Carga Femenina en dos mundos de bienestar juvenil: Ecuador y Colombia
Female Charge in two worlds of youth welfare: Ecuador and Colombia
Carga feminina em dois mundos de bem-estar juvenil: Equador e Colômbia
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Ecuador
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales- Ecuador
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales- Ecuador
Recibido: 15-05-2019
Aceptado: 01-06-2019
Resumen
Resumen: El objeto de este artículo es analizar el bienestar juvenil en Colombia y Ecuador a partir de una visión interactiva que evalúa las responsabilidades asumidas por la relación Estado-mercado laboral-familias. El análisis de datos agregados nos lleva a plantear que entre 2000-2017 Ecuador inició un proceso de transición hacia un Régimen de Bienestar Estatal Proteccionista, mientras Colombia conservó las características de un régimen de bienestar altamente familiarista, que en buena medida descarga en las familias y, en especial las mujeres, la responsabilidad sobre los riesgos sociales de los jóvenes.
Palabras clave: bienestar juvenil, mercantilización, desmercantilización, familiarización, regímenes de bienestar.
Abstract
Abstract: The aim of this article is to analyze the youthful welfare in Colombia and Ecuador by an interactive approach that tests the relation between state, labor market, and family welfare duties. According to our data, between 2000 and 2017, Ecuador started a transition from a family young welfare to a welfare state. In contrast, most of the youthful welfare in Colombia still depends from families and women as a social rule.
Keywords: welfare regimes, youthful welfare, commercial welfare, family welfare, welfare state.
Resumo
Resumo: O presente artigo visa analisar o bem-estar juvenil na Colômbia e no Equador a partir de uma visão interativa que decifra o regime de bem-estar social nos dois países levando em conta as responsabilidades assumidas pelo Estado, o mercado e as famílias. A análise dos dados agregados leva a sugerir que entre os anos 2000-2017, Equador iniciou um processo de transição para um regime de bem-estar do estado protecionista, enquanto a Colômbia preservou as características de um regime de bem-estar familiar, especialmente nas mulheres, enquanto elas têm a responsabilidade pelos riscos sociais dos jovens.
Palavras-chave: regimes de bem-estar social, bem-estar juvenil, regímen mercantil, estado protecionista, regímen de bem-estar familiar.
Introducción
Desde finales del siglo XX, una creciente literatura en América Latina se ha enfocado en explorar el bienestar a partir una visión interactiva que contrasta con las predominantes concepciones clásicas que sobre el bienestar Europa Occidental y Estados Unidos han construido. Esta producción académica, en vez de asumir el bienestar como un estado de cosas que sólo podría ser evaluado desde el desempeño público –de los Estados de Bienestar (Minteguiaga, y Ubasart, 2013, pág. 78)– y privado (Esping-Andersen, 2000) del mercado, concibe al bienestar como la capacidad para hacer frente a los riesgos sociales desde constelaciones de relaciones entre el Estado, la familia y los mercados. Dicha aproximación hace énfasis en que la división sexual del trabajo también “sustenta los arreglos sociales” (Martínez, 2007, pág. 6) a los que llegan las familias, la política social del Estado, los mercados laborales y de consumo para encarar los riesgos colectivos a los que están expuestas las vidas de las personas.
Las “constelaciones de relaciones” (Martínez, 2007, pág. 7), entre estas esferas de producción de bienestar, se denominan regímenes de bienestar. La tesis principal de Esping Andersen, según la cual, “el mundo real del bienestar es producto de cómo interactúan los tres pilares del bienestar” (Martínez, 2007, pág. 1) de modo que “si uno fracasa, existe la posibilidad de que la responsabilidad sea absorbida por los otros dos o, alternativamente, que se acumulen problemas no resueltos” (ibíd.), Juliana Martínez hace pocos años emprendió la tarea de caracterizar los rasgos comunes de los regímenes de bienestar en América Latina en la transición social vivida por la región a finales del siglo XX. Esta empresa, al identificar los desbalances de relaciones entre las esferas que generan bienestar, llevó a plantear tres tipos de regímenes en Latinoamérica y varios mundos de bienestar al interior de cada uno. Mediante una combinación de análisis estadístico de 18 países latinoamericanos, el análisis histórico comparado de aquellos países y descripción de un mínimo número de casos, Martínez planteó que en América Latina conviven el régimen productivista-informal, el estatal-proteccionista y el familiarista[1] que alberga a su vez un sub-régimen altamente familiarista.
A pesar de las heterogeneidades encontradas en la región, uno de los mayores hallazgos de Martínez fue constatar que los regímenes de bienestar latinoamericanos comparten un rasgo común: “A la luz de mercados laborales ineficientes y de políticas públicas débiles e inexistentes, el ámbito doméstico y el trabajo femenino en particular, desempeña un papel central sin el cual no es posible dar cuenta de la asignación de los recursos que tiene lugar en la región” (Martínez, 2007).
El presente artículo busca en forma exploratoria actualizar el análisis de Martínez de dos mundos de bienestar (Ecuador y Colombia) que pertenecen al régimen familiarista, centrando la mirada en los datos agregados de principios del siglo XXI y relacionados con la población joven de ambos países. Es decir, el análisis estadístico aquí planteado gira alrededor de la pregunta: ¿Cuáles son los actuales arreglos sociales de las familias, el Estado y los mercados para encarar los riesgos colectivos a los que están expuestos los jóvenes en Ecuador y Colombia? Estos dos mundos del bienestar son tomados como parte del régimen familiar en base a los hallazgos de Martínez hasta el año 2003.
Como estrategia metodológica comparamos la evolución de indicadores del grado de mercantilización, desmercantilización y familiarización. Si bien la principal desventaja de esta estrategia consiste en sacrificar las especificidades de un momento dado o de un estudio de caso, el análisis longitudinal permite subrayar los principales cambios en el tiempo de estos mundos de bienestar. El modelo se ajusta adecuadamente para comprender las interacciones entre la política pública, el intercambio mercantil y el trabajo doméstico no remunerado. Recurrimos a fuentes secundarias de organismos multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial, junto a las estadísticas sectoriales de las instituciones rectoras en cada uno de los países. Si bien no establecimos relaciones causales mediante el uso de estadística inferencial, el trabajo consistió en definir una muestra de indicadores apropiados para operacionalizar las dimensiones de bienestar, con el fin de interpretar los resultados en base a la estadística descriptiva y el análisis comparativo.
El documento se divide en cuatro apartados, cuya referencia temporal son los primeros años del siglo XXI. En el primero se analiza el grado de mercantilización de la fuerza de trabajo que logra cada mundo de bienestar: Ecuador y Colombia. En él se recurren a indicadores generales del mercado laboral, indicadores específicos de mercantilización del trabajo juvenil por sexo y datos agregados sobre remesas recibidas y enviadas desde Ecuador. El segundo apartado describe el grado de desmercantilización del bienestar en ambos países, es decir, la capacidad de la política social del Estado para enfrentar los riesgos colectivos de los jóvenes, a través de la asignación de recursos estatales. Para ello se apela a datos agregados sobre el desempeño de la política social en salud y educación dirigida a los jóvenes colombianos y ecuatorianos. El tercer apartado aborda el grado de familiarización del bienestar, es decir, el nivel de responsabilidad asumido por las familias en Ecuador y Colombia para enfrentar los riesgos sociales de población joven, ante el desbalance de las anteriores esferas. En este acápite se encuentran datos sobre la oferta de servicios de educación infantil, el porcentaje de hogares con niños y adolescentes de 0-16 años y la participación de las mujeres en la fuerza laboral de ambos países. El último apartado contiene las ideas exploratorias que lanzamos, como una suerte de actualización del trabajo de Martínez, de acuerdo con los hallazgos identificados en el comportamiento de los indicadores seleccionados.
Mercantilización de la fuerza de trabajo juvenil en Colombia y Ecuador: 2000-2017
A principios del siglo XXI es posible identificar en Ecuador un efectivo arreglo social por mejorar el grado de mercantilización de la fuerza de trabajo juvenil y la igualdad por sexos en dicho arreglo, sin desconocer importantes desafíos en la calidad del empleo al que acceden los jóvenes. Dicha tesis se puede corroborar, teniendo en cuenta el progresivo comportamiento positivo del empleo juvenil, la reciente disminución en las brechas de acceso al mercado laboral entre hombres y mujeres jóvenes, la menor expulsión de su fuerza de trabajo al exterior, el incremento de las transacciones corrientes enviadas desde Ecuador y las diferencias cualitativas sobre el tipo de empleos a los que acceden los jóvenes frente a los empleos ocupados por la población adulta.
En Colombia, el arreglo social por mejorar la transición escuela-trabajo juvenil no ha alterado los altos y constantes valores de desempleo y peor aún, no ha logrado mejorar la calidad de dicho trabajo. En este caso, estamos ante una prolongación de un bajo grado de mercantilización de la fuerza de trabajo juvenil y reiterada desatención de la calidad del empleo al que acceden el conjunto de los jóvenes. Es decir, los jóvenes en Colombia son testigos a nivel laboral de una “acumulación de problemas no resueltos” (Martínez, 2007).
De acuerdo con lo que ambos países le ofrecen en materia laboral a los jóvenes, los dos mundos de bienestar analizados hoy tienden a separarse. No comparten entre sí el grado e igualdad por sexos de la mercantilización de la fuerza de trabajo juvenil, aun cuando si experimenten negativos rasgos comunes en la calidad del trabajo remunerado de los jóvenes.
En cuanto al grado de mercantilización de la fuerza de trabajo juvenil, entre 1990 y 2017 la tasa de desempleo nacional y la tasa de desempleo juvenil en Ecuador presentaron variaciones estadísticas significativas, con una tendencia hacia la baja (Ver Anexos: Gráfico 1). Ambos indicadores mostraron, por un lado, un comportamiento ascendente del desempleo –cuyo punto inicial fue 6,1% en 1990, con un pico de 14,4% en 1999– y de otro lado, un movimiento descendente que a partir del 2007 (5%) ubicó sus valores por debajo de los niveles de desempleo registrados en 1990 (6,1%). En el caso colombiano, entre 2007 y 2017, la tasa de desempleo nacional total y la tasa de desempleo juvenil han presentado valores altos y constantes que contrastan con las variaciones hacia la baja en Ecuador (Ver Anexos: Gráficos 2, 3 y 4). En la última década, el desempleo nacional y juvenil en Colombia ha duplicado al ecuatoriano. Es decir, el promedio de la tasa de desempleo nacional entre 2007-2017 fue de 9,74% y el promedio de la tasa de desempleo de los jóvenes colombianos fue de 21,1%, sin variaciones estadísticas significativas. Como veremos más adelante, llama la atención que, en el menguado acceso de los jóvenes colombianos al mercado laboral, la tercera parte de ellos son trabajadores por cuenta propia y sólo el 48% son empleados del sector privado y el 1,78% empleados del gobierno.
Al igual que el empleo juvenil, las remesas o transferencias corrientes recibidas en Ecuador han presentado una oscilación ascendente y descendente importante. Varias fuentes coinciden en que durante el periodo 2002-2006, las remesas mensuales recibidas por las familias ecuatorianas se incrementaron en forma progresiva de $1500 a $3000 aproximadamente, lo cual llegó a representar en el 2006 el 7% del PIB ecuatoriano, no muy lejos de la media latinoamericana (8,9%). Sin embargo, cuando se revisan los datos del 2011-2012, las transferencias corrientes recibidas mensualmente caen a $698 y $625, representando sólo el 1,2% y 0,93% del PIB respectivamente, mientras las transferencias enviadas al exterior desde Ecuador se incrementaron, aunque no en igual medida como las recibidas (Ver Anexos: Gráfico 5, Matriz 1). Si tenemos en cuenta que el mercado laboral para los jóvenes en Ecuador se amplió desde el 2007, mientras las remesas recibidas cayeron y las enviadas crecieron, esto puede indicar que el riesgo de expulsión de la fuerza laboral juvenil tiende a reducirse en los últimos años.
Aunque las remesas recibidas en Colombia durante la primera década del siglo XXI constituyeron un aporte importante del PIB, aporte que al igual que en Ecuador se redujo a inicios de la segunda década; tanto en su auge como en su declive, las remesas en Colombia no tuvieron el mismo peso económico que en otros países de América Latina, incluyendo Ecuador. Entre 2002-2006, las remesas recibidas en Colombia aportaron en promedio el 2,9% del PIB, 6 puntos porcentuales por debajo de la media latinoamericana y 4,1 puntos porcentuales por debajo del aporte de las remesas ecuatorianas a su PIB. Además, en el 2011 y 2012, dicho aporte se redujo al 0,35% y 0,31% respectivamente.
Frente a la participación de la mujer en el mercado de trabajo remunerado, la tasa de desempleo de las mujeres ecuatorianas entre 2010 y 2014 se muestra estancada y más alta que la de los hombres, pero las distancias de participación entre ambos sexos no son tan amplias como en Colombia (Ver Anexos: Gráfico 7). La Tasa de Desempleo Nacional Urbana por Sexo en Ecuador entre 2007-2017 muestra una diferencia negativa para las mujeres frente a los hombres, con un esfuerzo social por cerrar las brechas de desigualdad en el mercado laboral desde 2009 en adelante. Entre 2007-2009 la diferencia negativa de la tasa de desempleo entre mujeres y hombres fue de 3,3%. Entre tanto, a partir de 2009 hasta el 2017, dicha tendencia negativa se reduce a 1,95 puntos porcentuales en promedio. En contraste, el desempleo nacional de la mujer joven en Colombia no sólo es tres veces más alto que en Ecuador, también presenta brechas más amplias de desigualdad entre mujeres y hombres para acceder al trabajo remunerado (Ver Anexos: Gráficos 7 y 8). Entre 2008-2017, la media de la tasa de desempleo de los hombres jóvenes en Colombia fue de 15,33% y en las mujeres 27,04%. Esto quiere decir que en los últimos nueve años casi la tercera parte de las mujeres jóvenes en Colombia no han logrado acceder al trabajo remunerado.
Ahora bien, los indicadores que evalúan la calidad de la mercantilización del trabajo juvenil evidencian para Colombia y Ecuador amplios desafíos al respecto, tanto en hombres como en mujeres. En primer lugar, en la última década, sólo el 12,3% de los jóvenes ecuatorianos accedieron a un empleo adecuado pleno, mientras la media nacional está por encima del 30% de los trabajadores remunerados (Ver Anexos: Gráfico 9). Y el panorama en Colombia es más gris. Entre 2008 y 2017, el 31,8% de los jóvenes fueron trabajadores por cuenta propia, con un alto riesgo de trabajar bajo la informalidad. Un alto porcentaje (9,1%) fueron trabajadores sin remuneración, 5,1% fueron jornaleros o peones, 3% empleados domésticos y sólo el 1,2% patrón o empleador y 1,78% obreros o empleados del gobierno. El 48,4% restante fueron obreros o empleados particulares del sector privado, cuyos empleadores, tradicionales opositores de mejoras en las condiciones laborales y fortalecimiento del sistema de seguridad social desde la implementación de las reformas neoliberales en los noventa, lleva a pensar que este sector no provee empleos adecuados y plenos para los jóvenes colombianos.
Conforme a lo anterior, se puede plantear que el grado y calidad de la mercantilización de la fuerza de trabajo juvenil en Colombia sigue promoviendo las prácticas familiaristas como el autoempleo y la gestión de lo doméstico, al brindar insuficiente trabajo, mal remunerado y en condiciones desventajosas frente a la calidad del empleo adulto. Además, ya no es posible caracterizar al Ecuador de hoy como un mundo de bienestar con bajo grado de mercantilización de la fuerza de trabajo en general y en cierta medida, de la fuerza de trabajo juvenil en particular. Sumado a ello, en contraste con el denominado “menor acceso” (Minteguiaga y Ubasart, 2013, pág. 90) al trabajo productivo para las mujeres ecuatorianas, tesis planteada por Gemma Ubasart y Analía Minteguiaga en 2013, el presente estudio devela que la reciente ampliación del mercado laboral ecuatoriano en alguna medida ha achicado las brechas de acceso entre hombres y mujeres, con importantes desafíos en términos de la calidad del empleo.
Imagen 1. Programa Mi Primer Empleo en Ecuador. https://lahora.com.ec
Desmercantilización de los riesgos sociales juveniles en Ecuador y Colombia
En lo que respecta a la desmercantilización del bienestar, es decir, en qué medida la política pública desliga el bienestar del intercambio mercantil, prestamos atención a los indicadores ligados a educación y salud para iluminar el trayecto de los regímenes familiaristas ecuatoriano y colombiano. Al respecto, identificamos un rasgo común en el caso ecuatoriano y colombiano. Los hallazgos apuntan a que el diseño, implementación y ejecución de políticas públicas que se mantienen en el tiempo –caso Colombia–, y otras que parten de una situación crítica hacia la mejora progresiva – caso Ecuador– apuntan a un rol protagónico del Estado en la capacidad de hacer frente a los riesgos sociales de los jóvenes en materia de salud y educación. Esto pone en duda la tesis de que estos regímenes de bienestar se caracterizan por tener mercados y estados fallidos que sólo hacen recurrir a los vínculos afectivos más cercanos, como la familia. Al menos en términos de desmercantilización en salud y educación, el bienestar para los jóvenes no depende únicamente de las compras privadas, sin que esto suponga la inexistencia de una arquitectura de bienestar anclada en el intercambio mercantil.
El papel del mercado es un rasgo diferenciador entre Ecuador y Colombia. Este último presenta un alto grado de desmercantilización en los gastos destinados a salud pública a diferencia de los gastos directos de los hogares –privado–. Mientras que, en Ecuador el rol protagónico de la política pública no ha supuesto una reducción del papel del mercado en la cobertura médica y educativa en comparación a su par familiarista, en lo relacionado a educación primaria y secundaria. En otras palabras, en Ecuador el bienestar no depende exclusivamente de las prestaciones estatales, sino que hay un importante consumo privado que tiene una significativa capacidad de prestar un manejo adecuado de los riesgos para los jóvenes. Los resultados apuntan a repensar la importancia relativa del ámbito doméstico cuando tenemos presencia relativa de intercambio mercantil y una destacable capacidad para manejar las incertidumbres desde la asignación de recursos estatales.
Salud
Un primer indicador para evaluar el papel de las políticas públicas en la arquitectura del bienestar es el gasto en salud por parte del sector público. Observamos que en la década de los noventa la inversión en salud presenta tendencias disímiles. Colombia tiene un pico de gasto en salud que llega al 6,4 por ciento del PIB, mientras que, en Ecuador en promedio entre 1995 y 2000 este valor alcanzó el 1,5 por ciento del PIB. La crisis de 1999 en Ecuador afectó notablemente la prioridad de un sector tan importante como la salud, y con ello la arquitectura del bienestar dando lugar a la hipótesis de que la inversión social era pro cíclica a los efectos de las economías centrales y su influencia en el carácter dependiente de nuestras economías. Esto se aplica también para el caso Colombia, pues muestra un decrecimiento en el indicador que se prolonga hasta el 2004 (Ver Anexos: Gráfico 2.1).
Sin embargo, hay un esfuerzo del Estado ecuatoriano por mejorar las condiciones –léase cobertura, infraestructura, talento humano– con una tendencia al alza, claramente significativa, al punto que para el 2014 la diferencia entre ambos países es de menos de 1 punto porcentual. Colombia, a partir del 2004, también presenta una tendencia al alza; pero, mucho más modesta que la ecuatoriana.
Ahora, evaluando el gasto del sector privado como porcentaje del PIB, se observa que Ecuador tiene mayores gastos directos de los hogares, seguros privados y los pagos de servicios por parte de corporaciones privadas. Los resultados reflejan que persisten los gastos que se realizan en el sistema de salud privado, esto es consecuente con la mercantilización de la arquitectura de bienestar (Ver Anexos: Gráfico 2.2). No obstante, vemos un mayor gasto proveniente de los presupuestos públicos y los fondos de seguro de salud sociales (Ver Anexos: Gráfico 2.3). Esto demuestra el protagonismo del estado en el diseño de políticas públicas para incrementar la prestación de servicios de salud sin que esto haya afectado necesariamente la prestación y gastos del mercado.
En Colombia se puede hablar, al menos en términos de los presupuestos aprobados, pagados y quizá no ejecutados, de una relativa estabilidad en los gastos asumidos por el Estado para proveer la prestación de cobertura médica. Mientras que, en Ecuador hay una mejora progresiva en la política pública, que en algunos casos supera a los indicadores de su par, pero sin un descenso de los gastos directos de los hogares. Es decir, el intercambio mercantil tiene un rol importante en la capacidad de mitigar los riesgos sociales. (Ver Anexos: Gráfico 2.4)
Educación
Un segundo ámbito para evaluar la arquitectura de bienestar es la educación. En el caso ecuatoriano, el reporte del Ministerio de Educación de Ecuador corrobora uno de los hallazgos de la investigación de Martínez, a saber: la importancia de que las políticas públicas reflejen una mejor comprensión de las interacciones entre prácticas de asignación de recursos, y tengan mayor capacidad, tanto para anticipar vacíos y desencuentros, como para promover sinergias (Martínez, 2007). Por ejemplo, en el periodo 2009-2014 se constata un incremento de la participación estudiantil en las unidades educativas fiscales –públicas–. En el año 2009 se pasa de una cobertura de 2,7 millones a 3,2 millones de estudiantes al 2014. La relación es inversamente proporcional para la educación particular –privada–, de una cobertura de 939 mil estudiantes en el 2009 a 308 mil para el 2014. Sin duda este dato corrobora la mejor comprensión del papel del Estado en la capacidad de prevención de los riesgos sociales (Ver Anexos: Gráfico 2.5).
En el caso colombiano, a partir de encuestas de hogares, el Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina nos brinda un buen acercamiento a la tasa de ocupación en el sistema educativo según el sector de gestión. Para el año 2010, en el nivel medio hay un 87% prestación de servicio público, y un 12% por parte del sector privado. La misma cobertura se presenta a nivel inicial, con un 70% a cargo del sector público y el 29% a cargo del sector privado (Ver Anexos: Gráficos 2.6, 2.7).
En resumen, al destacar el modo en que actualmente se distribuyen los estudiantes que se encuentran asistiendo al sistema educativo formal, entre el sector público y privado, de acuerdo al nivel educativo al que concurren se observa que Ecuador incrementa el gasto público y la tasa bruta de inscripción escolar –superando en términos relativos a Colombia. En lo que respecta a cobertura, Ecuador aumenta el número de estudiantes que asisten a establecimientos públicos y reduce el número de asistentes a establecimientos privados –sin que su número deje de ser significativo–. Colombia, por su parte, mantiene una alta cobertura en los niveles inicial y medio con una importante brecha respecto a la distribución de los estudiantes del sector privado.
Es importante destacar que el caso ecuatoriano necesitó de la reconstrucción de la autoridad pública, y el reforzamiento de atributos políticos que “aunque fueron en contra de las expectativas generadas por la redemocratización recientes, no resultaron extraños a las tradiciones políticas latinoamericanas” (Cavarozzi, 1999, pág. 141). Con esto nos estamos refiriendo a las características hiperpresidencialistas que Cavarozzi trae a colación para marcar el inicio del siglo en la región. Esto, sin caer en el carácter peyorativo del término, supone la personalización del poder en el presidente, el reforzamiento de roles tecnocráticos en las políticas públicas, entre otros (Cavarozzi, 1999) necesarios para un reequilibrio del conflicto existente en la sociedad. La estructura del Plan Nacional del Buen Vivir en el año 2007 refleja estos postulados progresistas y la relevancia de devolver al Estado un rol protagónico en el desarrollo del país.
El caso colombiano refleja el impacto de la universalización del derecho a la educación, así como los años de obligatoriedad producto de reformas legislativas. En suma, la alta cobertura por parte del sector público es una muestra por extender el acceso y la oferta educativa a toda la población lo que actualiza los hallazgos de Martínez (2007) respecto a la categorización de Ecuador y Colombia en los cuales la mayoría de la población depende sólo de arreglos familiares y comunitarios, y cuyas políticas públicas e intercambio mercantil son excluyentes. Al menos para la población joven, la capacidad de mitigar los riesgos sociales no presenta una mínima o intermedia desmercantilización. Queda por ver cómo ha evolucionado el ámbito doméstico, arreglo social característico de los regímenes de bienestar familiarista.
Bienestar Juvenil y familia: Ecuador-Colombia
Los principales hallazgos[2] en cuanto al grado de familiaridad en Ecuador y Colombia son el aumento de la asistencia a establecimientos educativos en ambos países, un descenso leve en el porcentaje general de mujeres en la fuerza laboral, un gran ascenso en el autoempleo femenino en Colombia que contrasta con una relativa estabilidad y muy leve caída del autoempleo femenino en Ecuador. Se observa una ligera caída del porcentaje de hogares con niños de 0 a 5 años en ambos países (Ver anexos: Gráficos 3.4 y 3.5), aunque en el caso ecuatoriano existe una elevación desde el año 2013. En el caso de hogares con niños y adolescentes de 6 a 16 años ocurre algo similar.
El riesgo de no asistir a establecimientos educativos se redujo en ambos países; el trabajo femenino en Colombia se mercantilizó por medio del autoempleo mientras en Ecuador la población femenina pasa por una re-mercantilización en los últimos años. El porcentaje de hogares con niños y adolescentes no aumenta, lo que indicaría que los riesgos de la población infantil y juvenil se resuelven en los hogares establecidos previamente, manteniendo el carácter familiar de estos mundos del bienestar. Es importante mencionar que se tomó en cuenta el número de hogares que se han formado con niños y adolescentes, no la cantidad de la población. Aunque la cantidad de personas haya aumentado, el número de hogares se mantiene, es decir, la población nueva se mantiene bajo el mismo techo en lugar de salir a formar nuevos hogares. Colombia mantiene esa tendencia y Ecuador solo aumenta levemente el número de hogares entre los años 2013 y 2016.
Ecuador y Colombia presentan un desempeño ascendente en la asistencia a establecimientos educativos de niños de 6 a 12 años. Si observamos los datos solo del siglo XXI, el desempeño de asistencia en Ecuador es constantemente ascendente mientras en Colombia es inestable, pero al tomar los datos de Colombia desde los años 90 se observa un gran esfuerzo por aumentar el porcentaje de asistencia. En el caso colombiano los años del siglo XXI presentan subidas y caídas no significativas respecto al positivo desempeño de los últimos años del siglo pasado. En lo relativo a la población de 0 a 5 años los datos muestran que existe un positivo y efectivo desempeño de asistencia en los dos países.
Los datos muestran que las mujeres en Colombia cada año aumentan su capacidad para autoemplearse, mientras Ecuador presenta una tendencia a la baja en el autoempleo femenino que solo cambia hacia una tendencia ascendente en los últimos cinco años, esto puede dar indicios de que el trabajo no remunerado dentro del hogar se mantiene en el caso ecuatoriano. Lo anterior podría indicar que las mujeres jóvenes se dedican a trabajos no remunerados dentro del hogar vinculado al cuidado de menores, sin embargo, al ver el alto desempeño en la educación de primera infancia, niñez y adolescencia ese supuesto se cae.
Educación infantil
Los datos del Banco Interamericano de Desarrollo ofrecen los porcentajes de la población de entre 6 y 12 años que asisten a instituciones educativas. La base de datos del BID consiste en un agregado que permite un primer acercamiento a los datos sobre asistencia a establecimientos educativos en América Latina. (Ver Anexos: Gráficos: 3.1; 3.2; 3.3; 3.1.a y 3.2.a). En Colombia durante el periodo 2005-2010 el porcentaje de asistencia a establecimientos educativos en la población de entre 6 y 12 años fue en promedio de 95,42%, mientras en la misma población, pero en el periodo 2011-2016 el promedio fue de 96,84%. En este sentido, hubo un incremento en la asistencia de niños a los establecimientos educativos. En Ecuador durante los años 2005-2010 la asistencia de los niños fue en promedio del 96,71% y en el periodo 2011-2016 fue en promedio del 98,76%. Ambos países muestran un incremento en la asistencia de los niños a instituciones educativas, pero los datos promedio del periodo 2011-2016 muestran un mejor desempeño en el Estado ecuatoriano para cubrir la asistencia con una diferencia de dos puntos porcentuales, mientras en Colombia el porcentaje de asistencia sube en un 1.42%.
Imagen 2. Centro de Desarrollo Infantil en Quindío-Colombia. www.cronicadelquindio.com
El desempeño del indicador de asistencia a establecimientos educativos es positivo en ambos países. En el caso ecuatoriano se observa un desempeño ascendente continuo sin caídas y con un punto porcentual por sobre el de Colombia, mientras en este último se observa una caída en los años 2006 y 2007, una recuperación en el año 2008 que se mantiene hasta el 2013, con una segunda caída leve en 2014 y una nueva subida hasta el 2016. El caso colombiano es menos constante en el desempeño del indicador de asistencia de los niños entre 6 y 12 años.
Imagen 3. Guagua Centro en Quito-Ecuador. www.ultimasnoticias.ec
En Ecuador y Colombia existe un desempeño favorable en el indicador de asistencia o beneficiarios de la educación de primera infancia. No se puede concluir en qué país existe mayor y mejor cobertura respecto a su población, pero sí se puede reconocer la fuerte intervención estatal en ambos países. En el caso colombiano por medio de la aprobación de una política pública, y, en el caso ecuatoriano, por medio de la planificación nacional desde el Estado que ha sido canalizada sobre todo por el Ministerio de Inclusión Económica y Social.
Población menor a 16 años
En el caso ecuatoriano, el censo de población indica que para el año 2010 la población menor a 14 años de edad correspondía a 4, 528,425 de un total de 14,483,499 millones de personas, es decir el 31% de la población ecuatoriana. En Colombia en el mismo año el número de niños de hasta 14 años era de 13,012,592 de un total de 45,09, 584 millones de personas, es decir el 28% de la población colombiana. Así como en los hogares colombianos han disminuido el número de niños (6-11 años) y adolescentes (12-14), en ellos hay una progresiva disminución de nuevos hijos. El número de hogares con hijos hasta de cinco años pasa de 53.10% en 2005 a 42.39% en 2016. La disminución de jóvenes en los hogares, además del control natal, puede obedecer a la salida de los jóvenes de sus hogares a temprana edad. En el caso ecuatoriano se presenta una constante descendente entre 2005 y 2012 pasando de 54.95% a 45.97% con una diferencia de 5 puntos porcentuales, mientras para el año 2013 se presenta un alza de 6 puntos pasando a 51%, con una tendencia similar hasta el año 2016 con un promedio general de 50%. Esta subida en los datos puede explicarse por la no salida de los jóvenes de sus hogares. (Ver Anexos: Gráficos 3.4; 3.5; 3.6 y 3.7)
Mujeres activas de 15 a 24 años
En Ecuador los datos del año 2010 muestran que la población económicamente activa era de 6, 436,257 y de esa cantidad las mujeres eran 2, 537,866, es decir que la fuerza laboral femenina representó el 18% de la población ecuatoriana y el 39% de la PEA en Ecuador. En Colombia existe una tendencia descendente en el porcentaje de mujeres en la fuerza laboral. Los años donde existe un mayor porcentaje son 2006 y 2007 con 47%, pero después de esos años los datos descienden constantemente y llegan al porcentaje más bajo en 2016 con 43.40%. En Ecuador se presenta la misma tendencia descendente hasta el año 2014 cuando ocurrió un ascenso en la participación femenina. Es importante observar que los años de mayor porcentaje son 2007, 2008 y 2009 con porcentaje entre el 40% y 41%, mientras en 2014 se presenta un 36%, siendo este último el dato más bajo, los datos hasta el año 2016 muestran un ascenso de tres puntos porcentuales llegando al 39.04%.
Los datos en Colombia muestran cómo desde los años 90 existe un aumento en el trabajo por cuenta propia, pasando del 13% en el año 1991 al 24% en el 2000, luego una subida importante del año 2007 al 2008 llegando al 31% donde se mantiene hasta el año 2016. En Ecuador la tendencia desde el año 2000 es descendente en el trabajo por cuenta propia de las mujeres, esa tendencia cambia a partir del año 2011 y mantiene una relativa tendencia ascendente hasta el año 2016. Los datos indican un aumento del empleo por cuenta propia en las mujeres de Colombia y una relativa caída en Ecuador hasta el año 2010 con una subida en 2016 que se equipara al año 2000. (Ver Anexos: Gráficos: 3.7; 3.8; 3.9 y 3.10)
Imagen 4. Proyecto “Casa de mujer” en Colombia. El Servicio Nacional de Aprendizaje promueve la formación en oficios a las mujeres para que puedan insertarse en el mercado laboral, bien con la mejora de su capacitación o por medio del autoempleo. http://www.pobladomundo.com
Conclusiones
La interacción de los anteriores datos agregados nos lleva a plantear que el grado y calidad de la mercantilización de la fuerza de trabajo juvenil en Colombia sigue promoviendo las prácticas familiaristas como el autoempleo y la gestión de lo doméstico, al brindar insuficiente trabajo, mal remunerado y en condiciones desventajosas frente a la calidad del empleo adulto. En contraste, en la actualidad Ecuador ya no presenta un bajo grado de mercantilización de la fuerza de trabajo en general y de cierta forma, de la fuerza de trabajo juvenil masculina y femenina en particular. Esto contrasta con tesis recientes que identifican un menor acceso al trabajo productivo para las mujeres ecuatorianas. El presente estudio devela que la reciente ampliación del mercado laboral ecuatoriano en alguna medida ha achicado las brechas de acceso entre hombres y mujeres, sin desconocer los importantes desafíos en términos de la calidad del empleo ocupado por los jóvenes sin distingo de sexo.
Ecuador y Colombia muestran un desempeño positivo en los porcentajes de asistencia a establecimientos educativos de la población de 0 a 16 años, esto indica una atención adecuada a la población infantil y adolescente que puede liberar a las mujeres del cuidado infantil. Al mismo tiempo, se presenta un menor porcentaje de mujeres en la fuerza laboral, en especial en Colombia, que se complementa con un diferenciado uso de la fuerza de trabajo femenina. En Colombia las mujeres tienen una alta tendencia al autoempleo mientras en Ecuador el autoempleo se mantiene estable o tiene picos de disminución por años. Los datos sobre el aumento demográfico en ambos países se contrastan con el aumento de hogares, teniendo estos últimos una tendencia descendente en ambos países, lo que lleva a postular que cuando aumentan los neonatos no se forman nuevos hogares como estructuras económicas autónomas, sino que su cuidado queda a cargo de los hogares previamente constituidos, es decir, del trabajo no remunerado. En conclusión, a pesar de la atención de riesgos por parte del Estado en los cuidados de los niños y adolescentes no se puede afirmar que la familiarización del cuidado desaparezca o disminuya de manera significativa.
En el caso ecuatoriano se puede afirmar que existe un esfuerzo por ampliar los derechos sociales entendidos como un “impulso hacia una medida más completa de la igualdad” (Marshall, 1997). Por otro lado, los hallazgos en ambos países dejan pendiente un análisis pormenorizado sobre la legitimidad de un gobierno democrático que según Offe, 1990, se basa en la “esperanza de que esta forma de gobierno contribuirá al bienestar común e individual y a otros fines deseables”. Esta característica pondría en duda el grado democrático del gobierno colombiano e indicaría un aumento de gobernabilidad en Ecuador, pero esta afirmación no puede ser conclusiva sino una invitación a una investigación posterior con un énfasis en la gobernabilidad. Los datos para Colombia y Ecuador muestran un éxito relativo en estrategias antipobreza, sobre todo enfocadas a la infancia, pero arrastran el problema estructural de la “ausencia de un sistema de bienestar completamente desarrollado, tanto en términos de estímulo del mercado interno como de legitimación política de los gobiernos” (Offe, 2014). Esto explicaría por qué el carácter familiar se mantiene en ambos países, aunque Ecuador tenga fuertes esfuerzos por avanzar a un régimen estatal-proteccionista.
Grosso modo, Ecuador y Colombia no logran abandonar del todo sus características de familiarización del cuidado de la población infantil y joven, sin desconocer los enormes esfuerzos del primer Estado. Colombia es el país que más mantiene las características descritas por Martínez hasta el 2003. Ecuador en cambio muestra grandes esfuerzos por entrar al régimen proteccionista, pero el uso de medios mercantiles y familiares en educación y salud no disminuyen significativamente. Podemos concluir que, al ser un proceso de largo aliento, Ecuador presenta rasgos de un prolongado proceso de transición hacia el Régimen Estatal Proteccionista de bienestar sin lograrlo aún, mientras Colombia mantiene a grandes rasgos la caracterización realizada por Martínez.
Anexos:
1. Mercantilización de la fuerza de trabajo juvenil en Colombia y Ecuador: 2000-2017
Gráfico 1. Fuente: Secretaria Técnica del Ministerio de Desarrollo Social (2005); Instituto Nacional de Estadística y Censos, (2013-2017)
Gráfico 2. Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos, (2013-2017)
Gráfico 3. Fuente: Departamento Administrativo Nacional de Estadística (2017).
Gráfico 4. Fuente: Departamento Administrativo Nacional de Estadística (2017).
Gráfico 5. Fuente: Olivé, et. al. (2008).
Matriz 1. Fuente: Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos, Fondo Multilateral de Inversiones, Banco Interamericano de Desarrollo (2007).
Gráfico 6. Fuente: Banco Central del Ecuador (2002).
Gráfico 7. Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos (2013-2017).
Gráfico 8. Fuente: Departamento Administrativo Nacional de Estadística (2017).
Gráfico 9. Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos (2013-2017).
Gráfico 10. Fuente: Departamento Administrativo Nacional de Estadística (2017).
Desmercantilización
Gráfico 2.1 Gasto en Salud, sector público (% del PIB) en Colombia y Ecuador. Periodo 1995-2014
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016).
Gráfico 2.2 Gasto en Salud, sector privado (% del PIB) en Colombia y Ecuador. Periodo 1995-2015.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016)
Gráfico 2.3 Gasto en Salud, sector público y privado (% del PIB) en Ecuador. Periodo 1995-2014.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016).
Gráfico 2.4 Gasto en Salud, sector público y privado (% del PIB) en Colombia. Periodo 1995-2014.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016).
Tabla 2.1 Estudiantes de educación escolarizada ordinaria por tipo de sostenimiento en Ecuador. Periodo 2009-2014
Fuente: Ministerio de Educación (2015a)
Gráfico 2.6 Estudiantes de nivel inicial según sector de gestión del establecimiento 2010
Fuente: SITEAL (2013a)
Gráfico 2.7 Estudiantes de nivel medio según sector de gestión del establecimiento 2010
Fuente: SITEAL (2013a)
Familiaridad
Gráfico 3.1. Porcentaje de población que asiste a establecimientos educativos de 6 a 12 años de edad en Colombia.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016a)
Gráfico 3.2. Porcentaje población asiste establecimientos educativos de 6 a 12 años Ecuador.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016a)
Gráfico 3.3. Cantidad de usuarios de educación de primera infancia, Colombia.
Fuente: Sistema único de información de la niñez del Sistema Nacional de Bienestar Familiar (2017)
Gráfico 3.1.a. Porcentaje población asiste establecimientos educativos de 6 a 12 años Colombia.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016a)
Gráfico 3.2.a. Porcentaje población asiste establecimientos educativos de 6 a 12 años Ecuador.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016a)
Gráfico 3.4. Porcentaje de hogares con al menos un hijo de 0 a 5 años en Colombia.
Fuente: Elaboración propia en base a datos del Banco Interamericano de Desarrollo (2016b)
Gráfico 3.5. Porcentaje de hogares con al menos un hijo de 0 a 5 años en Ecuador.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016b)
Gráfico 3.6. Porcentaje de hogares con al menos un hijo de 6 a 16 años en Colombia.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016a)
Gráfico 3.7. Porcentaje de hogares con al menos un hijo de 6 a 16 años en Ecuador.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016a)
Gráfico 3.7.a. Porcentaje de mujeres en la fuerza laboral, entre 15 y 24 años, Colombia.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016a)
Gráfico 3.8. Porcentaje de mujeres en la fuerza laboral, entre 15 y 24 años, Ecuador.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016a)
Gráfico 3.9. Mujeres de 15 a 24 años empleadas por cuenta propia, Colombia.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016d)
Gráfico 3.10. Mujeres de 15 a 24 años empleadas por cuenta propia, Ecuador.
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo (2016d)
Notas:
[1] Para el régimen productivista informal (Argentina y Chile), es aceptable no des mercantilizar la protección de ciertos riesgos sociales, como la seguridad social, que pueden depender de arreglos familiares y comunitarios, pero es claramente inaceptable correr el riesgo de no formar capital humano, porque no se podrían mejorar las condiciones de la fuerza laboral para participar de sus mercados. El régimen estatal-proteccionista (Brasil, Costa Rica, México, Panamá y Uruguay) incorpora un explícito esfuerzo para des mercantilizar el bienestar, aun cuando los trabajadores formalizados sean los más beneficiados por razones de status y la familiarización del bienestar no desaparezca. En el régimen familiarista que distingue dos grupos de países, aquellos mundos catalogados como familiaristas (Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Perú, República Dominicana y Venezuela) y aquellos mundos altamente familiaristas (Bolivia, Honduras, Nicaragua y Paraguay), a pesar de las diferencias en grados, hay una intensificación de las características del régimen liberal y conservador. Ello significa que además de la profunda minimización del Estado, la concepción residual de los riesgos sociales y la promoción del mercado, la familiarización basada en la división sexual del trabajo es intensificada.
[2] El grado de familiarización en Ecuador y Colombia se midió por el grado de educación infantil, por el porcentaje de hogares con niños y adolescentes de 0 a 16 años y por el porcentaje de mujeres en la fuerza laboral en ambos países. La asistencia a instituciones educativas muestra la capacidad que tiene del sistema educativo para absorber la población infantil y adolescente, el porcentaje de hogares con niños y jóvenes de hasta 16 años muestra la capacidad de la sociedad para crecer y el porcentaje de mujeres en la fuerza laboral da cuenta de la capacidad o incapacidad del mercado para absorber el trabajo femenino.
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Cómo citar este artículo:BARREDA, Jairo; VITERI, Alberto; CHILIQUINGA, Javier, (2019) “Carga Femenina en dos mundos de bienestar juvenil: Ecuador y Colombia”, Pacarina del Sur [En línea], año 10, núm. 40, julio-septiembre, 2019. ISSN: 2007-2309
Consultado el Martes, 5 de Noviembre de 2024.Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1770&catid=10