolectar su sustento diario que abarca tanto los desechos de restaurantes como de hospitales. Paradójicamente, lo que para la mayoría de la sociedad es basura, para éste vagabundo es un alimento u objeto que le permite su subsistencia. De esta manera, a pesar de estar excluido debajo de un puente, el Chef, de alguna u otra forma está en contacto permanente con la ciudad y no está ajeno al bullicio de ésta: “solía pasar buena parte de sus noches mirando por un ventanuco de telaraña de luces del vasto y ruidoso puente tendido sobre el East River, los faros de los automóviles que iban y venían” (13). Lo privado, en el caso de los personajes de la diáspora, está desarticulado, no existe.

En este cuento, la orfandad del hombre se vincula con niveles de miseria, agresión ciudadana y abandono social. La relación social del vagabundo gira en torno a personas que se encuentran en la misma situación de marginalidad que él: “entre sus visitantes se encontraban las chicas vagabundas más atractivas, y uno que otro chico dispuestos a todo por un buen manjar” (14). Sin embargo, no todos estaban conformes con su actitud caritativa por eso la historia adquiere una situación trágica. En este sentido, un vagabundo malhumorado y celoso porque su compañera iba a cenar muy a menudo con el Chef, le ocasionó su muerte mientras dormía. El trágico desenlace evidencia que los sujetos de la diáspora están más expuestos a situaciones de vulnerabilidad que otros. Inclusive, su condición social le impide tener acceso a la justicia y estar fuera del alcance de la justicia, es no tener ley. Un ejemplo evidente de que los personajes se construyen en un mundo sin ley es que el crimen fue denunciado pero el asesino no fue capturado. La vida del Chef no tuvo valor para la justicia ni para la alta sociedad estadounidense y mucho menos su muerte.

De esta manera, “El Chef”, cuestiona la ley, la justicia y sus representantes. Las prácticas cotidianas del protagonista evidencian que las comunidades diaspóricas son consideradas elementos extranjeros. En consecuencia, se da pie a nuevas identidades en las que se borran las referencias nacionales. Emergen como instancias de la marginalidad y la exclusión.

“Poco-loco”, otro cuento de Ningún lugar sagrado, narra la vida de Alicia Beerle a partir de su traslado de Zürich a Nueva York. Alicia es una joven que emigra de su país para estudiar danza moderna en la ciudad de sus sueños: “había soñado con errar de apartamento en apartamento por Manhattan” (17). Pero la realidad le presentó un nuevo espacio que se distanciaba mucho de lo que ella soñaba. Una vez que llega al país descubre que para los artistas jóvenes las comodidades no sobraban y que la hospitalidad duraba solo unos días. En este sentido, en un principio, vivió con una española amiga de amigos pero luego tuvo que conseguir otro lugar. Alicia buscaba diariamente un trabajo desde su llegada a Nueva York que le permitiera solventar sus gastos y pagar un alquiler para ella sola. En esta búsqueda reconoció que solo podía acceder a ser camarera en un restaurante o niñera y aun así trabajando en dos lugares, no podía ganar el dinero suficiente para alquilar un departamento propio.

De esta manera, la realidad para un sujeto que se exilia en un país que le es desconocido no es del todo favorable, principalmente, porque ésta persona no posee una profesión. Pero, también, porque no todas las puertas se abren para sujetos inmigrantes. La sociedad excluye a los que recién llegan. Es decir, el traslado a otra ciudad o país no garantiza prosperidad, bienestar ni riqueza. Ante este difícil panorama, Alicia conoció a Daniel, un joven con el cual compartir el alquiler de un departamento de dos ambientes. Daniel era una persona a la que habían diagnosticado con “demencia religiosa” cuando tenía diez años, aunque este importante dato Alicia no lo supo nunca. No solo Alicia se configura desde la diáspora, sino que también Daniel es un sujeto errante. Es un bohemio que a los 28 años se mudó a Nueva York “adonde viajó desde Arkansas haciendo auto-stop y en varios trenes, al estilo de vagabundo, de polizón” (19). Sus primeros días en Nueva York también están marcados por la vulnerabilidad y el desamparo. Vivió varios días en la intemperie totalmente indefenso hasta que pudo alquilar con otra vagabunda un departamento. Pero solo fue por unos meses.

El mayor momento de desesperación y desgarro que caracteriza a los sujetos que viven en otro espacio, sucede cuando Daniel se entera que Alicia, luego de unos meses de haber compartido alquiler quiere mudarse nuevamente. En ese momento, Daniel sufre ataque de nervios y decide descuartizar de forma casi satánica a su mascota, una gallina negra, a la que llamaba Poco. Este evento totalmente descabellado puede tener una explicación. Es así que suponemos que la actitud de Daniel, más allá de tener una demencia, se debe al sentimiento profundo de desesperación al saber que iba a quedarse solo en un departamento. En este contexto, la soledad implicaba quedarse totalmente aislado y angustiado en el único lugar que lo resguardaba de la sociedad, es decir, su hogar.

Sin embargo, la muerte de Poco no es el acontecimiento más impactante. El más desconcertante se produce al final del cuento cuando Daniel mata a Alicia en un ataque de demencia. Este hecho vislumbra que en la errancia los sujetos quedan totalmente desprotegidos. La sorpresa de este episodio reside en que Daniel fue absuelto por locura porque declaró el crimen: “lo había cometido en nombre de Dios, que le había mandado fundar una nueva religión y que había señalado a Alicia como víctima de sacrificio” (27). De esta manera, el relato enuncia que la diáspora expone a los sujetos a situaciones aberrantes. El espacio se configura como un espacio enemigo, un espacio hostil, donde la muerte y el crimen están al acecho. Los inmigrantes no poseen protección porque nunca logran formar parte del entramado social.

“Negocio para el milenio” pone de manifiesto a través de su protagonista un rasgo de la diáspora que es el sentimiento de extranjerismo. La trama gira en torno a un preso latinoamericano condenado a cadena perpetua en una cárcel privada estadounidense. Allí, su único propósito es comunicarse con el presidente de la Asociación Americana de Cárceles Lucrativas, Peter Beyle, para proponerle un negocio que garantizaría un beneficio para ambos. Para llevarlo a cabo, le envía ocho cartas, pero ninguna de ellas tiene respuesta. En este sentido, la narración muestra que la brecha entre uno y otro es insalvable por eso el diálogo no se produce.

La itinerancia puede desembocar en el encierro y el aislamiento total. En este caso, el preso guatemalteco siente desesperanza y angustia al saber que su vida va a transcurrir en la cárcel, en consecuencia, decide ayudar económicamente a su madre que reside en su país natal. La explicación de cómo hacerlo se enuncia en las cartas enviadas a Peter Beyle. El poder del presidente de la Asociación de Cárceles se asocia al icono más representativo de la hegemonía estadounidense ya que ejerce su función desde las Torres Gemelas de World Treade Center. Lamentablemente, el gran empresario no le contesta nunca. El hombre decide llevar a cabo ese negocio porque dada su situación de exclusión y desamparo se aferra a los recuerdos. En este sentido, su madre es la única persona que él conmemora en la cárcel porque es el único lazo posible que le queda con su país de origen. Pero la falta de respuesta del presidente a sus misivas termina llevándolo al suicidio. Así, el preso no encuentra solución posible a sus días y decide suicidarse.

Este terrible hecho nos permite comprender que los sujetos guatemaltecos que residen en Estados Unidos no se integran a la sociedad. El preso perdió la relación con su país natal y, a la vez, con el espacio cultural receptor porque está totalmente excluido de ambas sociedades. La lejanía insalvable y el sentimiento de desesperanza imperan en este relato. El espacio de la cárcel es un espacio cerrado y aislado que simbólicamente representa el lugar al que están condenados todos los que habitan en la diáspora.

Por último, “Ningún lugar sagrado”, presenta la diáspora en la distinción del espacio guatemalteco del estadounidense. Guatemala aparece como la ciudad en la que se narran historias atravesadas por la violencia en las que las armas, el crimen organizado y la muerte integran el ambiente alterado de desconfianza, inseguridad y miedo. Un ejemplo de esta situación podemos verlo en la conformación del personaje femenino, hermana del protagonista del relato. La joven tiene que escaparse de Guatemala porque ser activista allí, tanto sea para manifestar las injusticias, o bien, reclamar algún derecho, es poner en riesgo la propia vida, inclusive, la de toda la familia: “Ella y un grupo de mujeres publicaron varios artículos de protesta contra el asesinato. Por eso me preocupo, doctora. Claro que la podrían matar por algo así. Por menos. A ella o alguien cercano” (76). Otro caso se da con la muerte de un obispo. Es asesinado por revelar información confidencial. La policía guatemalteca entorpece la investigación para que no se conozca al culpable: “Mataron a un obispo, un monseñor, que había dirigido un trabajo importantísimo acerca de los últimos años de la guerra. La conclusión era que el ejército es responsable por el ochenta por ciento de los asesinatos cometidos en las zonas conflictivas en los últimos veinte años” (75). Además, a medida que se desenvuelven los hechos, los diálogos que mantiene el protagonista guatemalteco con su psicoanalista vienen a confirmar que “se ha firmado la paz, pero no existen garantías” (75), es decir, nada ha cambiado en Guatemala. Por otra parte, la ciudad de Nueva York se presenta bajo un ambiente opresivo, controlador y perverso:

Creo que los norteamericanos tienen una asquerosa política exterior. Han hecho, siguen y mientras puedan seguirán haciendo atrocidades. Lo sé por Guatemala. Ellos, ustedes, han financiado, planeado, supervisado, las famosas matanzas de indios, de estudiantes, de izquierdistas en los últimos treinta años. Han fundado las escuelas donde han sido formados los dictadores, los especialistas, los asesinos y torturadores que han hecho todas esas barbaridades (Rey Rosa, 1998:73).

 

De esta forma, Nueva York es el locus principal donde la violencia habita y es precisamente en este espacio en el que los sujetos diaspóricos guatemaltecos intentan rearmar su vida, pero esto es imposible: “imagino la vista que tiene de la ciudad –un vasto panorama de cubos de cemento, una especie de Lego para niños prodigio que a veces parecerá sublime, a veces infernal. Usted parece estar enamorado de la ciudad, y colecciona fotografías y pinturas de este excepcional paisaje urbano, injerto de hormiguero humano y entrañas de ordenador” (33). De este modo, se caracteriza a la ciudad como un espacio conflictivo, degradado y hostil.

La estrategia de Rey Rosa, para enunciar la diáspora y la violencia en este cuento, es el diálogo que establece con la vanguardia surrealista. En este sentido, se acerca a algunos rasgos de la escritura automática que le permiten romper con la tradición, como por ejemplo: encabalgamiento de ideas sin un encadenamiento lógico, metáforas, oraciones precisas, pensamientos que se suceden sin control. Los monólogos construyen imágenes cuyos referentes son difíciles de asociar dada la caótica enumeración de los mismos: “Ah, doctora. Sí, todo bien. No, no. Un momento, por favor, que voy cambiar de teléfono. Aló. Sí, ahora le oigo mejor. No, está durmiendo la mona. La goma. La resaca. El guayabo” (81). Inclusive, en algunos casos, no se distingue el cambio de interlocutor: “¿Doctora? Sí, ya sé que es sábado, perdone que la llame. Ah, me alegro. Mal, doctora, muy mal. Es que mi hermana ha desaparecido. No sé qué pensar. ¿Cómo? Sí. No, no estoy en casa, la llamo desde mi móvil, mi celular. ¿De veras? Voy para allá. Gracias doctora” (79). La alternancia indefinida entre interlocución e interlocutor ocasiona un ritmo veloz en la lectura que mantiene al lector atento en el relato.

Las estrategias del automatismo, desde la vertiginosidad de un devenir discursivo hasta el encabalgamiento de ideas y metáforas, expresan una atmósfera violenta en la que los protagonistas buscan un resguardo, pero no lo encuentran.

En síntesis, en “Ningún lugar sagrado”, Rodrigo Rey Rosa utiliza el automatismo como mecanismo para decir y contar ese otro mundo silenciado por la potencia imperialista, el mundo guatemalteco. Aporta expresiones nuevas que le permitan al lector comprender el ambiente opresivo de Guatemala y la crisis de identidad que sufren quienes se desplazan hacia Estados Unidos.

 

La diáspora en Severina

La diáspora se configura a través de personajes sin vínculos afectivos, que se desplazan en soledad o que construyen relaciones ambiguas, como sucede con Severina. En esta novela, se narra el deambular de los protagonistas por librerías y bibliotecas. En esta novela se cuenta la obsesión amorosa que siente un librero por una ladrona de libros. No sólo no la denuncia sino que además lleva un registro del saqueo.


Imagen 3. https://imagessl3.casadellibro.com/ 

Severina tematiza la historia de Ana Severina y su abuelo Otto Blanco, dos sujetos errantes que se dedican a viajar por distintas partes del mundo para robar libros en las bibliotecas. Son personajes que viven en pensiones temporales y en el margen de la sociedad para poder evadir el hecho delictivo. Además, no tienen documentos verdaderos, diseñan identidades falsas, tal es así que no sabemos al final de la obra si el nombre que tiene la protagonista -Ana Severina- es verdadero y si quien afirma ser su abuelo, mantiene, en realidad, ese parentesco con la muchacha:

-Me dijo que vivía con su padre. Pero, señor Blanco, disculpe, no quiero entrometerme.

-Soy el padre de su madre, o sea –aclaró–, su abuelo. Pero en realidad he sido su padre, sin duda. (Rey Rosa, 2012: 54).

 

En esta producción el enigma de los vínculos de los protagonistas permite visualizar cómo se configura la identidad en la diáspora. Severina enuncia que hay una pérdida de identidad en los sujetos diaspóricos, es una identidad ficticia, construida de manera fluctuante y cambiante de acuerdo con el país receptor. En su forma más extrema, esta pérdida de identidad ocasiona que al momento de morir ni siquiera tengan un sepulcro digno:

- Pero no acabás de comprender que somos parias. No podemos ir a ninguna embajada con esos pasaportes. Se darán cuenta.

-¿Tenés una pala? Vamos a enterrarlo, aunque no sé dónde. ¿Se te ocurre algún lugar?

-En un bosque, más allá de Pinula.

Entre los dos cargamos el cuerpo del anciano. Anduvimos bajo los árboles. Paramos al borde de un zanjón natural. Depositamos con cuidado el cuerpo entre dos piedras lisas y húmedas. (Rey Rosa, 2012: 87, 90).

 

Además, la diáspora, en este caso, condiciona el ideolecto de los protagonistas. En este sentido, Ana Severina, presenta características de una fusión de acentos: “¡Aló! ¡Necesito ayuda! […] -Ahora percibí un débil acento argentino o uruguayo que hasta ese momento había disimulado muy bien-.” (18). De esta manera, el lenguaje evidencia que la identidad se configura en una constante búsqueda, tanto del idioma, como del sentimiento de pertenencia a una cultura y a una nación.

En cuanto al espacio, la biblioteca es el principal ámbito en el que se mueve Ana Severina. Está ubicada en un sótano de un pequeño centro comercial. Este espacio funciona como metáfora de una relación entre interior y fachada que tiñe a toda la sociedad; lo que está a la vista, como el telón de un escenario, esconde la vida que bulle en las sombras y en la precariedad (Manzoni, 2011: 58): “La librería no era muy grande, pero había sitio, en el fondo del local, para acomodar mesas y sillas para estos actos, que oscilaban entre la mera lectura, la performance y el burlesque” (13). De esta forma, retomando las contribuciones teóricas de Bachelard en cuanto a la poética del espacio, entendemos que la biblioteca funciona como una morada del espacio íntimo, es su cámara interior. En el espacio de lo dentro todo es a la medida del ser íntimo. Pero POR  fuera, todo es desmedido.

El traslado constante de los protagonistas vislumbra que los sujetos de la diáspora no se sienten cómodos en el país receptor. No se integran a la sociedad, por el contrario llevan adelante una vida aislada. En Severina, la biblioteca ubicada en el subsuelo de la ciudad, simboliza la contención de un lugar completamente ajeno al bullicio del ambiente urbano, en el que podía escuchar tranquilamente la lectura de poemas. Severina se refugia en la biblioteca, en los libros. El robo de libros le permite seguir moviéndose por distintos países en los que intenta rehacer su vida. En este devenir, la identidad y subjetividad está en permanente cambio. No hay un lazo de pertenencia con ningún territorio.

 

Consideraciones finales

Es posible concluir que en la diáspora, Rey Rosa encuentra un medio para dar a conocer la problemática de los sujetos guatemaltecos que viven en Estados Unidos y sienten un profundo sentimiento de nostalgia respecto de su patria natal. En sus dos producciones se visualiza que los sujetos que viven en la diáspora forman parte de una minoría étnica que determina que sean tratados de diferente manera. Por su condición diaspórica son vistos como extraños. Viven en un espacio interfronterizo estructurado por la ilegalidad jurídica y la marginalidad socio-cultural. En este contexto, la identidad guatemalteca fluctúa entre el sentimiento de exclusión y negación cultural que genera la sociedad de Estados Unidos y la preservación del contacto con su país.

 

Notas:

[1] Universidad Nacional del Comahue- CURZA (Argentina). Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Bibliografía:

  • BACHELARD, G., (1957). “La dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera”, en: La poética del espacio. Buenos Aires, Ed. Fondo de Cultura Económica, pp. 185-200.
  • INGENSCHAY, D., (2010), “Exilio, insilio y diáspora. La literatura cubana en la época de las literaturas sin residencia fija”, en Ángulo Recto. Revista de estudios sobre la ciudad como espacio plural, vol. 2, no. 1, ISSN: 1989-4015, disponible en: http://www.ucm.es/info/angulo/volumen/Volumen02-1/articulos02.htm, [consultado el 10-12-2016]
  • LIANO, D. (1997), Visión Crítica de la Literatura Guatemalteca, Universidad de San Carlos. Guatemala.
  • MANZONI, C., (2013), “Diáspora, nomadismo y exilio en la literatura latinoamericana contemporánea”, Latin American Network Information Center, disponible en: http://lanic.utexas.edu/project/etext/llilas/vrp/manzoni.pdf, [consultado el 20-04-2015]
  • _____ (2011), Violencia escrituraria, marginalidad y nuevas estéticas, Hipertexto, Buenos Aires.
  • PÉREZ RIOJA, J. A. (1992), Diccionario de Símbolos y Mitos, Tecnos.
  • REY ROSA, R. (1998), Ningún lugar sagrado, Seix Barral, Barcelona.
  • _____ (2012), Severina, Alfaguara, Buenos Aires.

 

Cómo citar este artículo:

ROCHE, Mariana Mara, (2017) “La violencia en la literatura de la diáspora”, Pacarina del Sur [En línea], año 9, núm. 33, octubre-diciembre, 2017. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Martes, 19 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1526&catid=13