Entre jurisprudencia y cultura jurídica: los precursores del Derecho y su contribución al progreso de Ayacucho

Between jurisprudence and legal culture: the precursors of Law and their contribution to the progress of Ayacucho

Entre jurisprudência e cultura jurídica: os precursores do Direito e sua contribuição para o progresso de Ayacucho

Cristhian Raphael Vásquez Godoy

Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, Perú

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José María Vásquez Gonzales

Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, Perú

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Recibido: 17-09-2020
Aceptado: 15-05-2021

 

 

Introducción

Desde que se fundó la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, el 3 de julio de 1677, las asignaturas dictadas entre 1704 y 1770 fueron Teología (escolástica), Artes, Gramática, Lógica (metafísica) y Filosofía. Entonces, la Universidad de Huamanga estuvo bajo la influencia del ergotismo escolástico tomista, caracterizado por el desarrollo de una enseñanza dogmática y aristocrática, como pensamiento de la época colonial en Huamanga (hoy Ayacucho) (Nakamura, 1977, pág. 24). Fue hacia fines del siglo XVIII con la expulsión de los jesuitas de Ayacucho que el Dr. José López del Pozo envió libros “prohibidos” a su hermano, el Dr. Pablo López del Pozo, Marqués de Mozobamba, y al Dr. Gaspar Carrillo y Albornoz; ambos estaban estrechamente vinculados con la Universidad de Huamanga. Por este hecho, fueron denunciados ante el Tribunal de la Santa Inquisición en 1795. Hay que tener en cuenta que, para esos años, leer libros que no eran de teología o arte era considerado una forma de actuar en contra de la “ideología católica”; por eso, los jóvenes de la universidad leían dichos libros a escondidas, para no ser denunciados ante la oficina del Tribunal Inquisidor, con sede en Huamanga. Cuando los acusados de “herejía” eran considerados culpables eran enviados a Lima para ser juzgados por la Santa Inquisición.

Desde inicios de la colonia, la lectura de libros prohibidos era frecuente, e incrementó cuando el virrey Amat y Junyent implementó algunas reformas a los planes de estudios en las universidades peruanas. Estas reformas facilitaron una mayor libertad de pensamiento en la discusión y el debate de nuevas ideas en el claustro universitario; e inclusive, la asignatura de Teología, incluía lecturas de autores franceses como Cartier, Duhamen o Taurneley. El Dr. José María Montaño exponía en sus clases “la teoría del Estado”, contenida en el Theasorus indicus, del jurista y eclesiástico Dr. Diego de Avendaño quien se anticipó a las ideas que luego expondrán Locke y los enciclopedistas. El mismo Dr. Montaño fue quien fundó la Cátedra de Derecho Natural y de Gentes, dictada según el texto de Heineccio (Nakamura, 1977, pág. 24).

Los catedráticos de inicios del siglo XIX profundizaron sobre la enseñanza del Derecho en la Universidad de Huamanga. En 1876, los doctores de jurisprudencia[1] quienes impartían lecciones a los jóvenes de Derecho eran Pablo José Ruiz, Mariano Gutiérrez, Pedro Cristóbal del Pozo,[2] Marcelino Cleto Sáez, Francisco Ramos, Manuel Alvarado, Pedro Crisólogo Ruiz de castilla, Silvestre Quiroz, Blas Huguet, Pedro Nolasco Urquizu, Melchor Montes de Oca, José Santiago Castro y Nicolás Molero. A su vez, en 1832 en la Universidad se implantaron los cursos de Derecho Público Internacional, Derecho Canónico y Civil; en 1855, Derecho Constitucional y, en 1865, Derecho Internacional y Penal, Derecho Civil Patrio y Romano, y Derecho Administrativo y Canónico. Hacia 1867, se enseñaban seis cursos en la facultad de Derecho: Derecho Civil, Derecho Penal, Derecho Público, Derecho Filosófico, Derecho Eclesiástico y Práctica de Derecho.

La enseñanza en la universidad de Huamanga fue escolástica en sus inicios, y en el siglo XIX el Derecho ya no estaba incluido en la formación de teólogos sino también de juristas. Esta orientación fue un cambio de mentalidad entre los jóvenes que estudiaban en la universidad y de esta nueva vertiente egresaron destacados abogados como José María Montaño (fue rector de la Universidad), Pedro José Flores, Gervasio Álvarez (participó en la codificación penal peruana, Vocal de la Corte Suprema, diputado y senador por Ayacucho), Pablo José Cárdenas (Consejero de Estado, participó en la codificación penal peruana), Tomás Lama, entre muchos más juristas que se convertirán en precursores de la cultura jurídica o política.[3]

Dentro de la cultura jurídica, se entiende el Derecho como un fenómeno cultural, no como un conjunto de prescripciones o reglas de conducta particulares. El Derecho es un conjunto de creencias y presupuestos acerca de la forma y carácter de cada comunidad en particular; este opera como marco de significación, desde donde se interpreta nuestro mundo social y a nosotros mismos dentro de él; a través de los debates jurídicos y su retórica podemos entender la cultura jurídica, ya que estos la reflejan, reproducen y, en ocasiones, la regeneran.[4] De acuerdo a Ferrajoli:

 

Por “cultura jurídica”, podemos entender la suma de diferentes conjuntos de saberes y enfoques: en primer lugar, el conjunto de teorías, filosofías y doctrinas jurídicas elaboradas por juristas y filósofos del derecho en una determinada fase histórica; en segundo lugar, el conjunto de ideologías, modelos de justicia y modos de pensar sobre el derecho propios de los operadores jurídicos profesionales, ya se trate de legisladores, de jueces o de administradores; en tercer lugar, el sentido común relativo al derecho y a cada institución jurídica difundido y operativo en una determinada sociedad. Entre el derecho positivo y la cultura jurídica, existe, por otra parte, una relación de interacción recíproca. El derecho puede, efectivamente, concebirse como un complejo lingüístico, a un mismo tiempo objeto y producto de la cultura jurídica; es decir, como un conjunto de signos normativos y de significados asociados a ellos en la práctica jurídica de los juristas, operadores y usuarios, todos los cuales concurren, de diferentes formas y en diferentes niveles, a su producción, además de a su interpretación (Ferrajoli, 1996, pág. 559).

 

A pesar de haber egresados de derecho de la Universidad de Huamanga, “en 1827, según la confección de la matrícula de gremios, a fin de reordenar la tributación urbana, existían 39 Gremios en Huamanga: Abogados 1; escribanos y escribientes 9; Médicos 1, boticarios 2; Preceptores 11” (González, Gutiérrez y Urrutia, 1995, págs. 90-91). Esto significa que muchos abogados egresados de la Universidad de Huamanga se marcharon a la capital del Perú, Lima, a ejercer su profesión por un lado, la ciudad de Ayacucho, en su mayoría, era habitada por indígenas y pocas familias notables. Por el otro, cuando a “La Universidad de San Cristoval (sic) de Huamanga, confería los títulos de doctor en las Facultades de Jurisprudencia y Teología. Los abogados, después de sus estudios de universidad, prestaban juramento, en Lima, en la Real Audiencia” (Pozo, 1924, págs. 104-105).

Esto confirma que casi todos, obligatoriamente, juraban en Lima y ahí se quedaban para ejercer la abogacía o ingresar a una institución del Estado para mejorar su condición de vida. Hay que saber que la Universidad de San Cristóbal de Huamanga fue clausurada en 1886. Como lo refiere el periódico el Registro oficial (1886): “La Universidad queda clausurada. El Congreso de la República aprobará una ley disponiendo la clausura de la Universidad y adjudicando sus rentas y bienes al Colegio “San Ramón”.[5]

Desde dicha fecha y año, la universidad permaneció cerrada, todo el resto siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX; eso motivó que muchos catedráticos en jurisprudencia migraran hacia la capital en busca de trabajo o enseñar en una universidad limeña. Mientras que los jóvenes acomodados, hijos de los notables ayacuchanos, fueron enviados a la Universidad Mayor de San Marcos para que siguieran la carrera de jurisprudencia o enviados a la Universidad San Antonio Abad, del Cusco.

Situado este contexto analizaremos los aportes a Perú y Ayacucho de los precursores de la jurisprudencia y de la cultura jurídica, quienes fueron pioneros en la traducción de textos jurídicos del latín al castellano, en la reglamentación de códigos civiles y penales, para que, en Perú, la justicia fuera más equitativa. Entre las preguntas que orientan esta investigación destacan ¿Por qué considerar a los abogados de los siglos XIX y XX como “precursores” de la jurisprudencia y cultura jurídica en Ayacucho? ¿Qué aportes propusieron, en materia jurídica, tanto en Lima como en Ayacucho, para reformar algún código civil o penal durante el siglo XIX? ¿Qué obras publicaron estos precursores de los siglos XIX y XX sobre el Derecho y la historia regional de Ayacucho? Durante el siglo XX, los doctores Manuel J. Pozo, Pío M. Medina, Juan José del Pino, Enrique Galván y los intelectuales del Centro Cultural Ayacucho,[6] ¿cómo contribuyeron hacia el desarrollo y progreso de Ayacucho durante las décadas de 1920 a 1940?

 

Una mirada a la ciudad de Ayacucho desde mediados del siglo XIX hasta el siglo XX

La ciudad americana no solo es el producto más genuino de la modernidad occidental, sino un producto creado como una máquina para inventar la modernidad, extenderla y reproducirla; es un espacio público de la ciudad decimonónica, inventado desde arriba por el Estado, con el fin de integrar y sujetar una sociedad (Gorelik, 2003). El cambio radical se dará en la capital; Lima crecería a través de ejes recién abiertos, se ensanchará la ciudad compuesta de un centro muy tradicional.

Durante la primera mitad del siglo XIX, la ciudad de Ayacucho (antes Huamanga) contaba con 10 mil habitantes, casas de dos pisos y grandes cuartos y patios. El aspecto de la ciudad se mantuvo colonial hasta muy entrada la segunda mitad del siglo XX; por eso, un viajero como Lardner Gibbon[7] manifestó: “Por las calles se encuentran numerosos chiquillos harapientos y mendigos. Bajo largos corredores se ven soldados soñolientos. En la plaza los indios vendían cebada, trigo, maíz, papas, cebollas, alfalfa” (1851, pág. 77).

Para comprender cómo era la ciudad de Huamanga (Ayacucho), Nuria Sala i Vila (2012) nos informa que:

 

Huamanga con cerca de diez mil habitantes era una ciudad administrativa –sede de intendencia y obispado–, residencia de artesanos –panaderos, tejedores–, comerciantes –muchos de ellos mestizos, especializados en la trata de ganado, productos de pan llevar o textiles– y propietarios absentistas o arrendatarios de fundos agrícolas y ganaderos dispersos en la diversidad de pisos ecológicos regionales, que producían trigo, alfalfa, maíz, carnes y cueros en las zonas altas, o azúcar y coca en los cálidos valles interandinos del Pampas o en la selva alta de Anco y Huanta. La Universidad de San Cristóbal, aunque no viviera sus mejores momentos, le daba carácter, y quizás por ello clérigos, frailes y profesores tenían un papel social y cultural destacado (pág. 425).

 

Tanto Salas como Gibbon coinciden en manifestar que, para el siglo XIX, la ciudad de Huamanga (Ayacucho) contaba con 10 mil habitantes. Para comprender que la ciudad de Ayacucho era aún tradicional, Edgardo Rivera (2004) cita al viajero José de la Riva Agüero, quién llegó para Ayacucho en 1912 y describe la ciudad:

 

(…) el ambiente es tibio y seco, de constante primavera, la altura moderada; la reverberación de la luz en los cerros desnudos y calizos que la circulan, tunales, las torres y cúpulas pequeñas de sus numerosas iglesias, las higueras y los duraznos y los naranjos que aparecen por encima de las tapias de las quintas y las recuas de borricos, que recorren sus calles de acequias desbordadas, le dan una típica fisonomía musulmana (…) los ponchos y vestidos de los indios ponen sus notas de colores exaltantes. Entre los blanquecinos muros, bajo los caducos balcones, y sobre el pavimento sonoro y desigual, discurren cabras, ovejas y llamas. El agua potable es pésima y la mortalidad muy crecida (…). Pocas son las comodidades modernas de la vida que allí pueden encontrarse (…) en los portales y esquinas, ancianos envueltos en nobles capas castellanas, huertas, balconcitos y ventanas enrejadas… esto es todavía de un intenso criollismo colonial  (págs. 181-182).

 

Como se aprecia, la cita confirma cómo era la ciudad de Ayacucho, una ciudad aún con aires coloniales; asimismo, Riva Agüero agrega que:

 

(…) la decadencia se inició a mediados del siglo XVIII, cuando algunas familias –nobiliarias– pasaron a residir a Lima (…) hay calles medias desiertas y la despoblación lleva camino de continuar si no se apresuran a construir el ferrocarril, a irrigar la campiña, a proteger algunas industrias y a combatir la insalubridad. La plaza de armas, rodeada en sus cuatro lados por los portales revestidos de cal, es tan extensa, tenía en el centro una pila, un jardincito estrecho, estatuas y bancas de mármol agrupadas; me dicen que un prefecto progresista acaba de plantar toda de arbolillos, convirtiéndola en mediocre parque municipal (…) nuestra modernidad es mezquina, trivial o grotesca (Cit. En Rivera, 2004, págs. 184-185).

 

La llamada modernidad no llegó hasta muy entrados los años 1923 a 1924, en que se intenta modernizar la ciudad con la conmemoración del Centenario de la Batalla de Ayacucho, que se celebró el 9 de diciembre de 1924, donde la ciudad de Ayacucho cambia de “rostro”; se embellece la ciudad inaugurando obras públicas como la pavimentación de calles, refacción de la Catedral, prefectura, puentes, inauguración de la carretera La Mejorada y del monumento a Mariscal Antonio José de Sucre.

Para 1913, el cercado de Huamanga contaba con 26,580 habitantes urbanos; mientras que la población rural ascendía a 30,220 habitantes (Rojas, 2010, pág. 29); entonces, esto confirma que la ciudad capital de la región era una pequeña ciudad. Otro viajero, insertado por Rivera (2004), fue el norteamericano Harry Franck, quien llegó a la ciudad de Ayacucho en 1917 y la describe:

 

(…) por la noche, Ayacucho es alumbrada por muy débiles utensilios de kerosene, sin embargo se están instalando luces eléctricas, la inmensa plaza principal esta adornada solamente por una fuente central rodeada por la acostumbrada cerca de hierro (…). El ayacuchano promedio tiene algo así como una primitiva insolencia y una arrogancia propia de lugares aislados; lo cual, sumado a su rústica tosquedad, no lo hace muy grato que digamos (…). La población, en su mayoría india (…) la ciudad falta de industrias, sin un solo vehículo de ruedas, su agua tan mala que incluso los nativos admitían que yo no debía beberla (Rivera, 2004, págs. 194-195).

 

Si desde 1912 a 1917 dos viajeros describen a la ciudad de Ayacucho como tradicional, Ruiz Fowler (1924) manifiesta que, para la década de 1920:

 

La ciudad de Ayacucho no tiene por cierto el aspecto de las ciudades modernas, ni la alegría de poblaciones que están en rápido contacto con la costa; pero el viajero que, al llegar por uno de sus polvorientos caminos, ve las elevadas cúpulas de las iglesias, las puntas de sus torres y el rojo de sus tejas, entre las gamas de huertas y jardines (…). Al ingresar en el recinto urbano, ve edificios ruinosos, cuyos muros cubren plantas espinosas, cactus y trepadoras. Avanza el viajero y le sorprende las casas solariegas con puertas de calle, con claveteaduras de cobre, iguales a las de las iglesias, casas de amplios patios y arcadas de piedra, semejantes a conventos. Las 38 iglesias de la ciudad presentan fachadas de estilo colonial, la plaza muy amplia y con una fuente de bronce (…) en todo el recorrido de la ciudad; con dificultad, logra el turista cambiar de tema evocativo, como no sea el místico-colonial. Da la vida fastuosa y mundana de las linajudas familias que se establecieron en esta histórica ciudad, quedan vestigios como los patios grandes, las escalinatas de piedra, amplios corredores y correctas arquerías, todo del más acentuado estilo conventual, subsistiendo más aparatosos los relacionados con el espíritu místico, dominante en este pueblo, a la vez que artistas, religiosos y guerreros (…). Notables son en la composición de sus huaynos; en varias partes ha quemado incienso a las canciones ayacuchanas (…). (Cit. En Rivera, 2004, pp. 161-164).

 

Pero, a pesar de todo esto, nos manifiesta Ruiz Fowler (1924) que la ciudad de Ayacucho aún tiene tendencia colonial por sus templos, casonas y sus propias calles, donde se nota aún el tradicionalismo colonial. Al ingresar al nuevo siglo XX, entre 1901 a 1920, encontramos a 15 abogados ejerciendo su profesión en Huamanga (Ayacucho), según González, Gutiérrez y Urrutia (1995):

 

Las dimensiones reducidas de la ciudad y sus servicios han quedado consignadas en la matrícula industrial de 1901. En ella se reúne, entre otros: 6 tiendas; 15 abogados, 4 médicos, 3 boticarios, 3 escribanos, 4 procuradores, 29 agentes de pleitos, 14 matanceros y ganaderos en Carmen Alto y San Juan Bautista. A simple vista, es notoria la presencia de ocupaciones relacionadas con trámites judiciales.

El oficio de abogado, por entonces uno de los pocos al cual los jóvenes de las elites podían acceder, en general, en todo el país. Pero los “picapleitos” son el doble en contingente. La abundancia de “agentes de pleitos”, eufemismo para designar a los tinterillos, puede explicarse por la abundancia de litigios tramitados judicialmente. Incluso 15 abogados con bufete autorizado, resulta una cifra alta para la dimensión de la ciudad (pág. 115).

 

En un contexto donde la Universidad San Cristóbal de Huamanga seguía clausurada desde 1886, los abogados que habían estudiado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos o la Universidad San Antonio Abad del Cuzco, al regresar a la ciudad de Ayacucho, ejercían su profesión en la Corte Superior de Justicia o ponían su oficina de abogacía para resolver casos judiciales o pleitos de toda envergadura.

 

Las ideas liberales de nuestros precursores en jurisprudencia y cultura jurídica desde la Universidad de Huamanga

La Universidad de Huamanga, durante el siglo XIX, formó a grandes abogados que ejercieron durante su vida la jurisprudencia y fomentaron el avance de la cultura jurídica en Perú. De igual manera, hubo jóvenes de condición económicamente solvente que, al ver que la Universidad de Huamanga había sido clausurada en 1886, no tuvieron otra opción que migrar para la ciudad de Lima para estudiar jurisprudencia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; otros, en la Universidad San Antonio Abad, del Cusco, durante fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. La Universidad de San Cristóbal de Huamanga recién, en abril 1959, reinició sus actividades académicas. Por otro lado, son muchos los jóvenes egresados de las universidades de otras localidades que retornan a la ciudad de Ayacucho para ejercer la abogacía; así, varios de ellos, al no contar con un centro de estudios superiores, serán los que escriban sobre la historia regional de Ayacucho, planteando propuestas para su progreso, sobre todo durante las décadas de 1920 a 1940.

Precursores como Pedro José Flores, Tomás Lama, José Salvador Cavero, Pablo José Cárdenas serán quienes contribuirán durante el siglo XIX a formar parte de comisiones que van a reglamentar algunas leyes en Perú, para sentar las bases de la jurisprudencia y la cultura jurídica, pensando en mejorar la justicia desigual que existía en nuestro país. Estos aportes del siglo XIX serán retomados por otros juristas durante la segunda década del siglo XX, como Manuel J. Pozo, Pío Max Medina, Juan José del Pino, entre otros; escribirán libros de historia los cuales, con el correr del tiempo, instauraron nuevos “paradigmas” en la intelectualidad ayacuchana. Debido a sus contribuciones al progreso del departamento de Ayacucho podemos considerarlos como “Precursores del Derecho y la cultura jurídica”. A estos ilustres y notables personajes está dedicado el presente artículo el cual recupera a modo de biografía sus principales aportes y contribuciones en Ayacucho.

 

Pedro José Flores[8]

Manuel Bustamante Jerí (1950) manifiesta que don Pedro José Flores fue “Jurisconsultor y Plenipotenciario” (p. 14), y en un escrito de Pedro José Flores publicado en el periódico RUPEMA (1953)[9] éste se señala:

 

Esta ciencia no es del SER sino del DEBER SER. Todos estos festejos por el “Día del abogado” lo festejamos por lo que significa: JUSTICIA Y LIBERTAD; celebramos el Día de la Ciencia del deber Ser; celebramos nuestro día por fin, los que interpretamos y damos justicia en cuanto significa JUSTICIA EN LO HUMANO (pág.7).

Periódico <em>RUPEMA</em> (Ruta Pedagógica Magisterial)
Periódico <em>RUPEMA</em> (Ruta Pedagógica Magisterial)
Imagen 1 y 2. Periódico RUPEMA (Ruta Pedagógica Magisterial).
Ayacucho, 14 de mayo de 1953. Director: Gregorio Medina Robles.

Entre los aportes de Pedro José Flores a la jurisprudencia en el Perú se destaca que en 1851, conformó la comisión para la reforma del reglamento de tribunales. Su misión era unificar la ley reglamentaria de los jueces de paz, conjuntamente con los senadores José Luis Sánchez y Gervasio Álvarez y los diputados Toribio Ureta, Pedro Gálvez, Juan Celestino Cavero. Una vez modificada, ésta se puso en vigencia en 1854. Pedro José Flores defendió la libertad de imprenta, porque se negó a proceder contra al periódico Minerva, pues contenía verdades que incomodaban al gobierno de turno y planteó ideas contrarias a la pena de muerte con sustento jurídico y ético.

Gracias a sus aportes fue condecorado con una medalla de honor y se le ha reconocido como defensor nato del pobre y de los desvalidos. Algo que debe resaltarse de don Pedro es que, en 1879, cuando Chile declaró la Guerra al Perú, él fue uno de los que reunió fondos económicos para la defensa nacional. Falleció el 1 de septiembre de 1880. Su labor fue reconocida en vida, algo que lo llenó de orgullo, porque aportó al desarrollo de nuestra región.

 

Pablo José Cárdenas

Ilustre huamanguino, fue abogado, periodista, poeta, legislador, codificador y político, catedrático de la Universidad de Huamanga; en 1832, tradujo del latín al castellano el Derecho natural de Heinecio, en 180 páginas, y el Derecho internacional, en 102 páginas. Es considerado un precursor de la jurisprudencia en Ayacucho dedicados no solo a la enseñanza superior, sino también a la investigación.

Las traducciones de estos dos libros fueron tan importantes para el cambio de mentalidad de los jóvenes estudiantes de la universidad. Los debates de jurisprudencia entre Pablo José Cárdenas y sus alumnos pasaban la hora de clase, continuaban en la plaza principal de la ciudad o en el local de denominado Higuera, dentro de la universidad, en el cual se sentaban a seguir debatiendo. Fundó la cátedra de Derecho Constitucional e Internacional en 1826. Del mismo modo, fue un gran periodista; sus artículos los encontramos en el periódico La Alforja, de la ciudad de Ayacucho, donde se dedicó a la historia en su columna muy popular por esos tiempos Efemérides. Gerardo Ludeña González dice que: “en 1862, junto al Dr. Gervasio Álvarez, participaron en el proyecto de ley del Código Penal. Fue senador en 1860” (2000, pág. 174).

 

Don Tomás Lama.[10] Una vida a la difusión de la literatura y la jurisprudencia

La Corte Superior de Lima tuvo el honor de tenerlo como vocal e integró la Comisión de Redacción del Código Penal, donde plasmó sus ideales para mejorar la justicia en Perú. Llegó a ser director de penitenciaría, ministro Plenipotenciario de Residencia en América Central, delegado de Guatemala en el Congreso Internacional de Jurisprudencia en Lima en 1878-1881 (en plena Guerra con Chile) y ocupó el cargo de Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores. Falleció en Lima en 1906.

Tomás de Lama no solo contribuyó al desarrollo de la jurisprudencia en Ayacucho con sus ideales a reformar las leyes, sino también se dedicó a escribir obras históricas como Homenaje al 9 de diciembre de 1924, Dogmas históricos y Compendio de la historia de la Independencia. Recuerdos históricos, publicada en 1901, es una obra de su autoría que todo ayacuchano debe conocer, en ella narra, con lujos de detalles, como fue testigo de los heridos y muertos que pasaron por la ciudad de Ayacucho cuando volvían los soldados españoles (realistas) y los patriotas. Éste es un libro que contribuye a despejar las dudas de quienes niegan la histórica batalla de Ayacucho.

 

José Salvador Cavero Ovalle[11]

Enseñó en el Colegio San Ramón y en la propia Universidad de San Cristóbal de Huamanga. José Salvador Cavero Ovalle destacó por ejercer el cargo de Prefecto en plena Guerra con Chile. A fin de apoyar a los soldados que defendían el territorio peruano dio el 50 % de sus haberes mensuales y con su peculio, hizo gastos para uniformar al batallón núm. 2 de la Guardia Nacional y el 9 de Diciembre, el cual comandó personalmente. Viajó a Lima junto a Andrés A. Cáceres, luchó a su lado en la Batalla de Miraflores y fue su secretario. Participó en la campaña de La Breña, fue teniente coronel de la Guardia Nacional. El Congreso le otorgó una medalla de reconocimiento por su acción triunfante en la batalla de Pucará. Fue diputado por Huanta y Senador por Ayacucho en 1883, 1886, 1894, 1919 y 1928. Ministro de Justicia y presidente del Consejo de Ministros en 1911, cargos que desempeñó con responsabilidad. Era opositor del gobierno de turno, considerándolo enemigo del Estado. Juez de Primera Instancia de Lima, Fiscal de la Corte Superior en 1892 y catedrático de Derecho Civil (Perlacios, 2001, pág. 119).

Durante su vida, publicó su obra Jurisprudencia penal (1904) y el libro de dos tomos titulado El arbitraje de la controversia del pacífico sur (1925). Participó en la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho, en 1924, e inauguró la construcción de la carretera La Mejorada. Fue uno de los magistrados cuyas obras eran leídas por sus estudiantes, pero también por sus colegas de Derecho, quienes apreciaron sus aportes al cambio de leyes en la jurisprudencia penal y sobre dictámenes de procesos criminales. Gracias a dicha obra fue considerado como Académico Honorario por la Real Academia de Jurisprudencia de Madrid-España. Así como él, hubo muchos abogados dedicados a seguir sus huellas. Por sus aportes al cambio de la cultura jurídica, fue reconocido en vida por la Corte Superior de Justicia de Ayacucho.

 

Dr. Rafael Velarde Álvarez Rivera.[12] Precursor del Colegio de abogados de Ayacucho

Abogado, polifacético y muy activo en su vida profesional. Ejerció la docencia en el Colegio San Ramón e incursionó en el periodismo; escribió en el periódico El Debate y El Pueblo, donde sus artículos fueron muy polémicos. Fue elegido diputado durante el gobierno del presidente Augusto B. Leguía. Rafael Velarde aportó a la jurisprudencia y cultura jurídica con la creación del Colegio de Abogados de Ayacucho, fundado el 05 de mayo de 1914. De acuerdo con Del Pino:

 

El Colegio de Abogados de Ayacucho fue fundado por el Dr. Rafael Velarde Álvarez en 1914. Su Junta Directiva actual [año de 1954] es:

Decano: Dr. Humberto Giles ortega

Diputado: Dr. Ramón Fajardo Eyzaguirre

Síndico: Max Carrera

Tesorero: Dr. Medardo García Villanueva

Secretario Dr. Juan Cravero Tirado

Profesionales (Abogados) Dr. Arístides Guillén Valdivia; Sr. Pastor Núñez Monte de Oca; Dr. Pedro J. Jerí; Dr. Salvador Bravo Bornás; Dr. Max Prado y el Dr. Gonzalo Cabrera (Del Pino, 1953, pág. 74).  

 

En el discurso inaugural del Colegio en el año de 1914, Rafael Álvarez expresó:

 

Un Colegio de Abogados en esta capital es una necesidad reclamada con urgencia, porque una institución jurídica como ésta, dedicada al cultivo de la ciencia y al desarrollo de la solidaridad entre sus profesionales, contribuirá con más acierto y eficacia a la depuración del procedimiento y a la honradez de la defensa en los estrados judiciales. Colegio que, él, con su empeño y dedicación, desde la Presidencia de esta Corte, logró fundar el 05 de mayo de 1914, siendo uno de los primeros miembros de la orden de la época, el Dr. Jesús González Espinar (…) (Ludeña González, 2000, pág. 181).

 

Tanto Juan José del Pino como Gerardo Ludeña coinciden en señalar que Rafael Velarde Álvarez Rivera fue el fundador del Colegio de Abogados de Ayacucho y que éste fue inaugurado el 5 de mayo de 1914.

El Colegio de Abogados contribuyó a que los egresados ayacuchanos de las universidades públicas del Perú, sobre todo de la Universidad Mayor de San Marcos y de la Universidad San Antonio Abad del Cusco, retornaran a Ayacucho. A su vez, se exhortaba a que los integrantes del Colegio debían aportar al progreso de la cultura jurídica en Ayacucho.

Si bien, como dice Ludeña (2000), la sola fundación del ilustre Colegio de Abogados de Ayacucho perenniza a Rafael Velarde como un ilustre personaje de Huamanga, forjador de la tradición jurídica ayacuchana, también fomentó la creación de la Biblioteca de la Corte Superior de Justicia, donde él mismo donó muchos libros de jurisprudencia, al igual que lo hicieron otros magistrados y abogados que se identificaron con esta iniciativa. Rafael Velarde Álvarez falleció el 2 de febrero de 1932, siendo presidente de la Corte Superior de Justicia de Ayacucho (Ludeña González, 2000, pág. 181).

Pedro José Flores, Pablo José Cárdenas, José Salvador Cavero, Tomás Lama y Rafael Velarde fueron considerados hombres paradigmáticos de la jurisprudencia en Ayacucho, pero también del Derecho en el Perú. Destacamos su papel como “precursores de la jurisprudencia y de la cultura jurídica” en Ayacucho pues todos ellos se convirtieron en “modelos” de moralidad, honradez, disciplina y responsabilidad. También inspiraron la labor de futuros abogados de la talla de Manuel Jesús Pozo, Pío Max Medina, Juan José del Pino, quienes continuaron su enseñanza e imitaron la personalidad de abogados al servicio del pueblo y a la difusión de la historia regional de Ayacucho, convirtiéndose no solo en abogados al servicio de los más necesitados, sino en intelectuales del Derecho y de la Ciencias Políticas. Sus publicaciones versaron sobre historia, geografía, cultura, así como propuestas y alternativas concretas para el desarrollo y progreso de Ayacucho.

 

Precursores y paradigmas del siglo XX en Ayacucho

 Manuel Jesús Pozo.[13] Abogado e historiador

Gran intelectual de Ayacucho, destacado por su facilidad de palabra y agilidad mental. Llegó a ser Decano del Colegio de Abogados, presidente del Centro Geográfico de Ayacucho y alcalde de Huamanga entre 1923 y 1925. Durante su gestión se celebró el Centenario de la Batalla de Ayacucho (1824-1924) el 9 de diciembre de 1924 del cual dio el discurso inaugural. Así como impulsó la inauguración de la carretera La Mejorada y otras obras públicas. Cuando fue alcalde de Huamanga, decretó que:

 

Los propietarios de las casas y tiendas tendrían solo ocho meses para que hagan reparar y modificar las fachadas de sus pertenecías, haciéndoles pintar y que las casas principales de los jirones deberían ser arregladas para la gran fiesta centenaria. Inauguró la obra de la cárcel del parque María Parado de Bellido donde puso la primera piedra (Medina, 2017, pág. 44).

 

Como abogado, intervino en diversos debates parlamentarios, dando propuestas para el cambio de la cultura jurídica, y combatió el abuso de las autoridades políticas hacia la clase subalterna huamanguina. Luego de dejar la política, Manuel Pozo se dedicó a producir sus obras intelectuales en favor de la historia ayacuchana, escribir poesía y literatura. También fue periodista; escribió artículos en el periódico El siglo, y La República Ilustrada (en 1914). Fue miembro del Centro Cultural Ayacucho,[14] y escribió una serie de artículos en la revista Huamanga. Asimismo, promovió la revalorización del acervo histórico de la región.

Su afán por el pasado lo convirtió en un historiador empírico, y escribió obras sobre la época de la Independencia y sobre la ciudad de Huamanga. Manuel Jesús Pozo manifestaba que la historia y el derecho deben ir juntos pues ambos buscan la objetividad de los hechos; por lo tanto, a la historia hay que escribirla para que no pase al olvido. Al respecto, en un discurso de 1934, manifestó: “Vivimos en un punto geográfico. Él tiene pasado y también porvenir, para velar por la cultura de nuestro lugar, escriba su historia”. Sobre Ayacucho escribió las siguientes obras:

  • Biografía de Luis Carranza
  • Historia de Huamanga (época colonial) (1924)
  • Lo que hizo Huamanga por la independencia (1924)
  • El periodismo en Ayacucho (1928)
  • Estudio económico e irrigación de las tierras de Huamanga
  • Páginas de la historia de Huamanga (1949, obra póstuma, publicada por su nieto)
  • Las afueras de Huamanga deben ser irrigadas (1930)

 

En su libro Las afueras de Huamanga deben ser Irrigadas propone la irrigación de las tierras de las afueras de la ciudad de Ayacucho, y plantea el problema de carencia de agua potable de la ciudad, desde siglos atrás. Señala también los diversos oficios de producción que deberían activar la economía regional, como herrería, y el desarrollo de las industrias cantera, minera y panadera, etc. Como director de la revista Huamanga, manifestó en 1936 que en Ayacucho “vivimos muy lejos de toda influencia espiritual, y lejos de todos los emporios culturales del país, porque carecemos de vías de comunicación que nos permitan acercarnos a pueblos hermanos”. Con estas palabras Pozo anunciaba su preocupación por el progreso de su tierra ayacuchana; siempre se dirigió a las autoridades políticas para que pidan al gobierno central la construcción de nuevas carreteras, como la de Pisco-Lima, mejorar el fluido eléctrico y el agua potable para la ciudad, etc. Para su tiempo, Pozo representa al intelectual que contribuye al progreso de su región. Falleció el 3 de febrero de 1939.

Hoy, sus obras son leídas por intelectuales del siglo XXI de la especialidad de Historia de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga (Ayacucho), quienes lo tenemos como paradigma de la historiografía; pero también por abogados de la ciudad de Ayacucho. Por sus aportes lo consideramos “Padre de la historia y del periodismo regional”.

 

Pío Max Medina.[15] Un aporte a la cultura jurídica y al progreso de Ayacucho

Fue Decano del Colegio de Abogados de Ayacucho y Vocal de la Corte Superior de Justicia y alcalde de Huamanga en dos ocasiones. Miembro de la Sociedad Geográfica de Lima, del Centro Cultural Ayacucho, del “Rotary Club” y del Centro Social “9 de diciembre” ­–al que asistían los grandes notables de la ciudad en la época­–. Falleció el 17 de julio de 1957. Existe en la actualidad una residencia moderna que lleva su nombre (Pío Max Medina) ubicada en el distrito Andrés A. Cáceres Dorregaray, en la ciudad de Ayacucho.

Durante su vida política, Pío Máximo Medina fue ministro de Fomento, y entre 1923 y 1924, apoyó al alcalde Manuel Jesús Pozo en la reconstrucción de la ciudad de Ayacucho. En su gestión logró mayores presupuestos para las obras públicas destinadas a modernizar la ciudad para la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho en 1924; por esos años, ya se había iniciado la obra de la carretera La Mejorada-Ayacucho. Fue testigo de la culminación de algunas obras y refacciones de casonas, templos, reconstrucción del Palacio Municipal, Catedral y el local de la Prefectura. Fue colega de Manuel Jesús Pozo con quien compartió el interés por la historia y en el primer número de la revista Huamanga escribió:

 

Pueblo que no se preocupa de su propia historia es, en cierta manera, pueblo sin tradición y sin experiencia. Colectividad que de continuo improvisa, repite tristemente errores y avanza desorientado e inseguro. Por este motivo, hagamos nuestra historia propia, para ello tenemos archivos, bibliotecas, cartas y periódicos que guardan celosamente nuestro pasado (Medina, 2017, pág. 14).

 

Su interés por las letras y la historia hizo que fundara el periódico local La Era (1914), siendo sus colaboradores Manuel Jesús Pozo, Juan José del Pino, Enrique García Godos, etc. En el periódico se discutió la llegada del ferrocarril a Ayacucho y la encuesta sobre la conveniencia o no del jurado que promovió el Colegio de Abogados de Ayacucho, entre otros. Entre las publicaciones importantes de Pío Max Medina, destacan:

  • Homenaje a la magna empresa de la Emancipación política, en el Centenario de la Batalla de Ayacucho, del 9 de diciembre de 1824 (1924)
  • Artículo: Estudios de los Pocras, en la revista Huamanga (1934)
  • Ciudad prócer de Ayacucho (1955)
  • Monumentos coloniales de Huamanga (1942)
  • Vida y obra de don Antonio Raymondi en el Perú y Ayacucho
  • Monografía histórico-geográfica del departamento de Ayacucho (Perlacios, 2001, pág. 144).

 

Las publicaciones históricas de Medina, sobre todo Monumentos coloniales de Huamanga, siguen siendo utilizadas por historiadores, arqueólogos, antropólogos, educadores de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y muchos ciudadanos de la región Ayacucho. Dicha obra revalora la historia de los templos y casonas más importantes de la ciudad capital de Ayacucho y frecuentemente es referenciada en el discurso historiográfico sobre la región.

 

Juan José del Pino[16]

Fue Juez de Primera Instancia en Huanta, Fiscal de la Corte Superior de Ayacucho, docente en la Institución Educativa San Ramón; escritor, periodista e historiador empírico. Sus obras contribuyeron al avance de la cultura jurídica e histórica de Ayacucho y aún son objeto de revisión en la materia. Publicó las siguientes obras:

  • Casos de jurisprudencia práctica
  • Estudios sobre la práctica procesal en Ayacucho
  • Psicoanálisis infantil
  • Estudios históricos y sociológicos de Huamanga y Huanta
  • Guía de turismo y de vialidad del departamento de Ayacucho
  • Medio siglo de periodismo en Ayacucho (1952), en la Revista Ayacucho
  • Algo sobre María Parado de Bellido
  • El psicoanálisis en la técnica judicial
  • La voluntad en la vida (obra inédita)
  • Sublevaciones indígenas de Huanta (1955)
  • Carreteras del departamento de Ayacucho
  • Panorama periodístico de Ayacucho (1953), en la revista Ayacucho
  • Guía de turismo y de vialidad de la ciudad de Ayacucho (1953)
  • ¿Cuál es el sentido psicológico de la música ayacuchana?
  • Filosofía y psicología
  • Textos para planteles de segunda enseñanza

 

Luis Enrique Galván Candiotti[17]

Este abogado nos dejó una gran herencia académica para la historia, eduación y cultura jurídica de Ayacucho. Fue catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, profesor de la Escuela Normal de Lima, director del Colegio Nacional San Ramón, director del Colegio Gimnasio Peruano (Lima), Inspector de Educación y director del Instituto de Lenguas Aborígenes del Perú (Perlacios, 2001, págs. 154-155).

Gracias a los cargos públicos que ocupó, Luis Galván pudo conocer la realidad educativa de Lima y Ayacucho, y darlas a conocer en sus múltiples publicaciones. Escribió diversos artículos y libros, de los cuales han quedado registrados los siguientes:

 

  • Estudio psicológico del niño peruano
  • Ayacucho y sus necesidades
  • El Colegio San Ramón en su Centenario
  • San Martín, Bolívar y Simón Rodríguez propulsores de la educación en el Perú
  • Bases de la historia de la educación peruana
  • Universidad Real de San Cristóbal de Huamanga
  • Basilio Auqui: Guerrillero Morochuco
  • Homenaje al maestro peruano
  • Filosofía y antropología educativa
  • El problema de la educación indígena en el Perú
  • Psicología y sociología educativa
  • Ayacucho, semblanza de la ciudad
  • Geografía del Perú
  • Geografía patria
  • Rafael Galván: la vida ejemplar de un ilustre ayacuchano
  • Reflexiones sobre una pedagogía universitaria aplicable al Perú (Perlacios, 2001, pág. 156).

 

Siempre estuvo pensando en la mejor enseñanza dentro y fuera del aula universitaria o en las aulas escolares, su mayor impulso fue la enseñanza crítica y reflexiva; así como sus obras reflejan su gran trayectoria académica y educativa e interés por valorar la instrucción pública entre los miembros de la clase subalterna. Falleció en Lima el 1.° de septiembre de 1966, como muchos abogados dedicados a la cultura jurídica, don Luis Galván dio su alma por el progreso de la educación y el combate al analfabetismo. Hoy su legado sigue inspirando a jóvenes escolares y universitarios ayacuchanos.

 

A modo de cierre

A lo largo de este artículo se trazaron diversos elementos biográficos de Pedro José Flores, Pablo José Cárdenas, Tomás Lama, José Salvador Cavero, Rafael Velarde Álvarez, etc., como precursores de la jurisprudencia y cultura jurídica de Ayacucho. Estos juristas no solo contribuyendo con modificaciones de algunas leyes y normas jurídicas, fueron catedráticos de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga, fundaron algunas cátedras en jurisprudencia y difundieron la cultura jurídica.

El siglo XX vio nacer a nuevos padres y hombres paradigmáticos de la cultura jurídica en Ayacucho, todos ellos abogados, intelectuales y egresados de las universidades de Lima y Cusco, quienes regresaron a Ayacucho para ejercer su profesión. Asimismo, incursionaron en el periodismo y en la historiografía regional y ejercieron cargos públicos desde los cuales impulsaron el progreso de la región. Entre ellos destacan Manuel Jesús Pozo, quien fue alcalde de Huamanga en 1924 y estuviera involucrado en la modernización de la ciudad de Ayacucho con motivo de la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho; mientras que Pío Max Medina en su papel de senador por el departamento de Ayacucho y ministro de Fomento entre 1920 a 1924 ­–durante el mandato presidencial de Augusto B. Leguía­– impulsó la inversión de presupuesto para la culminación de obras públicas de la ciudad. Asimismo fue impulsor de la carretera La Mejorada-Ayacucho inaugurada el 9 de diciembre de 1924. Ambos juristas publicaron diversos libros sobre la historia de Ayacucho, sus costumbres y tradiciones, y en conjunto con otros intelectuales en 1934 formaron el Centro Cultural Ayacucho, y la revista Huamanga. Todos ellos, en su momento, como autoridades políticas y representantes ante el Congreso de la República, en el Poder Judicial o como alcaldes demostraron que, como hijos de Ayacucho, sí se puede contribuir a su progreso, como también al progreso de la nación peruana.

Nuestros abogados y estudiantes de Derecho deben seguir considerándolos como hombres paradigmáticos y referentes en su especialidad, para ello es necesario que El Colegio de Abogados de la ciudad de Ayacucho y la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga reediten sus obras para el conocimiento de las nuevas generaciones.

 

Notas

[1] Ciencia del Derecho, mientras que el jurista es la persona que difunde o profesa la jurisprudencia.

[2] Conjuntamente con el joven Andrés Avelino Cáceres, de 17 años, se presentaron a la Universidad San Cristóbal de Huamanga un 25 de agosto de 1853, ante el rector, habiendo sustentando y sido aprobados por unanimidad de votos del jurado.

[3] Es el conjunto de creencias y valores compartidos, referentes a la vida en sociedad y al rol de las actividades políticas en la conservación y la orientación de la cohesión social; conjunto de actitudes fundamentales que permiten el ajuste mutuo de los comportamientos o la aceptación de actos de autoridad que tienden a imponer ese ajuste (Ramírez y Rosas Alcántara, 2013, págs. 177-178).

[4] Existen dos tipos de cultura jurídica: la interna, las actitudes, valores y creencias son compartidos por quienes se relacionan profesionalmente con el Derecho; la externa, cuando dichas actitudes, valores y creencias son compartidos por las personas que se relacionan solo esporádica y ocasionalmente con el sistema legal, el público.

[5] Registro Oficial, núm. 9, 12 de febrero de 1886.

[6] Otros destacados miembros del Centro Cultural Ayacucho fueron Alfredo Parra Carreño, Lucio Alvizuri, Manuel Bustamante, Manuel Hierro Pozo, Gustavo Castro Pantoja, Inés Cárdenas Sánchez, Néstor Cabrera Bedoya, entre otros.

[7] Viajero norteamericano. Teniente que emprendió su expedición destinada a cruzar la región amazónica pasando por el Pacífico al Atlántico. Luego, alcanzó el Amazonas.

[8] Nació en la ciudad de Ayacucho, en 1790, estudió en el Colegio Seminario de San Cristóbal, realizó estudios superiores en la Universidad de San Cristóbal de Huamanga y de San Idelfonso, en la ciudad de Lima, donde fue denunciado por sus ideas liberales; luego de este atropello, nuestro intelectual se graduó de abogado en Cusco. Excelente en el dominio del idioma quechua, latín y francés Don Pedro llegó a ser ministro de Estado y en 1827 fue auditor de Guerra de Agustín Gamarra. En Cusco, fue director del periódico Acento de la Justicia, en 1829, he ahí su aporte a la ciudadanía cusqueña; en 1832, cansado de que el pueblo no tenga soluciones a sus reclamos de pobreza y miseria en la que vivían, don Pedro postuló como político y por sus grandes aportes a la cultura fue elegido diputado, representando a Huamanga, Huanta, Cangallo, Lucanas, Castrovirreyna; posteriormente, se lanzó como senador por Ayacucho y Huancavelica y llegó a ser ministro Plenipotenciario en Bolivia

[9] Núm. 1, 14 de mayo de 1953.

[10] Huamanguino de nacimiento, vio la luz en 1815. Estudió en el Colegio San Ramón (hoy Mariscal Cáceres), se graduó de bachiller en leyes en la Universidad San Cristóbal y Doctor en Jurisprudencia. Durante su vida, enseñó la Cátedra de Gramática castellana y latín en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe en Lima.

[10] Huantino de nacimiento, del distrito de Luricocha, nació el 19 de febrero de 1850, en plena mitad del siglo XIX, donde se dan diversos cambios sociales y políticos. Estudió en la UNMSM, su tesis se tituló Insurrección en Cuba, un estudio polémico pues defendía a Cuba y su independencia. En 1875, logró un premio y su artículo fue publicado en los anales universitarios y en la Gaceta Judicial. Llegó a ser catedrático en la UNMSM, enseñando Derecho Civil y Derechos Especiales.

[11] Huantino de nacimiento, del distrito de Luricocha, nació el 19 de febrero de 1850, en plena mitad del siglo XIX, donde se dan diversos cambios sociales y políticos. Estudió en la UNMSM, su tesis se tituló Insurrección en Cuba, un estudio polémico porque defendía a Cuba y su independencia. En 1875, logró un premio y su artículo fue publicado en los anales universitarios y en la Gaceta Judicial. Llegó a ser catedrático en la UNMSM, enseñando Derecho Civil y Derechos Especiales.

[12] Nació en la ciudad de Ayacucho, el 14 de mayo de 1865, siendo sus padres Mariano Velarde Álvarez y doña Justina Rivera. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San Ramón, de Ayacucho. Ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos-Lima, donde se graduó de abogado el 31 de julio de 1895 (Ludeña González, 2000, pág. 180).

[13] Nació en la ciudad de Huanta el 15 de octubre de 1861. Estudio en la UNMSM. Al retornar a Ayacucho en 1890, como abogado, fundó el Partido Demócrata y el Partido Liberal en Ayacucho. Diputado por Huanta en 1895 a 1899. En 1897, fundó el periódico La República; antes de dicha fundación, había pertenecido al cuerpo de redacción del El Debate, periódico ayacuchano en 1890. Fue conjuez de Primera y Segunda instancia, Decano del Colegio de Abogados, presidente del Centro Geográfico, alcalde de Huamanga, en pleno año de 1924, donde se dio la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho propuso diversas obras para el progreso de la ciudad capital de Ayacucho. Vocal de la Corte Superior de Justicia en el tiempo de Augusto B. Leguía y miembro del centro Cultural Ayacucho, fundado en 1934. Falleció el 2 de febrero de 1939 y sus restos mortales se ubican en el Cementerio General de Ayacucho, en el pabellón San Cristóbal. Sería importante que nuestras autoridades hagan una romería a su tumba (Del Pino, 1939, págs. 17-20).

[14] El Centro Cultural Ayacucho fue creado en 1934, siendo el órgano difusor de los ideales de dicha institución cultural en Ayacucho la revista Huamanga; dicha revista tuvo una circulación de 100 números, desde 1934 a 1965. Al interior de la revista, se publicaban artículos de sus integrantes: Don Manuel J. Pozo, Pío Max Medina, Alfredo Parra Carreño, etc. sobre educación, historia, geografía, folklore, efemérides, etc.

[15] Nació el 5 de mayo de 1879 en Ayacucho. Estudió en el Colegio San Ramón. Sus estudios superiores los realizó en la UNMSM de Lima en Ciencias Políticas y Administrativas; en 1907, obtuvo el grado de Doctor en Jurisprudencia, con su tesis El tipo criminal. Prefecto por Puno, miembro del Partido Civil y en 1911 elegido como senador de la república, representando Ayacucho. Ministro de Fomento y Obras Públicas en el gobierno de Leguía, a quien alentó para que el ferrocarril para Ayacucho llegará; lamentablemente, dos años antes, Leguía lo sacó de la cartera de ministro y colocó al diputado Manchego Muñoz, quien se llevó el ferrocarril para Huancavelica, conocido ahora como el Tren Macho. Pero Pío Max Medina inauguró la carretera La Mejorada, conjuntamente con muchos intelectuales de la región, como don Manuel Jesús Pozo.

[16] Nació en la ciudad de Ayacucho en 1885. Realizó estudios en el Colegio San Ramón. Como la universidad nacional continuaba cerrada, realizó sus estudios universitarios en la ciudad de Lima, en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; se graduó de bachiller con la tesis El Estado y la mujer; luego, consiguió el grado de Doctor en Derecho con la tesis La Dote, que fue publicada en 1912.

[17] El 7 de marzo de 1892, nació nuestro intelectual en la ciudad de Ayacucho. Estudió en el Colegio Seminario San Cristóbal de Huamanga y en la UNMSM sus estudios superiores, obteniendo su grado de Bachiller en Derecho con la tesis El trabajo de la mujer en el Perú; luego, el título de abogado con la tesis La publicidad obligatoria previa en los matrimonios; luego, el Grado de Doctor en Filosofía y Letras con la tesis Estudio psicológico del niño peruano. Fue un gran defensor de los derechos de la mujer y del niño. Senador por el departamento de Ayacucho, él fue el que presentó el proyecto de ley para que se reabra la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y lo logró con la ley núm. 12828, del 19 de febrero de 1957, en el Gobierno de Manuel Prado y siendo ministro de Educación el gran historiador Jorge Basadre.

 

Referencias bibliográficas:

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  • _____. (1953). Guía de turismo y de vialidad de la ciudad de Ayacucho. Imp. Garcilaso.
  • Ferrajoli, L. (1996). Ciencias Jurídicas. En La cultura Italiana del Novecento (págs. 559-597). Laterza.
  • Gibbon, L. (1851). De Ayacucho a Abancay. En E. Núñez (Ed.), El Perú visto por viajeros: La Sierra, La Selva, vol. II (págs. 77-85). Ediciones PEISA.
  • González, E., Gutiérrez, Y. y Urrutia, J. (1995). La ciudad de Huamanga: Espacio, historia y cultura. Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga.
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  • Medina, E. (2017). Clientelismo y alianzas políticas… el fortalecimiento del poder local durante el centenario de la batalla de Ayacucho. 1924 [Tesis de Bachiller en Historia]. Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga.
  • Nakamura, F. (1977). Libro jubilar en homenaje al Tricentenario de su Fundación: Universidad de San Cristóbal de Huamanga. 1677-1977. Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga.
  • Perlacios, J. M. (2001). Personalidades de Huamanga (del lítico al siglo XX). Contribución al metódodo biográfico. Nova Graf.
  • Pozo, M. J. (1924). Historia de Huamanga (Época colonial). Tip. de La República.
  • Ramírez, F. y Rosas Alcántara, J. (2013). Diccionario de Ciencia Política. Ediciones jurídicas.
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  • Ruiz Fowler, J. R. (1924). Monografía histórico-geográfica del departamento de Ayacucho. Impr. Torres Aguirre.
  • Sala i Vila, N. (2012). Justicia conciliatoria durante el liberalismo hispano en el Perú: el caso de Huamanga. Anuario de Estudios Americanos, 69(2), 423-450. doi:https://doi.org/10.3989/aeamer.2012.2.02

 

Fuentes hemerográficas:

  • Huamanga, Órgano del Centro Cultural Ayacucho, núms. 1, 8 y 18.
  • Registro Oficial del Departamento, núm. 9, 12 de febrero de 1886.
  • RUPEMA, núm. 1, 14 de mayo de 1953.

 

Cómo citar este artículo:

VÁSQUEZ GODOY, Cristhian Raphael; VÁSQUEZ GONZALES, José María, (2022) “Entre jurisprudencia y cultura jurídica: los precursores del Derecho y su contribución al progreso de Ayacucho”, Pacarina del Sur [En línea], año 13, núm. 48, enero-junio, 2022. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 19 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=2045&catid=4