Cuatro pensadores liberales latinoamericanos

Rodrigo Quesada[1]

 

En una de las obras decisivas de los últimos cincuenta años en Alemania, el reconocido crítico literario Marcel Reich-Ranicki[2], hacía un recuento elegante, fluido y sumamente aleccionador sobre los que él llamaba “precursores” de la modernidad literaria en Occidente. En su libro denso y erudito Ranicki recoge ensayos sobre la obra y vida de siete grandes maestros de las letras alemanas, tales como Arthur Schnitzler, Thomas Mann, Alfred Döblin, Robert Musil, Franz Kafka, Kurt Tucholsky y Bertolt Brecht. Aparte de las extraordinarias enseñanzas que dejan en la consciencia del lector las obras de Ranicki, entre las que destacan su conocida y célebre autobiografía, el libro que mencionamos provoca toda clase de reflexiones, porque está investigado, reflexionado y escrito para pensar sobre el problema de la identidad nacional alemana, antes del ascenso de los nazis, y después de su derrota. Y sobre cómo se expresa todo ello en la creación artística e intelectual de esa nación.

Sin embargo, lo más llamativo del texto de Ranicki es la sutileza y respeto con que son abordados los autores que estudia. Para esta clase de crítica literaria, que recuerda los grandes trabajos de Edmund Wilson, Cowper Powys, Ciril Connolly, Lionel Trilling, Northrop Frye y T. S. Eliot, los paradigmas teóricos y estéticos con que están realizadas las obras analizadas son evaluados y pensados, si cabe el término, contra el telón de fondo, de la existencia misma de los autores, dejando por fuera, a cierta distancia, los prejuicios políticos, ideológicos, religiosos y culturales que hayan decantado su cotidianidad.

Por alguna extraña razón, tal vez de génesis histórica o cultural, entendido este concepto según su acepción antropológica más clásica, en América Latina, nos cuesta mucho hacer esta clase de reflexión literaria. Alguna gente ha hecho el peregrino esfuerzo por acostumbrarnos a mirar a los grandes escritores, artistas y pensadores latinoamericanos, según que el termómetro político suba o baje, de acuerdo con la intensidad de la temperatura que manifieste el esquema ideológico con el que se estudien sus obras. De esta forma encontramos, desde la izquierda, evaluaciones y estudios sobre la obra de Jorge Luis Borges y Octavio Paz, repletas de consignas y de centones sin pies ni cabeza. El liberalismo latinoamericano tiene una particularidad que no tiene el liberalismo radical europeo, y es su creencia en que la democracia es posible en el sistema capitalista. Esto caracteriza al liberalismo de hombres como Vargas Llosa, para quien una sociedad totalmente libre en América Latina, es inimaginable, pues, según él, nosotros somos incapaces de gobernarnos a nosotros mismos. Afirmaciones como éstas, deben pasar por el tamiz del análisis y la reflexión, como hace Ranicki en su libro, arriba mencionado.

A pesar de estas discretas discrepancias, el liberalismo latinoamericano ha hecho, en los últimos años, contribuciones importantes al pensamiento, al arte y a la reflexión sobre nuestras sociedades, que van más allá de las manidas y rituales recuperaciones documentales de algunos aspectos y héroes de nuestra historia. Tales recuperaciones no remontan su insulso universo litúrgico, porque se transfieren casi de inmediato al mundo de la política, y nos dejan con la sensación agridulce de que quienes escriben sobre la historia literaria latinoamericana, a veces se preocupan más por demostrar sus certezas ideológicas que sus verdaderos intereses académicos por el desarrollo cultural de nuestras naciones.

En un país pequeño como Costa Rica, donde la frivolidad, el jolgorio y la sinrazón, son los puntales sobre los que se sostienen algunas capillas literarias, más proclives a los comentarios de solapa, que a la lectura seria, disciplinada y sostenida, ciertos libros llegan, pasan y se van sin generar ni siquiera un triste y resignado adiós. Ni siquiera digamos el comentario más o menos provocativo de su lectura. Porque muchos en nuestro país, leen de oídas, es decir, leen y comentan el comentario del comentario del comentario….porque, o los libros son muy caros, eso se nos dice, o porque no llegan al país, lo cual es solo parcialmente cierto.

Por estos días han llegado a Costa Rica, a la Librería Internacional y a otras buenas librerías josefinas, propiedad de libreros extranjeros con una efectiva mentalidad empresarial, cuatro obras escritas por distinguidos pensadores latinoamericanos, sobre los cuales no se dice gran cosa, porque, o no se leen; me tienen sin cuidado; o las cosas que dicen me incomodan tanto que no me atrevo a opinar; o están escritas por escritores de derecha, proimperialistas, arrogantes y presumidos, que tienen muy poco que decirme: ¡a mí, que ya lo he leído todo y lo sé todo! Hay tan poca generosidad en esta clase de acercamiento a los autores latinoamericanos, que no debería sorprendernos la gran cantidad de basura europea y norteamericana que nos invade relativa a la cocina, el deporte, la tecnología, el sexo y otras materias que llenan la vacía cotidianidad de nuestros pobres ricos costarricenses.

Hoy quisiera invitar al lector nacional, cuidadoso, inquisitivo, aquel que toma notas, realiza apuntes, diseña esquemas, estudia, lee y relee sus libros para que se tome la molestia de conseguir a cuatro autores latinoamericanos, pensadores liberales, con muchas ideas, inquietudes y sugerencias, sobre las distintas y diversas formas de tratar con el problema literario en nuestra querida América Latina. Si de algo no se les puede acusar a ninguno de los cuatro es de frivolidad o superficialidad al momento de tratar los asuntos que les interesan. Veamos.

            

Carlos Granés. El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales (Madrid: Taurus. 2011) 492 páginas.

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El autor, colombiano, nacido en 1975, y ganador del III Premio Internacional de ensayo Isabel Polanco, nos ha regalado un texto de extraordinaria y excepcional importancia, porque se trata de un recorrido erudito, sumamente detallado y profundo del desarrollo de las ideas vinculadas con la revolución y las vanguardias a todo lo largo del siglo XX. Si alguien quiere conocer a fondo la evolución e impacto de las vanguardias revolucionarias, políticas y artísticas occidentales en un siglo repleto de rebeliones, dictadores, guerras, y violencia generalizada, este es el libro indicado. La forma en que Granés reconstruye esa trayectoria desde la perspectiva de la historia de las ideas y de la historia del arte, está llena de pistas, sugerencias y trucos metodológicos sumamente útiles. La relación entre utopías formuladas y utopías frustradas, tanto en la política como en el arte, abre un surco temático para continuar con la investigación que dará muy buenos resultados, estamos seguros.

 

Enrique Krauze. Redentores. Ideas y poder en América Latina (México: Debate. 2011) 583 páginas.

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El conocido y respetado historiador mexicano, nacido en 1947, Enrique Krauze, ha hecho con este libro, una de las más destacadas contribuciones de los últimos veinte años a una mejor comprensión de nuestra parte, sobre el papel jugado por los “grandes hombres” en el desarrollo de la cultura y la civilización en América Latina. Se trata de un hermoso catálogo de redentores, profetas y revolucionarios latinoamericanos, cuyas ideas, acciones, sueños y esperanzas llenaron a generaciones de hombres y mujeres, en nuestros países, con la aspiración fallida a veces, y a medias cumplida, de que era posible un mundo mejor, en medio de una asfixiante y abrumadora pobreza, ignorancia y opresión.

Krauze, como buen liberal radical, teme que las utopías puedan ser, a la larga, motivo de frustraciones, amargura y violencia, para pueblos acostumbrados a ver en las dictaduras el punto de referencia ineludible de su cotidianidad. Pero aún así, Krauze propone un acercamiento a doce figuras de las artes, la literatura, la política y el gobierno para comprender un poco mejor, lo que está sucediendo hoy día en América Latina, en lo que compete a temas y problemas tan diversos como la educación, la creación artística, las promesas hechas a nuestros pueblos y las distintas formas y estilos de gobernar.

Acostumbrados a los eruditos y profundos estudios hechos por Krauze en otros momentos, sobre la historia de México, este libro presenta además un enjundioso, variado y polémico tratamiento de idea  s y quehaceres, sin olvidar que se trata del punto de vista liberal, desde el cual, al menos en América Latina, las distintas expresiones y ejercicio de la democracia, tienen la prioridad en el análisis del autor. Sin jugar con el fácil cuestionamiento de profecías, liderazgos y realizaciones, Krauze nos propone un enfoque, discutible o no, pero válido por la seriedad de sus argumentos, de lo que ha sido hasta ahora la historia de América Latina, llena de avances y retrocesos, en la que los personalismos han jugado un papel vertebral.      

 

Mario Vargas Llosa. La civilización del espectáculo (Madrid: Alfaguara. 2012) 226 páginas.

Rara vez Mario Vargas Llosa publica un texto ensayístico suyo sin que venga cargado de polémica, argumentos radicales y dogmáticos, que muchas veces lo hacen pensar a uno, si el humor cínico con el cual fueron originalmente concebidos, es de procedencia cierta o, como di  ce él mismo, nos estará tomando el pelo. Porque este nuevo libro, un listado resabido y resobado de temas y problemas más que manidos, tiene esas triquiñuelas que le hemos visto a Vargas Llosa en otros de sus trabajos, como cuando nos ha hablado de Israel, Palestina o las invasiones gringas a Irak y Afganistán. Con mucha frecuencia uno se inclina a pensar que tales escritos no son el producto de la reflexión reposada y madura, sino más bien el resultado de estertores de ocasión, cuya intrascendencia la historia se encargará de registrar.

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Con este nuevo libro, Vargas Llosa no nos sorprende, pero nos inquieta porque algunas de sus reflexiones llevan implícitas críticas muy sentidas, y casi nostálgicas, de lo que pudo haber sido la democracia burguesa y no fue. El libro, muy por debajo de lo que ya hubieran dicho Debord, Camus, Onfray, y sobre todo Foucault, aparte de los críticos que mencionamos en la introducción de esta recensión, tiene la impronta de haber sido escrito por Vargas Llosa, es decir cosas viejas han sido dichas de nuevo con otras palabras, sentidos y pretensiones. Algo similar sucedía con Sartre en su momento, con esa rara inclinación a decir lo mismo, pero con términos y conceptos distintos.

El ensayo de Vargas Llosa nos conmueve, porque su autor parece haberse quedado totalmente solo en un medio repleto de arribistas, divos vacuos como conchas y escritorzuelos ansiosos porque los noten y los adulen. Esta triste corte de actores de circo, se atreve con frecuencia a criticar al gran novelista que hay en Vargas Llosa, pero también sus posiciones políticas e ideológicas, forjadas al calor de sus debates y experiencias con tiranos de todos los pelajes. Hasta qué punto las opiniones del hombre puedan ser influyentes o no, es algo que nos tiene sin cuidado, pero su llamado de atención sobre los problemas de la cultura burguesa contemporánea son definitivamente dignos de tomar en cuenta, al menos como ingrediente más conspicuo de lo que está ocurriendo con el sistema capitalista en general.

El “idiotismo cultural” al que nos quiere acostumbrar el sistema no es algo nuevo. Siempre lo ha hecho así, para sobrevivir. Pero hoy es uno de sus  grandes defensores quien lo apunta. Y eso no puede pasar desapercibido. En el libro de Vargas Llosa se encuentra un conjunto de verdades que realmente da pena. Su defensa de lo que él llama la “alta cultura” es totalmente irrelevante, pero sus denuncias sobre el deterioro cultural, de la civilización, y del analfabetismo rampante que nos propina cada día el sistema económico que él promueve con denuedo y dedicación, es abrumador. Este es un libro que, en un país como el nuestro, debería ser motivo de un debate generalizado, debería ser leído en los colegios y universidades, pues las evidencias que expone para hacernos conscientes de la debacle que se avecina, debería preocupar a nuestros politiquitos de cafetín, tanto de la derecha, pródiga en fanfarria y vacilón, como de la izquierda, lastimera, desvencijada y ridícula.

 

Rafael Rojas. La máquina del olvido. Mito, historia y poder en Cuba (México: Taurus. 2011) 260 páginas.

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Finalmente, otro de los autores liberales latinoamericanos que es urgente leer es a Rafael Rojas, acusado, igual que Vargas Llosa, de estar al servicio de la CIA, este joven historiador cubano, radicado en México, ha escrito e investigado sobre temas históricos, historiográficos y literarios de gran penetración en la historia latinoamericana de las ideas. Primer ganador del importante premio internacional de ensayo Isabel Polanco, sus estudios sobre la república y el republicanismo en América Latina, han abierto surco y traído al terreno de la investigación, asuntos que se creían olvidados, como la relevancia de los sujetos en el movimiento de la historia. Los materiales, métodos y técnicas utilizadas por Rojas en la historia de México y Cuba sentaron el precedente, como decían los historiadores franceses, de que “inventar” las fuentes históricas no es algo totalmente  extraño ni imposible.

Han sido, sin embargo, sus trabajos sobre el exilio intelectual cubano, así como sus análisis sobre el pensamiento de Martí, sobre la identidad histórica y revolucionaria de Cuba, los que lo han enfrentado al régimen de Castro. Es indudable que esta clase de trabajos académicos no dejan inmunes a quienes siguen apegados a sus inveteradas rutinas investigativas, pero si la provocación por parte de Rojas va dirigida a que se cambien y se profundicen las estrategias de investigación de la historia latinoamericana y cubana, nos parece malintencionado acusar al provocador de parcialidad, si al mismo tiempo utilizamos sus sugerencias y descubrimientos para enriquecer nuestro trabajo. Porque los estudios de Rojas, quien cuenta además con una pluma implacable, fluida y elegante, han empezado a ser tomados muy en cuenta por una historiografía latinoamericana y caribeña deseosa de nuevas pistas, temas y problemas que enriquezcan nuestros enfoques y nos permitan remontar los viejos esquemas de la Guerra Fría.



Notas:

[1] Rodrigo Quesada Monge (1952), historiador costarricense, Catedrático Jubilado de la Universidad Nacional de Costa Rica.

[2] Marcel Reich-Ranicki. Sieben Wegbereiter. Schriftsteller des zwansigsten Jahrhunderts (Deutsche Verlags-Anstalt, Stuttgart Müchen, 2003).