San Pacho en la barricada[1]

El siguiente ejercicio de interpretación propone una relectura de una de las más bellas leyendas de los chocoanos, el origen de la fiesta de san Pacho, desde su forma inicial en el siglo XVII, hasta la forma conservada con que la viven hoy los habitantes de esta región del país; ello a partir del relato de un antropólogo en los años 80.

Palabras clave: leyenda, identidad, herencia cultural, afrodescendientes

 

La palabra hablada crea lenguajes alados, insumisos. Grandes maestros de la humanidad han sido cuenteros, artesanos de la oralidad.

Gracias a su fuerza, se mantiene viva la herencia cultural, los valores ancestrales de padres y mayores, la memoria individual y colectiva de los pueblos; especialmente los pueblos afro, ricos en oralidad, pues es fundamento real y concreto de su vida cotidiana. Según Bekumuro Kubayanda,[3] uno de los valores fundamentales de la africanidad es “su profundo amor por la palabra”.

En la oralidad se asientan las raíces de estos pueblos que se nutren de la cuentería, de las coplas, de mitos y leyendas. En el sin fin de re-creaciones y re-construcciones permanentes de sus vivencias e historias.

Los guardianes reales de la cultura son los ancestros, propiciadores de la tradición oral: el cuentero y el decimero; los rezanderos y las contadoras; los curanderos y los hechiceros en el Chocó y, en general, en todo el litoral pacífico.

Para los africanos y, por herencia, para sus descendientes, Dios es procreador: engendró al mundo del semen de la palabra. La palabra es mágica, creadora: hágase la luz y la expresión crea lo nombrado. El nommo —palabra— es eterna, va más allá de la muerte. Por eso los antepasados siguen hablando.

Por lo tanto, los seres humanos están en capacidad de crear y re-crear permanentemente el mundo, los mundos, posibles e imposibles, gracias a su imaginación y al recurso inagotable de la palabra.

 

La leyenda

Rogerio Velásquez, el primer antropólogo chocoano graduado en 1950, había descrito en 1957 la fiesta de san Francisco en Quibdó cuya épica legendaria como la de otros santos, ha pasado de boca en boca en la tradición oral [...]


1648


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En los folios de 1648 se lee que el santo llegó con cuatro indios intérpretes y guías de un par de franciscanos: Fray Matías Abad y el hermano Jacinto Hurtado. Salieron de Cartagena con el apoyo del gobernador Pedro Zapata de Mendoza, con la pretensión de “pacificar” a los indios y allanar la ruta del oro en el Chocó. Pero los intereses de Fray Matías iban más allá de lo espiritual. Antes de ser limosnero en el Convento de Cartagena, había sido minero en Mariquita.

Por supuesto que los frailes no lograron su cometido tan fácilmente como se lo creyeron en Cartagena, pero sí convencieron a un grupo de indios para levantar una especie de iglesia para el santo, a orillas del Atrato. Luego de terminada, concertaron con ellos la preparación de unos festejos el 4 de Octubre del mismo año. Para los frailes significaría la entronización de San Francisco en la comarca. ¿Y para los indios? Lo único que se sabe es que éstos, con un jefe a la cabeza, llegaron con quince de sus embarcaciones, bogas, bebidas y una cantidad de pescado para una comilona. Hombres, mujeres y niños, ataviados en coloridos ornamentos corporales, ocuparon catorce canoas y en la que destinaron a los frailes, éstos acomodaron a san Francisco. Aunque el grupo de citaraes se divirtió de lo lindo con su jefe a la cabeza, que hacía sonar una campanilla y dirigía la danza de las canoas en la mitad del río, ello no significó la sumisión indígena. Eso sí, parece que produjo la primera noticia documentada sobre la tradición de las actuales balsadas de santos en el litoral pacífico.

[...]

Por el contrario, los esfuerzos de los misioneros para obligar a los indios a asentarse en pueblos alrededor de una iglesia provocaron indignación y violencia. Tanto que Fray Matías murió asesinado al año de estar en el Atrato. Y en 1669 hubo una masacre de los doce misioneros que insistían en reducirlos a poblados, hasta que en 1684 los indios quemaron y abandonaron Citará, que después sería Quibdó. Seis años después, cuando nuevos aventureros llegaron en busca de oro con cuadrillas de esclavos y curas seglares, el santo fue acogido por la población negra de mineros convirtiéndose en san Pacho...................


1982

Sentado en un taburete, sobre la acera, recargado contra la pared de la casa de Mariquita, William, con su visible temperamento tranquilo, barajaba sus pensamientos. Una lluvia torrencial al mediodía había vaciado las calles llenas de gente. Miraba las espiras de vapor que se levantaban dondequiera que los rayos tibios del sol pegaban en las calzadas de tierra y arena. Volvía a sentir la fascinación que horas antes había experimentado al ver grandes mariposas como de papel celofán rosado, suspendidas sobre la estatua de san Francisco. De repente irrumpían la música de la tambora, la requinta, los platillos y el clarinete. Y luego saltaban encima de los rezos de la multitud.

Las calles del puerto estaban saturadas de un ambiente profano y sagrado. Vapores del baile de la noche anterior y olores a santidad crecían a medida que se iniciaba la procesión con cirios y flores. Los adoradores del santo, vestidos con el hábito carmelito, se arremolinaban en la puerta de la catedral y extasiados iniciaban el paseo. Otros se unían a la procesión con manojos de velas como ofrendas. Pero los más, gozaban el placer místico de la romería al compás de la chirimía y bajo sus sombrillas que atajaban los penetrantes rayos del sol, antes del aguacero del mediodía.

[...]


http://sanpachitomedellin2010.blogspot.mx/

El santo llevado en hombros vestía la túnica de la humildad franciscana, amarrada su cintura y su pobreza con un magnífico cordón grueso tejido en hilos de oro de 24 quilates, obsequio de los mineros pobres de los ríos chocoanos.

[...]

-¿Viste la cara que traía el santo? Uno sabe cómo será el año entrante [...] si su rostro aparece iluminado, si viene sonriente, entonces vendrá un año bueno.

[...]

Él levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los párpados arrugados y el brillo risueño de las pupilas de la vieja Mariquita. En su expresión reconoció el fulgor místico del semblante de los adoradores de san Pacho.

[...]

William descubría el sello de una alianza entre los devotos y el santo. Según su opinión, éste, al dejarse moldear por las formas institucionales y religiosas de los negros, por el ritmo musical y por la afición teatral, se había vuelto mulato, además de cambiar el apelativo Asís por el de Quibdó. ¿Acaso esta estrategia sería la que adoptaron los santos católicos frente al pensamiento religioso africano de los esclavos?.............

Después que yo hice todo

lo que san Francisco habló

noté que cambió mi suerte

todo el mal se me quitó

después que yo me hice ese ebó

todo el mal se me quitó

con san Francisco y Changó

todo el mal se me quitó [...]

De todos modos, a William no le quedaba duda de que en Quibdó la práctica protectora de san Pacho es indiscutible. Durante el terrible incendio que consumió las casas de la carrera primera y cuando el fuego, como un monstruo satánico, enviaba sus coletazos en todas direcciones, las gentes de los barrios, aterrorizadas, echaron mano de la imagen de san Pacho, para defenderse.

[...]

Con todas las imágenes de san Pacho de todos los barrios, la gente formó una especie de barricada alrededor de la carrera primera, frente al Atrato. Allá las llamas devoraban las casas de los blancos, pese a que ellos también habían llevado al sitio del incendio la imagen grande de san Francisco que permanece en la catedral.

Hoy por hoy, el milagro que san Pacho hizo a los barrios de los negros es palpable. Sus casas se salvaron del fuego. La historia conmueve más porque en Quibdó aseguran que el santo sintió en carne propia el siniestro, tanto que esa noche lo vieron llorar.

Dos años después de haber entrevistado a Mariquita, William Villa al escribir el primer párrafo de su ensayo declararía con una certeza apabullante: “¡Esa noche aprendí a mirar al santo!” (Friedemann y Vanín, 1995: 195-201).

 

La significación

En los relatos del Chocó se percibe cómo el discurso crea significados a partir de situaciones; significados que no son solo relativos, sino que también están situados en el discurso entre interlocutores que llevan consigo identidades históricas y sociopolíticas. El relato expuesto resulta rico en situaciones. La elipse creada entre 1648 y 1982, permite apreciar la pervivencia, en situaciones nuevas, de los procesos y las prácticas que originaron la celebración.

En primer lugar, san Pacho como pretexto de los frailes en su pretensión de pacificar a los indios. La pacificación como pretexto para encubrir el ansia de oro de Fray Matías, quien había sido limosnero en el Convento de Cartagena y anteriormente minero..................

San Pacho como instrumento para someter a los indígenas, mediante la construcción de una iglesia.

La ritualización del proceso inicial de transculturación, señalando la fecha del 4 de Octubre para sellar la presencia del santo.

San Pacho como bandera plantada por los frailes en un nuevo territorio de dominación.

El santo como motivo de celebración y goce para los indígenas, quienes desde aquel entonces idearon las balsadas.

El asentamiento humano alrededor de la imagen del santo como factor de rechazo y violencia de los indígenas al sometimiento de los frailes.

El acogimiento del santo en un momento de nuevas dinámicas económicas y socio políticas.

Los adoradores de san Pacho, reencarnados trescientos años después, en las comunidades afrodescendientes del Chocó, acompañando con chirimías la celebración y el goce con que los citaraes celebraban la llegada de la imagen.

San Pacho llevado en hombros, personificando la más grande paradoja: el más humilde santo, ceñido con un magnífico cordón del más puro oro, obsequio de los mineros pobres de los ríos del Chocó.

San Pacho mulato, aliado de los devotos, moldeado, mimetizado, camuflado, atrincherado en la cultura de los pueblos.

San Pacho y Changó, sanadores de todos los males.

San Pacho protector.


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San Pacho justiciero y vengador, quemando las casas de los blancos, protegiendo las casas de los negros. Lavando el viejo dolor apelmazado de oro, sangre, pobreza y oración.

San Pacho salvador.

Por lo expuesto el relato es la apropiación cultural en doble vía: un santo que llega como pretexto de pacificación, se convierte en un mulato luchador y justiciero que se plantó como bandera en la conciencia ideológica y cultural de aquellos pueblos, acogiendo las consignas de la gente negra.

La tradición oral de los pueblos chocoanos hace posible la metamorfosis de san Pacho. Crea estos mundos posibles, pues “el significado no existe en el vacío […] los enunciados adquieren significados situados, adicionales, más allá de la imaginería convencional […] el significado emerge de símbolos convencionales, usos situados y experiencias nuevas” (Palmer, 2000: 29).

Señala además Gary Palmer (2000: 23) que “las palabras son vocalizaciones fugaces enlazadas simbólica-mente con las sombras que habitan el mundo paralelo de nuestra imaginación”. En ese sentido, tratemos de imaginar a Fray Matías como limosnero: no pidiendo o mendigando limosna en una esquina, sino recogiendo la limosna en el Convento. Pero había sido minero, buscador, ¿guaquero?, tal vez, adorador del oro, más que de san Francisco. Podía ser limosnero, buscador, ambicioso, concientizador, dominador y franciscano. O sea, no un limosnero cualquie ra.

Imaginemos a los citaraes disfrutando la organización de sus canoas, ataviados con coloridos ornamentos, sonando campanillas, transparentes y felices, con un jefe dirigiendo la danza de las canoas, agasajando a unos frailes medrosos. Felices los indios citaraes, iniciando hace más de tres siglos, las balsadas con que los negros chocoanos ofrecen a san Pacho la misma fiesta de ayer sobre el Atrato: balsas, canoas, andantes, danzantes, transparentes, sudorosos, oferentes, adoradores de san Pacho.

La expresión “calles del puerto” nos habla de mar, de embarcaciones de pequeño y mediano calado, de nostalgias, de negrura, de pobreza, de san Pacho y chirimías. Calle de puerto, vía de entrada, acceso, campo abierto sobre el mar.

Y “después que yo me hice ese ebó”, ¿qué es el ebó? Después que san Francisco habló, la copla habla del ebó: o sea del:

… trabajo de santería. Ceremonia de ofrenda, de sacrificio o purificación. Los Paraldos son ebós (Ebbós) para quitar la muerte de espíritus “enviados” u oscuros. Los Ebbós son para refrescar, cumplimentar o enamorar a los Orishas en cuestiones más sencillas, y pueden ser desde un baño con yerbas o flores, hasta poner dulces a las deidades. Estos trabajos van dirigidos al bien y no son compromisorios; tampoco se tiene que estar iniciado en la religión para hacerlos. (Prada Fortul, 2001: 358)

Las construcciones discursivas que acompañan o estructuran el relato, bien pueden interpretarse con apoyo de Ricoeur (1985: 95): “la imaginación evoca cosas ausentes, pero existentes en otro lado. Retrato, cuadros, dibujos, diagramas, que ocupan el lugar de lo que representan. Pero también evoca cosas inexistentes. Se aplica a las ilusiones, aquello que ni está ausente ni inexistente, pero que el sujeto asume como real”....................

En ese sentido podemos comprender la integración de san Pacho el santo humilde, pobre, amante defensor de la naturaleza, armonizando con Changó, guerrero Dios del fuego, del rayo, del trueno, el baile y la belleza viril, gracias a la imaginación que alimenta la fusión cultural e integra las culturas blanca y negra, y las transforma en mulata, y la recrea en la piel, en el canto, en la leyenda, en la tradición oral.

 

Oración

San Pacho pretexto, instrumento, ritual, bandera plantada; celebración y goce; asentamiento, rechazo y acogimiento, reencarnación, paradoja; mulato aliado, moldeado, mimetizado, camuflado, atrincherado; sanador, protector, justiciero, vengador y salvador.....................

Nosotros también, hoy, hemos aprendido a mirar con nuevos ojos al santo.

 


Notas:

[1] El texto fue publicado originalmente en el libro de ensayos La impronta de Caín. Rastros de la esclavización, Ediciones Axis Mundi, Popayán, julio de 2007.

[2] Matilde Eljach, Socióloga, Especialista en Administración de la Planeación Urbana y Regional (1992),  Diplomada en Estudios Afrocolombianos (2002), Magistra en Antropología Jurídica (2005). Estudios doctorales en Ciencias Sociales, Uninorte, 2009-2010, actualmente realiza el Doctorado en Antropología, en la Universidad del Cauca. Ha publicado entre otros: Dimensión social y política de la planificación (1992, Ensayo); El oficio del educador. Colombia, nuevo reto: ¿educación  para la paz o educación contra la violencia?” (1995, Ensayo); La investigación cultural en el Cauca: un incipiente Proceso (2000, Ensayo, coautora); Un territorio blanco para María Mandinga (2005, Ensayo); La construcción jurídica del negro en la Colonia. De Benkos Biohó a la invisibilidad (2006, Ensayo); La impronta de Caín. Rastros de la esclavización (2007, Ensayo). Es integrante del Grupo de Investigación Cultura y Política y del Grupo Literario AMALTEA.

[3] citado por Alaix de Valencia, 2001

 

Bibliografía:

Alaix de Valencia, Hortensia, 2001. La palabra poética del afrocolombiano. Cali: Litocencoa.

Friedemann, Nina S. de y Vanín, Alfredo, 1995. Entre la tierra y el cielo. Mitos y leyendas del Chocó. Bogotá: Planeta.

Palmer, Gary B, 2000. Lingüística cultural. Versión de Enrique Bernárdez. Madrid: Alianza.

Prada Fortul, Antonio, 2001. Benkos. Las alas de un cimarrón. Barranquilla: Antillas.

Ricoeur, Paul, 1985. Hermenéutica y acción. De la hermenéutica del texto a la hermenéutica de la acción. Traducción Mauricio M. Prelooker, Luis J. Adúriz, Aníbal Fornari, Juan Carlos Gorlier, María Teresa Lavalle. Buenos Aires: Docencia.

 

[div2 class="highlight1"]Cómo citar este artículo:

ELJACH, Matilde, (2012) “San Pacho en la barricada”, Pacarina del Sur [En línea], año 3, núm. 11, abril-junio, 2012. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=439&catid=13[/div2]