Pandemia y rebelión social. No puedo respirar o ¿yo tuve un sueño?

José Miguel Candia

Universidad Nacional Autónoma de México

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Recibido: 16-06-2020
Aceptado: 02-07-2020

 

 

 La expresión agonizante del ciudadano afroamericano George Floyd –que da título a esta nota– es casi una condensación simbólica de los momentos que vive la humanidad y la sociedad norteamericana, en particular. Y por curiosidad podemos preguntar: ¿Quedará en la memoria colectiva y en los registros de los medios como aquella otra definición de Luther King: “Yo tuve un sueño”? Difícil saberlo ahora, sospechamos que tal vez, las palabras de Floyd no tengan, en el futuro, tan buen recibimiento, aunque sean en estos días el título más frecuentado en las pancartas que se enarbolan en las grandes marchas de protesta de todo el mundo.  No obstante, hay una evidencia irrefutable, el mal endémico del racismo, un tema tan antiguo como irresoluble en Estados Unidos, más las dificultades económicas y el hartazgo de la población ante las privaciones que impone la pandemia del Covid-19, fueron el clima inmejorable para que el asesinato en público, de George Floyd, pusiera de cabeza a las principales ciudades de ese país.

Casi en tiempo real y desde la comodidad de nuestras salas, pudimos presenciar como Derek Chauvin, oficial de policía del estado de Minneapolis, apretaba con su rodilla, el cuello de la persona detenida mientras con seriedad y hasta cierta elegancia, miraba las cámaras de quienes por curiosidad o por obligaciones de trabajo, estaban registrando la escena. Otros agentes de seguridad parecían custodiar el correcto desempeño de su colega sin atinar a aliviar la situación de quien ya en el piso y brutalmente controlado, clamaba por su vida.

¿Qué desencadenó este nuevo Apocalipsis Now con la actuación especial de un Marlon Brando tan impasible y buen actor como el personaje de aquella película? El relato de las causas que desencadenaron la tragedia es tan sencillo que parece inverosímil si se confronta con el estallido social que siguió al asesinato del ciudadano afroamericano. En resumidas cuentas, esta es la historia. Relatan los testigos y se confirma por el reporte de la propia policía, que el cajero de una tienda de comestibles, bebidas y tabacos denunció que un cliente –el mencionado George Floyd– adquirió un paquete de cigarrillos con veinte dólares que parecían ser falsos. Hasta aquí un episodio tan intrascendente como irrelevante. Lo que no resulta irrelevante es lo que ocurrió después. En un hecho difícil de explicar, el sospechoso de usar un billete falso fue sometido con violencia por cuatro agentes de seguridad, derribado al piso y esposado de acuerdo a las normas operativas que rigen el accionar de la policía norteamericana.

En esas condiciones la rodilla del oficial Derek Chauvin pudo descansar durante casi nueve minutos sobre el cuello del detenido. Para ser precisos, esos ocho minutos con cuarenta segundos, es el tiempo que duran los videos que millones de personas, dentro y fuera de Estado Unidos, pudieron ver mientras el rostro de Floyd daba muestras claras de quien está en el límite de sus funciones vitales y solo atina a expresar la frase que pocos días después, se transformó en consigna de protesta y confrontación callejera: no puedo respirar.

Hasta aquí la crónica. Pero después de presenciar un crimen que, por su expresión gráfica, puede transformarse en una excelente unidad de análisis para los mejores estudiosos de la violencia estatal, debemos recuperar la calma y preguntarnos: ¿Las autoridades judiciales y policiales de Minneapolis, habrán realizado un peritaje profesional sobre la naturaleza del billete de veinte dólares, supuestamente falso, con el cual Floyd quiso pagar el paquete de cigarrillos? Porque convengamos que las mayores manifestaciones de protesta de los últimos años en Estados Unidos, no fueron Por un puñado de dólares –para recordar a esa magnífica creación cinematográfica de Sergio Leone con música de Ennio Morricone (1964)– se trata de una cantidad insignificante en el monto de gastos diarios que hace un ciudadano o una familia norteamericana promedio.

El cambio del humor social de la población no solo se expresó en violentas manifestaciones públicas y duros enfrentamientos con la policía, las preferencias electorales de los potenciales votantes también acusaron recibo. Los primeros sondeos posteriores al 28 de mayo –fecha del asesinato de George Floyd– muestran un marcado crecimiento de la intención de voto a favor del postulante demócrata Joe Biden y aunque es arriesgado pensar que esos sondeos marcan una tendencia sostenida, nadie podrá negar que en las entrañas del gobierno del presidente y candidato Donald Trump, más de un pensante del equipo de campaña habrá maldecido una y mil veces, la innecesaria brutalidad del accionar policial que terminó con la vida del ciudadano afroamericano.


Imagen 1. © Getty/Scott Olson. www.franceinter.fr

 

Covid-19. Un responsable invisible

Violencia, pandemia y desempleo golpean a la sociedad norteamericana. Más de 40 millones de personas en condición de desocupados elevaron la tasa de paro laboral de menos del cinco por ciento en marzo pasado a más del diecisiete en el mes de mayo. El crecimiento descontrolado de los contagios por covid-19 y la caída de las actividades productivas en los últimos tres meses, terminaron con el idilio que supo fabricar el gobierno de Trump con los trabajadores y clases medias, prometiendo mejores empleos y salarios más altos.

El resto del planeta vive una situación igual o peor de dramática que la que acabamos de comentar. Tal vez algunos títulos de periódicos y agencias informativas sirvan para situar los hechos de manera más precisa. Sin jerarquizar los titulares y solo con propósitos ilustrativos, pueden tomarse algunos cabeceos de notas del diario La Jornada, un prestigioso matutino mexicano. “BM. Será AL la más golpeada por la recesión. Prevé retroceso en la zona de 7.2%”; “El ingreso por habitante en el mundo tendrá la mayor caída en siglo y medio”, (9/VI/2020); “Virulento rebrote frena la actividad económica en Pekín” (18/VI/2020); “Imparable, el virus en AL; servicios de salud están colapsando”, (15/VI/2020); “Se reaviva la protesta social en Chile… Descontento por las secuelas de la pandemia y la posibilidad de aplazar el plebiscito constitucional” (29/IV/2020).

El inicio del año 2020 tenía en su agenda algunas prioridades de las que resulta difícil pensar que aún fueran motivo de preocupación a fines del mes de enero. Estrategas internacionales medían las consecuencias del fracaso del diálogo entre Estados Unidos y Corea del Norte con el fin de suspender el programa de desarrollo de armas nucleares en ese país asiático; la persistencia de las migraciones internacionales y el costo humano del paso de millones de trabajadores de un continente a otro, también ocupaban las primeras planas de los noticiarios. Las primeras señales de lo que insinuaba ser una disminución en el crecimiento de las principales economías del mundo junto a las evidencias cada vez más brutales sobre el cambio de las condiciones climáticas en la tierra, fueron otros de los temas que tenían peso propio.

Para el mes de febrero las noticias que llegaban de China no daban lugar a discusiones bizantinas, la difusión del Covid-19 era un dato alarmante que no tardó en confirmar su presencia en Europa, Estados Unidos y América Latina. Lo que siguió es historia de todos los días, alertas sanitarias, cuarentenas obligatorias, uso de barbijos, dispositivos hospitalarios especialmente habilitados para recibir pacientes contagiados por covid-19, testeos en viviendas y en la vía pública forman un paisaje que ya no sorprende ni molesta, son prácticas que se perciben como componentes de nuestra vida diaria. En paralelo, un elemento que no es de naturaleza sanitaria pero que mantiene una estrecha relación con la salud pública y con el bienestar colectivo, comenzó a preocupar a los gobiernos y organismos multilaterales de crédito. A mediados de marzo resultaba evidente que la caída de las actividades productivas y del comercio internacional comenzaba a tener efectos catastróficos en las economías nacionales. Fuerte reducción en la producción y en las exportaciones de insumos y materias prima, miles de vuelos postergados sin fecha y compañías de aviación casi en situación de quiebra, flujos turísticos detenidos y el precio del petróleo en límites mínimos, impensados para los expertos mejor informados, completan un panorama que parece fuera de control. Hasta la fecha, ni los jefes de Estado de las principales potencias del mundo ni los responsables de organismos rectores como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional atinan a ofrecer soluciones que parezcan viables en el corto y mediano plazo.


Imagen 2. Foto de Dan Aasland. www.flickr.com

 

Las izquierdas frente a la pandemia

Ahora bien, si los voceros más reconocidos y con mayor autoridad del sistema económico mundial aparecen confundidos ante una situación de colapso que en tres meses arrasó con todas las previsiones formuladas para este año 2020, cabe preguntar ¿que se ofrece desde las catedrales del pensamiento crítico como alternativas factibles ante el doble desafío de la pandemia y la recesión? Por el momento, no mucho más que diagnósticos preliminares en los que se destaca el daño que provocó sobre la salud pública y en la logística hospitalaria, el recorte presupuestal de las políticas neoliberales o el deterioro de los programas de protección a la población de bajos ingresos que se establecieron durante la vigencia del “Estado de Bienestar”.

No sabemos si los pensadores de izquierda han calibrado en toda su dimensión, un dato que resulta apabullante cuando se lo toma como punto de partida: el actual estado de “coma inducido” en el que se encuentra la economía mundial fue detonado por un agente que solo está visible si contamos con un sofisticado equipo de microscopios. La idea de luchar contra un enemigo elusivo es mucho más que una buena figura literaria. Ni los presuntos misiles norcoreanos que surcaban la península con rumbo a Seúl o el Pacífico con destino a la ciudad de San Francisco, ni la agudización del conflicto en Medio Oriente, eterna manzana de la discordia para la agenda de las Naciones Unidas, provocaron el colapso del que muy dificultosamente se trata de salir mientras se busca contra reloj, una vacuna que nos proteja del Covid-19.

Viene a cuento y por eso lo queremos citar. En 1973 el economista Ernst F. Schumacher publicó un texto que aun recordamos con cierta nostalgia –Small is beautiful en el cual se exaltaban con buenos argumentos, las bondades de las pequeñas unidades productivas frente a la presencia avasalladora de las grandes corporaciones. Con el único fin de jugar con las palabras podemos decir ahora que lo pequeño no siempre es hermoso. El futuro político del presidente Donald Trump puede quedar amarrado al carácter presuntamente falso, de un billete de veinte dólares y al horrible episodio de violencia que conoció el mundo entero. La economía internacional funciona con respiradores artificiales desde hace cinco meses y no sabemos cuándo podrá incorporarse y caminar sin muletas.

Intelectuales de fuerte reconocimiento internacional como el lingüista y filósofo norteamericano Noam Chomsky, el sociólogo portugués Boaventura De Sousa Santos y el filósofo esloveno Slavoj Zizek, han dejado planteadas algunas respuestas preliminares y un ligero esbozo del “capitalismo que viene”.

Existe en estos autores, un denominador común, no es posible explicar la presencia de agentes virales o de patologías que adquieren el rango de pandemia de manera disociada de las condiciones civilizatorias dominantes. Para los tres intelectuales mencionados, la consolidación de estrategias económicas basadas en el incremento descontrolado del consumo personal y colectivo, el desarrollo de tecnologías incompatibles con la preservación de los recursos naturales y del hábitat y la búsqueda de la ganancia como motor y brújula de las actividades humanas, marca el límite posible del capitalismo actual.

Noam Chomsky definió sin rodeos, las condiciones desde las cuales Estados Unidos recibió la mala noticia del Covid-19. En una entrevista con la agencia de noticias AFP, expresó: “Cuando Donald Trump llegó al gobierno, lo primero que hizo fue desmantelar toda la maquinaria de prevención de pandemias. Cancelar programas en que trabajaban científicos chinos para identificar potenciales virus. Estados Unidos estaba particularmente mal preparado. Ésta es una sociedad privatizada, muy rica, con enormes ventajas (…) pero dominada por el control privado. No hay un sistema de salud universal (…) absolutamente crucial ahora. Resulta lo máximo del sistema neoliberal” (Flores Olea, 2020).

Boaventura De Sousa Santos en un ensayo reciente –La cruel pedagogía del virus– (2020) formula un conjunto de reflexiones que es oportuno rescatar. Este pensador portugués insiste en la necesidad de entender que fue la lógica del capital financiero la que provocó desde los años ochenta, una situación de crisis permanente y en ese marco de inestabilidad “naturalizada”, la aparición de la pandemia destruye la idea de que no existe para la humanidad, otra opción que adecuarse a las reglas del juego establecidas por el capitalismo del siglo XXI.

Para Slavoj Zizek, quizá el más polémico filósofo de la actualidad,  el “coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de Kill Bill y podría conducir a la reinvención del comunismo” y añade: “Mi modesta opinión es mucho más radical; la epidemia del coronavirus es una especie de ataque de la ‘técnica del corazón explosivo de la palma de los cinco puntos’ contra el sistema capitalista global, una señal de que no podemos seguir el camino seguido hasta ahora, que un cambio radical es necesario” (Zizek, 2020, pág. 23).

El debate sobre el sistema económico “que viene” abre un campo casi infinito de rutas exploratorias. Desde hipótesis de máxima –es el fin del capitalismo; estamos en la antesala de la “implosión” de la economía internacional; se avecina el regreso de las alternativas socialistas– hasta análisis y marcos explicativos que se mueven con más firmeza en las predicciones de mediano plazo. No es posible abordar en este ensayo, las múltiples propuestas que hay al respecto, pero podemos comentar algunas de las evidencias que aparecen de manera bastante notoria, en el panorama de las grandes corporaciones económicas.

Silvia Ribeiro desarrolló en un texto breve, pero bien documentado, el papel dominante de los corporativos que manejan las grandes plataformas digitales. La nota fue publicada en el matutino La Jornada del pasado 9 de mayo con un título más que sugerente “Pandemia de control digital”. Entre otras revelaciones la autora identifica a las principales empresas digitales ganadoras de la pandemia.

Con nombre y apellido, se trata de: Microsoft, Apple, Amazon, Google, Facebook, Baidu y Alibaba, las primeras cinco son reconocidas en el mercado como Gafam y tienen su sede en Estados Unidos, las otras tres se agrupan bajo el acrónimo BAT y la casa matriz está ubicada en China. Cabe apuntar que Jeff Bezos con su empresa Amazon, es el mayor ganador de las condiciones generadas por la pandemia.


Imagen 3. Foto de Lorie Shaull. www.flickr.com

La autora reconoce la enorme importancia de estas plataformas en agilizar y ejecutar operaciones comerciales y transferencias financieras que serían impensables por medios tecnológicos más rústicos. Son, por lo tanto, parte fundante del desarrollo capitalista del siglo XXI. Sin embargo, señala con preocupación, el hecho de que la economía digital esté manejada por un grupo pequeño de compañías oferentes. En sus propias palabras: “Facebook controla dos terceras partes de las redes sociales y Google más del 90 por ciento de las búsquedas”. Y párrafos más adelante, añade Silvia Ribeiro: “El factor fundamental de ganancia son los datos que les entregamos al usar estas redes (…) hay gobiernos que entregan o facilitan a esas plataformas los datos de sectores enteros de la población”; “Las implicaciones de control, vigilancia y potencial represión gubernamental de estos sistemas quitan el aliento. Pero son aún más amplias las consecuencias políticas y económicas que tienen al otorgar acceso masivo de los datos de los ciudadanos a estas empresas…” La autora recuerda que con ese acopio descomunal de información es posible manipular desde los gustos por el consumo de ciertos bienes y servicios hasta las preferencias electorales de amplios sectores de la población.

En este infierno de datos “macro” que abruman y nos hacen sentir desprotegidos, nos gustaría saber si dentro de 50 años habrá historiadores que estén dispuestos a investigar los factores que llevaron a una posible derrota electoral de Donald Trump, siguiendo la pista de un billete de 20 dólares presuntamente falso. Un papel insignificante que desató la tormenta que pudo haber definido el rumbo de los votantes norteamericanos.

¿Y del Covid-19, qué diremos? ¿Cómo explicarles a las generaciones futuras que no fueron los misiles rusos, chinos o estadounidenses sino un agente microscópico el que puso a la humanidad en coma inducido cuando el avance científico parece ponernos a salvo de enfermedades y epidemias?

En fin, menuda tarea para quienes escriban esta historia dentro de algunos años. Por ahora, preferimos acudir a la definición de un reconocido latinoamericanista que supo sintetizar los rasgos de esta época. Dice José Steinsleger: “Después de todo, algún historiador curioso podría indagar si Derek Chauvin (el policía que con su rodilla asesinó a George Floyd) desciende del oficial francés Nicolás Chauvin, condecorado por Napoleón, y que pasó a la historia como ideólogo del supremacismo nacionalista o chauvinismo” (Steinsleger, 2020).

 

Referencias bibliográficas:

  • Anfossi, A. (29 de abril de 2020). Se reaviva la protesta social en Chile, pese al toque de queda. La Jornada.
  • De Sousa Santos, B. (2020). La cruel pedagogía del virus. Buenos Aires: CLACSO.
  • Flores Olea, V. (22 de junio de 2020). La pandemia en la reflexión: Žižek y Chomsky. La Jornada.
  • Ribeiro, S. (9 de mayo de 2020). Pandemia de control digital. La Jornada.
  • Steinsleger, J. (17 de junio de 2020). Lo que el viento nunca se llevó. La Jornada.
  • Varios autores. (15 de junio de 2020). Imparable, el virus en AL; servicios de salud están colapsando. La Jornada.
  • Varios autores. (18 de junio de 2020). Virulento rebrote frena la actividad económica en Pekín. La Jornada.
  • Villanueva, D. (9 de junio de 2020). BM: será AL la más golpeada por la recesión. La Jornada.
  • Zizek, S. (2020). Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo. En Sopa de Wuhan (págs. 21-28). eBook: ASPO.

 

Cómo citar este artículo:

CANDIA, José Miguel, (2020) “Pandemia y rebelión social. No puedo respirar o ¿yo tuve un sueño?”, Pacarina del Sur [En línea], año 11, núm. 44, julio-septiembre, 2020. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Miércoles, 16 de Octubre de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1911&catid=15