Siempre imaginamos que los grandes hombres contemporáneos, dejan sus latidos de vida en otras latitudes, lejos del espacio en que vieron por primera vez la luz. Aquí se iluminaron, se desarrollaron y emprendieron la breve lucha por la justicia y la emancipación de sus pueblos. Y, tiempo después, generaron su propia luz alejados de su patria nativa. A esta clase de hombres perteneció Ricardo Melgar Bao. Nació en el Perú y por última vez dejó de ver la luz, en nuestro México.
Alto código ético y moral
Conocí la estatura de su pensamiento político, social y educacional luego de nuestros egresos de las aulas académicas superiores. Él, egresado y graduado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y yo por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Eran los años setenta del siglo XX.
Rasgo esencial que develé en Ricardo, fue su enorme envergadura moral, su notable visión de justicia global y la amplitud valorativa del hombre. Esa trilogía de pensamiento, fue la que nos identificó. Los círculos académicos que frecuentábamos en Lima, Huancayo, Cerro de Pasco, Cusco y Arequipa, versaron en la reflexión y en el análisis político de la realidad nacional. Los gobiernos militares dictatoriales de la década del setenta, fueron el centro de su actitud crítica en defensa de nuestros pueblos relegados. Su compañera de estos avatares, Hilda Tísoc, los compartió con decidida vocación humanista y desprendida fuerza solidaria con la extremidad de los desposeídos.
Imagen 1. Ricardo Melgar Bao, década de 1970.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc
Analista político y educador
Ricardo fue un precursor de lo que hoy los medios de comunicación peruanos, han acuñado como Analista Político y Politólogo. Integró esa pléyade de científicos sociales y educadores que prestigiaron a la intelectualidad nacional. La docencia sistemática la ejerció ahí en donde fue necesaria.
En esos ámbitos de vida académica cundió el estudio y la investigación científica por todas las áreas del conocimiento. Desde la ciencia misma, hasta el enfoque de las artes, las humanidades, la tecnología y el saber universal. La obra construida por Ricardo Melgar en el Perú y en México es algo que hoy debe de revisarse, pues sabemos que se trata de un legado que nos está dejando un hombre adelantado de su época. Por eso la ilustre Universidad Enrique Guzmán y Valle a finales del 2019 lo distinguió como su nuevo Doctor Honoris Causa.
Prospectividad en las artes y la vida
Importantes han sido sus aportes a la vida educativa de los pueblos de América Latina. Sacó a relucir la lucidez de su capacidad crítica, esclareciendo el rol que deben cumplir los Estados para influir en el logro de la transformación de un hombre nuevo, ya sea dentro de la educación formal como en la informal. De ahí entonces, su documentada admiración por personalidades peruanas ejemplares, como José Carlos Mariátegui y César Vallejo, que nunca estuvieron ausentes en sus fundamentos sociales y estéticos. Sobre este último campo, Ricardo se interesó por pensar la historia del arte plástico peruano desde una perspectiva auténticamente renovada y no tradicional, referida al hombre circundado aún hoy de explotación, opresión y enajenación. Éste trabajo de investigación que debe de llegar a las raíces socioestéticas de Francisco Izquierdo, Víctor Humareda y Teodoro Núñez Ureta, aún no ha sido escrito. Es una historia pendiente que Ricardo invocó, en su momento, a los especialistas a que investiguen.
Personalidad ilustre latinoamericana
Destaqué y seguiré destacando en él, su gran capacidad organizativa para constituir círculos humanos que, sistemáticamente, pudieran aprender a tomar conciencia de la realidad social y política en que vivían. En efecto, estimuló el aprendizaje del conocimiento universal, ahí, en las antiguas barriadas del Perú, que veíamos que necesitaban salir de su letargo.
Mientras en el Perú se registraron sucesos importantes en las dos últimas décadas del siglo XX, la residencia mexicana de Ricardo lo acogió para generar, desde ellos, un proceso de denuncia, de esclarecimiento y de lucha. Desde allí creó todo lo que hoy conocemos de él. Y no fue solo su país, el centro de su mayor atención. Lo fueron todas las naciones de esta latitud del continente americano.
Imagen 2. Ricardo Melgar, Cuernavaca, 2013.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.