Cuestión alimentaria, cambio climático y desarrollo local
Así pues, el objetivo general de este artículo, es definir la sustentabilidad alimentaria como una estrategia que resulta de analizar el proceso que comienza de las fuentes y acaba en los sumideros a donde se dirigen los desechos de los progresos civilizatorios, ahora frente al colapso societal. Se estudia la relación de la crisis alimentaria con el cambio climático, siendo éste un factor catalizador aunque no el determinante principal. Así mismo, se hacen propuestas de solución en conexión con el desarrollo local.
Palabras clave: sustentabilidad, crisis alimentaria, soberanía, calentamiento global
Lo anterior se enmarca en el contexto de lo qué es la sustentabilidad alimentaria (o lo que debiera ser) como parte de la ambiental, implicando la conservación de la biodiversidad (y el conocimiento local) lo que está en contra de la opción que ofrece el monocultivo (caso extremo el de los biocombustibles) que afecta los ecosistemas naturales y los agroecosistemas; y además, con altos costos para el pequeño productor y la pérdida irreversible de la soberanía nacional, así como de graves desequilibrios financieros. De ahí la importancia del fortalecimiento del mercado interno. Y ello sin considerar los perjuicios para la salud humana y la sustentabilidad económica de la población de las políticas en marcha.
Además, no se puede decir que aquélla sea la solución, porque hay otras menos riesgosas y que contribuyen mejor a parar la depredación planetaria Y el calentamiento global, lo cual es una precondición ineludible.
Introducción
Las crisis ambientales actuales, que son un resultado del modelo depredador y de una serie de causas múltiples que están interrelacionadas, azotan el planeta cada vez con mayor furia expresándose en un doble fenómeno: la creciente y masiva pobreza, junto con la pérdida muchas veces irreversible (FAO, 1998) de las condiciones naturales de la existencia de la humanidad.
De ahí que sea creciente la cada vez mayor preocupación en todo el orbe y al nivel local, por realizar ingentes esfuerzos a fin de garantizar la soberanía alimentaria, en el marco de las distintas estrategias nacionales de transición hacia el desarrollo sustentable que, sin embargo, son a todas luces limitadas. No sólo por la insuficiencia de las políticas en esta materia sino también porque la soberanía alimentaria supone soberanía nacional, la que en el caso de muchos países latinoamericanos como México, prácticamente no existe.
Para lograr tal propósito es necesario considerar que, en la mayoría de los países pobres y dominados, éstos se caracterizan por mantener persistentes déficit nutricional y alimentario. Las actividades agropecuarias, en especial la que manejan los pequeños productores y minifundistas, han sido duramente golpeadas por prácticas monopolistas desleales enmascaradas en un pretendido libre mercado; asimismo, la degradación ambiental aumenta a medida que la economía crece, así como por las políticas públicas aplicadas para tal efecto.
Esto ha sido así debido a la característica de la sociedad capitalista de “acumular por acumular”, situación que se ve sumamente radicalizada bajo el modelo neoliberal en boga que castiga a un 99% de la población mundial, beneficiando al resto con el progreso tecnológico y la expansión de los mercados, esto es, el consumismo irrefrenable.
Y también porque la producción capitalista manda a toda costa, incluso a costa de la naturaleza y de la extensión de la pobreza y enfermedades, así como de la discriminación étnico-nacional. Y pese a la enorme capacidad productiva, que se expresa en una sobreproducción cíclica de la industria alimentaria mundial, se mueren miles de niños al día por causas solamente de la desnutrición y otras tantas por las hambrunas. Y por lo general, en esas regiones, también se ocasiona una devastación de su “capital natural” (Daly, 1994).
Estas son tan sólo algunas de las manifestaciones de la organización económica mundial en que priva el lucro desmedido y sostenido, siendo éste incompatible con las necesidades productivas y socioculturales de la población, así como con las de la naturaleza, y ni hablar de la calidad del producto, la cual sufre el proceso de degradación una vez que ha conquistado mercados.
De ahí que sea imprescindible, tanto como urgente, que gobiernos, empresas y ciudadanos en general lleguen a acuerdos y efectúen acciones pertinentes a fin de contribuir en la solución de este grave problema, el cual revela la problemática existencial de la especie humana en el marco de el calentamiento global como una fase crítica en la historia natural del planeta. Pero ello requiere de cambios drásticos en la estructura económica y social.
Sin embargo, el Estado mexicano abandonó relativamente al agro -a la mayoría de sus productores, que son un 80% de minifundistas- y dejó un espacio que no se logró ocupar por el resto de los agentes: empresas privadas, sociales y campesinos individuales.
Debido a la gravedad de la situación que se avecina en los próximos años, las mediciones de la pobreza y desnutrición alarmantemente altas, continuarán agrandándose (Boltvinik, 1999). La solución no puede ser el asistencialismo- productivismo, menos aún financiarse de los pobres, como lo hace, de un lado, el programa gubernamental Oportunidades-Vivir mejor, que no es más que el Programa Progresa Zedillista (2000-2006) con otros nombres, pero los mismos apellidos, sino recomponer estructuralmente el entorno económico en conexión con la agricultura a fin de que cumpla con las funciones que el país requiere y a la vez el país le realice los requerimientos que son indispensables para tener un funcionamiento sano y fuerte.
La problemática alimentaria
Lo anterior significa que la cuestión alimentaria tiene que ver directamente con la pobreza y la depredación ambiental, que son dos caras de la organización funcional y sistémica del régimen de la ganancia. La solución entonces no está en atacar el efecto sino, más bien, sus causas, lo que implica cambios estructurales en el modo de producción a fin de lograr que se reanime la producción, distribución y consumo de alimentos, lo que tiene que ver con el tipo de crecimiento de la economía en su conjunto (más que en un porcentaje), en particular de la demanda alimentaria en conexión con el crecimiento y consolidación del mercado interno. Se trata de combatir la pobreza (fijando límites al crecimiento de la extrema riqueza), más que eliminarla completamente por decreto, o convertirla en un fin en sí misma.
Esto quiere decir que si el país, en la era de la globalización, no aprovecha este tiempo para impulsar el desarrollo local, se esta quedando atrás. Puesto que la verdadera globalización supone, y se desarrolla más, con los proyectos locales-globales fuertes, rebasando la preponderancia actual de lo global-local (Laszlo, 1994).
También significa, que aparte de lograr una exitosa integración entre el mercado interno y externo, se requieren no de proyectos ilusorios “sostenidos”, sino que los proyectos sean compatibles con el crecimiento de la riqueza y las necesidades, tanto sociales como naturales. Esto supone rebasar el extremo de negar subsidios o el libre mercado; ya que éste y los subsidios no son excluyentes sino complementarios.
El problema alimentario mundial no es tanto de (sobre) producción de alimentos (FAO, 1998), ya que en las regiones mas pobres ocurre lo contrario (déficit); sino de su incompatibilidad en el tiempo. Y lo que ocurre de manera aplastante en los sistemas productivos y agroindustriales es que, no lo son desde el punto de vista ecológico; e incluso a veces ni económico y social. Sin embargo, no se trata sólo de un problema de distribución de alimentos entre las regiones superavitarias y las deficitarias, sino de una distribución de tecnología, e incluso de la tierra (en países como Brasil, México, etc.); principalmente de capitales dinerarios, y esto es imposible sin una suspensión, condonación y negociación de la deuda externa e interna de los países críticos.
Frente al cambio climático, es indudable que éste ya se ha convertido en el principal factor explicativo de la crisis alimentaria actual global-local.
Resultados
Así pues, un plan de soberanía, seguridad y sustentabilidad alimentarias debe contemplar la inserción de todos los países, en la era global, hacia una revaloración del agro y de los campesinos, porque ofrecen mayor resiliencia rural frente al cambio climático y una compatibilidad entre el campo y la ciudad. Sin ello, será imposible lograr lo último en el marco de un diseño local/global, y se presentará tan sólo como una medida de ayuda (interesada) internacional, que no es la solución ya que en países como México, la frontera agrícola ya no puede aumentarse, como en el viejo modelo, (Lamartine, 1989) de manera importante. La solución pues se encuentra en un incremento de los rendimientos, que coadyuvando a la conservación y restitución de los recursos naturales y capitalizando las áreas económicas más abandonadas, y pueda cumplir además con el objetivo de la generación de empleo y brindar alternativas a la emigración, dentro de las limitaciones que el propio modelo alterno ofrece cumplir bajo esta mira. Pero ello no basta, ya que si el manejo de los recursos naturales no es el adecuado, entonces la solución puede ser un agravamiento de la problemática en todas sus manifestaciones.
Ajustes tanto internos como externos deberán realizarse, así como variados obstáculos habrá que derribar en el marco de la siguiente estrategia:
l. Integración de las políticas económicas a las ambientales. En este caso especialmente, en lo que concierne a la agricultura. Esto permitirá que el incremento de la producción agropecuaria y las técnicas aplicadas, no choquen con los objetivos nacionales a fin de lograr el equilibrio ecológico con protección ambiental.
2. Se desprende que en el marco del desarrollo sustentable, es imprescindible que éste sea guiado por un tipo de industrialización orgánica dirigida hacia el campo (FAO 1985), que permita la capitalización tanto económica como natural.
3. Se requiere un sistema de comercialización, financiamiento y otros servicios técnicos, económicos y sociales a fin de que la solución a la cuestión alimentaria se posibilite bajo el eje de la producción interna; que no es de alta competitividad internacional, aunque de gran impacto eco-social.
4. Impulso de un modelo múltiple adaptable a las diversas condiciones tanto de los ecosistemas como de los requerimientos socioculturales. Este modelo debe integrar en condiciones de igualdad al sector empresarial, privado y social, así como a los pequeños productores, complementando las ventajas y desventajas que tienen entre sí. Esto va de la mano con un verdadero desarrollo de la educación agrícola y socio-ambiental. Esta última en todos los sectores y niveles de la sociedad; lo mismo en cuanto a un sistema nacional de capacitación.
5. Impulso a las exportaciones pensando en los beneficios no inmediatos sino de largo de plazo, y permitiendo que estas actividades estén conectadas con la expansión de otras industrias, y no limitarse a constituir un eslabón secundario de una cadena metanacional, prácticamente aislado de la economía local. Sin embargo, es necesario por razones de seguridad nacional, mantener el apoyo y subsidio a los sectores estratégicos, que deberá incrementarse sustancialmente, mediante el subsidio directo per cápita en proporción a la población rural respecto a la total (25%) y no como pretenden los neoliberales en el gobierno (Téllez, 1992) en relación al PIB rural(4%), pues no se trata de desplazar al campesino sino de modernizarlo y hacerlo más eficiente; manteniendo su menor agresividad al ambiente en comparación con las grandes explotaciones que lo hacen aunque multiplicando sus ganancias, que no existen en el caso de la economía campesina, puesto que ella se mantiene con déficit comercial y financiero, subproducción y pobreza permanentes.
6. Política de empleo en pequeñas áreas, incrementando las retribuciones directas e indirectas a los trabajadores rurales.
7. Mantener las reservas alimentarias elevadas para no estar expuestos al daño comercial y financiero- así como nutricional dado el caso- lo cual implica la esencia misma de un plan alimentario para la seguridad y sustentabilidad.
8. Necesidad de renegociar el TLCAN y otros tratados y acuerdos a fin de no aceptar condiciones desventajosas en materia alimentaria.
9. Eficientar la intervención del Estado, incrementando el nivel de atención hacia el campo, no de manera monolítica, sino mediante una regulación flexible y barata que permita realizar las metas que se plantea en el esquema de producción con seguridad y sustentabilidad. Ello en el marco de la más estricta vigilancia de la sociedad sobre las políticas estatales.
10. Detener la depredación de los recursos naturales, fijando políticas que partiendo de un inventario y contabilidad natural precisa, permita valorar la mejoría o deterioro en el ambiente. Esto supone que los índices de la degradación, habrán de confrontarse con los de rehabilitación de tal forma que aunque sea muy alto el daño conviene la rehabilitación que puede disminuir si funcionara una política de eficiencia energética y material del lado de la industria la cual tendrá que ser ecológica si quiere sobrevivir en el futuro inmediato. Por ejemplo, se gasta en lucha contra la erosión 400 millones dólares, siendo que el coste de degradación es mucho mayor ya que por ejemplo afecta a mas del 80% de la superficie del país, (Estrada, 2003).De ahí la trascendencia en la lucha contra la degradación de cuantiosas inversiones en este rubro.
11. Fijación de precios agropecuarios que incorporen el coste ecológico que representa el desgaste de la naturaleza acelerado por la acción humana.
12. Negociación de la deuda ecológica y su conversión en proyectos agroecológicos, en el marco de un nuevo sistema financiero para el país dirigido a la producción; eficiente, moderno, equitativo y transparente, pero sobre todo adaptado a las necesidades del crecimiento y desarrollo de la economía nacional en compatibilidad con sus límites histórico- naturales.
13. Aumentar la producción alimentaria en el país, dedicando el esfuerzo mayor en las áreas de riego, al tiempo que se rehabilitan (mediante la autosuficiencia en producción local de manera biointensiva) las de temporal (Estrada, 2000) las cuales son de minifundio, al cual debe apoyarse alternativas que de él surjan incluyendo la microindustrialización.
14. Elaborar un plan nacional y mundial alimentario (y de salud) frente al aumento de precios impulsado por el calentamiento global.
Por todo lo dicho, habrá que tomar en cuenta la necesidad de mantener dentro de la economía nacional un elevado porcentaje de recursos en materia de autosuficiencia alimentaria para fortalecer el mercado interno y reconstruir la economía nacional (reduciendo las gases invernadero), sin descuidar el potencial exportador (el cual habrá que incluir sustitución de cultivos). Ello requiere de estímulos, incentivos y apoyos (regulaciones) que permitan asegurar la rentabilidad de los productores, única base de sustentabilidad y compatibilidad alimentarias. Y habrá de traducirse en el apuntalamiento de los pequeños y medianos, y eficientización de los grandes productores; y en el fortalecimiento del desarrollo industrial sustentable, eje de toda economía, pero en consonancia con la agricultura, base orgánica de la industria.
Sin una fuerte inversión en la lucha contra la degradación de los recursos naturales, entendiendo que es una inversión indispensable a largo plazo, en un país donde es escasa la tierra agrícola fértil (12% del total), no se podrá tener éxito en la producción alimentaria (Lamartine, 1979).
Por otra parte, la creciente demanda urbana no podrá cubrirse con los alimentos provenientes de zonas de riego y temporal rurales, sino a la vez con una producción y aprovisionamiento desde los sistemas de agricultura urbana, tanto especializados como diversificados (Schenna, 1996).
En términos muy generales, las líneas estratégicas pueden condensarse en: A) Respeto al ecosistema en cuanto a la producción de cultivos de acuerdo a su correspondencia con el tipo de suelo, disponibilidad de agua, conservación de la biodiversidad y la estructura del suelo, etc.; B) Impulso del desarrollo local, ya que la globalización entendida como relación desde afuera ignora este plano; C) En el contexto de la revalorización de lo rural (cultura alimentaria, conocimiento local); D) Y todo ello en la perspectiva de un desarrollo con sustentabilidad y compatibilidad
Además: la necesidad de realizar un nuevo reparto agrario con características agroecológicas (Toledo, 1992), y no puramente dotatorio: producir conservando los recursos y no como hoy ocurre, producir destruyendo, depredando. Se necesita, en este caso, conocer el nivel de degradación y elaborar planes de rescate con los fondos ecológicos disponibles, esto significa tener una idea más o menos exacta de la magnitud de la crisis eco-eco-social para encontrar las soluciones necesaria
Discusión
Sigue siendo válido plantear que el subsidio debe llegar a quienes está específicamente dirigido, y no perderse en el camino. Sin embargo, la focalización en la lucha contra la pobreza (que aumenta ésta finalmente) representa un avance minúsculo y no consistente, puesto que lo fundamental sería elevar el crecimiento y la productividad de manera compatible con el manejo de los recursos naturales y el bienestar de la población, ésta es el mejor arma para el combate a la desnutrición asociada a la pobreza; así, el aumento del ingreso urbano y la indexación paritaria con el rural son indispensables (Schickele, 1980). Es en este sentido que todos los esfuerzos encaminados a este fin requieren de ajustes sustantivos, siendo esfuerzos de planeación requeridos a fin de alcanzar un correcto desenvolvimiento de la economía nacional en el marco del mercado mundial.
En cuanto a la parte organizativa, ello concierne a las ligas directas entre el campo y la ciudad para la comercialización, financiamiento y consumo de los productos agropecuarios principalmente, mediante la gestión de cooperativas en todas las escalas (Rojas, 2005) que den cauce al potencial del campo, apretujado por las políticas que agravan en lugar de aligerar el ya de por sí difícil entorno económico mundial, como es el caso de la compactación casi compulsiva de tierras (SRA, 1992).
Todo esto debe formar parte de una nueva reforma agraria, que permita dar cumplimiento a los grandes objetivos nacionales, tanto del crecimiento como de justicia social, mediante una revisión del reparto, la presencia de los pueblos indios en la renegociación de la propiedad agraria, amén de los otros asuntos de autonomía; el apoyo a la agricultura familiar en minifundio y la intensificación de la producción con tecnologías apropiadas. En otras palabras, esto significa pluralismo económico.
México y latinoamérica pasaron, de ser países mayoritariamente rurales, a urbanos, pero se ha abandonado el campo y su agricultura, apostando todo en aras de una urbanización desbocada y de un comercio al servicio de las ventajas comparativas (o competitivas). De esta forma, no se caería en el espejismo que plantea el uso de semillas chatarra (transgénicas), producto del complejo biotecnológico, a costos aparentemente bajos que arruinarán al productor y, desde luego, empobrecerán a la población desde el punto de vista nutricional con consecuencias graves en la salud.
Y es que con su aplicación en alimentos básicos como el maíz (entre otros), puede esperarse la disminución del sistema inmunológico y también la contaminación y erosión genéticas; impulsando a la vez el monocultivo que atenta contra la biodiversidad. De ahí la importancia estratégica del minifundio que garantiza la biodiversidad tanto como la diversidad cultural y económica, y en el marco del pluralismo. Finalmente, hay que destacar dos tendencias que están presentes en este entramado: la artificialización o bien la naturalización de la vida: cada una corresponde a un modelo distinto.
Nuevo escenario mundial
Se caracterizó en 2007 y se recrudeció en el 2012, por el incremento mundial a los precios de los alimentos (tendencia que continuaría incluso después de superada la crisis mundial); que tienen varias causas, entre ellas, las políticas agropecuarias y ambientales aplicadas e impuestas desde arriba; empero, con la crisis económica mundial, estos precios pueden bajar pero no a los niveles del 2005 (Jacques Diouf, 2008).
La otra explicación es que la ley del valor se modifica por el calentamiento global lo que afecta directamente al valor, aumentándolo (de ahí el incremento de precios). Las otras causas son resultado del desajuste de la oferta y demanda apuntalados por el cambio de destino final de los granos para producir agrocombustibles; incremento del consumo de los países del grupo de países denominado BRIC y en el contexto del incremento de los precios de la energía y de los insumos agropecuarios; y asimismo las prácticas especulativas, destacando las bolsas de granos y oleaginosas de Chicago. En el caso de nuestro país, no puede ignorarse el factor TLCAN (que al principio parecía justificarse en su capítulo agropecuario porque los precios de los alimentos eran bajos en ese momento) como generador de esta crisis a nivel nacional (12 mil millones de dólares se han gastado mínimamente desde el 2008, lo que es equivalente a la inversión extranjera directa).
En suma: el calentamiento global afecta mediante la crisis de energía (aumento de precios de insumos y desvío de granos a la producción de biocombustibles) y la crisis alimentaria (afectada por los procesos de desertificación y el aumento de desastres naturales, sequías prolongadas e inundaciones).
Como se ve, y al margen de la depresión económica global, por todos lados hay presiones para elevar los precios de los alimentos (desde la oferta y la demanda, desde la estructura de la producción y distribución). Esto ha sido aprovechado para las transnacionales agroalimentarias y de semillas que sugieren producir transgénicos como solución. Esta es una nueva trampa, que ya la conocíamos bajo el esquema de la revolución verde.
Pero además, lo verdaderamente grave de esta crisis alimentaria es que no se compensa con incrementos salariales. Así, sólo los más pobres reciben las migajas del programa gubernamental “vivir mejor”, pero la mayoría siguen viviendo bajo el terror económico (políticas públicas deliberadas para generar hambrunas). De ahí que la opción entre subsidios para los más ricos o bien para reforzar una sustentabilidad compatible.
Dentro de la sustentabilidad ambiental está presente la sustentabilidad alimentaria, la cual se distingue de la soberanía en que aquí lo importante no es el abastecimiento de granos y alimentos en general a la población, sino la reposición de la energía humana consumida mediante el valor calorífico que garantice el menor costo energético; esto se traduce en la producción local de alimentos (en tierras degradadas no se puede hacer mucho sin incrementar el “capital natural”) y de acuerdo a la cultura alimentaria específica de México.
La sustentabilidad alimentaria significa que para reponerse, la energía humana requiere de la prod ucción del valor calorífico, que debe ser compatible con la renovación de los ecosistemas y agroecosistemas; principalmente con la alimentación planetaria. Sin el sustento alimentario no hay otras formas de sustentabilidad.
La agricultura mexicana frente al cambio climático
En este contexto puede hacerse la siguiente pregunta: ¿cuál es el camino de la agricultura en México y Latinoamérica frente al calentamiento global?
La respuesta se halla en fortalecer las tendencias hacia la agricultura y ganadería ecológica y sistemas agroforestales, puesto que es necesario vislumbrar el sector agropecuario y forestal como un todo (expandiéndola a la industria y a la naturaleza), destacando las funciones eco-sociales de preservación y conservación (así como de restauración y manejo).[2]
Las reglas a seguir, en este contexto, serían las siguientes:
- La agricultura debe respetar la capacidad de regeneración del planeta y a la biodiversidad (Lovelock, 2007); ello sólo es posible erradicando/limitando monocultivos (no deben sacrificarse áreas agrícolas por urbanas).
- El rescate y mejoramiento de la agricultura tradicional (Toledo, 1993), así como alimentos, medicina, biomasa, materiales, etcétera, combinándolas con una propuesta moderna pero ad hoc.
- La racionalización de las grandes explotaciones (Hernández X, 1985), en el marco del ahorro de recursos naturales y económicos; pero aprovechando la abundancia de fuerza de trabajo
- La expansión de los proyectos agroecológicos (Altieri, 1986).
- Considerar que la sustentabilidad depende de la sustentabilidad alimentaria (por tanto la sustentabilidad alimentaria no es = a incremento de la producción) y éstas de la compatibilidad sociedad/naturaleza.
- Reconocer la superioridad energética de la agricultura y sus ventajas;[3] así como el necesario mejoramiento del arte.[4]
- Volcar recursos al agro (transferencia de capitales, subsidios directos e indirectos) a fin de alcanzar la paridad campo/ciudad, mediante un pacto social.
- Impulsar la economía de carbono (eficiencia energética) y reducción de los GEI.
- Relanzar una nueva industrialización (Mc. Donough, y Braungart, 2010), es la clave para garantizar una agricultura hacia el futuro, sólida y sana (tecnologías verdes).
- Afianzar el pluralismo económico y jurídico (capitalización de los pequeños agricultores y expansión de la agricultura urbana.
- Garantizar la compatibilidad entre el ciclo ecológico y social.
- Enfatizar la aplicación de nuevas variedades resistentes a sequías, enfermedades e inundaciones (con énfasis en el impulso del fitomejoramiento de semillas criollas).
- Fomento de las nuevas prácticas de cultivo (agricultura natural, orgánica, ecológica, biointensiva, permacultura, etcétera).
Principios de desarrollo local
El desarrollo local es una condición para el desarrollo general de los pueblos y la economía, y especialmente de la alimentación. En muchos casos (países avanzados), este fue un punto de partida para su despliegue mundial. En el caso de nuestros países, el desarrollo local se presenta como resultado de políticas en esta dirección pero partiendo de una economía con desequilibrios y distorsiones como la mexicana y en el marco de una globalización negativa (Bauman, 2006).
En ambos casos hay convergencias, aunque también divergencias. Esto tiene que ver con la agricultura, que en los países atrasados está anclada en la dependencia alimentaria, y no es por el no poder producir sus propios alimentos sino por cuestiones de políticas públicas insertas en la dinámica del modelo neoliberal.
El desarrollo local en este sentido deberá tener en cuenta los siguientes principios:
I. En primer lugar, el desarrollo local constituye un primer momento en el proceso de integración de los mercados que comienza en el ámbito comunitario. De esa forma, supone la integración de distintas comunidades a un mismo proceso comunicativo y de acciones, lo que implica acuerdos y la resolución de los malos entendidos, en una localidad determinada.
Además, no debe comprenderse como un mero producto de la voluntad de los implicados en él (comunidades, localidades), ya que le es inherente la presencia de los dos resortes del capitalismo (especialmente el primero): a. La tendencia a la interiorización de sus relaciones, lo que se traduce en la generación de tecnología adecuada a la proporción de los factores productivos existentes, en un espacio geográfico determinado; y b. La tendencia hacia la expansión de las transacciones comerciales y dinerarias, así como de las actividades productivas, más allá de las respectivas fronteras nacionales.
Los países avanzados tuvieron suficiente fortaleza en los dos aspectos (aunque a costa del saqueo del llamado tercer mundo). En cambio, en nuestros países, éstos constituyen un mero complemento de lo que acontece en los países centrales, además de constituir un remedo mal hecho de ellos; ya que aquí la expansión viene de fuera, y la interiorización esta limitada por aspectos de orden económico, político e ideológico, debido a la carencia de un mercado interior integro; así como de un estado independiente y soberano. Todo lo cual se traduce en un persistente cuanto indeseable atraso tecnológico.
II. En segundo lugar, hay que distinguir dos formas principales de la globalización. Así, la globalización positiva, sería aquélla que supone el desarrollo comunitario, local, regional etc.; local-global y no sólo global-local, que es la característica de la globalización negativa (Bauman, 2009) y en donde el desarrollo viene de afuera. Esto significa que los procesos de integración económica son una base más importante de la economía mundial que los afanes de dominio global.
III. Por ello, el desarrollo local debe ser dirigido hacia adentro, sin descuidar que, dado que en el marco de una globalización positiva, no es posible una economía autárquica y de trueque; aunque sólo como un complemento, especialmente en ciertas regiones (sur, sureste mexicano).
IV. Esto significa la ordenación del territorio y el aprovechamiento verdaderamente racional de los recursos naturales (multiracionalidad). Ello tiene que ver con la necesidad de mantener o incrementar el área de regeneración natural, limitar la mancha urbana y hacer más productivas las áreas agrícolas, pensando que no se incrementen estas áreas a costa de áreas forestales. Es indispensable garantizar la expansión de Gaia, porque ella genera oxígeno y absorbe dióxido de carbono; además de la conservación de los recursos naturales renovables y la preservación del paisaje.
V. En quinto lugar, la diversidad es inherente al desarrollo local ya que posibilita un aprovechamiento de recursos de acuerdo a su vocación o a la necesidad de restauración. Esto desde luego es relativo, pero de cualquier manera las viejas vocaciones y las nuevas, son una forma bien de restituir o de restructurar.
En el caso de la producción de alimentos significa fomentar el policultivo, la rotación y asociación de cultivos, aprovechamiento de las malezas, las granjas integrales, etc. Y sobre todo entender que la diversidad alimentaria (bajo los requisitos de sanidad e inocuidad), es fundamental como protección de las plagas y enfermedades. Desde luego lo anterior implica entender que, de no hacerlo, la dependencia hacia las megaempresas será mucho mayor; así como mayores los riesgos y vulnerabilidades. Por lo tanto, es necesario proteger a los pequeños productores y minifundistas, para impedir que sus territorios sean devorados por el monocultivo empresarial, con nefastos efectos debido a la emisión de gases de efecto invernadero.
VI. La compatibilidad del individuo con la colectividad es esencial, lo cual puede atestiguarse en la presencia de ello en las comunidades rurales, e incluso urbanas. Ello significa producir bajo las distintas formas de propiedad reconocidas por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Asimismo ello permite una fácil resolución de conflictos por parte de la misma comunidad o localidad.
VII. Los mercados regionales permiten construir una red de comunidades y localidades a fin de potenciar la posibilidad de un manejo productivo que respete las redes sociales construidas o refuncionalizadas y con autodeterminación local.
Asimismo, el impulso a las microfinanzas, sobre todo cuando fortalecen el autofinanciamiento y recurrir limitar la solicitud de créditos o de préstamos; no a la dependencia sino sólo como complemento. En este punto hay que tener en cuenta que, la falla del productivismo, es que no toma en cuenta que sin capitalización monetaria no es posible la productiva o técnica. De otra forma se contribuye a mayor agudización de la pobreza y conflictos derivados.
VIII. Ante la incapacidad de la ciencias y la tecnología de ayudar a resolver los problemas del agro (ya que muchas veces los agravan), resulta indispensable recuperar el pensamiento local. Y no sólo porque es parte de la diversidad sino porque pueda dar soluciones en muchas ocasiones a problemas de la modernidad tecnológica. Estos saberes locales (Paracelso, 1994): pensar local y actuar global y a la inversa, no están en contra de las ciencias. Pero enriquecen nuestras posibilidades de acción.
IX. La producción de alimentos es una necesidad por cuestiones de eficiencia global y particular. Sólo las naciones que abandonaron la alimentación han sucumbido (URSS). Pero pareciera que México está en esa misma ruta. Ya que la política agropecuaria está fomentando procesos de eficiencia que se traducen en el abandono de parcelas (y expulsión de productores generando mayores impulsos a la migración) y ha establecido programas que redundan en ello, como es la línea estratégica alrededor de la reconversión productiva, que no ha logrado beneficios más que para unos pocos; en cambio trae consigo consecuencias graves para la mayoría de los productores que ahora están a merced de Oportunidades. Sin embargo, también hay programas de estimulo a la producción de alimentos pero pesan menos.
X. Una lección de la crisis alimentaria (y agraria), y la necesidad de remontarla, implica vivir de acuerdo al ecosistema. De entrada supone conservación y mejoramiento de recursos fitogenéticos (las semillas es nuestro patrimonio más valioso) Cultivar el ecosistema requiere aumentar su potencial y reducir sus vulnerabilidades. De ahí la importancia de la resiliencia que deba tener el campo frente a los embates de la modernidad tecnológica y empresarial tout court.
XI. En los momentos de la coyuntura actual mundial y nacional es necesario avanzar hacia el establecimiento de sistemas producto-desecho, donde el manejo racional y exitoso que se da en los procesos productivos, sea visible en el manejo de los desechos, hacia como en la reposición de los recursos naturales empleados (economía de los desechos: reciclaje y degradación).
XII. Un aspecto fundamental es que la tecnología (sea nacional o importada) esté diseñada de acuerdo a las condiciones específicas agroecológicas y socioculturales. Claro que lo mejor es que la innovación tecnológica local, regional y nacional sea un rasgo de una nueva revolución agrícola dirigida a las pequeñas explotaciones (80% de las unidades de producción agropecuarias en México).
XIII. Dada la abundancia del factor trabajo, hay que reconocer que este es nuestro capital más valioso (junto con los recursos naturales), por lo que es necesario que se generen las condiciones y posibilidades locales para tener suficientes empleos, mejor remunerados y el impulso a una ética del trabajo, junto con una ética ambiental.
Aquí una fortaleza está representada por el trabajo comunitario gratuito: dar para recibir.
XIV. La migración es consecuencia de la falta de desarrollo local. Esto debe considerarse frente a la crisis climática.
Hoy, el migrante, ya no es el tradicional. Se trata del expulsado ambiental, económico, político, religioso o por causas del narco.
XV. Sustentabilidad alimentaria. La esencia de ésta es la sustentabilidad planetaria ya que alimentar al plantea implica la alimentación humana y debe fincarse en la compatibilidad eco-social, así como mediante la convergencia entre las distintas formas de propiedad presentes en el campo.
XVI. Finalmente, la reapropiación social es una orientación básica no sólo por sintetizar distintas formas de propiedad sino por impulsar el sector social[5] como punta de lanza del desarrollo local.
Conclusiones
Se puede decir que la soberanía y sustentabilidad alimentarias deben darse reduciendo el coste económico, ecológico y social, sin irse sólo por alguno de ellos por separado, aún más frente al cambio climático. Así entonces, debe apreciarse la oportunidad del cambio a la seguridad alimentaria sustentable y compatible debido a la inevitable futura expansión de la degradación ambiental y pobreza. En materia de economía nacional (pues se han perdido en gran medida la autosuficiencia local en maíz), aunque haya sitios de producción con una elevada concentración del capital y la producción. Esto significa ahorro de divisas, generación de empleo por el impacto multiplicador que trae consigo la expansión de la pequeña agricultura y en conexión con proyectos específicamente de reversión agroecológica, de rehabilitación y producción, buscando minimizar el coste ecológico y social y en el marco de la reconstrucción del país, así como con la expansión de una biotecnología que mejore el ambiente e igualmente la conservación y manejo de agroecosistemas.
No se trata entonces de repetir experiencias irrepetibles como la del SAM (1981), estatista y orgullosamente derrochador, que proclamó la producción de alimentos a cualquier costo, sin mirar en cuestiones de financiamiento y transferencia de tecnología, y sin tomar en cuenta el impacto ambiental tanto ecológico como social.
Sigue siendo fundamental el hecho de que cualquier proyecto alimentario pasa por el incremento de la productividad agrícola (y aun más la natural) por lo que en esta propuesta se contempla la reducción del coste alimentario, mas no al punto de extinguir, sino al contrario, fortalecer, a la economía campesina. El ciudadano en general debe apoyar un programa como el sugerido y aceptar pagar los precios justos por lo que representa en tanto consolidación de los niveles de integración interna y de cumplimiento de la de justicia social en el marco de un crecimiento proporcionado y de acuerdo a las tipologías de productores eco-ecológicos del campo mexicano. Mientras tanto, las poblaciones urbanas deberán mejorar sus retribuciones salariales, sin lo cual no puede haber desarrollo económico.
Finalmente, en el umbral del milenio, la autosuficiencia, soberanía y sustentabilidad (seguridad de los pueblos) alimentarias no pueden poner en jaque a los ecosistemas, tampoco a la cohesión social (pero sí a la polarización y las desigualdades). Es, además, un asunto político: quiénes serán los verdaderos beneficiarios no como consumidores o productores, sino como inversionistas o los especuladores.
Emprender la realización de una propuesta como la descrita en estas páginas, presupone la existencia de una sólida población productiva no subsidiada de manera pasiva, costosa y en franco deterioro económico- en el marco de la descomposición política-. También revertir el subsidio a favor y no en contra de la rehabilitación de los ecosistemas naturales, restringiendo el uso y abuso de combustibles fósiles y agroquímicos de alta intensidad, así como de los monopolios de la biotecnología, avanzando en pocas palabras hacia la moratoria de la depredación. Estos serían requisitos indispensables para un desarrollo compatible con autonomía, autosuficiencia, soberanía, seguridad y, finalmente, sustentabilidad alimentaria. Más aún, frente a un cambio climático irreversible que requiere ir más allá de la mitigación y adaptación para alcanzar verdaderas formas de reconstrucción, restructuración y reordenamiento eco-social. Aquí se evidenció la trascendencia del desarrollo local para lograr estos propósitos.
[1] Departamento de Sociología Rural. Universidad Autónoma Chapingo. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..
[2] En México es de alrededor del 12 % del territorio nacional (CONAANP, 2011).
[3] “La industria compra materias primas de la agricultura, a fin de elaborarlas; su trabajo da a esas materas primas sólo una forma, pero nada les agrega y les multiplica. Désele al cocinero una cantidad de guisantes, con los cuales debe preparar a uno la cena; los pondrá en la mesa bien cocinada y servida, pero en la misma cantidad en que le fueron entregados. Pero por otro lado, désele la misma cantidad al jardinero para que los lleve a la tierra; se lo devolverá a uno, cuando llegue el momento, por lo menos cuadruplicado en comparación con la cantidad que se le entregó. Ésta es la verdadera y única producción (F. Paoletti)”, en Marx, 1972, t. 1: 51. Las ventajas de la agricultura respecto a la industria es que es una actividad que puede mejorarse continuamente (respetando sus ciclos), que fija calor solar a través de la fotosíntesis, recicla todo sus desechos (y de otras actividades) y es la única actividad productiva que genera los alimentos que aportan los nutrientes esenciales del cuerpo humano.
[4] “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará: y todo aquél que lleva fruto, le limpiará para que lleve más fruto”, San Juan 15, 1.
[5] Ahora se llama el “capital social”.
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