El socialismo como sistema de vida en la obra de Antonio García[1]

El desarrollo del pensamiento liberal no fue el único que se produjo como resultado de la transición del feudalismo al capitalismo en la formación de la filosofía política. Ni tampoco el marxismo lo fue en la enunciación de un proyecto político socialista. Todas estas corrientes siguieron haciéndose presentes a todo lo largo del siglo XX, de las cuales es expresión el trabajo intelectual y político de Antonio García.

Palabras clave: : Antonio García, socialismo, anarquismo, marxismo, humanismo

 

Cole afirma que si bien el término socialista se difunde como tal en Europa en la década del 30 del siglo XIX, “hay razones suficientes para tomar el año 1789 como punto de partida para un estudio del desarrollo de las ideas socialistas”[3] En efecto Babeuf, Fourier, Owen y Saint Simon fueron varios, entre otros, que elaboraron propuestas de socialismo y de comunismo que el mismo Marx reconoce bajo la denominación de Socialistas Utópicos. El marxismo también dio pie a varias corrientes del socialismo que marcaron derroteros disímiles en los desarrollos de los discursos socialistas y de sus correspondientes luchas políticas en las posteriores historias política y cultural.

El desarrollo de la filosofía política del socialismo en Colombia no fue ajeno a esta gama de contradicciones. A mediados del siglo XIX algunos periódicos hacían elaboraciones de sus contenidos y el Liberalismo Radical y las Sociedades Democráticas incorporaron en sus proyectos políticos algunos de sus principios y elementos propios de un imaginario que les era concomitante. Así mismo, la Iglesia católica desde esa época elaboró un anticomunismo y antisocialismo tal que Gerardo Molina registra como único en América Latina puesto que fue adoptado de manera hegemónica; sin que todavía el socialismo y el comunismo se radicarán de manera masiva en la historia cultural del país. De tal manera que cuando en la década del 10 del siglo XX se generaliza la fundación de periódicos y grupos socialistas, que culmina con la creación del Partido Socialista en 1919, ya hay elaboraciones aisladas de discursos socialistas y una satanización de sus postulados y de sus prácticas por parte de la iglesia católica que recorrió casi todo ese siglo.[4]


El debate político y teórico entre los socialistas comienza a generalizarse en el país cuando aparecen los discursos anarquistas y marxistas. A unas tesis socialistas planteadas por el liberalismo de Rafael Uribe Uribe, recogidas, en parte, luego por Gaitán, y otras, con esa denominación, promulgadas como tales por católicos a partir de lo que ya se configuraba como la doctrina social de la iglesia, a partir de la Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, se opusieron planteamientos anarquistas y marxistas. Consolidados con la fundación de los partidos Socialista Revolucionario en 1926 y Comunista en 1930.

Nacido en 1912, García entra en la vida intelectual a comienzos de la década del 30 del siglo pasado con escritos sobre la etnia indígena y participando en un grupo marxista en la aristocrática y señorial ciudad de Popayán, donde terminaba sus estudios de derecho. De tal manera que desde sus primeros escritos pone en juego el desarrollo de las corrientes teóricas y políticas de la izquierda que estaban en boga en el país; matizadas con su encuentro con la realidad nacional, en este caso la indígena y campesina. Quizá eso explique su distanciamiento del comunismo, pues lo veía como una propuesta política y social que se quedaba en lo económico, abandonando desarrollos humanistas y las libertades individuales, y supeditándose a un eje de dominación ajeno al país. De allí su mayor acercamiento a expresiones del socialismo democrático del Grupo marxista dirigido por Gerardo Molina en 1933, y a sus desarrollos posteriores de los cuales fue protagonista, y a Jorge Eliécer Gaitán en su evocación ideológica socialista. Podemos decir que Antonio García es quien sostiene más debates públicos a lo largo de las décadas del cuarenta y del cincuenta que implican problemas propios del socialismo y del debate político contemporáneo, como aquellos en que se trenzó sobre la religión católica y el papel de la iglesia en su función social. Uno de ellos es el relacionado con las bases de su concepción socialista; sobre todo al definirlo como un sistema de vida, que le da un contenido amplio no circunscrito al campo económico ni al de la estructura del Estado.

 

Socialismo como sistema de vida

El discurso socialista de Antonio García parte de “una filosofía, una economía y una política que consideran al capitalismo en crisis, incapaz de superarse e incapaz de resolver los problemas vitales de la mayoría de los hombres”.[5] Sin embargo, si bien haremos alusión a la economía desde su concepción del desarrollo y la planificación, inscritos dentro de las estrategias para lograr lo que él considera los fines socialistas; será nuestro énfasis aquello que define como filosofía y como política. Pues, a pesar de que hace una propuesta integral, creemos que en esos dos ejes se inscribe lo que nos interesa resaltar del significado que le da al “sistema de vida”, englobado en lo que caracterizará como “humanismo”. Supone además, que, en cuanto filosofía, es dialéctica, más no inscrita dentro del materialismo ni dentro del idealismo. Argumento que puede ser bastante polémico; a pesar de lo cual no nos detendremos en ello; aunque implícitamente habrán desarrollos que lo explicarán.

En su discurso filosófico y político se concluye claramente un intento por dar al socialismo unos principios que vayan más allá de aquellos que fueron presentados por el marxismo. Hay un interés explícito por recrear los fundamentos teóricos a la luz de los nuevos desarrollos que le fueron contemporáneos. En ese sentido hacemos nuestra la interpretación que hizo Sabogal: “Lo más característico del pensamiento de García respecto del socialismo, era su visión de que no se trataba de un sistema con leyes universales aplicables a cualquier país del mundo, en cualquier momento de la historia. La propuesta socialista, por el contrario, debía de ser elaborada en concreto para cada país atendiendo las condiciones históricas particulares.[6] En parte interrogado por lo que se producía en América Latina, como experiencia concreta y por los vacíos que dejaban las propuestas socialistas de los marxistas, en particular de los partidos comunistas. Aunque, en términos generales, este propósito quedara relegado al proponer de nuevo unos principios racionalistas y progresistas inscritos, en gran parte, dentro de la formación capitalista que cuestionaba.

Uno de los primeros temas que se hace necesario abordar es la noción que tiene de desarrollo. Pues lo coloca a la base de lo que puede conducir a hacer efectiva una sociedad socialista. “Desarrollo supone capacidad de movilización de fuerzas y de recursos con un sentido de transformación global de las condiciones y formas históricas de vida -de acuerdo con un proyecto de sociedad u objetivo estratégico-”[7] Planteamiento que por sí no da cuenta de su intención socialista; sólo entrevisto cuando lo pone en función de un “proyecto de sociedad u objetivo estratégico”. En general, poco se aparta de las concepciones evolucionistas y lineales que miraban el desarrollo como el resultado de una sucesión de etapas; que lo lleva, incluso, a mirar como atrasadas las naciones que no podían acceder a los logros que habían obtenido las industrializadas. Aunque, sin llegar al extremo de la afirmación de Sabogal de “identificar desarrollo con industrialización capitalista”; pues García le asigna otras características con las cuales pretende superar el fetiche de la mercancía del capitalismo y el interés consumista que le es correspondiente.

Es claro que el significado de “movilización de fuerzas” no alude a una destrucción del Estado capitalista, como lo planteaba el marxismo, sino más bien a concitar el apoyo de la nación para replantear el modelo de desarrollo imperante dentro del capitalismo. Porque “Socializar no es necesariamente estatizar. Es necio afirmarlo, socializar supone sustituir un régimen de propiedad privada por otro social, pero los municipios o las cooperativas pueden ser “propietarios sociales” tanto como el Estado”;[8] dando las señas de una de sus orientaciones respecto de romper con el centralismo y posibilitar que las regiones tengan poder decisorio tanto en el campo político como en el económico. Referido no sólo al capitalismo en el que históricamente muestra como se fue entronizando en la historia nacional, y de gran parte de América Latina, un centralismo que se confundió con el presidencialismo; sino también al comunismo del que confronta su burocratismo y su centralización del poder en la burocracia del partido y del Estado. De esa manera, no cree que sea necesario eliminar el Estado para acabar con la dominación de clase; pues parte de distanciarse de Marx al afirmar que “no es cierto que el Estado sólo pueda existir como órgano de opresión de clase”, con lo cual plantea la opción que redefiniendo sus roles, sin destruirlo, en términos de lo que es su naturaleza dentro de la formación social capitalista, puedan alcanzarse los objetivos socialistas.

Al presuponer un Estado que puede reorientarse, debe asignársele como una de sus funciones principales la planificación democrática, en cuanto no es exclusivista en sus fines ni tampoco en su elaboración pues aspira a que haya una amplia participación en su definición; pues “es la forma más adecuada de socializar la dirección económica y de fijar la función social de la propiedad”;[9] que, enfatiza, puede producirse con un reajuste al régimen de propiedad. En consecuencia, eso posibilitará que se puedan identificar las principales riquezas de la nación y lo que entrará bajo la denominación de “sectores vitales”, como la medicina, la cultura técnica, que asumirá el Estado y, al mismo tiempo darle orden a lo que denomina “grandes conquistas institucionales como el crédito, el dinero, los precios, etc.”. De tal manera que pueda favorecer al pueblo en su conjunto y no a un sector privilegiado de la sociedad. El Estado es entendido así “como una estructura de servicio y como un órgano de regulación de la vida social”.[10]

Tendríamos que admitir la convergencia de principios liberales con aquellos más fuertemente identificados con la tradición socialista. Porque hay una persistencia, desde sus primeros escritos en enfocar su proyecto político y social a la defensa de las condiciones humanas y en ellas la evocación de los derechos que la humanidad ha producido como valores que no tienen pertenencia individual, personal ni estatal. Cuentos y poesía motivados por la situación de los indígenas y participación en su juventud en un grupo marxista fueron el acicate para llevar a fondo su reflexión. Por eso llega a identificar su socialismo como humanista. Anteponiendo al tratamiento de las personas como cosas y a la prevalencia del lucro, los principios más caros a la formación humanista. Entre ellos los que conducen a un ejercicio de las libertades que sea generalizado, dentro de los parámetros de realización humana. Entendiendo que no acepta que, en este aspecto, pueda hablarse de libertades burguesas y libertades proletarias sino de algo que es parte de la propia condición del ser humano.

De allí que integre a su concepción socialista los principios creados por la filosofía liberal y el pensamiento racionalista. Sin adscripción a una clase en particular. Confronta de ellas la apropiación que hacen de las libertades a partir de la capacidad de lucro y del poder que le dan sus grandes capitales. Situación que conduce a las mayores exclusiones que se hayan producido en la historia de la humanidad. Entre ellas las de las creencias y las religiones y los que denomina “ideales metafísicos”, que considera “un problema intangible de la conciencia humana”.[11] Práctica que no puede ser cuestionada a priori, como lo hacía el marxismo sino que debe ser entendida como las respuestas más íntimas que los seres humanos hacen a problemas vitales de su existencia. De allí que sea tan categórico al afirmar que “con el socialismo desaparecerá la última posibilidad de que impere un humanismo militante, que no despedace al hombre en porciones de carne y espíritu, en sujeto de pan y sujeto de libertad, en ser para sí y ser para los demás, sino que lo tome y lo defienda como una totalidad indivisible. Lo tome y lo defienda, lo vea y lo trate: en eso consiste la articulación del pensamiento y la acción, de la teoría y la práctica, que hace del socialismo el único humanismo militante”.[12]

Tratamiento especial le da a la solidaridad en tanto se convierte para él en un valor que incentiva todo el proceso necesario para garantizar el tejido social que requiere la construcción de una nueva formación social. “La solidaridad humana es un problema político: si existe una economía socialista –hecha para la satisfacción de necesidades, para la superación humana y la influencia de intereses de los grupos en que se descompone una sociedad- la solidaridad no sólo funciona como un régimen de trabajo sino como un principio político, como una psicología y una ética; si existe una economía de competencia y de lucro, la solidaridad desaparece por marchitamiento”.[13] En cuanto principio político garantiza que las fuerzas que se expresan en la sociedad se orienten al fin estratégico que se ha construido y sean el soporte de lo que el estado quiere lograr. Proceso que el autor registra que puede producir grandes dificultades puesto que asume que la multiplicidad de intereses se expresa como fuerza que hará difícil obtener los objetivos socialistas. De ahí que la solidaridad sea un engranaje vital y necesario para identificar los intereses particulares y regionales y aquellos que susciten el interés colectivo. A la vez, es la forma como el Estado garantiza los vínculos con la sociedad, necesarios para poder llevar a cabo sus estrategias. La incorporación de la sicología mantiene algo que es constante en su obra: y es la admisión de los elementos específicos de la individualidad que no pueden ser agotados ni ignorados en una política estatal ni en el desarrollo de una nueva sociedad. Condición que hace visible un interés estatal por no anular al individuo sino aceptar su reconocimiento en las ambigüedades que como tal pueda desarrollar.

Por eso la definición del socialismo como sistema de vida adquiere un contenido particular. Pudiera decirse que es el eje de su acción, en tanto articula en él todos los otros aspectos que son propios de una formación social. Su acento en este campo pareciera marcar la diferencia con el comunismo contemporáneo que, como lo planteamos anteriormente, lo situaba en una tendencia economicista, como si de allí pudiera desprenderse todo lo demás que concierne a la persona y a la sociedad. “Ya que “sistema de vida” es el que comprende no sólo las relaciones económicas, políticas, jurídicas o culturales, sino la manera de existir esas relaciones, el espíritu que crean y los efectos sobre la conducta social. Con razón se ha afirmado que el socialismo es, antes que cualquier otra cosa, una filosofía de la vida”.[14] No se trata solamente del enunciado de aquello que se corresponde con el conjunto de elementos que lo conforman. Hay una argumentación teórica y una propuesta política que la desarrolla en función de lo que concibe como “condiciones de existencia de la sociedad y del hombre”. Posibilidad realizable si se establece de manera integral, pues no basta con un ordenamiento del Estado desde arriba en el sentido de la acción política que posibilite estos objetivos. Aun cuando no lo menosprecia porque es el espacio para que se propicie una amplia participación social y ciudadana, uno de los pilares en que se asienta su proyecto socialista. Lo desarrolla, más bien, como un sistema garante de la articulación de todas sus partes. Un todo social tiene en cuenta expresiones regionales, intereses de clases, perspectivas religiosas, desarrollos económicos particulares, prácticas culturales específicas, etc. Una propuesta socialista las articula, definiendo su prioridad de acuerdo con circunstancias y condiciones particulares en que se produce o se exige. Hay, entonces, un profundo significado de la vida centrado en el discurso humanista de la modernidad y alimentado con desarrollos socialistas teóricos y prácticos registrados en la historia política y cultural.

Surge, entonces, la pregunta sobre la manera posible de construir efectivamente ese sistema. Su respuesta no se deja esperar:  “Esos cambios profundos tendrían que ser aquellos orientados en tres direcciones: la de una sociedad equilibrada y justa, con escalas abiertas de ascenso social; la de una economía dinámica, racional, organizada para suministrar los recursos de ahorro y de inversión necesarios a la revolución industrial y con un moderno y equitativo sistema de distribución del ingreso nacional entre las clases sociales; y la de una organización política dispuesta para la efectiva participación de los pueblos en la conducción política del Estado”.[15] Plantea así la elección estratégica que le da contenido a su concepción del socialismo. Sabemos ya que no parte de una confrontación de clases ni de la destrucción del Estado Capitalista, en la forma como lo pregonaban los marxistas que le fueron contemporáneos. Así plantee acabar con el sistema capitalista de clases sociales. Aunque identifica clases revolucionarias, enfocado a los sectores populares, que podrían ser propietarias o no, trabajadoras o no, comprometidas con un cambio social hacia el socialismo, pero sin ninguna prevalencia de algunas de ellas en la nueva sociedad.

Opta más bien por alternativas socialdemócratas que producirían el equilibrio y la justicia en tanto que sean nacionalizados sectores vitales de la nación. Es decir, no se tocan a los grandes propietarios; más bien lo que se hace es obligarlos a que haya inversión social o trasladen al Estado, vía impuestos, excedentes que atenderían a sectores deprimidos de la sociedad, y sujetos a una regulación estatal que reafirme su función social. Por eso se aferra a la que denomina “revolución industrial” pues su orientación desarrollista plantea como inevitable que si se quiere participar de los logros de la humanidad y hacer efectiva una socialización de la riqueza, una nación tiene que incrementar y modernizar su capacidad productiva. Estableciendo que aquí no se produciría una acumulación capitalista sino una acumulación socialista; en cuanto hay unos fines colectivos que concitan la movilización social. El Estado actuaría entonces en función de su garantía; sobre todo, y es lo que más enfatiza, a través de una amplia participación social que asegure el rumbo de la sociedad. Se pondría en juego una democracia que superaría todas las negaciones de que fue objeto dentro del capitalismo, facilitaría el pleno ejercicio de las libertades, dentro de parámetros de una “ética humana” que se construye socialmente, y fomentaría la solidaridad como fundamento del sistema de vida que se quiere formar. En fin se haría dentro de una “organización responsable de la sociedad y del Estado”. Que no vincularía solamente a un partido sino a la pluralidad que converja en el propósito común de realizar cambios estructurales. Los cuales participarían del nuevo sentido que le da a la revolución como “posibilidad de que el hombre –como ser individual y como ser social- transforme y supere su sistema de vida.[16]

Su contenido ideológico era el de propugnar por “la transformación económica y social de la nación, teniendo como meta la subordinación del interés privado y egoísta al interés de la comunidad”[17].[18] Para lo cual se necesitaría una “planificación de la economía y la socialización de los intereses vitales; requiriendo para ello un cambio fundamental en la estructura del Estado, en donde se tengan en cuenta las necesidades colectivas y las posibilidades reales, al igual que la ingerencia del desarrollo armónico de la nación”[19]

Una característica especial de este socialismo, que los diferencia profundamente de los comunistas, es la aceptación de la propiedad privada dentro de la sociedad socialista. Sabido es que la interpretación que hacían los comunistas del marxismo, de manera predominante, era que el interés individual se subsumía en el interés colectivo. Quizá la imagen realizada de este ideal fue la China de Mao con la mayoría del pueblo uniformado. Otra, un poco más sofisticada, fue la sociedad científica del comunismo de la que hablara Althusser en su primera etapa. Así es que la postura de este grupo era que “La propiedad particular y la iniciativa privada cabrían dentro del Estado socialista, ya que en éste la propiedad particular cumple una función social extraordinaria. El socialismo no pretende eliminar tajantemente la propiedad particular sino condicionarla a los intereses colectivos; sin perjuicio de la justa utilización individual. La existencia de la planificación económica equivaldría a una dirección socializada en la administración económica de la propiedad particular”.[20] Para ser más contundente llegaba a la siguiente conclusión: “La propiedad rígidamente colectivizada puede ser tan funesta para el bienestar y desarrollo económicos, como la misma rígida propiedad individual en el capitalismo”. Aclarando que capitalismo y socialismo no son antitéticos. Es decir, que la aceptación de algunas formas de propiedad y diferentes expresiones de la individualidad no podían llevar a creer, como lo pregonaba el comunismo, que era una entrega a los intereses de la burguesía; por tanto del capitalismo y del imperialismo.

En síntesis, entonces, lo que se defendía era un "socialismo independiente, nacionalista, democrático, enemigo de la dictadura de clase, humanista y no proletarizante, dialéctico, pero no en el sentido marxista, doctrinalmente contrario al comunismo".[21] Hay una manera especial de plantear un tipo de socialismo que surja de los elementos que construya la nación; hay énfasis también en diferenciarse del comunismo. No sólo por la represión que se ejercía contra ellos sino por una consideración más de fondo. Porque el comunismo incorpora aspectos totalitarios imposibles de compartir, entre los cuales se encuentra la dictadura del proletariado. Se sirve persistentemente de los mandatos y doctrinas que vienen de fuera, lo cual le hace perder el necesario contenido nacionalista. Por eso en su táctica política planteaba como objetivo central ser una alternativa que pudiera "desplazar y sustituir a un comunismo que funciona por control remoto y que actúa en el país como una sección del partido comunista ruso".[22]

Socialismo que no excluía la Democracia porque concebía en tres direcciones:

1. La Democracia Económica que supone “la creación práctica de igualdad de oportunidades para todos y el poner la economía al servicio de toda la nación y no al de un grupo o casta minoritaria”

2. “La Democracia política entendida como la organización de partidos y representantes del pueblo completamente responsables (...) dentro de ello se debe incorporar, dentro de los programas socialistas, la revocatoria del mandato, cuando el representante del pueblo traicione los intereses que dice representar”.

3. “La Democracia social, crea las condiciones objetivas para la eliminación de los grupos privilegiados; supone la igualdad práctica de oportunidades para todo el pueblo colombiano sin discriminaciones ni privilegios clasistas”.[23]

Tres rutas que concibe necesariamente integrales, en cuanto están articuladas entre sí y que le dan sustento práctico a la realización del sistema de vida, tal como lo hemos podido reconstruir en su noción de socialismo.

Para lograr el instrumento político que posibilitara el acceso a esa nueva formación social, apelaba al pueblo para crear una conciencia popular que le permitiera a la sociedad salir del atraso y confrontar las injusticias que la oligarquía estaba cometiendo. Usaban también el argumento en la otra dirección: “sólo en el pueblo está la entraña y la defensa de la nación”.[24] Lo cual no era obstáculo para que fuera partidario de que se ejerciera una acción desde arriba; o sea desde las estructuras mismas del Estado. Contraponiéndose a cualquier otra dirección socialista; si esta pudiera denominarse como tal. Por eso la toma del poder por parte del militar Rojas Pinilla fue vista como una posibilidad de realización de sus postulados pues se colocaba por fuera de los partidos tradicionales y del comunismo, y con una política que, según él, explícitamente se colocaba a favor del pueblo; así lo hiciera con los más declarados principios populistas y conservadores, y con una indiscutible acción autoritaria. Sobre todo porque lo hacía desde la investidura militar que desplazaba cualquier posibilidad institucional al invocar los elementos simbólicos que le daba poder y dejar de lado las fuerzas políticas que pudieran afianzar una acción propiamente de masas. Los temores que se produjeron en muchos sectores de la población por su carácter militar, García creyó disuadirlos al considerar a “Las Fuerzas Armadas como el sector del pueblo en armas que defiende a toda la nación y no la guardia pretoriana de los partidos. El 13 de junio[25] no es una puerta abierta hacia el regreso, sino hacia la superación del régimen bipartidista; no busca continuar una rutina de violencia y fraude, sino de crear una nueva tradición republicana como en la época de las guerras libertadoras”.[26]

Podemos concluir retomando a Sabogal: “Antonio García tiene vigencia en un doble sentido: en primer lugar, debemos tomar su tarea de elaborar una teoría anclada en las particularidades históricas y culturales de América Latina y, en segundo lugar, retomar su propuesta de método orgánico y enriquecerla con los aportes contemporáneos del pensamiento complejo y del saber ancestral latinoamericano.”[27] Además de ello es aceptar que nuestra propia historia intelectual socialista tiene en Antonio García un desarrollo teórico y doctrinario que repercutió en América Latina tanto por su participación en procesos populares de Bolivia y Chile; así como en diferentes momentos de nuestra historia con la Liga de Acción Política, el movimiento de Gaitán, el Movimientos Socialista Colombiano, el gobierno de Rojas Pinilla y el Partido Socialista Colombiano. De igual manera, con el reconocimiento que los científicos sociales de América Latina le brindaron como lo testimonian diferentes textos. De tal manera que pueden elaborarse planteamientos que nos distancien de sus tesis políticas pero no podemos desconocer lo refrescante que sigue siendo su apuesta intelectual en la construcción de una filosofía política que le abra caminos a las desesperanzas del presente.

 


Notas:

[1] Este texto es una revisión y complementación de una ponencia presentada en el precongreso, Popayán, septiembre 14 y 15 de 2006 y II congreso de Filosofía del Derecho y Filosofía social, Valledupar, octubre 11-14 de 2006, y en el II Congreso de Ciencias Históricas de Venezuela, Barquisimeto, 24-27 de julio de 2007. Una parte fue incluida en mi libro: Satanización del comunismo y del socialismo en Colombia 1930-1953.

[2] Grupo de Investigación Cultura y Política. Universidad del Cauca de Popayán, Colombia. e-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[3] Cole, 1980:19

[4] Jaramillo Salgado, 1997, 2007

[5] García, s.f.: 73, “Sábado”, noviembre 15 de 1952

[6] Sabogal, 2004. 60

[7] García, 1972: 49

[8] García, s.f., 80,  “Sábado”, julio 18 de 1953

[9] García, s.f., 86, “Sábado”, 1953

[10] García, s.f., 86, “Sábado”, 1953

[11] García, s.f., 86, “Sábado”, 1953

[12] García, s.f., 87, “Sábado”, 1953

[13] García, s.f. (1953?) (1951) 138

[14] García, 1995.36

[15] García, 1995.43

[16] García, s.f., 91, 92, “Revista Ya”, septiembre 26 de 1953

[17] Eco Nacional, marzo 18 de 1954: 9. Este periódico hace una entrevista a Luis Emiro Valencia, uno de los dirigentes de la organización, que titula: “Qué es y porqué lucha el movimiento socialista en Colombia”. Por tanto, en lo posterior la referencia bibliográfica enunciada en esta parte se corresponde con lo aquí anunciado

[18] Entiende por sectores vitales “aquellos puntos sobre los que descansa la seguridad, el bienestar y el desarrollo de la sociedad”. En consecuencia, “la fijación de salarios, el crédito, la industria pesada, la seguridad, la salud, la educación, los transportes internacionales, la moneda, la tierra, entre otros, por considerar que de ellos está dependiendo fundamentalmente la existencia misma de la comunidad, sus esenciales posibilidades de crecimiento y la seguridad de la nación” Entrevista hecha a Emiro Valencia en Eco Nacional, marzo 18 de 1954: 9).

[19] Eco Nacional, marzo 18 de 1954: 9

[20] Ayala, 1996: 34

[21] Ayala, 1996:33

[22] Eco Nacional, marzo 18 de 1954: 9

[23] Idem.

[24] refiriéndose al golpe militar de 1953

[25] Eco Nacional, febrero 9 de 1954: 4

[26] Sabogal, 2004. 209

 

 

Bibliografía

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