Ninguna mujer nace para puta de María Galindo y Sonia Sánchez[1]. Análisis y vigencia de la obra, a quince años de su publicación.
Universidad Nacional de Cuyo, Argentina
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Buenos Aires: Mujeres creando, La vaca, 2007.
Ninguna mujer nace para puta se ha convertido en una bandera del feminismo abolicionista. El libro de la argentina Sonia Sanchez y de la boliviana María Galindo, según anuncian las autoras, nace de un sueño y un proyecto político, lo que equivale a decir lo mismo. A la vez, es un discurso urgente y necesario en Nuestramérica; aún hoy, a quince años de su publicación, se intensifican los debates dentro de los feminismos en América Latina sobre la prostitución o trabajo sexual a partir de dos posturas polarizadas: el abolicionismo, que pretende eliminar estructuralmente la prostitución, tomada ésta como explotación sexual; y el regulacionismo, que apunta a la reglamentarización y sindicalización del trabajo sexual.
El tema de las mujeres que ejercen prostitución no es una temática nueva, de hecho es un tema que en la sociedad se ha naturalizado a través de la frase “la prostitución es el trabajo más antiguo del mundo”. Sin embargo, lo disruptivo de este libro es la perspectiva y análisis desde la propia experiencia de sus autoras. Sonia Sanchez es una activista y educadora abolicionista, que ha recorrido nuestro continente dando conferencias, talleres, charlas en universidades, escuelas, plazas, etc. En el libro se presenta como la mujer rebelde que antes fue prostituida, y como tal, formó parte de dos organizaciones, la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas de la Central de Trabajadores Argentinos (AMMAR CTA) y la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas Capital (AMMAR Capital) con las cuales rompió. La obra es su potente forma de recuperación de la palabra: "una forma de tener voz propia y no permitir que nunca más me la arrebaten bajo ningún pretexto. Las putas hemos puesto el cuerpo siempre para sobrevivir y luchar, pero nunca la palabra" (pág. 15).
Por su parte, María Galindo es una activista lesbiana y feminista radical, escritora y comunicadora, creadora de la organización autónoma de Bolivia, Mujeres Creando, fundadora de la Radio Deseo FM, y de la casa de acogida para mujeres en situación de violencia Virgen de los deseos. “Juntas, hermanadas y revueltas”, como ellas escriben, se proponen crear un vínculo subversivo mujer-mujer, para destruir las barreras que el patriarcado ha impuesto a la construcción de los lazos de sororidad que apuntan a acompañar, apoyar y crear nuevas narrativas desde la subjetividad femenina. De ese lazo nace este libro.
Ninguna mujer nace para puta es una reflexión dialogada entre Sonia y María, quienes toman como punto de partida la idea de que la prostitución es un espejo para todas las mujeres del mundo, y en la que cuestionan la construcción de sentidos a través del lenguaje, en la palabra puta como forma de interpelar-se e interpelar-nos. Aquí el insulto es resignificado y devuelto a la sociedad, al Estado, para demostrar la hipocresía y la violencia machista que atraviesan los cuerpos de las mujeres prostituidas.
Esta noción es profundizada en el capítulo inicial, titulado "Todas tenemos cara de puta". Las autoras reflexionan aquí en torno al término puta y al universo que la rodea. Puta es un límite construido y sostenido socialmente para dejar a salvo lo que debe estar del otro lado de esa frontera. Es, por eso, un instrumento de disciplinamiento para todas las mujeres desobedientes a los mandatos de las sociedades patriarcales. Desde aquí desarrollan un concepto central que atraviesa el libro: la soledad de la puta.
La puta está rodeada de fiolos[3], prostituyentes y de otras “putas solas”, pero, como ellas, está sola. “Y esa soledad, es la condición que favorece tu explotación, porque es una soledad que te aísla”, escribe Sonia. Y luego se (nos) pregunta: “¿acaso la puta tiene un padre o una madre que digan: “ésta es mi hija”, un hermano que la nombre hermana, una mujer que la nombre amiga” (pág. 23).
En este diálogo, María desarrolla el concepto de omisión de la puta y sostiene: “Es una anulación completa de la existencia de ella. Es una forma de convertirla en una existencia no solo sin contenido y sin valor para la sociedad, sino sobre todo una existencia que no afecta ni interpela a ninguna de las estructuras sociales” (pág. 26). Y es que la tesis que estructura la obra es que la puta no existe dentro de ningún sistema u organización social, desde la familia hasta el Estado en cualquiera de sus formas. Esa es una omisión filosófica, otro tipo es la omisión ideológica, porque la puta no significa ni expresa nada, por lo tanto, su situación no es digna de ser interpretada. La omisión política, por otro lado, la niega como sujeto de derechos, la niega como locutora y le niega la posibilidad de ser interlocutora con alguien más; porque ni el Estado ni la política se piensan desde su perspectiva. La última forma de omisión que sintetiza María es la económica: la puta sostiene al proxeneta, la familia de éste, la estructura de hoteles y locales, incluso, sostiene la estructura turística de un país, como es el caso de Cuba, y, sin embargo, esto también es ocultado.
El segundo capítulo se titula "La madre que te parió", y en él las autoras reflexionan sobre la maternidad en el contexto de la prostitución. Sonia parte de un discurso muy común que es “me prostituyo para dar de comer a mis hijos”. Desde ahí, razona que es necesario correr hacia un tercero la responsabilidad, no excusarse en los hijos, porque se trata de un falso “escudo que dignifica la prostitución”, pero que es en realidad producto del miedo y el dolor de no poder verbalizar la realidad. María propone una interesante reflexión sobre el lenguaje: “¿acaso ‘el hijo de puta’, ‘la hija de puta’ no tienen padre?” (pág. 41). De ahí analizan cómo la paternidad es legitimada, venerada, dentro de nuestra sociedad y en especial dentro del mundo de la prostitución.
Imagen 1. Sonia Sánchez, 2015.
VacaBonsai Colectivo Audiovisual, (CC BY 3.0)
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Sonia_S%C3%A1nchez.jpg
El tercer capítulo, “No me gustas cuando callas, porque estás como ausente”, gira en torno a la mudez y el silencio como mecanismo de opresión de las mujeres. Las mujeres llegan mudas al mundo de la prostitución, pero allí hay otros mecanismos que intensifican su silencio, por ejemplo, el fiolo, el policía, se valen de la violencia física directa para callarlas. La mudez es también la forma de supervivencia de la puta, y es lo que asegura la relación amo-esclava con su fiolo. Por eso, analizan formas de romper con ese silencio, romper esa máscara de la mentira que es la de la puta. Sonia llama a este proceso “un largo camino de regreso a casa”, lo que en sus palabras significa “comenzar un proceso largo y difícil, que es el apropiarte de tu cuerpo, de tu palabra y de tu decir. La casa, por tanto, eres tú misma” (pág. 59).
El capítulo cuarto se titula “Estado proxeneta”, y en él Sonia explora el rol que juega el Estado en la prostitución, a partir de su propia experiencia. Nos relata que, cuando golpeaba puertas de ministerios pidiendo trabajo y educación, el Estado le daba cajas de mercadería y profilácticos. De esta manera, perpetuaba su situación de prostitución, desoía sus reclamos y la volvía a invisibilizar una y otra vez; porque lo que había en esas cajas no era una ayuda, era sino, un mecanismo más para crear dependencia y control sobre el cuerpo de las mujeres prostituidas.
En el capítulo quinto, “Los parásitos de la prostitución”, las autoras denuncian la situación de tutelaje en la que se encuentran las mujeres en situación de prostitución. Los llamados “parásitos” que viven de ellas tienen la función de hablar por ellas, representarlas, ser sus intermediarios. Como dice Sonia, “Ésos son los parásitos. No te enseñan, te mantienen ahí. Ellos deciden, ellos toman decisiones por nosotras, ellos piensan por nosotras. Por lo menos pensaban por mí, ahora ya no los dejo” (pág. 104). En este grupo de parásitos se encuentran los sindicatos, las ONG, la Iglesia, los organismos de derechos humanos, el ejército de expertos y psiquiatras, sexólogas, trabajadoras sociales y partidos políticos.
Imagen 2. María Galindo, Mujeres creando.
14 de diciembre de 2009, (CC0 1.0), https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Maria-Galindo.jpg
El capítulo sexto, denominado “Ellos prostituyen y eso está bien, yo me prostituyo y eso está mal”, indaga sobre el rol de los varones en la naturalización y perpetuación de la prostitución. Las autoras se plantean el lugar masculino de consumo de la prostitución, de los cuerpos de las mujeres, y el proceso que conlleva de humillación y cosificación. La figura masculina aparece como un tercero, pues existe un vacío en la interlocución, los varones no se interpelan a sí mismos en este sentido. En el apartado “El príncipe azul no existe, el fiolo sí”, realizan un interesante análisis de la relación entre el proxeneta, el prostituyente, el policía y el marido, y cómo cada uno de estos actores tiene poder sobre el cuerpo de las mujeres.
Una idea central del libro es la resignificación de la figura del “cliente”: Sonia lo llama prostituyente, torturador, explotador, cuyo deseo sexual radica en la posesión del cuerpo femenino, pues la puta no vende nada, son otros los que venden partes de su propio cuerpo. Es necesario, para las autoras, analizar el espacio en donde confluyen el dolor, la humillación y la tortura que lleva a delante ese varón prostituyente. Es en el cuarto en donde los varones practican la explotación hacia la puta, y cómo sin embargo, al salir de ahí vuelven a ser padres, hermanos, maridos “respetables” de otras mujeres.
En “A la puta calle”, las autoras analizan cómo en la sociedad, en las ciudades, se asigna un lugar para delimitar el espacio de “lo otro”, lo que no está dentro de la legalidad y de la ciudadanía, ese espacio son las zonas rojas, las esquinas donde se paran las putas, los burdeles, las plazas. Esa esquina es una especie de gueto donde las mujeres pueden ser controladas, vigiladas por el fiolo y la policía, para mantener ese orden donde puedan ser explotadas y entregadas al servicio de los varones prostituyentes; todo esto, con el permiso y la complicidad del Estado.
El capítulo final nos llama a la acción, se titula “¿Cómo construir una organización entre nosotras?” y en él reflexionan acerca de las posibilidades de la construcción de sujetas colectivas, hermanadas, que se representen a sí mismas, sin intermediarios. Dejar de lado la individualidad que es producto del miedo, la enajenación y la opresión, para construir esos vínculos subversivos mujer–mujer.
Ninguna mujer nace para puta es un libro que expone una teoría y una praxis. Nos propone el duro ejercicio de interpelarnos como sociedad, sujetos y sujetas pertenecientes a Estados que invisibilizan y perpetúan de manera cómplice la explotación hacia las mujeres. La prostitución no es un problema de las putas, es un problema social, de todos y todas, por eso Sonia, al comienzo de este recorrido, nos “devolvió” el mote de puta, porque es urgente que asumamos la responsabilidad social y colectiva. Las autoras no sólo abordan la prostitución como un síntoma de la opresión patriarcal, que atraviesa todas las sociedades y organizaciones, sino que nos llaman a organizarnos, a recuperar nuestros cuerpos y, sobre todo, recuperar nuestra voz, desde la desobediencia y la creatividad. Romper el silencio es el primer paso, y así lo escribe Sonia al final de la obra:
Soy una mujer,
No una cosa.
Me expropian mi cuerpo los proxenetas, los dientes. los policías,
los sindicalistas
y estoy aquí para decir ¡basta!
Soy una mujer organizada, y no me refiero a como me organizo
para planchar, cocinar y fregar.
Me organizo para ser una mujer más autónoma y libre.
Me organizo porque estoy harta de tanta injusticia.
No soy sola contra el mundo y estoy aquí para decir ¡basta!
Al Estado le pregunto:
¿Por qué no tengo trabajo? ¿Por qué no tengo educación?
¿Por qué no soy dueña de decidir sobre mi vida y mi cuerpo?
El Estado nos quiere conformar con una caja de alimentos;
el Estado quiere crear dependencia en nosotras a través de
programas vacíos que son una atadura humillante para taparnos
la boca, y estoy aquí para decir ¡basta!
A la sociedad le digo: señor, señora,
no crea que me gusta estar parada en la puerta de su casa,
por eso, hoy día solo le aclaro un par de cosas:
No sean hipócritas, mis clientes son sus hermanos, primos,
hijos y curas confesores.
Señor, señora, no necesito tu condena, te la devuelvo.
La prostitución no es un tema de las putas.
Si no me quieres en la esquina,
lucha conmigo, grita conmigo: ¡estoy aquí para decir basta! (pág. 207).
Notas:
[1] El libro se puede descargar de: https://www.legisver.gob.mx/equidadNotas/publicacionLXIII/Ninguna%20mujer%20nace%20para%20puta%20Maria%20Galindo%20Sonia%20S%C3%A1nchez%20%282007%29.pdf
[2] Docente e investigadora, Profesora en Letras por la Universidad Nacional de La Pampa y maestranda en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina. Sus temas de investigación son la poesía escrita por mujeres en América Latina, en especial la poesía erótica. Además, dirige investigaciones acerca de las literaturas/oralituras indígenas de Abya Yala y sobre Educación Sexual Integral en escuelas mendocinas. Filiación: IES Salvador Calafat, General Alvear, Mendoza. Universidad Nacional de La Pampa, Argentina. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
[3] En Argentina, la palabra fiolo se utiliza coloquialmente para designar a los varones que lucran con el ejercicio sexual de otras personas, es decir, los proxenetas.
Cómo citar este artículo:SÁNCHEZ RECHE, Claudia, (2022) “Ninguna mujer nace para puta de María Galindo y Sonia Sánchez. Análisis y vigencia de la obra, a quince años de su publicación.”, Pacarina del Sur [En línea], año 13, núm. 48, enero-junio, 2022. ISSN: 2007-2309.
Consultado el Miércoles, 16 de Octubre de 2024.Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=2084&catid=12