Negros en la “Caja boba”. La imagen de los afro argentinos en la TV criolla

Blacks in the "idiot box." The image of the Afro Argentine Creole TV

Blacks na "caixa idiota". A imagem da TV Afro Creole argentino

Daniel Omar De Lucia

RECIBIDO: 12-08-2015 APROBADO: 03-09-2015

 

La historia de la televisión en la Argentina comenzó a ser escrita hace relativamente poco tiempo. En los últimos años una serie de autores (Ulanosky, Ilkin, Sirven, Varela, Nielsen, etc) han sentado las bases sobre el estado de la cuestión de la historia de la pantalla chica criolla. Nosotros nos acercamos a esta problemática más desde un interés por las relaciones entre televisión y sociedad que desde un interés centrado en el medio mismo. Por eso nos proponemos analizar la evolución del campo televisivo tratando de indagar en las representaciones sociales que la audiencia pudo ir construyendo a partir de las imágenes que recibía de la televisión. Se trata de una forma de acercarse al medio televisivo parándose, en lo fundamental, “frente a la pantalla” pero sin desdeñar el poder llegar a aportar elementos para comprender lo que sucedía “detrás de la cámara”. A los efectos de una periodización general pensada desde la relación TV/sociedad proponemos la siguiente cronología (tentativa) para analizar su evolución y desarrollo en nuestro medio: a) origen, experimentación (1951-1960); b) industria y expansión (1960-1974); c) de la estatización a la crisis de la dictadura después de Malvinas (1974-1982); d) TV estatal y democracia de baja intensidad (1982-1990); e) privatización y multimedios en el decenio neoliberal (1990-2001); f) la TV post crisis del 2001 (2001-2015). En función de definir una tipología de contenidos para poder analizarlos en su especificidad y por su peso específico en el campo televisivo en su conjunto proponemos dividirlos en las siguientes áreas de vigencia en tiempo largo: a) ficción; b) música; c) periodismo; d) periodismo deportivo; e) publicidad. También hemos incluido en nuestro objeto estudio formatos televisivos de aparición más recientes que atraviesan distintos campos específicos (realitys, programas de actualidad, etc.). Nuestras preocupaciones también abarcan el campo de indagación de las representaciones sociales del género femenino a lo largo de la historia de la pantalla chica nacional. Todo lo anterior en relación a la producción de los canales nacionales contrapuesta a los contenidos provenientes del exterior. El eje temático del que nos ocupamos en las siguientes páginas se centra en la evolución de la imagen de los afro argentinos y los negros en general en la TV Argentina a lo largo de su más de medio siglo de existencia.

Imagen 1. Guillermo Brizuela Mendez. Un afro argentino pionero de la TV
Imagen 1. Guillermo Brizuela Mendez. Un afro argentino pionero de la TV

 

Una presencia marginal y exotista

Los afro argentinos, a los que el imaginario social de la Argentina de mediados del siglo XX tendía a considerar parte del pasado, ocuparon tradicionalmente un espacio cuantitativa y cualitativamente marginal en la pantalla chica. Situación que en algunas áreas del quehacer televisivo se iría revirtiendo, paulatinamente, con los años. En una televisión llena de rostros blancos, ojos celestes, cabelleras rubias y dicciones capitalinas la presencia de comunicadores, actores, periodistas, etc. que respondían a un fenotipo afro nunca parece haber estado explícitamente vetada por las pautas de la industria aunque en ningún momento fue cuantitativamente importante. Nos interesa recalcar la situación antedicha, como un dato de la realidad, ya que a nuestro juicio esta falta de una política consciente de exclusión radical del fenotipo afro en la TV Argentina contrasta con la suerte que se le deparo al fenotipo indígena o mestizo que, a nuestro juicio, si fue objeto de ciertas pautas de exclusión bastante generalizadas en el medio.

La presencia de los afro argentinos en el campo periodístico audiovisual, en la publicidad, en la ficción y en otros formatos televisivos ajenos a los contenidos musicales, ha sido cuantitativamente poco relevantes pero no hay elementos para pensar que se hubiera buscado proscribirla taxativamente. Señalemos que la televisión criolla desde sus orígenes conto como uno de sus principales animadores a un afro argentino como Jorge Brizuela Méndez, animador de numerosos programas, actor y protagonista tradicional de muchos cortos publicitarios. Incluso se podría decir que Brizuela Méndez fue una figura mediática que en el imaginario social argentino estuvo considerada durante mucho tiempo como sinónimo de televisión. Desde los años 50, una presencia menos continua, pero con repercusión y bastante legitimidad fue la del locutor radial y televisivo y periodista afro-peruano radicado en la Argentina Hugo Guerrero Martineitz. Casi como un símbolo de cierto tipo de encasillamiento que siempre rodeo la presencia de personas afro descendientes en los medios audiovisuales en el noticiero de canal 7 a mediados de la década del 50, en los origines míticos de la TV Argentina, se incorporó la figura de Andrés Fredes, un adolescente negro vestido como un camarero, que entraba con una bandeja en donde venían los partes meteorológicos que se leían en el programa.[1] No serán muchos más, a lo largo de los años, los rostros de fenotipo afro que la pantalla criolla erigiría, con una continuidad importante, para representarla de manera icónica.

Imagen 2. El afro peruano Hugo Guerrero Martineithz, figura de la televisión y la radiofonía argentina
Imagen 2. El afro peruano Hugo Guerrero Martineithz, figura de la televisión y la radiofonía argentina

 

Lo afro en el campo musical televisivo

Sin duda este es el ámbito de los contenidos y formatos musicales de la TV criolla en donde la presencia afro en general, y en menor medida, afro argentina ha sido más relevante. Lo cual, como parte del campo audiovisual mayor, prolonga una situación que se verificaba en la pantalla grande y la tradicional presencia de los afro argentinos como cantantes, músicos y bailarines en las décadas de gloria del cine argentino sonoro.[2] Por otro lado el nacimiento y desarrollo del medio televisivo en la Argentina es contemporáneo a épocas de una fuerte expansión de la industria discográfica a nivel mundial, proceso que incluyo la presencia relevante de ritmos, intérpretes y compositores negros y afroamericanos en general. No obstante a nuestro juicio la presencia de figuras negras ligadas a la actividad musical en la televisión criolla en sus primeras décadas de existencia no reflejo ni de lejos el peso específico de los intérpretes afro argentinos en nuestro medio.

Imagen 3. La jazz casino orquesta de Tito Alberti con la cantante y actriz Argentina Rita Montero
Imagen 3. La jazz casino orquesta de Tito Alberti con la cantante y actriz Argentina Rita Montero

La inauguración del canal 7 en 1951 conto con la participación de la Jazz Casino Orquesta del baterista de jazz y tango Rafael Alberti que, en esta y otras formaciones orquestales que formo, incluyo entre los cantantes que la acompañaban a varios intérpretes afro argentinos y afro americanos. En el ciclo la Historia del Jazz de los primeros años de la TV Argentina, conducido por la famosa cantante y conductora Paloma Efrom (Blackie), solían aparecer actores y cantantes pintados de negro (incluyendo la conductora y cantante) junto a algún que otro negro real. Los clásicos programas ómnibus de los fines de semana en los años 60 y 70 solían incluir números musicales con bailarines pintados de negros y con algunos trigueños que podían pasar por mulatos. Especialmente cuando estos ciclos recibían la visita de músicos y cantantes negros extranjeros. También era común en los programas humorísticos musicales de esas décadas la aparición de actores argentinos pintados de negro imitando algún jazzero como solía hacerlo el cómico, de raíces afro argentinas, Alfredo Barbieri, recreando en la televisión algunos de sus números del teatro de revista o de películas musicales de la época. Otra figura afro argentina que tuvo una participación destacada en los primeros años de la televisión argentina fue la actriz, cantante y vedette Rita Montero que participo en ciclos como Cajita de Música (Canal 7, 1954), El show de los Abuelos (Canal 13, 1961), etc.[3] En los optimistas años de la era pop los programas musicales nueva oleros orientados a un público juvenil solían incluir algún integrante negro, hombre o mujer, preferentemente extranjero, como toque exotista simpático. Entre ellos el mítico Club del Clan (Tambien en la película homónima inspirada en dicho ciclo televisivo filmada por Enrique Carreras en 1964), Música en Libertad y Alta Tensión. En ese sentido los programas “Beat” reproducían el mismo exotismo presente en la estética afro de los lugares bailables de esos años donde se divertía cierto jet set porteño y sus tribus de “caqueros”. Principalmente la famosa boîte Mau Mau (Dudoso homenaje al movimiento guerrillero independentista keniata del mismo nombre!) que Alberto Lataliste abrió en 1964 en la calle Arroyo y que contaba con el detalle medio kitsch (“mersa”, como se dice en la Argentina) de un portero vestido como un soldado colonial y tocado con una fez marroquí como si fuera el portero de la película Casablanca.[4] Tanto Mau Mau como otras discotecas de elite que también reproducían una estética afro (Bwana, África) solían recibir las visitas de las cámaras de los programas farandulescos y también de los noticieros que mostraban como los porteños de clase alta, que estaban en “la pomada”, no desdeñaban bailar ritmos medio étnicos (El Pata-Pata difundido en la Argentina por la luchadora contra el apartheid Miriam Makeba) e incluso cholulear con artistas de color que visitaban la argentina.  

Imagen 4. El Club del Clan. A la izquierda con sombrero Perico Gómez el integrante negro
Imagen 4. El Club del Clan. A la izquierda con sombrero Perico Gómez el integrante negro

Aparte de la aparición en la pantalla chica criolla de músicos, cantantes y bailarines negros extranjeros, que siempre fue relevante, nutrida y presentada en términos bastante elogiosos (Nat King Cole, Yuyu Da Silva, Dizzie Gillespi, Samy Davies Junior, Miriam Makeba, Josephine Baker, etc.), esta situación no se hizo muy extensiva a músicos afro argentinos que se ocuparan del rescate de raíces culturales afros en la música popular ni en los ciclos televisivos dedicados al tango, al folklore o al jazz. La aparición recurrente en algunos programas de músicos afro argentinos emblemáticos como Oscar Alemán u Horacio Salgan serían las excepciones a esta tendencia. El jazzologo Capuano Towney y las actriz, cantante y coreógrafa argentina Egle Martin, en sus apariciones en distintos ciclos, ayudaron en los años 70 a difundir ciertos conocimientos sobre las raíces afros de la música argentina y americana. Luego de 1976 en un país canónicamente uniformado de verde, azul o gris no hubo mucha voluntad de representar rostros oscuros y una estética africana. No obstante ni la televisión de la dictadura podía vivir fuera del mercado. La aparición de algunas agrupaciones de disco-rock afro y de rock de inspiración afro caribeña en los programas ómnibus de los tiempos de la dictadura (Feliz Domingo, Sábado Fantástico) fueron instancias en donde asomaban algunas caras negras. Entre ellas el mítico músico afro uruguayo Rubén Rada con su grupo La banda tocando sus temas de Rock and roll medio a lo candombe. O también Los Barbaros, una banda argentina que hacia soul y funky y que contaba con un vocalista afro panameño (Lucas Stanclembury). Sus canciones y su estética remedaban cierta movida afro-beat liviana de principios de los 70. Lo mismo el grupo Katunga que incluía al percusionista afro cubano Efrén Rodríguez y que en su repertorio remedaban ritmos caribeños al estilo de una cierta música beat populachera de gran impacto comercial. Los años duros de la dictadura coincidieron con el comienzo de la difusión comercial en la argentina de la movida musical “bolichera” fundamentalmente ligada a la música para bailar y el entretenimiento. Esto explica la llegada a la Argentina y la difusión por TV de artistas afro norteamericanos y afro caribeños de música disco como Earth, Wind and Fire, Instant Love, Boney M, Village People y, el por ese entonces no muy politizado, Eddy Grant. También la repercusión de la obra de Bob Marley del que se difundían sus temas más “light” y que años después sería objeto de un descubrimiento más completo de su legado musical en la Argentina.

El pre-deshielo de la dictadura comenzó a traer algunas novedades. El programa Música Total que ATC (ex canal 7) comenzó a emitir en 1980 como una expresión de cultura juvenil permitida por la dictadura (la despolitizada movida de la música disco), reeditando la tradición exotista de los programas juveniles de los 60 y 70, incluyo un atlético muchacho negro entre los adolescentes que intentaban hacer algo parecido a bailar frente a la cámara. En 1980 Rock RA (Canal 13), el primer ciclo dedicado al rock nacional que la televisión de la dictadura permitió, y se emitió de manera regular durante un año o algo más, conto con un animador afro, el ya mencionado Rubén Rada que le imprimió un humor trasgresor poco habitual al ciclo. La reaparición de “programas populistas”, al estilo de los que habían sido populares a comienzos de los años 70, significo también cierta presencia de rostros negros y una estética afro en la pantalla. Una presencia importante de músicos, cantantes y bailarines negros, presentados de manera estereotipada (vestidos como “mariscales de Uganda”, compadritos antillanos o nativas africanas) caracterizo al exitoso ciclo de concursos de bailes Venga a bailar que se emitió en Canal 9 conducido por Sergio Velazco Ferrero (1980-1983). Un programa ómnibus más ligado a la tradición del populismo rosa como Sábados de la bondad (1984) que se emitía por el canal 9, re privatizado de 1983, también presento no pocos intérpretes y agrupaciones argentinas y extranjeras que recreaban ritmos afros. Incluso alguna aparición del legendario tanguero Alberto Castillo que acompañado de bailarines pintados de negro re edito algunos números musicales candomberos de sus filmes de los años 40 y 50. Artistas afro americanos ejecutando sus ritmos característicos solían aparecer de vez en cuando en La noche del Domingo y otros ciclos que el polémico productor Gerardo Sofovich puso en pantalla durante tres décadas en la televisión de aire criolla. El pop mundial también hizo su aporte a la popularización de una estética afro en la TV argentina. Quien no se acuerda del exitoso ciclo Bailando con Michael Jackson que a caballo de la jacksonmania que siguió al lanzamiento del videoclip Thriller (1983) comenzó a emitirse por canal 9 en 1984. Por este ciclo conducido por el crítico e historiador del cine Domingo Di Nubila pasaron montones de adolescentes bailando una mezcla de música disco y break dance e imitando la estética “Frankesteniana” de Michael Jackson incluyendo la cara tiznada.

Imagen 5. El músico afro uruguayo Rubén Rada
Imagen 5. El músico afro uruguayo Rubén Rada

Pero los años 80 asistieron a un fenómeno de crecimiento de la presencia musical afro argentina y afroamericana en la televisión con rasgos más originales y rupturistas. El auge del Rock nacional, a partir de la guerra de Malvinas, aportaría un eje importante para un renacimiento de la música popular a partir de una serie de diálogos entre distintos géneros, tradiciones, etc. El rescate por el Rock ochentoso de algunas expresiones del tango, candombe, la murga, blues y el posterior auge del reggae favorecieron ese proceso. De pronto el rock se pintaba de negro y eso repercutía de distintas formas en el medio televisivo. Es en este marco que ganarían espacio una serie de músicos y agrupaciones que cultivaban ritmos afroamericanos, algunos de ellos afro descendientes. Quizás el ciclo de canal 13 Badia y compañía, una versión “progre” y políticamente correcta del clásico programa ómnibus de los sábados a la tarde, haya sido el espacio principal de estas nuevas expresiones musicales afro y afro americanas en la pantalla. Por su escenario pasaron Rubén Rada, Beto Satragni y su grupo Raíces, Makumaguela, Telmosan, Los Pericos, murgas uruguayas, etc. Amén de una recurrente y canoníca emisión hasta el cansancio del videoclip USA for África en el cual un conjunto de cantantes norteamericanos, afro norteamericanos y blancos, cantaban para juntar fondos para las víctimas del hambre en el mal llamado “continente negro”. A nivel internacional era la época de los grandes recitales solidarios con las causas justas. En los programas de videos, que se iban incorporando a la cotidianeidad televisiva, se comenzaron a ver clips bastantes politizados de Eddy Grant, Bob George, Ub-40, Peter Gabriel o Bob Marley con letras contra el racismo y el apartheid apoyadas en fuertes imágenes, dramatizadas o documentales, de negros combatiendo por sus derechos. En 1988 la realización de la Argentina del festival de Amnesty Internacional en el estadio River constituyo un evento de difusión masiva en la pantalla chica argentina. Su punto culminante fue cuando Peter Gabriel canto su canción de homenaje al luchador sudafricano Steve Biko.

Imagen 6. Imágenes del Show de Michael Jakson y su conductor Domingo Di Nubila
Imagen 6. Imágenes del Show de Michael Jakson y su conductor Domingo Di Nubila

A comienzos de los 90 las bandas de adolescentes se peinaban con rastas y aprendían a tocar marimbas y berimbaus. Tendencia que incluso fue objeto de cierta satirización en la canción Camarón Bombay de Divididos. Nacía una estética afro porteña for export. El nuevo fenómeno del video música fue uno de sus principales canales. La mencionada tendencia de pintar un “Buenos Aires negro para exportar” es visible en el exitoso videoclip Matador de los Fabulosos Cadillac (1994) que escenificaba una estética afro porteña, pensada para el mercado latinoamericano, y que vendía la imagen de una Buenos Aires contemporánea, marginal y más negra que la de la vida real. En los últimos veinticinco años el fenómeno de rescate juvenil y barrial del carnaval popular, la tradición murguera y candombera, y su repercusión en los medios, también jugó un rol en la visibilización de ciertos elementos culturales afros en el medio audiovisual argentino. La democratización a partir de los 90 del acceso de las nuevas bandas de rock a la placa musical, a caballo del fenómeno del CD pero también por una mayor grado de difusión en la pantalla chica, contribuyo a etnicizar aún más el panorama de la música popular contemporánea. La reproducción de clips televisivos en sitios de internet a partir de la explosión de la web a mediados de los años 90 contribuyo a acentuar más dicho proceso.

La expansión de las señales de cable de música latina ha ayudado a instalar con más fuerzas las expresiones musicales afro americanas en la televisión local. Produciendo en el último decenio y medio un desplazamiento del protagonismo que hasta ese entonces había tenido la música afro anglófona hacia ritmos afro latinos: hip-hop, regatón, salsa, etc. Las imágenes del raper afro norteamericano, del bailarín de break neoyorkino y del rasta antillano fueron parcialmente sustituidas por la del Pity yanqui trigueño, machito de discoteca, que habla en spanglish mientras su girl le hace el “perreo”.

A partir de los años 90 la aparición de ciclos televisivos orientados al rescate de la historia del Rock Nacional (Rock and Roll, La Cueva, LP etc) le agrego una dimensión nueva al rescate de elementos afro en las raíces y la trayectoria del género. También la aparición de algunas nuevas bandas con integrantes afroamericanos (El giro afro de Todos tus muertos, a partir de 1992, la banda femenina Black and Blues (1993), la banda pop Mambru (2002)) u orientadas al rescate y fusión de los ritmos afros (Los Cafres (1987), Caramelo Santo, 1992). Grupos todos que tuvieron cierta presencia en la televisión de aire y cable. En los últimos años una figura de cierta relevancia en la difusión de ritmos latinoamericanos y la recreación de sus raíces ha sido la del El Bahiano (Fernando Luis Hortal), cantante de la banda de reggae y ska Los Pericos que a partir de 2004 condujo varios ciclos televisivos sobre ritmos latinoamericanos convirtiéndose en una nueva presencia afro argentina en la pantalla chica.

Imagen 7. Los Pericos. En el centro el cantante “El Bahiano”
Imagen 7. Los Pericos. En el centro el cantante “El Bahiano”

Un tema de más difícil evaluación es la irrupción en el medio televisivo de la música bailantera y la movida tropical entre fines de los años 80 y la década del 90 y su posible relación con cierta extensión de la presencia de musical afro. En general tanto por las raíces musicales (ritmos colombianos, mexicanos, cumbia amazónica, cuarteto cordobés, etc.), como por el campo simbólico que lo rodea y por la adscripción étnica de intérpretes y consumidores el medio de la bailanta está más cerca de la identificación con el mundo del mestizaje de baja intensidad de los cordones suburbanos. No obstante la presencia dentro de estas formas musicales hibridas de algunas influencias musicales de raíz afroamericana, la coincidencia en el publico bailantero de ciertos consumos musicales más afro, así como de formas de indumentarias y otros elementos visuales que recuerdan a distintos ámbitos de la música afroamericana no pueden pasarse por alto. El estereotipo, que los programas ómnibus de música tropical ayudan a reproducir, del cantante bailantero cínico, atorrante y seductor serial de mujeres mantiene una íntima relación con la imagen del “padrote” afroamericano que difunde la video música de clips afro latinos. La convivencia de los nuevos migrantes afro peruanos y afro dominicanos con el clásico público “cabeza” en las pistas de baile del conurbano se prolonga, hasta cierto punto, frente a la pantalla del televisor.

 

Genero y raza: vedettes, manequens y Venus esclavas

Cierta presencia femenina afroamericana estuvo presente en la televisión argentina desde los años 50 a través de la aparición en la pantalla de bellas mujeres afroamericanas principalmente vedettes pero también cantantes. Es el caso de la ya mencionada actriz y cantante afro argentina Rita Montero que luego de una dilatada trayectoria en el cine nacional (María de los Ángeles, Juvenilia, El Grito Sagrado, etc.) actuó en varios ciclos televisivos en los años 50 y 60 amen de tener también cierta actuación como vedette en el teatro de revistas y en algunos programas musicales de la TV. En este rubro la presencia de mujeres afro americanas también fue más relevante que la de sus colegas afro argentinas. La televisión argentina no llego a contar con la presencia de las Mulatas de Fuego, un legendario conjunto de pulposas vedettes cubanas, cuya actuación en los teatros porteños en 1954-1955 llego a provocar hasta protestas de la Acción católica y que también participaron de algunos filmes argentinos de esos años. No obstante las mentadas mulatas dejaron su impronta en cierto imaginario erótico de la Argentina de mediados del siglo pasado. De la mayor de las Antillas llegarían no pocos aportes femeninos sexys a la pantalla chica durante sus años épicos. En la década del 60 se destacó en el Canal 13, propiedad del empresario cubano “gusano” Goar Mestre, la coreógrafa y vedette afro cubana María Magdalena que actuó en numerosos ciclos musicales (La revista de Dringue, Casino, espectaculares de tipo revisteril, etc.) de esa emisora en compañía de vedettes locales. Esta presencia de vedettes negras esculturales en la pantalla era una continuación de una formula exitosa en el teatro de revistas de la época donde eran muy comunes los cuadros de “candombes”, “rumbas”, etc. presentados como híbridos de distintas formas musicales y coreográficas. Durante los años 70 comienza a detectarse cierta presencia en los programas de moda y alta costura de elegantes modelos afroamericanas. En la misma época en las que en Estados Unidos y Europa aparecían las primeras mises y top models negras la pantalla chica porteña sigue, en este tema como en tantos otros, el criterio de los mass media del viejo mundo.[5] Quizás la figura femenina de origen afro que primero despunto en la televisión argentina, más allá del campo de la danza o la música, haya sido la actriz y modelo afro brasileña Anama Ferreira que también cumplió el rol de “actriz negra de auxilio” en algunos programas de ficción de la época. Entre un tropel de modelos blancas, mayormente rubias, algunas manequens negras aparecieron en la pasarela del ciclo El arte de la elegancia del modista Jean Cartier que se emitió durante más de tres décadas. Primero en canal 7 y luego en canal 9. En los años 90 algunas modelos afro americanas pasaron por el ciclo El mundo de Ante Garmaz conducido por el modelo y diseñador homónimo en ATC.

Imagen 8. La modelo afro brasileña Anama Ferreira
Imagen 8. La modelo afro brasileña Anama Ferreira

Los programas de humor que trabajaban con ciertos estereotipos sexistas, muy comunes a partir de los años 80 y 90 (Café Fashion, La peluquería de Don Mateo, Ritmo de la Noche), comenzaron a poblarse de esculturales mujeres afro americanas que por lo general aparecían con muy poca ropa. Cierta erotización del clásico teleteatro lacrimógeno trajo desde fines de los 80 la irrupción de novelas brasileñas, por lo general ambientadas en tiempos del esclavismo fluminense, con algunas actrices afro brasileñas que se hicieron famosas en el sub género cinematográfico de la “porno chanchada”, haciendo el papel de mujeres fatales en la pantalla chica.(La esclava, Dona Beija, Niña moza, Xica Da Silva). En la televisión post moderna de comienzos de este nuevo milenio algunas bellezas afros, junto a algunos apolíneos mancebos trigueños, han aparecido mostrando mucha epidermis en algunos reality shows y en los ciclos del productor Marcelo Tinelli que mezclan el humorismo populista con certámenes de bailes. La inclusión de los desfiles de modas de un formato televisivo que comenzaron a atraer a públicos amplios en los últimos años del siglo XX también incluirían la aparición de algunas modelos negras mayormente extranjeras. Nos referimos a la típica “TV careta” con programas veraniegos transmitidos desde Mar del Plata y Punta del Este. En el año 2000 la realización de un evento de modas en la escalinata de la Facultad de Derecho de la UBA reunió a la modelo top Argentina Valeria Mazza, la alemana Claudia Schiffer y la afro británica Naomi Campbell. En este desfile televisado en horario central, el paso de la modelo argentina, casi como una representante nacional, frente a sus colegas europeas, una negra (que como representación de las mujeres británicas no dejaba de tener un cierto sabor “colonial”) y una blanca, fue saludado por la audiencia a partir de un código más propio de una tribuna de futbol (cantitos bullangueros, silbidos, etc.) que de los clásicos asistentes a un desfile de alta costura.

 

Cocheros, lavanderas y negritos discriminados en la ficción

Al igual que en otras áreas del quehacer televisivo en la ficción la oposición negros de afuera/negros de adentro ha sido más que relevante. En los programas de ficción extranjeros que se veían en la Argentina (“latas” según la jerga del medio) la presencia de hombres y mujeres negros fue siempre relevante. Desde los años 60 las películas y series norteamericanas que se emitían en la Argentina estaban llenas de rostros negros reflejando la indisimulable irrupción del problema racial en ese país. A caballo de la necesidad de enviar un meta mensaje políticamente correcto las tiras televisivas norteamericanas comenzaron a incluir a algún personaje de reparto afro norteamericano o situaciones argumentales que escenificaban alguna situación de tipo racial que siempre se resolvía de la manera adecuada. Las series detectivescas, de espionaje o policiales comenzaron a incluir un personaje negro como colaborador secundario (Manix, Misión imposible, Patrulla juvenil, Los aventureros, Mujer Policía, etc.) como una reproducción mediática de la política de las “cuotas étnicas para las minorías”. De la misma manera las series ambientadas en el lejano oeste comenzaron a incluir situaciones de racismo que involucraban a afro americanos (Bonanza, Kung Fu, El gran chaparral, La Familia Ingals). Las clásicas telecomedias familiares norteamericanas de los años 60 también comenzaron a incluir situaciones de discriminación que derivaban en una moraleja de tipo integracionista no ausente de moralina paternalista (El show de Dick Van Dike, El Show de Doris Day, Mis adorables sobrinos, etc.). Fenómeno que también incluyo series del sub genero familiar más orientadas al estilo testimonial melancólico (Family). Años después en los 80 y 90 las series televisivas norteamericanas que se veían en la Argentina conocieron un giro importante. En los años del reganismo comenzaron a conocerse series familiares que reflejaban una imagen entre pseudo transgresora y light de las relaciones raciales en Estados Unidos. Su argumento giraba alrededor de familias racialmente mixtas como el caso de la muy exitosa en nuestro medio: Blanco y negro que se vio durante varios años en canal 13. O alrededor de la vida de familias negras de clase media alta integradas al sistema como la comedia Los Jefferson que se vio un par de temporadas en canal 7 y la más exitosa la Familia Cosby que se vio por canal 9 a partir de 1986. Siempre a tono con los tiempos la TV yanqui que se acercaba al fin del siglo XX comenzaría años después a incluir en sus tiras de temática familiar o cotidiana algún pariente gay de la familia, como antes había incluido algún miembro negro del equipo de trabajo. Fenómeno que el éter argentino copiara de su seminal par yanqui al contrario de lo que había pasado anteriormente con la explotación comercial de los problemas de las minorías raciales.

Que pasó a través de las décadas en los programas de ficción argentina en relación a los rostros y cuerpos negros? En los contenidos de ficción de la televisión criolla es donde puede apreciarse mejor el encasillamiento y la esterotipación de la figura de los afro argentinos así como su posición marginal en programas de ficción ambientados en tiempos contemporáneos. La presencia de actores y personajes negros en los programas de ficción, de ambientación nacional, ha sido cuantitativamente menos importante que en otros formatos que venimos analizando. El caso de mayor continuidad en la pantalla chica argentina de la inclusión de un personaje afro argentino y sus circunstancias fue el del niño negro Cirilo Tamayo del teleteatro infantil Jacinta Pichimahuida (Llevado al cine en 1987 con el título de Jacinta Pichimahuida se enamora de Enrique Cahen Salaverry) que se vio en varias temporadas entre la década del 60 y 90 en varios canales de aire, con títulos alternativos (Señorita maestra) y con distintos elencos. Esta tira debida a la pluma del prolífico guionista cinematográfico, teatral y televisivo Abel Santa Cruz constituye uno de los pocos casos de escenificación de una situación de racismo contra los afro argentinos en la pantalla chica criolla. La acción de esta tira de tono paternalista, moralizante, llena de estereotipos y lugares comunes de la literatura infantil más ramplona, transcurría en una escuela primaria donde el pobre Cirilo (Negro/pobre/bueno) era continuamente discriminado por su compañera de clase Etelvina (Rubia/rica/mala). Esta representación sensiblera y obvia de una situación racista, casi como tomada de una tele-comedia familiar yanqui de los años 60, era de resolución políticamente correcta ya que el racismo de la blonda Etelvina no podía estar presentado en términos más antipáticos. Lo cual no quita que, por oposición, ante la soberbia Etelvina, Cirilo era el estereotipo de un negrito pavote eternamente enamorado de la rubia linda que lo despreciaba. Buen ejemplo de cómo lo políticamente correcto puede encubrir la reproducción del estereotipo que confirma el prejuicio.

Imagen 9. Jacinta Pichimahuida y sus “blancas palomitas” entre ellos el negrito Cirilo Tamayo
Imagen 9. Jacinta Pichimahuida y sus “blancas palomitas” entre ellos el negrito Cirilo Tamayo

Durante los años 60 y 70 era común la aparición de personajes negros o mulatos (mayormente actores pintados) en los teleteatros de época ambientados en los años de la independencia o en el Buenos Aires del 900. El actor afro argentino Rey Charol fue un eterno abonado de las ficciones televisivas donde hacía falta un “actor negro de auxilio” cumpliendo en solitario, el rol que el actor afro argentino Vicente Álvarez (Azahares rojos, Su mejor alumno, Historia del 900) había cumplido en la industria cinematográfica de las grandes décadas del cine argentino. Así Rey Charol apareció en numerosos teleteatros de Abel Santa Cruz haciendo de cochero y roles por el estilo, amén de haber interpretado también al padre del pobre Cirilo. En los años 80 en el teleteatro El Oriental (también con guion de Abel Santa Cruz) Rey Charol encarno a un personaje negro con un poco más de entidad. Un payador afro uruguayo que era el tío de “El Oriental” (Interpretado por el actor Alberto Mendoza que difícilmente pudiera pasar por un mulato como se suponía que era el personaje de la novela) un carismático hombre de la noche y levantador de apuestas afro uruguayo radicado en el Buenos Aires de los años del segundo gobierno de Yrigoyen. A partir de los años 80 paso a cumplir el rol de “actor negro a mano” el músico afro uruguayo Rubén Rada que apareció haciendo de embajador de algún pais africano o algún otro rol de ese tipo en ciclos humorísticos post dictadura.

Imagen 10. El actor afro argentino Rey Charol
Imagen 10. El actor afro argentino Rey Charol

Una aparición humorística de un personaje afro se dio en la serie animada Clemente. Se trataba de un micro programa protagonizado por el personaje de historieta homónimo creado por el dibujante Caloi y con guiones televisivos de Alejandro Dolina. Este personaje, algo parecido a un ave, pero sin alas ni brazos, fue llevado a la TV con motivo del mundial de España 82 haciendo una sátira de las distintas hinchadas de cada país con sus cantitos de tribuna. Uno de los personajes que lo acompaño era el Hincha de Camerún, una especie de Clemente negro con un hueso atándole el cabello que cantaba solitario en la tribuna; Bubumbumbum, Burumbumbum yo soy el hincha de Camerún! Así la televisión argentina represento a la parcialidad de la ignota selección africana que, inesperadamente, venció a la Argentina en el mundial de España. La televisión de los años 90, más ligada al modelo de entretenimiento, pero también más globalizada, comenzó a incluir más la representación de personajes negros pero por lo general vinculados a situaciones de tipo internacional. En los años 90 en los programas del mítico humorista político Tato Bores aparecía un personaje, representado por un actor afro brasileño, que se quejaba de que siempre lo “encasillaban por su condición de negro” y le ofrecían hacer papeles de ordenanza, cocheros y cosas así. En un episodio muy gracioso el “negro encasillado” para mostrarle sus virtudes dramáticas a Tato Bores apareció caracterizado como Nelson Mandela y cuando estaba en plena arenga contra el Apartheid un grupo de actores vestidos como policías sudafricanos lo molieron a golpes de machetazos. En los años 90 el humorista y publicitario Jorge Ginzburg, con el clásico expediente de pintarse la cara de negro, represento en clave satírica a un personaje afro: El predicador negro del “Club dos con cincuenta” un pastor electrónico estafador e inescrupuloso. Pero se trataba de una sátira a las llamadas “multinacionales de la fe” alejada de cualquier estereotipo racista contra los afroamericanos.

Imagen 11. Jorge Guinzburg interpretando al pastor del Club 2,50
Imagen 11. Jorge Guinzburg interpretando al pastor del Club 2,50

Al igual que lo que señalábamos en relación a la desigual presencia de músicos negros extranjeros y afro argentinas existió en el campo periodístico una asimetría en el espacio concedido al tratamiento de problemas externos de países con poblaciones negras en relación con el tratamiento de la realidad de la población afro argentina que fue conspicuamente ignorada. Con diferencias, según los climas políticos que se iban sucediendo, el campo periodístico de la TV criolla se ocupa profusamente, desde los años 60, de los problemas de los países africanos que se independizaban, de la lucha de los negros norteamericanos por los derechos civiles, etc. Las imágenes de los presidentes africanos con sus vistosas ropas tradicionales hablando en la ONU o en foros de los países del tercer mundo eran una postal recurrente de los noticieros de la época. También los motines raciales en Estados Unidos. La imagen de los atletas afro norteamericanos saludando con el puño en alto en señal de protesta en el podio de las olimpiadas de México de 1968 recorrió el mundo y también llego a las pantallas argentinas. Debe tenerse en cuenta que a fines de los años 60, gracias a las transmisiones vía satélite, el campo periodístico audiovisual comenzaba a internacionalizarse de una manera sin precedentes. La profusa coberturas de temas que dominaban la agenda mundial como la guerra de Vietnam o el conflicto en medio oriente también hacia conceder algún espacio a conflictos como la guerra de Biafra que en el bienio 1969-1970 ocupó un lugar nada desdeñable en los noticiarios argentinos incluyendo programas especiales compilados con material periodístico de origen internacional. Durante la primavera política de 1973-1974 un cierto aire tercermundista atravesó la televisión que se acababa de estatizar. En 1974 el canal 11 de Buenos Aires, estatizado, envió un equipo periodístico a Sudáfrica a documentar la realidad del apartheid que fue tratada en un ciclo de análisis de los problemas internacionales. Como veremos más adelante ni siquiera el periodismo deportivo se mantuvo ajeno a este clima.

Durante la dictadura militar el clima del tratamiento periodístico de los temas internacionales tuvo, obviamente, otro tono. Cualquier referencia favorable a las luchas por la liberación en países coloniales o semi coloniales desapareció. Pero eso no significo que los problemas africanos o del racismo en Estados Unidos no fueran tratados por la televisión argentina estatal y oficialista. Aun en la televisión de la dictadura el racismo, que se suponía era un problema que solo afectaba a lugares lejanos a nuestro país, era presentado, generalmente, como algo injusto aunque sin profundizar jamás en sus causas y en sus consecuencias sociales. Queremos llamar la atención sobre el impacto que tuvo en el año 1978 la emisión en el Canal 13 de Buenos Aires de la miniserie de ficción norteamericana Raíces y el tratamiento que le dio el periodismo de dicha emisora como parte del dispositivo publicitario que rodeo el lanzamiento del ciclo. La históricamente no tan rigurosa saga familiar del escritor afro norteamericano Alex Haley, desde los tiempos de su antepasado Kunta Kinte secuestrado por los negreros en Gambia en el siglo XVIII, tuvo un altísimo nivel de audiencia en la Argentina. Lo mismo la segunda parte de la saga que se transmitió al año siguiente. La publicidad y la reseña de la emisión por los programas periodísticos del canal de aire (que incluyo entrevistas a Alex Haley realizadas por un enviado especial a Estados Unidos) controlado por la armada y convertido en un feudo mediático del almirante Masera, loaba los méritos del ciclo que mostraba la injusticia de la esclavitud y el racismo. En un país donde se desaparecía gente y se las torturaba de la manera más infame las imágenes de ventas de seres humanos, de feroces castigos a los esclavos y hasta de abuso sexual a las esclavas podían ser vistas normalmente en la pantalla ya que su acción pasaba en otra época y muy lejos de nuestro territorio. No obstante esta demostración de “amplitud” conocía límites bien marcados. En la transmisión de Raíces se cortaron los fragmentos en que se veía una revuelta de los esclavos dentro de un buque negrero y otros fragmentos de la miniserie donde se reseñaba la revuelta de Nat Turner sucedida en Carolina del Sur en 1832. La miniserie en su versión completa solo pudo ser vista en los años 80. En la Argentina de la junta militar se podía mostrar la crueldad del racismo y la esclavitud pero lo que no se podía mostrar, bajo ningún concepto, era la revuelta colectiva contra la injusticia. En 1979 la proyección en canal 11 de la miniserie norteamericana King, sobre la vida del luchador por los derechos de los afro norteamericanos Mártir Luther King, fue presentada en iguales términos de corrección política que Raíces.

Volviendo al campo periodístico televisivo propiamente dicho no puede pasarse por alto que en la segunda mitad de la década del 70 la incorporación del video (las famosas máquinas de mirar) favorecía una internacionalización “cámara en mano” del campo periodístico. Los ciclos de la televisión que incorporaban la novedad de la video cámara salían por el mundo para “reflejar” la realidad mundial. El ciclo Video Show de canal 11 mostraba postales turísticas de distintos países africanos y de algunos paraísos turísticos de la Antillas. Los dictadores pintorescos de algunos países africanos como Idi Amín o Jean Bedel Bokassa eran abonados de los noticieros de tiempos de la dictadura. Se los mostraba como personajes crueles, autoritarios y ridículos pero sin intentar ningún análisis del contexto en el que había surgido este tipo de regímenes dictatoriales. El exitoso ciclo Mónica Presenta de Canal 13 envió un equipo periodístico a cubrir la guerra entre Uganda-Tanzania en 1979. Al año siguiente el periodista de Canal 13 Roberto Maidana cubrió la revuelta racial que se produjo en Miami cuando los barrios afro americanos de la ciudad estallaron en una protesta violenta contra la presencia de los “Marielitos”, migrantes cubanos que salieron masivamente de su país rumbo a Estados Unidos. En 1980 durante la visita del presidente de la “dicta blanda” brasileña José Figueredo y su entrevista con el dictador Videla ambos gobiernos suscribieron una declaración elogiando el fin de régimen de minoría blanca en Rhodesia/Zimbawbe e instando al gobierno sudafricano a avanzar hacia la superación del sistema del apartheid. Toda la televisión estatal, bajo el control política del gobierno militar, resalto la vocación anti discriminatoria de la dictadura militar Argentina que mantenía más que amistosas relaciones con el régimen racista de Sudáfrica incluyendo intercambio de misiones militares.    

Luego del fin de la dictadura otro tipo de discursos se instalaron. El campo periodístico de la televisión, que seguía siendo mayormente estatal, se encuadraba en el discurso de la reivindicación de la pertenencia argentina al movimiento de países no alineados, la superación de la política de bloques y el dialogo sur/sur. No es este el lugar para analizar el grado de coherencia en los hechos de esta orientación de la política exterior argentina en los años de la democracia de baja intensidad. El periodismo de la televisión Argentina trato los problemas de África apoyando la superación del Apartheid en Sudáfrica, defendiendo el proceso que llevaría a la independencia de Namibia y hasta tratando, con relativa benevolencia, la intervención cubana en Angola y Etiopia. De la misma manera, acorde con las posiciones oficiales de la diplomacia del gobierno de Alfonsín, se condenó desde la pantalla chica la intervención norteamericana en la isla caribeña de Grenada en 1984. El proceso revolucionario que derroco a la dictadura de Baby Doc en Haití en 1986 fue mostrado como una lucha por la democracia por la televisión pública argentina. El rompimiento de las relaciones diplomáticas entre Argentina y Sudáfrica en 1986 fue también señalado como un relevante aporte de la “democracia Argentina” a la lucha contra el racismo en África del Sur.

Lo curioso es que pese a esta fuerte presencia en la televisión argentina de los problemas que se sucedían en países con mayoría de población negra ese tratamiento no concitara un crecimiento proporcional del interés por el problema de los afro argentinos en el presente de la sociedad local. En la televisión estatal de la democracia de baja intensidad de los años 80 no era extraño que algunos ciclos de “análisis” como los que conducían Félix Luna y Pancho Ibáñez o en algunos ciclos de documentales sobre realidades ocultas de la sociedad argentina se plantearan interrogantes como que “paso con los negros en la Argentina” o cosas así. Pero planteados, por lo general, como un interrogante simpático y quizás sin profundizar mucho en el tema. Casi como la invocación a un lugar común que recibía un tratamiento de historia escolar. El cambio de la perspectiva discursiva de la política exterior argentina durante el gobierno de Carlos Menen, con la teoría de las “relaciones carnales”, marco un punto de inflexión parcial en los tratamientos de los problemas de los países “negros” en África o América. Pero el cambio no fue tan extremadamente retrogrado como pudiera pensarse a priori. El clima general de reivindicación indiferenciada y celebradora de los derechos humanos en el mundo de la post guerra fría marcaba un límite a lo políticamente no correcto. En una televisión que ahora ya no era mayormente estatal pero que adscribía férreamente al llamado “discurso único” neo liberal temas como el fin del apartheid en Sudáfrica o la rebelión racial de los Ángeles (1992) fueron, por lo general, tratados como rémoras de situaciones injustas que debían erradicarse del mundo moderno, previsible y sin rupturas, que nacía de las ruinas del “Muro de Berlín”. Mensaje difundido por el mismo periodismo que, en términos generales, avalo la Guerra del Golfo, la invasión norteamericana a Panamá y la intervención yanqui en el caótico Haití de fines del siglo XX.

En lo concerniente a la visibilidad de los afro argentinos y sus problemas no sucedía mucho de nuevo. Los 90 fueron los años del impacto de los talk shows y el aprovechamiento comercial de ciertos formatos que se basaban en los testimonios de la “gente común” que tomaba la palabra. Esto incluyo la aparición en la agenda televisiva de temas hasta entonces considerados tabús y de cierta presencia mediática de fenómenos ligados a la marginalidad social y a grupos mal afamados de la sociedad Argentina. Pero la palabra legitimada por el sistema de signos de los talk shows era la de clase media porteña mayormente euro descendiente que expresaba sus temores, angustias y frustraciones en términos que no contemplaban ninguna solución que no fuera individual.[6] En el campo periodístico la aparición del comunicador afro argentino, de ideas conservadoras, Oscar González de Oro agrego un nuevo rostro negro al establishment televisivo, amén de algunas ideas bastante “oscuras”, a la “caja boba” nacional.

Imagen 12. Oscar González de Oro. El discurso conservador con rostro afro argentino
Imagen 12. Oscar González de Oro. El discurso conservador con rostro afro argentino

 

A la derecha de la pantalla! Gronchos vs cabezas en el campo deportivo

Sin duda el campo del periodismo deportivo audiovisual en nuestro país ha tenido un peso específico nada desdeñable en la instalación de discursos e imaginarios durante las últimas décadas. Aparte de las polémicas y complejas relaciones que a través de los años se han tejido entre las grandes capillas del periodismo deportivo con los poderes políticos de turno. A nuestro juicio cualquier análisis del campo periodístico deportivo audiovisual en la Argentina no puede dejar de tener en cuenta que desde la “globalización” acelerada de las comunicaciones que se produjo en los años 90 (expansión de las grandes cadenas transnacionales) el periodismo deportivo es una actividad con pautas, criterios, formatos y ordenadores internacionales. Con sus especificidades propias del medio local el periodismo deportivo argentino hoy es tanto desde el punto de vista empresarial como desde el punto de vista semiótico o de los contenidos que difunde una sección del periodismo deportivo mundial. Pero para llegar a este punto hubo todo una historia previa.

En lo concerniente al tema que nos ocupa comencemos por decir que no existen elementos de peso que puedan señalar elementos de racismo anti afro en el periodismo televisivo que, a lo largo de los años, se ocupó de reseñar los deportes masivos en la Argentina. No obstante creemos que la mirada de los deportistas de color en la televisión como representación social da mucha tela para cortar. Empezando por el futbol, el más popular de todos los deportes de nuestro país, es bueno señalar que en general el periodismo deportivo siempre cultivo, de la boca para afuera, un estilo políticamente correcto en lo concerniente a las relaciones deporte/sociedad. Condena “canoníca” de los actos de violencia entre las hinchadas, condena del juego brusco, condena al uso de doping por jugadores, condena a los manejos extorsivos de los barras bravas, etc. Creo que no hace falta volver a aclarar que estamos analizando discursos y no las conductas detrás de ellos. Si en los últimos años han surgido polémicas por las actitudes racistas de algunas hinchadas (los famosos cantitos de tribuna) el periodismo televisivo también tomo sesuda y correcta distancia de ellas. Yendo más atrás es bueno resaltar que nunca en la reseña de campeonatos internacionales de clubs o de selecciones el enfrentamiento de equipos y seleccionados argentinos con similares de países con población afro han dado lugar a una demagogia de tipo racista como si existió, e incluso existe, en cierto periodismo deportivo sensacionalista de otros países. Si por fines comerciales el periodismo televisivo adopto muchas veces cierta demagogia de tipo chauvinista esta no se apoyó en oposiciones de tipo racial. Ni siquiera la prolongada rivalidad deportiva de Argentina-Brasil genero discursos de tipo claramente racistas en la pantalla chica.

El futbol internacional televisado en la era del satélite, inaugurada con el mundial de México 70, rodeo a los campeonatos internacionales de un cierto sabor étnico cultural que la imagen catódica retransmitía de manera casi inmediata. Quizás la imagen más fuerte en ese sentido sean las populares y mediáticas ceremonias de apertura con el esfuerzo del país anfitrión de representar una síntesis de su perfil cultural-histórico adaptado a los paladares del mercado televisivo. Este espectáculo incluye las delegaciones artísticas de los países competidores proyectando una imagen de su propio perfil étnico-cultural en la escena mediática mundial. Puede señalarse como un dato curioso que la aparición por primera vez de un seleccionado africano sub sahariano como el de Zaire (Actual República del Congo) en el mundial de Alemania en 1974 provoco en la televisión argentina más curiosidad por la delegación artística de ese país, vestida de nativos bantú y bailando ritmos autóctonos que acompaño a su seleccionado, que el deslucido papel deportivo que le cupo al equipo del Zaire. Ya mencionamos en otra parte la caricaturización, entendemos que no hostil, de la hinchada camerunesa por el microprograma de Clemente en el mundial 82. En los años más recientes los enfrentamientos de Argentina con aguerridos equipos africanos como Ghana o Nigeria no fueron acompañados desde la pantalla por la ridiculización del rival ni nada parecido. Durante las Olimpiadas de 1996 el asesinato de un afro-brasileño que festejo un gol de Nigeria contra el seleccionado Argentino durante una gresca en un bar fue canónicamente condenado como un acto de intolerancia por la TV criolla.[7] El mundial del 2010 en Sudáfrica, con toda su parafernalia etnicista y su meta mensaje de ser el mundial de todo el continente africano, tuvo un tratamiento en la TV criolla, encuadrado en un estilo paisajístico-turístico y políticamente correcto (“el país que supero el apartheid”) que se sumaba a lo estrictamente deportivo.

Queremos llamar la atención sobre un episodio puntual de la televisión argentina globalizada de comienzos del tercer milenio que permite apreciar un juego de representaciones complejas entre deporte/nacionalidad/raza/clase. En el año 2005 el programa La noche del 10 dirigido por el astro de futbol Diego Maradona se convirtió en un fenómeno mediático notable. Se trataba de un programa con un fuerte esfuerzo, financiero y técnico, de producción justificable, en términos económicos, porque se trataba de un programa “para exportar”. En la primera emisión de este ciclo el ex jugador estrella de la selección argentina le realizo una entrevista al astro de futbol afro brasileño Edson Arantes Do Nascimento “Pele”. La llegada Do Rey pele estuvo precedida por una vedette vestida como sambista que traía una pancarta que decía “Ya viene Pele” casi como concediéndole un status de representación diplomática al invitado. Maradona y Pele hablaron de diferentes tópicos vinculados a sus trayectorias profesionales y a la repercusión mediáticas de sus problemas personales. Incluso Pele tomo una guitarra y mostro sus discretas habilidades como canta autor aficionado. Esta especie de encuentro futbolero argentino-brasileño “en la cumbre” se presta a una jugosa lectura desde este lado de la pantalla. Ambos países podían exhibir un capital simbólico acumulado como potencias futbolísticas de Sudamérica a través de los dos jugadores considerados los mejores del mundo en su disciplina. Pero aparte ambos créditos nacionales eran el testimonio del ascenso social de personas que habían formado parte de los sectores marginados de cada sociedad. Lo anterior en una imagen que combina lo étnico y lo clasista. Las dos potencias futbolistas del sub continente (países que en sentido más amplio se han pensado, mutuamente, como el “Otro” de sí mismo) estaban representadas por dos lúmpenes nacidos de los barrios marginales y que se convirtieron en multimillonarios, niños mimados del jet set, estrellas mediáticas y hasta se codearon con líderes políticos mundiales. El “cabeza” Maradona y el “negro” Pele atestiguaban que tanto el “crisol de razas argentino” como “la democracia racial brasileña” eran la fuentes de la “movilidad social ascendente”. En la Argentina el potrero de la villa saca cracks y en Brasil lo hace la playita arenosa aledaña a la favela.

Imagen 13. Diego Maradona y Pele: un encuentro en la cumbre
Imagen 13. Diego Maradona y Pele: un encuentro en la cumbre

¿Cuál ha sido el tratamiento en la televisión de la presencia de rostros y cuerpos oscuros en otros deportes que en cierto imaginario social argentino están más asociados a habilidades propias de la “raza negra”? En el caso de un deporte como el basquetbol, de fuerte presencia en la Argentina, la imagen de los equipos de jugadores afro norteamericanos o de otros países en general ha sido elogiosa. Incluyendo las visitas a la Argentina de ese espectáculo mitad deportivo, mitad circense de los famosos Glober Trotters. También el impacto mediático que tuvo en los años 90 la retrasmisión por satélites de los partidos de la liga NBA que se emitían los domingos a la noche por canal 13. El mismo tono ha tenido el tratamiento de los logros de los deportistas africanos y afro americanos en disciplinas atléticas olímpicas en las que Argentina nunca tuvo una participación destacada. Señalemos que en el caso de las disciplinas del atletismo en la pantalla argentina hay un antes y un después de la expansión de las señales de cable deportivas que han ayudado a popularizar la transmisión de grandes eventos de atletismo que antes solo concitaban el interés de un público muy especializado. Hoy por hoy los raudos corredores/as keniatas, etíopes o sudaneses y los saltadores/as cubanos, jamaiquinos, etc se han convertido en iconos de ciertas pantallas sports.  

Pero existe un deporte al que cierto imaginario social, apoyado en la historia real de la disciplina, siempre tendió a asociar con participación destacada de hombres de raza negra. Nos referimos al boxeo. Ese deporte relacionado con la fuerza física, con la virilidad y con cierto ritual guerrero que puede trasladarse mentalmente, con suma facilidad, del enfrentamiento hombre vs hombre al enfrentamiento país vs país. Nos parece sugestiva la hipótesis de que en el campo periodístico televisivo argentino, como parte de un campo periodístico más internacional, el boxeo haya sido pensado como un deporte en donde se destacan y predominan las razas no blancas. Señalemos el detalle que los tres primeros campeones mundiales de boxeo argentino accedieron a ese galardón venciendo a boxeadores asiáticos, más específicamente japoneses. Circunscribiéndonos a los negros señalemos que su importancia como rivales de púgiles argentinos fue importante desde mediados del siglo XX. Pero quizás fue en los años 60, a caballo de la expansión de la TV, cuando la popularidad de púgiles de color (principalmente afro norteamericanos) se reflejó en las pantallas chicas criollas. El tratamiento periodístico dado a los boxeadores afro americanos tendía a resaltar su agresividad y a presentarlos como los rivales más duros de los campeones argentinos (Ni colino Loche, Carlos Monzón, Víctor Galíndez). En el caso de los boxeadores negros afro norteamericanos también se solía resaltar su lucha para superar los obstáculos que el racismo reinante en su país imponía a sus carreras e incluso se le daba un giro dramático al asunto mostrándolo como sujetos que por su habilidad por los puños lograron escapar al acecho de un destino de marginalidad. Durante los años 70 los grandes duelos entre pesos completos negros (Ali/Frazer, Ali/Foreman, Foreman/Fraizer, Ali/Norton) eran transmitidos en vía satélite en horarios centrales a pesar de que no había boxeadores argentinos involucrados en la pelea. Toda una buena prensa para los morenos de puño de hierro que contrasta con cierta indulgencia canchera con que el periodismo deportivo argentino trato, en su momento, los comentarios racistas de Oscar Natalio “Ringo” Bonavena contra su rival Muhammad Alí en el juego promocional previo a la épica pelea que sostuvieron en el Madison Square Garden 1970. En una re edición criolla del mito de “la esperanza blanca” creado por el sensacionalismo deportivo en Estados Unidos no falto algún periodista que entrevistando al “fanfa” Bonavena le dijera que desde Argentina se podía apreciar, a través de la imagen de baja fidelidad de la televisión en blanco y negro, la cara de satisfacción de los aficionados blancos norteamericanos que veían como un pesado blanco había vapuleado sobre el cuadrilátero a Alí, negro, musulmán y que se había negado a ir a la guerra de Vietnam. Independientemente de lo anterior las dos visitas de Alí a la Argentina (1971 y 1979) recibieron un tratamiento de “alfombra roja” y se lo presento en los medios televisivos no solo como una figura de primer orden de la escena deportiva sino también en su faz de líder religioso y activista por los derechos civiles.

Imagen 14. Muhammad Alí y la “gran esperanza blanca” Oscar Natalio “Ringo” Bonavena
Imagen 14. Muhammad Alí y la “gran esperanza blanca” Oscar Natalio “Ringo” Bonavena

En particular los rivales afro americanos de Carlos Monzón (Emile Griffith, Beni Briscoe, Mantequilla Nápoles, Roy Dale, Rodrigo Valdez) fueron canónicamente presentados como los “negros duros” que venían a medirse con el “macho” argentino Carlos Monzón. El encargado de nockear a los negros duros era un santafesino descendiente de indios mocovies, para darle más sabor más telúrico a la cosa. Claro que toda esta mitología pugilista fue teniendo sus matices de acuerdo a los climas políticos que se fueron sucediendo. En 1974 Canal 11 transmitió vía satélite la pelea por el título mundial pesado entre Muhammad Alí y George Foreman que se realizó en Kinshasa (Capital del ex Zaire, actualmente República Popular del Congo). Este combate estuvo rodeado, a nivel mundial, de un aparato publicitario inédito para la época. Se presentaba lo que era un match de boxeo como la lucha de un paladín de los “derechos de los negros”, como supuestamente era Ali, contra un campeón aburguesado y conformista como supuestamente era George Foreman. El periodismo televisivo argentino tampoco estuvo ajeno de esta “demagogia racial” mirada desde el tercer mundo. Al término de la transmisión por la TV Argentina el comentarista deportivo Horacio Aiello resalto que se trataba de la primer transmisión satelital de la televisión argentina hecha desde el continente africano y saludaba a los habitantes del continente que se haya cruzado el océano Atlántico con un “bienvenidos hermanos”. Durante la dictadura militar se dio la circunstancia de que la racista Sudáfrica se convirtiera en una plaza de bastante buena fortuna para los boxeadores argentinos. El 22 de mayo de 1976 Víctor Galindez venció en Johannesburgo al boxeador afro norteamericano Richie Kates en un memorable combate. Fue también en Sudáfrica donde Benigno Laciar accedió al título mundial en 1981 en un combate de título vacante, sustituyendo a un boxeador japonés que no quiso pelear en el estado racista. Mientras en Soweto se iba incubando la gran revuelta contra el Apartheid el cordobés Laciar vencía a Peter Mathebula el primer campeón negro de la historia sudafricana. La discusión política sobre este tema estaba obviamente bloqueada en la Argentina del Proceso pese a que como señalamos el discurso oficial de los medios llego a criticar al racismo sudafricano. Después de 1983 esta cuestión tuvo derivaciones de otro tipo. En 1986 el gobierno de Alfonsín se opuso a que el campeón mundial de los medios livianos, el marplatense Ubí Sacco, fuera a pelar por el título a la Sudáfrica racista. Tal pelea finalmente no se realizó pero los intentos de Sacco y del gerenciador de Luna Park, Tito Lectoure, para llevarla a cabo les valieron fuertes condenas en la televisión estatal de la época. En los 90 el boxeo dejo de ser un deporte de convocatoria masiva aunque su presencia en el medio televisivo sigue siendo importante. En lo concerniente al consumo por los espectadores argentinos de boxeo internacional los afro norteamericanos Marvin Hagler, Mike Tyson, Evander Holyfield y Floy Matheawer han pasado a gozar de la popularidad de los negros de otros tiempos. En cierto imaginario social argentino, que la TV contribuye a reproducir, el boxeo sigue siendo un deporte en el cual el “cabecita negra” autóctono defiende el honor del país. Y entre sus oponentes internacionales siguen destacándose los negros como versión del “marginal exitoso” que representa a su respectivo país. Tal situación se ha hecho extensiva al boxeo femenino que desde hace una década tiene una presencia bastante nutrida en la pantalla chica criolla.    

 

Zapping afro: De rubios “chocolate” a negros swinger

Quizás la publicidad sea dentro del universo de los medios de comunicación uno de los campos más susceptibles de ser considerado, por acción y omisión, vehículo de mensajes etnocéntricos, sexistas, etc. Distintas características inherentes del formato publicitario (instantaneidad, linealidad, subsidiaridad del mensaje en función de un discurso celebratorio del producto que se vende) están fuertemente reñidos con la inclusión de elementos de reflexión o análisis por modestos que sean. A nuestro juicio el medio publicitario de la TV Argentina es uno de los más vigorosos y más consolidados de América Latina. Sus orígenes en los años 50 lo muestran manteniendo fuertes deudas con la publicidad radial, grafica o cinematográfica. En los años 60, a caballo de la expansión de la industria, la publicidad de la TV argentina experimento un crecimiento que le permitió generar un sistema de signos propios y una serie de códigos de comunicación reconocibles. En el campo publicitario la TV Argentina también fue blanca, clase mediera y capitalina en lo concerniente a la reproducción de una imagen cotidiana y aceptada de la sociedad Argentina en su conjunto. El perfil tipo de los modelos publicitarios y de los anunciadores televisivos se correspondió siempre con la imagen ante dicha. Al igual que en otros campos los rostros y cuerpos negros no estuvieron proscriptos pero en ningún momento constituyeron lo normal, lo aceptado o la tarjeta de presentación en el medio. Sin pretender haber hecho un relevamiento exhaustivo de la presencia física, icónica, estética y escenográfica de lo negro o lo afro en la historia de la publicidad criolla intentaremos analizar los ordenadores salientes de su presencia en la publicidad de la pantalla chica desde sus orígenes hasta la actualidad.

Quizás el primer elemento que aparezca con continuidad es la asociación de lo negro o lo afro con determinados rubros comerciales. Asociación en la cual el color o una relación de origen con determinadas geografías e imaginarios exotistas permitían relacionarlo con el producto que se anunciaba. Varios productos hechos con chocolate han recurrido al uso de modelos negros o de una estética africana. A principios de 1973 la publicidad del alfajor Angelito negro llego a suscitar algún pedido de prohibición por considerársela violenta. En dicho corto se veía a un niño negro disfrazado de querubín que anunciaba que se llevaba el último alfajor que quedaba. A continuación se veía a un hombre que le disparaba con una escopeta. La publicidad concluía con unas letras impresas con el nombre del producto y las plumas del angelito desparramadas por el aire. Unos años después chocolate Águila realizo una campaña publicitaria con bastante repercusión en la cual un modelo negro contaba en cámara como era fanático del chocolate y lo consumía de manera desmesurada para terminar diciendo que lo comía desde que era “así de chiquitito” y mostraba una foto de sí mismo de niño en que se veía que era rubio y de piel bien clara. Por su parte la Bananita Dolca, ha sido también publicitada con una estética afro en distintos cortos animados. De la misma manera caramelos Sugus recurrió siempre cortos de animación en donde unos personajes renegridos representaban a dicha golosina. Otro producto que por su color y su procedencia puede asociarse con facilidad con rostros negros es el café. Desde los años 80 las publicidades animadas del café de la Virginia, siempre estaban llenas de personajes afro americanos. También aparecieron algunos rostros trigueños en los avisos de productos Nescafe. En los años 70 el café Doble X presento una publicidad de ambientación brasileña dieciochesca con esclavos cargando bolsas de café. El exotismo afro o caribeño se ha hecho presente en publicidades de bebidas alcohólicas, en las que se buscaba asociar su consumo con una pertenencia a un ámbito social de clase alta. A principios de los años 70 ginebra Bols realizo una publicidad en donde un grupo de gente joven, que se denominaban así mismos como “La tribu”, era atendido en una boîte por un barman negro, vestido de smoking pero con un hueso atravesándole la nariz, y que hablaba una jerga que pretendía ser africana. Luego que los “caqueros” tomaban la bebida en cuestión se imaginaban bailando en medio de la selva mientras el barman negro vestido como un nativo tocaba la tumbadora. En las publicidades de Gancia o Cinzano, ambientadas en fiestas del Jet Set, siempre aparecía algún negro como camarero, alguna mejor negra semi desnuda o algún personaje vestido con indumentaria afro. En los 80 la piña colada American Club eligió presentarse en el mercado argentino con el rostro de un carismático barman afro caribeño que gesticulaba y loaba las virtudes del producto en cámara. Una asociación de lo afro con lo exótico pero de manera más grotesca se dio en una publicidad de un medicamento digestivo de los años 90 en donde un grupo de caníbales, liderados por el epónimo Rubén Rada, cocinaban en una olla a un explorador que caía en sus garras. Los cigarrillos son otro producto tradicionalmente asociado a consumos y ámbitos de frecuentación elitistas y exóticos. Los cigarrillos LM, una marca con larga tradición de publicidad de ambientación “turística”, lanzo en 1989 una publicidad que tuvo fuerte re percusión al punto de ser satirizada en algunos programas humorísticos. En un lujoso hotel spa de la isla caribeña de San Bartolomé una pareja joven disfruta de una vacaciones Premium atendidas por un apuesto y servicial mayordomo negro al que la mujer mira y provoca de distintas maneras. Al final se ve a la pareja que se encuentra en la salida del predio para marcharse, ambos muy contentos, mientras el mayordomo negro los mira con una expresión entre picara e irónica. Es interesante constatar como la publicidad de los productos que buscan asociar su consumo con un cierto código de pertenencia de clase alta, utiliza las fantasías de sexo inter racial, con el agregado de una infidelidad supuestamente consentida, en el marco de la libertad temporaria que permiten las vacaciones.  

Imagen 15. Publicidad del chocolate Águila con un blanco que se volvió negro por comer chocolate
Imagen 15. Publicidad del chocolate Águila con un blanco que se volvió negro por comer chocolate

Con los años no han faltado publicidades con presencias de personajes negros ligadas a mensajes políticamente correctos. En 1986 Coca Cola de Argentina, re editando una vieja tradición de realización de cortos que asociaban a la juventud con mensajes pacifistas y solidarios, dio a conocer una publicidad ambientada ni más ni menos que en el edificio de las Naciones Unidas. Un grupo de niños y adolescentes que, presuntamente representaban a los países del mundo, ocupaban las gradas del auditorio y cantaban una canción con una letra que loaba las virtudes de un mundo de paz y tolerancia. Entre ellos varios adolescentes negros con peinados afro y con rastas. En un segundo corto de dicha campaña lo políticamente correcto fue más explícito aun. La imagen de los niños cantándole a la paz en las gradas de la ONU incluía el nombre de los países que representaban y el idioma que se hablaba en cada nación. Por Sudáfrica, que por ese entonces asistía a la cuenta regresiva del sistema del apartheid, aparecían dos niñas, una blanca y otra negra, como representantes de las lenguas afrikáner y bantú. En los años 90 la UNICEF de Argentina dio a conocer una publicidad animada sobre los derechos de los niños con personajes que representaban las distintas razas del mundo y con una canción compuesta por un verdadero crédito afro-rioplatense como Rubén Rada.        

Como síntesis podemos decir que la presencia de los negros en la publicidad televisiva Argentina ha estado vinculada a la propaganda de productos que en el imaginario social se asocian con la raza negra. Ya sea que la asociación este ligada al color (chocolate, golosinas), al color unido con el lugar de procedencia (café, bebidas tropicales) o una imagen estereotipada del negro como un elemento decorativo y aleatorio de cierta sociabilidad de clase alta ambientada en una estética exotista (barman, mayordomo, camarero, etc.). Por oposición encontramos también cierta publicidad institucional o comercial que apela a lo políticamente correcto y lo solidario ha recurrido a rostros y cuerpos negros. En la publicidad como en otras expresiones del medio televisivo la presencia de los rostros y cuerpos negros no ha estado proscripta. Pero al igual que en otros rubros su aparición difícilmente se asociara con lo cotidiano o se legitimara por sí misma.

 

¡La seducción caníbal! El Reality antropológico

Las tendencias actuales del campo televisivo con una oferta de formatos cada vez más diversificada da para todo. En los últimos quince años la televisión de aire y de cable de la Argentina ha visto la expansión de ciclos dedicados a reseñas de tipo paisajista de distintas regiones en el mundo con un especial interés en zonas exóticas, especialmente en donde viven pueblos con particularidades étnico-culturales que los diferencian de los ciudadanos clásicos de las modernas “democracias de mercado post industriales”. Este tipo de ciclos se articulan a partir de la recreación de dos esquemas básicos de relatos-ficcionales: a) el turismo de aventura hecho por intrépidos cultores de deportes extremos; b) el turismo Premium exotista hecho por pirujos mediáticos. En la primera de estas modalidades podemos incluir a los ciclos conducidos por los hermanos Culini Weimbaun (MDQ para todo el mundo, Hombre al agua) a partir de una modalidad trasgresora y hasta “progre” de vuelta al mundo en 80 días…perdón en 60 minutos!. Quizás la imágenes de nativas africanas desnudas, casi rapadas, con senos caídos y llevando en brazos bebes de vientres abultados, saludando en un castellano mal aprendido a los televidentes argentinos desde una choza en la sabana africana pueda parecer un poco grotesca pero no nos parece forzosamente racista. En el mismo ciclo se mostró el mercado de esclavos de la isla de Zanzíbar, destino típico del turismo VIP, mientras el conductor señalaba, poniendo cara de haber hecho el descubrimiento del siglo, que en ese lugar se habían vendido seres humanos de piel oscura enviados como esclavos hacia muchos destinos incluyendo la Argentina. Un ejemplo de la modalidad de apropiación de la “barbarie” desde el turismo VIP en la Argentina la representan los programas que desde hace una década y media larga conduce el animador conocido como Marley (Alejandro Wiebe) (Teleshow internacional, Mundo Show, Por el mundo, Viaje de locos, El destino perfecto, etc.) En estos ciclos el conductor, con cara de habitué de salones VIP de boliches porteños, acompañado de alguna modelo top o de alguna actriz jacarandosa, visitan lugares exóticos donde se practica turismo Premium incluyendo destinos africanos y caribeños. El tono de estos “viajes” es de postales exotistas, triviales pero más bien inócuos.

Mas tela para cortar da la apropiación de las imágenes de la vida cotidiana de comunidades de nativos africanos y de otras partes del mundo en el formato de los Reality Shows.[8] El reality Perdidos en la tribu (Versión Argentina de un programa homónimo de la televisión española), que se vio por Telefe en la temporada 2012, trabajaba alrededor de la idea de que tres familias porteñas pasasen una temporada con distintas tribus de aborígenes africanos y asiáticos intentando adaptarse a sus costumbres y nomas. La exitosa versión española desato no pocas polémicas en su país incluyendo acusaciones de discriminación. La edición criolla de Perdidos en la tribu, que llevo la firma de la “transgresora y progre” productora Cuatro Cabezas, no puede haber sido presentada de manera más políticamente correcta. Las familias porteñas que se ofrecieron a esa experiencia eran un dechado de progresismo clase mediero. Correctos, solidarios, defensores de los animales, protectores del medio ambiente, partidarios del respeto a la diversidad étnica y cultural. Justamente la idea que daba marco al programa era la intención de intercambiar experiencias para la mejor comprensión de personas que viven en contextos étnicos y culturales diferentes. Pero, ¿ese fue el saldo que dejo el ciclo? Como es obvio la finalidad real del ciclo era conseguir un rating alto para facturar en base a la publicidad. Aunque obvio, el anterior concepto, no debe perderse de vista porque es lo que nos obliga a comprender que el relato y las situaciones que se muestran al espectador no fueron, ni podían ser, fruto de una inter acción libre y espontánea entre los porteños audaces y sus anfitriones africanos o asiáticos. Se trataba de situaciones “guionadas” en base a crear imágenes que pudieran atrapar al espectador y retenerlo frente a la pantalla. Todo de acuerdo a pautas de marketing. Y es en este terreno donde aparecen los mecanismos de connotación que reflejan una toma de posición del emisor en la transmisión de un mensaje televisivo.

Dos de las familias pasarían su estadía de un mes en la “barbarie” con tribus africanas (Los pastores Hamer de Etiopia y los pastores nómadas Himba de Namibia), la tercer familia lo haría con un pueblo aborigen indonesio. En su relación con los “primitivos” los porteños tilingos se enfrentan a situaciones inesperadas que los ponen a prueba y los llevan al límite de querer tirar la toalla. El recorte de los rasgos culturales de los “primitivos” que se buscó destacar eran aquellos que podían resultar más chocantes a los ciudadanos de nuestra bella sociedad post industrial: Hábitos de higiene poco ortodoxos, convivir con alimañas, sacrificar animales de manera sanguinaria, consumir sangre de vaca, recolectar con las manos bosta de animales, cubrirse el cuerpo con sustancias grasosas, cargar a las mujeres con tareas físicas rudas, etc. Ante los requerimientos cada vez más duros de los nativos para ser acogidos como iguales los porteños lloran, se consuelan, se asquean, se deprimen, se recuperan y se juramentan a no darse por vencidos. Del lado de los nativos se muestra una cierta incomprensión a las actitudes de sus visitantes junto con alguna que otra actitud de dureza o de desprecio por sus debilidades. De parte de los civilizados nunca asoma ninguna tentación de racismo o de incomprensión por la cultura tribal. Al contrario se suman las frases hechas tipo: “Esto es así”, “Es la cultura de ellos y hay que aceptarlo”. Aclaremos que, de acuerdo al guion, algunas de las chicas porteñas se terminaron enganchando con un par de viriles, aunque un tanto escuálidos, nativos. El fin del reality fue más que emotivo. Los tilingos porteños se despidieron de sus anfitriones “salvajes” con lágrimas en los ojos e invitándoles a sus casas como si fueran una familia que habían conocido un verano en la costa Atlántica. ¡Ante la cámara juraban que la experiencia les había cambiado la vida! Luego, según se le explico a los televidentes, los sufridos exploradores se fueron a un hotel cinco estrellas donde pudieron bañarse por primera vez después de 30 días.

El reality tuvo de todo. Emoción, drama, amor, miedo, solidaridad, etc. Pero hay algo que estuvo completamente ausente de todo el ciclo. El intento de ensayar una explicación o una razón de ser, por simple y elemental que esta explicación sea, a las costumbres tribales que resultaban tan chocantes y difíciles de comprender desde nuestra propia cultura. O sea se eligió mostrar “costumbres barbarás” y difíciles de tragar y afirmar de que “son como son” pero ni por casualidad se las intento entender o encontrarles alguna fundamentación de tipo histórico, cultural, etc. Si se nos permite la ironía podríamos decir que Perdidos en la tribu es un reality antropológico pero en todo caso de la antropología pre Levi Strauss. De cuño evolucionista y etnocéntrica. Ironías al margen convengamos que pretender cualquier tipo de rigor científico seria pedir mucho de un reality televisivo, “guionado” en base a pautas de marketing. Pero, aun sin pedirle ciruelas al banano, esta situación pone sobre el tapete la falsedad de la afirmación de que el ciclo haya contribuido a pensar, aunque sea mínimamente, de una manera alternativa y sin falsos estereotipos la alteridad étnica-cultural. Más allá del tono humanitario y de pseudo celebración de la diversidad y del “cambio de vida” que caracterizo al ciclo los televidentes lo único que vieron son una serie de situaciones traumáticas, chocantes y hasta violentas completamente fuera de contexto. Lo único que queda como resultante es la aventura de un grupo de loquitos que como no tenían nada mejor que hacer, salvo ganarse unos mangos, se prestaron a pasar un mes con gente rarísima que vive de una manera incompatible con los parámetros de nuestra sociedad. La experiencia de estas familias de clase media no aporto elementos para una mejor comprensión del medio socio cultural de los pueblos aborígenes. Lo más probable es que los espectadores que tuvieran un sesgo prejuicioso a la hora de pensar ciertas alteridades étnico-culturales radicales el ciclo los haya confirmado en sus prejuicios.

La segunda parte, o spin-off para estar más a tono con el lenguaje técnico, de Perdidos en la Tribu fue Perdidos en la ciudad (2013) en la cual los nativos barbaros le devolvían la visita a los civilizados. O sea, este reality trabajaba con la curiosidad de ver como los “salvajes primitivos” que nunca habían conocido el medio urbano se las podrían arreglar en una gran urbe moderna. Al igual que con Perdidos en la Tribu algunos medios han denunciado a su continuación por fraude asegurando que los mismos nativos que viajaron a visitar a sus anfitriones porteños ya habían visitado varias megalópolis en otras ediciones del mismo programa en distintos países.[9] Pero convengamos que a esta altura de las cosas que el debut citadino de los nativos fuese verdad o no carece completamente de importancia. Mientras que en la visita de los porteños a la “barbarie” se veían situaciones traumáticas acá pasaba todo lo contrario. Los anfitriones porteños buscaron deslumbrar a sus amigos salvajes con “poderosos” asados en una quinta, llevándolos a conocer los lugares de diversión porteños y otras delicias de la civilización. En general también primo la buena onda y la comprensión de los anfitriones aunque en algún momento alguno de los participantes se iba de boca o pasaba una factura. Como cuando una de las africanas casi se resbala en un piso encerado y su anfitriona porteña le dice “¡Yo me tuve que bancar un mes ese barro de mierda!”. Los negros abren los ojos con asombro y se muestran medio desorientados y hasta asustadizos ante todo el despliegue de la modernidad que aparece frente a sus ojos. Casi como si fuera esas viejas películas de Tarzán en el cual al “rey de la selva”, vuelto a la civilización, le costaba aprender a cruzar la calle con el semáforo o comportarse correctamente en una fiesta de etiqueta. Nótese la asimetría de la situación con el ciclo anterior. En Perdidos en la Tribu la situación era traumática porque los bien intencionados civilizados resultaban violentados por prácticas chocantes y barbarás. En cambio en Perdidos en la Ciudad a los salvajes se le están ofreciendo comodidades y objetos de confort a los que no podrían acceder en su propio medio y a ellos les cuesta bastante aprender a aprovecharlos. En un caso se trataba de gente que no se podía adaptar al medio primitivo porque este ejercía violencia cultural sobre ellos y en el otro caso se trata de gente que muestra una incapacidad de adaptación a los beneficios de la vida moderna. Una vez más no solo que no se aportan elementos para pensar la modernidad de una forma alternativa sino que la oposición asimétrica entre barbarie/civilización, con todas las consecuencias que de ello se derivan, queda más que confirmada.

Perdidos en la ciudad versión Argentina
Imagen 16. Perdidos en la ciudad versión Argentina

 

De la crisis del 2001 al presente: la visibilidad de los afro argentinos

La crisis del 2001 marcaria una nueva etapa en la historia de las relaciones entre TV y sociedad en la Argentina. Principalmente a partir del agotamiento del imaginario neo liberal como único horizonte posible. Pero también por la instalación de una cierta estructura del sentimiento que se resumía en la imagen del país en “Estado de Asamblea” donde se revisaba lo nunca revisado y salía a la luz lo oculto. El país de los piquetes, escraches y asambleas populares fue re apropiado por la industria televisiva que luego del impacto mediático de los talk shows en los 90 había comenzado a reconocer el valor comercial de ciertos formatos basados en la participación de las personas comunes en la pantalla. Después del verano-otoño caliente de 2001-2002 el fenómeno de la “toma de la palabra” en la televisión Argentina no pudo limitarse solamente a legitimar la palabra de la previsible clase media porteña. Como nuevo parámetro de corrección política, pero también desde cierto aprovechamiento comercial, la televisión argentina de comienzos del tercer milenio comenzó a concederle un mayor espacio a las expresiones de la diversidad clasista, étnica, sexual, confesional. En una televisión medio caótica por donde desfilaban desocupados, represores “arrepentidos”, mujeres golpeadas, referentes de las minorías sexuales, ahorristas estafados y hasta contactados por alienígenas también podría llegar a aparecer algún referente de la comunidad afro argentina hablando de sus problemas. Por supuesto que la mayor visibilidad de un colectivo no está exenta de poder ser un vehículo para fomentar los prejuicios en su contra. En los últimos años distintas situaciones delictivas que parecían involucrar a miembros de grupos afros han sido tratadas de forma sensacionalista en los noticieros de TV. Es casi recurrente en los casos de repercusión mediática de crímenes ligados a prácticas rituales que los conductores de noticieros y de algunos ciclos “criminológicos” afirmen, sin más, que se trata de un culto afro o afro brasileño sin dar más precisiones sobre la filiación histórica o étnico cultural del grupo involucrado. Cuando por lo general los grupos sectarios involucrados en crímenes rituales suelen ser producto de una amalgama de distintas tradiciones religiosas (satanismo, canonizaciones populares, curanderismo de raíz indoamericano, fundamentalismo cristiano y, también a veces, apropiaciones hibridas de formas religiosas afro americanas) y sus integrantes ni siquiera sean, mayormente, afro descendientes.[10] Eso sí, una vez instalada la idea de que se trata de un culto “afro”, en aras de la celebración de la diversidad, no se desdeña el concederle aire a los referentes de dichos cultos. Si por un lado un noticiero presenta con un tono apocalíptico, y dándole visos de tratarse de un rumor real, la denuncia de que la desaparición de una criatura en un barrio del segundo cordón del suburbano puede deberse a perversas prácticas de algún grupo religioso afro brasileño, luego le hacen una nota a un Pai para que haga el descargo en defensa de su comunidad…y de paso publicite las ofertas especiales para los que necesitan algún “trabajo de amarre”.

Una muestra de cierta persistencia de una mirada de lo afro y negro como un elemento exótico medio impensado en la cotidianeidad argentina se vio reflejada a raíz de una operación de producción muy ingeniosa del programa CQC en el año 2003. Cuando todavía no se había diluido cierto humor popular contra la “casta política” dicho programa presento una sección denominada África Today. Esta consistía en una serie de reportajes “distendidos” hechos por un actor africano, que fingía ser corresponsal de un diario de Nigeria, a una serie de políticos y legisladores argentinos. Estos personajes, con la confianza que les daba hacer declaraciones para un medio de otro continente, se lanzaron a opinar sin ningún acartonamiento e incluso hasta expresar puntos de vista de dudosa corrección política. No falto una legisladora que calificara a sus comprovincianos mestizos del norte argentino (“collas”) como “medios opas”. Como puede deducirse de dicha experiencia la presencia de un negro con un micrófono y una cámara en nuestro medio sigue siendo una rara avis. Como decía el falso periodista nigeriano al terminar uno de sus reportajes: “Los argentinos no dejan de sorprenderme”. Ese mismo año el mismo ciclo CQC, fiel a su estilo de “TV transgresora” que le rindió dividendos en el decenio neo liberal, le organizo un “escrache mediático” (Uno de sus noteros le tomo el pelo a la salida de los tribunales) a un taxista que fue condenado por un acto de discriminación contra una mujer afro argentina y su nieto en la vía pública.

Junto a cierta imagen exotista y estereotipada de negros africanos como la que presentan los programas exotistas o los reality la televisión del último decenio ha incluido cierta presencia, no muy importante numéricamente, de afro argentinos reales de carne y hueso. La tendencia actual de la televisión, principalmente de cable pero también de aire, de incluir materiales de tipo documental (históricos, sociológicos, políticos, etc.), cada vez más especializados, ha ayudado también a visibilizar un poco más la presencia de los afro argentinos y los migrantes afros en la televisión argentina. En particular el fenómeno de la “historia no profesional” que ha irrumpido en las pantallas argentinas después del 2001 con ciclos de contenidos de historia para no especialistas. En estas audiciones, al igual que en video documentales de cables más especializados, la recurrente pregunta sobre “¿Que paso con los negros de la Argentina?” volvió a plantearse para los televidentes del tercer milenio. Ciclos en los cuales los afro argentinos comenzaban a aparecer con sus marcas identitarias propias (caboverdenses, descendientes de negros criollos, migrantes del África post colonial, migrantes afroamericanos, etc.). Los programas con contenidos de análisis sobre cuestiones más contemporáneas se han ocupado de los problemas de los migrantes golondrinas africanos que trabajan como vendedores ambulantes en la calle, victimas del acoso de ciertas mafias para estatales, o de las trabajadoras sexuales afro dominicanas y sus difíciles relaciones con la policía argentina. Temas que también se han visto reflejados en los noticieros y “programas de opinión” de la TV criolla. Lo mismo los eventos de las organizaciones que pretenden representar a los afro descendientes en nuestro país.(Día de los afro argentinos, congresos de cultura afro, etc.) o la participación de agrupaciones afros en eventos como la marcha del orgullo gay o las marchas conmemorativas del golpe de estado del 24 de marzo de 1976. Desde hace unos años existe un organismo que tiene que hacer el seguimiento de posibles expresiones de racismo en los medios: el Observatorio de discriminación en radio y televisión en el área del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación). Durante la temporada 2015 una campaña publicitaria televisiva y en la web fue cuestionada por agrupaciones representativas de los afro argentinos. La campaña Obaca 2015, del canal de FWTV, se centra en un personaje negro llamado Obaca, una caricatura de Barack Obama, que se propone como el primer candidato negro a la presidencia de la Argentina con consignas como: “Vota en negro”, “Abajo el dólar Blue, arriba el peso Black”, el “Negro si puede” y cosas por el estilo. La agrupación Diáspora Africana emitió un comunicado señalando que el personaje Obaca reproduce el clásico estereotipo del “negro bufón” asociado con un personaje ridículo, canchero, híper sexuado, etc.[11]

Como síntesis podemos señalar que en los últimos quince años la presencia de los afro argentinos en la TV criolla ha obtenido una cierta carta de ciudadanía. A nuestro juicio la presencia de los afro argentinos en la pantalla sigue siendo cuantitativamente menor que el que ocupan otras minorías étnicas de origen reciente (“nuevas migraciones”: asiáticos, migrantes recientes de los países musulmanes, migrantes de los países del ex bloque del este, etc.). Quizás el cambio más importante no deba medirse en términos cuantitativos sino cualitativos. Los cambios en la representación en la TV del colectivo afro argentino ha favorecido el reconocimiento de que la presencia de personas de fenotipo afro de carne y hueso en nuestro país es un hecho real, cotidiano y relacionado con una agenda de problemas propios.  

Imagen 17. Los candombes negros vuelven al barrio de San Telmo
Imagen 17. Los candombes negros vuelven al barrio de San Telmo

 

Conclusiones

No es tarea fácil resumir el cumulo de datos que hemos expuesto en este artículo. Tomando al campo televisivo en su conjunto la primera conclusión que aparece es la existencia de un sistema de signos que reproduce una imagen de la sociedad como blanca, euro descendiente, mayormente clase mediera y capitalina. Esta imagen excluyo en tiempo largo, a nuestro juicio de manera consciente, la presencia en los comunicadores, animadores, periodistas, publicidad y, un poco menos, entre actores y músicos, del fenotipo indígena o mestizo (“cabeza negra”). En cambio entendemos que nunca se buscó excluir de manera radical, como parte de una estrategia empresarial o de una decisión de tipo político, el fenotipo afro. No obstante la presencia de comunicadores, periodistas y animadores afro argentinos ha sido, por mucho tiempo, cuantitativamente marginal y en el meta mensaje transmitido a través de la TV ha estado, por lo general, asociada a lo exótico, como si fuera un elemento de casi nula integración y presencia en la sociedad Argentina contemporánea. Si esta ausencia no fue producto de una “estrategia” planificada por los grupos de decisión televisivos no puede descartarse del todo el calificarla como un “comportamiento”, no prescripto de manera directa, pero inscripto dentro de un cierto consenso tácito sobre los márgenes de lo que se consideraba lógico y habitual en la pantalla. Algo así como una “decisión sin sujeto” como esas a las que alude Pierre Bordeau en su estudio sobre el medio televisivo.[12]

Sobre el esquema ante dicho se dibuja a nuestro juicio la principal oposición que atraviesa la presencia de hombres y mujeres negros en la TV Argentina: la oposición negros extranjeros vs afro argentinos. Los rostros oscuros extranjeros siempre tuvieron una presencia cuantitativamente importante en la pantalla chica. La aparición de rostros y cuerpos negros así como de estéticas y sistemas de símbolos de tipo afro provenientes de medios exógenos siempre conto con legitimidad en la televisión criolla. Como señalábamos más arriba en el campo periodístico en general el tratamiento de los problemas de los países africanos y de las minorías afroamericanas en los países de América han sido siempre abordados desde la corrección política. Seguro que este fenómeno conoció matices importantes según los periodos y los vaivenes de la relación entre poder político y televisión en la Argentina. Matices que incluyen: a) una presencia importante y legitimada en los años 60; b) cierta impronta tercermundista y liberacionalista durante las “primaveras políticas” post dictatoriales; c) un tratamiento más sesgado, inscripto en el esquema de la política de bloques durante el Proceso y; d) como parte de una celebración aséptica de los derechos humanos ajena a cualquier contextualización socio histórica en los 90. Difíciles hasta de identificar casos específicos los problemas de la comunidad afro argentina no conocieron un tratamiento cotidiano o particular en la TV local hasta, por lo menos, la crisis del 2001.

Esa misma oposición adentro/afuera esta, a nuestro juicio, en la base de la poca presencia de los afro argentinos en los formatos y contenidos de ficción a lo largo de casi toda la historia de la televisión criolla. En este terreno la oposición adentro/afuera se complementa con una oposición pasado/presente. Como una imagen heredada del cine Argentino desde los orígenes del sonoro la presencia de personajes, actores y actrices, de piel oscura en la TV de ficción estuvo, principalmente, asociada a los teleteatros de época: ambientados en el pasado colonial, el periodo de la independencia o en el Buenos Aires del 900. Para la TV de ficción los negros existían fundamentalmente en el pasado del país pero no en la cotidianeidad contemporánea. Contrastando con la profusión de ficciones extranjeras que representaban la situación de la minoría negra en los Estados Unidos, o en algunos países latinoamericanos, en ciertos teleteatros, la única ficción nacional, con continuidad, que trato un problema de discriminación racial sobre los afro argentinos fue un teleteatro infantil que proponía un tratamiento trivial y paternalista del tema. Creemos que la estrecha asociación de las caras y cuerpos negros en la publicidad con productos relacionados con lo negro de manera arbitraria (color, lugar de procedencia, encasillamiento de roles, etc.) también remite a una asociación semi consciente de lo afro con lo alógeno a nuestra sociedad. La presencia de rostros y cuerpos oscuros en la publicidad televisiva ha estado mayormente ligada a un cierto código icónico basado en una analogía (productos/fenotipo) establecida desde una alteridad externa y unilateral.      

Sin duda no es un tema menor que la relativa importancia cuantitativa en la presencia de mujeres negras, mayormente no argentinas, en la TV haya estado asociada a distintos códigos sexistas que fueron mutando a lo largo de los años. Secundado por el rol de cantantes el principal capital de la mujer negra en la pantalla chica criolla ha sido el cuerpo. El cuerpo escultural de las vedettes en los años 50 y 60; el cuerpo elegante de la manequeen de ropa desde los 70 y; los cuerpos exuberantes de actrices con poco dialogo y mucha epidermis en los programas humorísticos desde los años 90 en adelante. Se podrá argumentar que de última la exhibición del cuerpo de la mujer como atractivo comercial también se verifica de manera continuada a las mujeres de piel blanca. Sin duda. Lo que sostenemos es que en el caso de las mujeres negras ha existido una relación más estrecha y excluyente entre su capital sexual-corporal y sus posibilidades de aparecer en la pantalla.

La misma ausencia de mensajes racistas explícitos, los mismos vaivenes de acuerdo a los climas políticos y la misma oposición adentro/afuera que hemos señalado en el caso del campo periodístico se aplica al campo del periodismo deportivo en la TV criolla. En este terreno se podría objetar que la escasa representatividad numérica de los deportistas afro argentinos explicaría, de forma natural, su casi nula presencia en la pantalla argentina. Lo que nos interesa analizar es como se relaciona esa escaza presencia, en la pantalla y en el medio deportivo real, de los afro argentinos con las representaciones sociales que el periodismo deportivo televisivo produce alrededor de la imagen de los deportistas negros extranjeros. La popularización del boxeador afro americano, o del jugador de futbol afro brasileño en la televisión argentina remite a una imagen que mezcla clase/raza y un cierto imaginario de la diversidad étnico/cultural de esos países contrapuesto con la Argentina.[13] En el “país blanco” que es la Argentina el representante de la virilidad, de la destreza física y corporal es el “cabeza” como representante de un mestizaje difuso en una sociedad a la que siempre su supuso poco racista. En las sociedades multirraciales como Brasil y Estados Unidos es el negro el que revalida sus galones representado la virilidad y la destreza deportiva como un capital frente a una sociedad de exclusión racial dura. No nos referimos tanto a una imagen trazada a partir de una estrategia consciente de los grupos de decisión televisivos, aunque este factor no haya estado ausente en todos los casos que analizamos, sino a una serie de significaciones que se apoyan en un cierto imaginario social y que se presta a ser leído de determinada manera del otro lado de la pantalla.       

Sin duda es en el ámbito musical donde la presencia de mujeres y hombres negros ha sido más relevante en la tv criolla. Aunque también debe tenerse en cuenta que durante las tres primeras décadas de vida de la televisión local existió una fuerte asimetría entre la importante presencia de músicos negros extranjeros en relación con la menor participación de los músicos afro argentinos. Desnivel no solo cuantitativo sino también cualitativo. Independientemente de la discreta presencia en la pantalla durante los años 50, 60 y 70 de algunos músicos afro argentinos lo que estuvo bastante ausente fue el análisis, la reflexión y el reconocimiento de los aportes afro a la cultura musical argentina. Creemos que en este terreno se comenzó a verificar un importante punto de inflexión desde el deshielo de la dictadura como parte de la instalación de una estructura del sentimiento que rescataba formas culturales, artísticas e identitarias hasta entonces invisibilizadas. Dentro de este terreno la irrupción masiva del rock nacional, en la pantalla chica como parte de su irrupción más general en la escena nacional y el mercado discográfico, fue el eje sobre el que tomo forma un campo en donde distintos sujetos intentaron ocupar espacios con diferentes capitales culturales. Aunque reflejo del impacto de una serie de consumos y referencias provenientes del mercado internacional, especialmente a través del nuevo fenómeno del video clip, la “colorización” de la música joven en los 80 y 90 también significo un importante proceso de apropiación y devolución desde nuestro medio. Fenómeno este que hizo más relativa la oposición adentro/afuera en el conjunto de formas musicales de raíces afro que se reproducían en nuestra pantalla. En este terreno un tema interesante a indagar es la relación entre lo afro americano y lo “afro” en las representaciones sociales que se fueron forjando alrededor de la etnicización del campo musical televisivo. Esa relación difusa y de contornos indefinidos entre formas musicales de raíces afro americanas y hecha, mayormente, por artistas afro descendientes, con formas y propuestas musicales en los cuales los elementos afro americanos se incluyen en una reapropiación tipo “collage” hibrido más afín a su consumo mediático masivo y transnacional. Fenómeno que es en buena medida hijo de la llamada “caja boba”.

Sin duda el mayor grado de diversidad étnica en el campo musical de la televisión globalizada de fines de siglo es un antecedente de distintos cambios apreciables en el medio televisivo en los últimos tres lustros. No obstante los factores que han impulsado a ciertos grados de inflexión en las reglas de juego sobre la diversidad en la televisión argentina post crisis del 2001 reconocen antecedentes más complejos. La irrupción del fenómeno del talks show en el decenio neo liberal instalo ciertos formatos que invocaban “la toma de la palabra” en un sentido supuestamente plural pero desde meta mensajes y mecanismos de connotación que tendían a reforzar criterios de exclusión clasistas, sexistas y étnicos. Después de la crisis del 2001 la irrupción de la palabra múltiple en la pantalla adquirió otros contornos. En la televisión de la Argentina post crisis la exposición de la diversidad (clasista, sexual, racial, confesional) ha pasado a ser considerada como un fenómeno no solo correcto en términos políticos sino también como objeto de un cierto interés empresarial. Se asistió en los medios audiovisuales argentinos a un relativo acogimiento dentro de las pautas comerciales de la industria televisiva de ciertas temáticas antes consideradas como poco rentables a la hora de facturar. No es extraño que en los video documentales de cable o en los programas periodísticos que “salen a la calle a mostrar los problemas de la gente” se muestre la situación de los nuevos migrantes africanos que trabajan de vendedores ambulantes, de las trabajadoras sexuales, etc. Las paradojas del mercado, junto con el cruce de algunos imaginarios políticos que se agotan y otros que se instalan, puede hacer que en la televisión en donde se reclama la “mano dura” y se despotrica contra los cortes de calle también se haya instalado, de manera positiva, y dentro de determinados límites, ciertos discursos a favor de la diversidad. En referencia al colectivo afro descendiente este fenómeno no está ajeno a una mayor visibilización del negro en la sociedad Argentina fuera de la pantalla. La minoría afro argentina, cuya composición y vida comunitaria en los últimos años asistió a un crecimiento numérico y al fortalecimiento de la organización sectorial, ha alcanzado un grado de visibilidad y legitimidad en la pantalla que no tuvo en décadas pretéritas.

Recapitulando. La televisión Argentina que nunca fue explícitamente racista si fue, la mayor parte de su historia, claramente etnocéntrica. Las presencias étnico-culturales que históricamente han estado asociadas a tensiones sociales agudas de nuestro medio (“cabecita negra”) parecen haber sido objeto de una estrategia de invisibilización consciente. En cambio entendemos que la presencia afro argentina, que no se asociaba a ninguna tensión socio política seria, no fue víctima de una estrategia planificada de los grupos de decisión televisivos pero sin duda estuvo afectada por la vigencia de ciertos consensos tácitos que la consideraban más lo excepcional que lo legitimo y aceptado. Lo afro era lo exógeno o lo pretérito (oposición dentro/fuera, pasado/presente) o lo que se encasillaba en determinados roles de la vida social a partir de miradas de alteridad unilaterales y subalternizantes. Nunca los rostros y cuerpos negros eran lo cotidiano o lo incluido por pleno derecho. A nuestro juicio el paulatino incremento de la presencia afro o negra en el campo musical televisivo marco la base para una paulatina visibilización que en el país post crisis del 2001 se logró hacer extensiva a otras áreas del medio. La convergencia entre: a) la mayor presencia social e institucional del colectivo afro argentino fuera de la pantalla; b) la instalación de nuevos imaginarios sobre la diversidad étnico cultural y; c) la reformulación de los criterios de la industria al respecto, son los factores que se encuentran en la base de dicho punto de inflexión. La televisión actual no está, y probablemente nunca lo este, libre de estereotipos y códigos de invisivilización. Pero en la pantalla chica Argentina termino de adquirir cierta legitimidad la idea de que los afro argentinos son personajes de carne y hueso con los que uno se puede cruzar a la vuelta de su casa.  

 

Notas:

[1] Ulanovsky, Carlos; Itkin, Silvia y Sirven, Pablo; Estamos en el aire; Bs. As., Emece, 2011; págs. 99.

[2] De Lucia, Daniel Omar; Candomberos, mucamas y chafes. El negro en el cine argentino (en preparación)

[3] Montero, Lucia Rita y Cirio, Norberto Pablo; Rita Montero. Memorias de piel morena. Una afro argentina en el espectáculo; págs. 81-82

[4] El portero original Julio Fraga, dejo su lugar a un afro argentino…nuestro ya conocido Andrés Fredes que siguió haciendo de negrito de vista en la puerta de Mau.Mau como antes lo había hecho en la pantalla del viejo canal 7.

[5] De Lucia, Daniel Omar; Látigo, meneo y candela! La corporalidad como valor y como lenguaje en la cultura Afroamericana en II Jornadas “Los Terciarios Hacen Historia” organizadas por el Depto de Historia del ISP Joaquín V González (septiembre 2008)

[6] De Lucia, Daniel Omar; El sistema de los Talk shows. TV, sociedad y régimen político en la Argentina en Herramienta; N 11, diciembre de 1999; págs. 1267-146.

[7] Un detenido por la muerte del brasileño en La Nación; 5 de agosto de 1996

[8] El reality es un formato que trabaja alrededor de un imaginario social que gano terreno durante los últimos años del siglo XX promoviendo la idea de que la lectura de la sociedad atravesada por el protagonismo de sujetos sociales colectivos era obsoleta y que la sociedad post moderna contemporánea solo reconocía como puntos de ruptura conflictos individuales o de pequeños colectivos grupales de contornos difusos y cambiantes. Formato que armaba su sistema de signos alrededor de la imagen de un grupo de “cobayos humanos” que competían entre si frente a una tele audiencia que jugaba a ejercer una especie de “soberanía mediática” votando por la expulsión o la supervivencia de los cobayos.( De Lucia, Daniel Omar; El fenómeno de los reality shows. Un ensayo de toyotismo mediático (mimeo,2002))

[9] Acusan a “Perdidos en la Tribu” de montaje en www.20minutos.noticia/es. Perdidos en la Ciudad: el engaño del reality en la Argentina con las mismas tribus que en España en www.Diariofemenino

[10] Tratamiento de las religiones africanistas en la televisión. Se trata de un documento del Observatorio de la discriminación en Radio y Televisión del INADI. Sobre un caso concreto: La espantosa muerte de Ramoncito, un caso que conmueve a Corrientes en Pagina 12; 1 de agosto de 2007

[11] Pita, Federico; El negro bufón en Pagina 12; 24 de junio de 2015

[12] Bordieu, Pierre; Sobre la televisión; Barcelona, Anagrama, 1997; págs. 109-110.

[13] Seria tentador pensar la adopción de algunos códigos propios de los encuentros deportivos en la representación televisiva de los desfiles de alta costura como traslación de la imagen del deportista como representante del pais. Ocupando las top models el lugar de los cracks como representantes nacionales pero invirtiendo el carácter de clase. No obstante no puede decirse, en este caso, que se haya tratado de una imagen de una cierta continuidad en la pantalla chica.

 

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Cómo citar este artículo:

DE LUCIA, Daniel Omar, (2015) “Negros en la “Caja boba”. La imagen de los afro argentinos en la TV criolla”, Pacarina del Sur [En línea], año 7, núm. 25, octubre-diciembre, 2015. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 19 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1230&catid=17