Mujeres en la conformación del incipiente sindicalismo revolucionario en Guatemala, 1920-1932
Women in the formation of the incipient revolutionary unionism in Guatemala, 1920-1932
Mulheres na formação do incipiente sindicalismo revolucionário em Guatemala, 1920-1932
Omar Lucas Monteflores[1]
Resumen
Resumen: La participación de la mujer durante el desarrollo de la historia del obrerismo revolucionario en Guatemala ha sido muy poco indagada, aun cuando ellas han participado en las batallas por subsistir, las cuales se han dado en el devenir de la lucha de clases en esta sociedad. Partiendo de este hecho es que, en este artículo se pretende escudriñar en la presencia de las mujeres en las décadas de los años veinte y treinta en el siglo XX. Ya que fue aquí que se empezó tímidamente a germinar la semilla de lucha para la mujer trabajadora en una sociedad tan conservadora como la nuestra. Féminas que, debido a la explotación laboral de varios años junto a la venida de nuevas ideologías, dieron paso a sus particulares formas de vida.
Palabras clave: mujer, anarquismo, comunismo, represión, sexo.
Abstract
Abstract: The participation of women during the development of the history of revolutionary workerism in Guatemala has been very little investigated, even though they have participated in the battles to survive, which have occurred in the evolution of the class struggle in this society. Based on this fact, in this article we intend to examine the presence of women in the decades of the twenties and thirties in the 20th century. Since it was here that timidly began to germinate the seed of struggle for working women in a society as conservative as ours. Females who, due to the labor exploitation of several years together with the coming of new ideologies, gave way to their particular ways of life.
Keywords: women, anarchism, communism, repression, sex.
Resumo
Resumo. A participção da mulher durante o desarrollo da história do trabalhadorismo revolucionário em Guatemala tem sido tão pouco indagada, ainda quando elas participaram nas batalhas por subsistir, as cuales foram na devenir das luta de classes nesta sociedade. Partindo nesta constatação es que, neste artigo se pretende escrutinar na presença das mulheres nas décadas de os anos vinte y trinta no século XX. Já que foi aquí que se começou timidamente a germinar a semente de luta para a mulher trabalhadora numa sociedade tão conservadora como a nossa. Fêmeas que, causada pela exploração laboral de varios anos junto à vinda de novas ideologias, deram lugar às suas específicas formas de vida.
Palavras-chave: mulher, anarquismo, comunismo, repreensão, sexo.
Introducción
Para esa época la organización de los productores directos estaba conformada por artesanos-obreros quienes se agruparon en gremios y colectivos mutualistas, donde lo que importaba como asociación era el ahorro; esta situación propició paulatinamente una formación más consolidada, el sindicalismo.
A quienes conformaban este movimiento era difícil definirlos totalmente como obreros por su papel artesanal dentro del proceso de producción –ya que la mayoría no eran trabajadores industriales asalariados-, pero ellos mismos ya se definían como tal debido a que en Guatemala, al igual que en el resto del continente, primero se conocieron las ideologías revolucionarias -socialistas, anarquistas y comunistas- y posteriormente la clase social obrera capitalista.
Lo anterior hizo que constantemente en sus organizaciones, fuesen estas revolucionarias o mutualistas, en sus nombres, comunicados y diferentes manifestaciones se usara el término obrero. Así mismo, los gobiernos de turno también lo hicieron, es decir que aunque Guatemala no viviera en pleno capitalismo esta palabra al igual que otras, hacía notar la dinámica mundial –latinoamericana para este caso- sobre el país.
Por lo mencionado anteriormente y para no romper con ese hilo conductor e historiográfico que nos brindan los datos expuestos de la época, es que se usará también la palabra obrero en ocasiones que así lo ameriten. Esto para hacer referencia, al productor directo urbano de la época en términos generales.
Referente a la expresión de sindicalismo revolucionario, se señala así porque eran organizaciones conformadas por artesanos y obreros -en menor medida-, que ya poseían una visión de querer romper el sistema imperante y proponían otro en donde la clase trabajadora tuviera condiciones de igualdad. Esto independientemente que se viviera en un sistema confuso con elementos feudales –más que todo en el campo- e incipientes condiciones de producción de carácter capitalista a nivel urbano. Una etapa, podría decirse, de un malformado pre capitalismo. (Tischler, 2001) Pero no por ello se le puede quitar su condición a estos grupos de querer un cambio radical, uno revolucionario que partiera desde la misma base económica y que influyera a la vez a la superestructura.
Un movimiento que a la vez nació y creció con algunas falencias producto de su tiempo y espacio, y uno de esos señalamientos es el limitado papel que tuvo la mujer en su interior, por lo tanto una escasa fuente de información sobre ella y su actuar. Esto no como un caso aislado de Guatemala, sino que fue algo que se manifestó en toda la región latinoamericana:
Cualquier expresión o sujeto social que no actuó estrictamente en el marco de la lucha de clases, que criticó al sujeto ideal “hombre nuevo revolucionario” o que planteó otras dimensiones de la opresión social fue descalificado, tildado de “desviación burguesa o imperialista”, de parcial, egoísta e incluso de divisionista, como fue el caso de los movimientos de mujeres en Latinoamérica (Monzón, 2015: 9).
Es a partir de estos datos teóricos y empíricos, que se trata de elaborar un texto que sea ese primer paso hacia un análisis más profundo sobre la limitada participación de la mujer al interno de la organización trabajadora revolucionaria –anarquistas y comunistas- de esa época. Aclarando a la vez que es eso, un primer paso que debido a las pocas fuentes que se encuentran sobre el tema, posiblemente para algunas personas quedará corto este texto, pero ese es el objetivo, que deje inquietudes investigativas sobre la temática. Que brinde nociones-eje para que coadyuven a futuras indagaciones sobre la participación femenina en esta etapa obreril.
El desarrollo de esta investigación se ha logrado derivado de la recopilación y análisis de fuentes directas -en su mayoría- que versan sobre la organización obrera revolucionaria de dicha época, en donde las ideas anarquistas y comunistas eran las que resaltaban. A partir de aquí es que se empieza a cuestionar sobre la presencia de la mujer e indagar en las fuentes, dando como resultado escasos datos. Mismos que de una u otra manera aportan para empezar a registrar en los anales de la historia del movimiento organizado de trabajadores, la participación de mujeres que rompieron con el molde social impuesto, el de una mujer desapercibida en el acontecer diario de Guatemala.
Por último, se deja en claro que no es algo definitivo –que dentro del discurso historiográfico, eso destila pesadez y tedio- (J. Castellanos Cambranes, comunicación personal, 29 de septiembre, 2009), que solamente es una primera aproximación y que como trabajo científico está sujeto al escrutinio público. Tampoco pretende ser un trabajo culmen de la temática del movimiento de mujeres trabajadoras, sino un pequeño aporte que ayude a construir más conocimiento sobre él –es más, nos apoyamos en personas que han profundizado en el tema como la doctora Ana Silva Monzón-. Es decir un aporte que debe de ser sometido a la crítica, cuestionamiento y discusión para que así se pueda ir conociendo más por medio de la investigación.
Imagen 1. Fotografías de la primera huelga femenina de Guatemala y Centroamérica en noviembre de 1925. Esta fue llevaba a cabo por las escogedoras de café del beneficio La Moderna, perteneciente a la firma alemana Gelarch/Co. En dos de ellas se puede apreciar a las huelguistas portar una bandera con el martillo y la hoz.
Fuente: El Imparcial (Guatemala), 25-11-1925: 1.
La mujer y algunas huelgas del movimiento artesanal-obrero durante la década de los años veinte
Como actividad paralela de organización femenina de esta década se tiene a nivel urbano y no de trabajadoras a la Sociedad Gabriela Mistral, que para 1920 había creado un singular espacio para la opinión pública de temas feministas (Casaus, cit. Monzón, 2015: 15). Pero dentro de la clase de productoras directas, era otra la situación:
No obstante, la mayoría de mujeres (indígenas y ladinas pobres del área urbana y rural), permanecían en condiciones de opresión estatal, racial, de clase y de género, y estaban destinadas al trabajo en la casa patronal, a tener hijos e hijas que perpetuarían un modo de vida que giraba alrededor de las disposiciones de los dueños de vidas y haciendas, en las fincas de café (Monzón, 2015: 15).
Para 1920 Guatemala salía de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera quien había gobernado con un sistema impositivo y controlador, que no permitió el desarrollo de movimientos sociales que cuestionaran su actuar. Las batallas para derrocar al dictador fueron cruentas. En ellas existieron frentes de lucha conformados principalmente por artesanos-obreros y estudiantes en contra de las filas del ejército, leales al gobierno.
En estas batallas la mujer también estuvo presente, no precisamente disparando en el frente de batalla pero sí brindando ayuda de otras maneras, como conformando los “comedores populares” que se crearon por cientos, convirtiéndose así según palabras de líder comunista de la época Antonio Obando Sánchez en una “activa insurgente” (1978: 30). Sánchez fue uno de los máximos representantes del movimiento sindical durante este período y de la época revolucionaria de 1944 a 1954, siempre a lo interno de la organización trabajadora y el comunismo. Pero volviendo a su apreciación sobre la participación femenina en dicha gesta indicó:
Convertidas en vivanderas, cocineras, enfermeras, lavanderas e integrantes de comités de afiliación y propaganda, lindas jóvenes, señoras y hasta ancianas, recorrían los barrios con el letrero de “Unionistas” sujeto a su manga.
A mi mente vienen las imágenes de valerosas mujeres que ofrendaron su vida al lado de los insurgentes durante la lucha contra el dictador Estrada Cabrera. Rescatemos del olvido el nombre de una de ellas: Victoria Trabanino (1978: 31).
Fue así que con esta complementación de papeles –hombre/mujer, mujer/hombre- se dio la caída del dictador, dando paso a la década donde se desarrolló la lucha inicial sindical que dio como resultado un gran abanico de tendencias ideológicas, entre ellas el anarquismo y comunismo.
Tuvieron también cabida nuevos cambios de conformación social: pasando de la formación inofensiva mutualista a sindicatos revolucionarios; de productores directos que eran artesanos, a considerarse ellos mismos obreros dentro del posicionamiento de la lucha de clases –esto último se muestra en los diferentes medios escritos de sus organizaciones-; de mujeres que coadyuvaban en la cocina únicamente, a unas pocas que empezaron a activar en la organización sindical. Aunque vale mencionar que esta participación fue tímida y limitada por las condiciones sociales que imperaban en el país para esa época, pero esto no significa que por ello se puede afirmar que no existió; y con las pocas fuentes históricas que hay sobre ellas es que se trata de explicar este fenómeno.
En estas luchas también se formaron organizaciones como: la Unión Obrera Socialista –UOS- la primera que albergó a anarquistas y comunistas en 1921; Posteriormente surgió la Federación Regional Obrera de Guatemala –FROG- en 1926, creada por el Partido Comunista de Guatemala –PCG-; así como el grupo anarquista Nueva Senda de 1926, que fue el primero de ese pensamiento en Guatemala; Tuvo un gran protagonismo el Comité Pro Acción Sindical –CPAS- conformado en 1928, la organización ácrata más grande que ha existido en el país; A la vez surgió la Federación Obrera Regional –FOR- fundada en 1931 y de tendencia socialdemócrata; También aparecieron partidos políticos de directriz revolucionaria como el PCG y el Partido Comunista de Centro América –PCCA- creados en 1923 y 1925 respectivamente (Lucas, 2018).
Esta conformación colectiva se dio teniendo presente que los puestos dirigenciales fueron ocupados por hombres, relegando a la mujer –aun dentro del ámbito revolucionario- a papeles de base únicamente. Pero es necesario comprender que esto se vivió así porque todos los participantes eran producto de su tiempo y espacio, es decir de una sociedad falocéntrica en donde la predominancia del hombre se veía “normal”, a pesar de los esfuerzos de estos grupos por romper con ese orden. En este contexto es que las féminas que participaron en estas organizaciones tuvieron que luchar doblemente, primero por hacerse de un espacio en su clase social y en los colectivos, para luego tratar de ser visibilizadas en la sociedad. Esta propuesta por deshacerse de ese pensamiento limitador dio su fruto durante esta década, ya que lograron cobrar un limitado protagonismo pero que lamentablemente, solo se dio al interior de estas agrupaciones y no en un término más amplio, es decir a nivel de la sociedad.
Las primeras muestras de esta singular participación fue en la influencia que ejerció el movimiento sindical revolucionario de México en Guatemala, del cual empezaron a venir intelectuales de otros países a principios de la década de los veinte. Asimismo, la Confederación General de Trabajadores –CGT- mexicana que trabajó cercanamente con la UOS, dio como resultado la presencia de personajes como el comunista norteamericano Richard F. Phillips –Manuel Gómez-, el vasco Sebastián San Vicente, también el peruano Leopoldo Urmachea –estos dos últimos anarquistas-, entre muchos más (Lucas, óp. cit.) No obstante, cabe destacar la venida de Natalia Alexandrovna Mijailova quien junto con su esposo Phillips y el ácrata San Vicente llegaron a este país debido a su expulsión de México en 1921. En el país del norte, Mijailova participó como colaboradora del buro mexicano de la Internacional Sindical Roja –ISR-, quien previamente había estado en prisión por ser considerada junto a sus camaradas “extranjeros perniciosos” (Taracena y Lucas, 2014: 219).
Ya estando Mijailova en Guatemala en conjunto con los otros dos expulsados, se encargaron de organizar tres conferencias en el seno de la UOS para acrecentar las ideas revolucionarias dentro de los trabajadores. Efectuaron grandes pasos para la futura organización obrera, como por ejemplo los contactos logrados por el vasco que sirvieron para consolidar el socialismo libertario en el país (Taracena y Lucas, ibíd.)
Imagen 2. Publicación del diario conservador El Liberal Progresista (15-01-1932). Esta nota hace mención sobre la captura de mujeres “comunistas”, en la represión emprendida en contra de las organizaciones revolucionarias por parte del dictador Jorge Ubico.
Se puede inferir entonces que la sola presencia de esta activista en Guatemala, empezó a significar un cambio simbólico en el pensamiento del trabajador organizado sobre la participación de la mujer. Ya que como veremos más adelante, se dieron espacios concretos de la participación femenina en la dinámic a sindical de la época, no precisamente en puestos de dirección ya que las organizaciones y la sociedad todavía no estaban preparadas para ese cambio. Pero en definitiva, se puede deducir que para las pocas mujeres –inclusive los hombres- que conocieron o estuvieron presentes en esas tres charlas, la participación de Mijailova fue algo que los hizo pensar en un posicionamiento nuevo. Esto, a pesar de que el motivo inicial de su venida haya sido el de la expulsión y no una abierta invitación por parte de la UOS (Jeifets, 2015: 421).
Estas nuevas tendencias ideológicas hicieron que cada grupo identificado con su pensamiento tomaran diferentes caminos al interno de la UOS, primero dándose una disputa constante entre ellos para, posterior a la represión gubernamental, tomara cada quien su camino. Los comunistas reafirmaron su lucha con la fundación del PCG y los anarquistas diluyéndose en las otras organizaciones sindicales mutualistas, teniendo como resultado la disolución de la UOS en 1922 (Lucas, 2018).
Diferencias ideológicas y de actuar que vinieron juntas de Europa y que allá también eran visibles, como la Primera Internacional de los Trabajadores fundada en 1864, que fijó las desavenencias entre Karl Marx –comunistas- y Mijaíl Bakunin –anarquistas-. Algo que en Guatemala también haría mella en las organizaciones de productores directos.
En 1925 se estaban viviendo tiempos volátiles al interior de la clase trabajadora organizada: durante los meses de agosto, septiembre y octubre se desarrolló una lucha de gran envergadura e impacto económico, específicamente para la ciudad capital y fue con la huelga de los zapateros; también se desarrolló una batalla similar, con los panaderos la cual fue liderada por personajes comunistas. Posteriormente se inició otra acción sui generis dentro del movimiento laboral, conocida como la primera huelga de mujeres en Guatemala y Centroamérica que fue la de las escogedoras de café, el 24 noviembre de ese año. En El Salvador existieron en 1921 y 1922 dos manifestaciones femeninas en pro de un candidato presidencial que fueron violentamente reprimidas, pero que no fueron huelgas (Asociación Equipo Maíz, 2011: 117).
Esta huelga femenina se dio específicamente en el beneficio de café llamado La Moderna ubicado en la octava Avenida Sur 115 de la Ciudad Capital, perteneciente a la firma alemana Gerlach/Co. donde participaron 150 huelguistas. Sus demandas eran aspirar a ganar “20 [o 25] pesos por quintal” (1925, noviembre 25: 1) y tener dos horas entre jornada de almuerzo –este tiempo que pedían era porque algunas también debían atender tareas domésticas en sus casas-, además de exigir el cese del registro físico por parte de guardias y que al salir o que fueran mujeres quienes lo realizaran (1925, noviembre 27: 7). Ellas trabajaban en un horario de “siete a 11 de la mañana y de 12 y media a las cinco de la tarde, recibiendo por cada quintal un estipendio que variaba entre 15 y 18 pesos” (1925, noviembre 25: 1).
Dentro de su lucha lograron conformar su comité y recibieron el apoyo y asesoramiento de buena cantidad de las organizaciones sindicales y gremiales, tanto comunistas por medio de la Sociedad de Carpinteros, como mutualistas con la Federación Obrera de Guatemala para la Legalización del Trabajo –FOG-. Por parte de los comunistas se hicieron presentes para ayudar a las huelguistas: Max Melgar González, Antonio Obando Sánchez y Antonio Moreno (Lucas, 2011: 80) –líderes de la FROG y/o PCG-. El comité de las féminas en huelga estuvo conformado por: Berta Reyes, directora; Ernestina Sierra, Subdirectora; Elisa Murga y Amelia Villagrán, secretarias (1925, noviembre 27: 7), trabajadoras que de acuerdo a registros, nunca habían figurado en organización o manifestación de sindicatos.
El jueves 26 de noviembre se dio un enfrentamiento entre huelguitas y esquiroles en plena vía pública, que llevó al arresto de tres de ellas. Durante las negociaciones se dieron discusiones entre la FOG y los comunistas –ambos grupos como asesores-, sobre la posición a tomar. Esto evidenciaba las luchas de las organizaciones para ponerle el carácter ideológico a la huelga, aunque las trabajadoras en paro no confirmaron alguna afinidad filosófica por escrito, ni siquiera el feminismo. El resultado de esta actividad reivindicativa fue que, aunque en primera instancia si existió una resolución favorable a las solicitantes, luego estas en su mayoría fueron despedidas a finales de año argumentando escasez de grano (Lucas, 2011: 80).
La conciencia de clase se adentraba poco a poco en el trabajador organizado y en conjunto con un ambiente efervescente de denuncia y lucha, las huelgas continuaron exigiendo mejoras laborales y sociales; ante el ejemplo de las escogedoras de café, existió nuevamente otro paro de mujeres: El movimiento gremial de las costureras de Guatemala que denunció el 20 de enero de 1926, en una reunión de los Salones de la Cooperativa y Caja de Ahorros su situación. Las huelguistas revelaron las condiciones laborales impropias para desarrollar sus actividades, debido a los sueldos bajos pagados por los asiáticos (1926, enero 21: 6), dueños de los medios de producción.
Ellas hicieron el análisis de que estos patronos eran los que más ganancia tenían por artículo elaborado y los que peor pagaban, ya que era de “50 pesos moneda nacional por cada docena de sacos que realizaban y 40 pesos por media docena de pantalones” (1926, enero 21: 6). Ante esto, los dueños de los medios de producción -al igual que los criollos terratenientes, comerciantes e industriales-, hicieron defensa de su posición de clase calificando de “bolcheviques” a las huelguistas y amenazándolas con el despido (1926, enero 21: 6).
A la vez también se dio una huelga de los empleados de las fábricas de velas, los cuales eran condenados por la prensa de acogerse a la “bandera roja y negra aunque sea en forma fantástica.” (Lucas, 2011: 102) Definitivamente lo que se logra observar, es el temor que causaban las ideas de libertad y lucha dentro de los patronos y sus aparatos de comunicación oficiales –entiéndase los diferentes medios escritos de la época-.
La interrelación sindical y revolucionaria se estaba convirtiendo en una propuesta de nivel continental y Guatemala no escapó a ello a pesar de no contar con un obrerismo definido y menos una gran organización proletaria propia de las sociedades capitalistas. Pero sí que siguieron viniendo pensadores de la talla de los comunistas peruanos Esteban Pavletich, Nicolás Terreros, el cubano Julio Antonio Mella Mc Partland (Lucas, 2011: 81), los ácratas Julio Díaz de la Federación Obrera Regional Argentina –FORA- y el mexicano Herón Proal. Así también apareció quien otrora fuera ácrata y posteriormente marxista, el poeta y escritor venezolano José Pío Tamayo (Lucas, 2018). Cada uno vino con su grano de arena, a coadyuvar a desarrollar pensamientos de libertad y llevar la voz de que en este país también se estaba participando en la dinámica organizativa.
Todos estos líderes e intelectuales de los pensamientos revolucionarios fueron producto de un movimiento internacionalista que se dio a nivel de Latinoamérica, propagando sus ideas ya que constantemente se mantenían dando charlas y activando en los diferentes países de la región.
En enero de 1928 se llevó a cabo la magna asamblea del CPA, en donde entre otros temas se trató sobre su medio informativo, la revista Orientación Sindical. Esta exponía temas de la situación artesanal-obrera bajo el punto de vista anarquista. El ocho de ese mes se dio a la vez la publicación del primer número de dicho quincenario y el cual dejaba en claro su representatividad como “órgano de los sindicatos único de Sastres, albañiles y modeladores en cemento y Comité en Pro de la Federación de los Trabajadores en Madera” (Lucas, 2018).
En este espacio escrito se les dio apertura a intelectuales de mucho reconocimiento a nivel mundial, entre ellos a la librepensadora italiana Leda Rafanelli –la gitana anarquista-, quien se caracterizaba por su pensamiento anticolonialista, en contra de Europa. De ella se publicó el texto “La gran Krumira”, el cual trataba sobre la tecnologización del proceso de producción y el impacto de marginación que causaba sobre el obrero y obrera. Así lo expresó la escritora:
…una gran máquina adquirida por el patrón: una máquina de nuevo modelo. […] Muchos hombres la rodeaban: el mecánico que había acabado entonces de montarla, el dueño con el rostro satisfecho, el maquinista que debía de entender el manejo, un obrero y dos obreras anémicas que observaban con curiosidad aquel coloso de acero y hierro. […] El patrón dijo en alta voz al administrador: Da una economía increíble. Esta máquina guiada por solo cuatro hombres hace el trabajo de cien… […] pero un obrero que había escuchado, exclamó: ¿Y nosotros? Se miraron mudos y pálidos. El patrón alargó los brazos. […] Y el tiempo sólo, corriendo hacia el porvenir, por la voluntad de los obreros pálidos á causa del hambre, traería el día en que las grandes krumiras [sinónimo de esquirol] del trabajo se convertirían en las grandes compañeras del trabajador. (1928, mayo 15, p. 6)
Imagen 3. Fotografía de mujeres capturas por el ubiquismo en 1932, todas ellas acusadas de comunistas aunque tuvieran otra tendencia ideológica como el anarquismo. Ellas eran –de izquierda a derecha y de arriba a abajo-: Marcos Obando –Semiramis-, Emilia Girón, Dolores Masaya –Cornelia-, Juana Marta Corea G. –Reina de Sabá-, Natalia viuda de Saquilmer –Redención-, Ángela Mota –Mesalina-, Manuela Juárez –Madre Milagros-, Isabel de Obando –La Volga- , Marcelina –o Manuela- Dávila, Felisa –o Teresa- M. de Juárez y Simona Jiménez de Masaya.
Fuente: El Liberal Progresista (Guatemala), 25-01-1932, p. 1.
Este abstracto nos deja ver la posición tanto de mujeres como de hombres y su condición con relación a los medios de producción, en donde el pragmático sistema pareciera darle más importancia a la tecnología que al factor humano. Una reflexión de Rafanelli que hasta la fecha sigue vigente.
En cuanto al actuar del anarcosindicalismo específicamente con el CPAS, entre sus luchas estuvo el tema de la mujer trabajadora explotada, un tópico del cual no se desentendieron los ácratas. Esto a pesar que el papel de ellas estaba relegado y se puede observar lo indicado, en los pocos datos que se encuentran al momento de tratar el movimiento artesanal-obrero. Pero los libertarios intentaron llevar el tema de las féminas en términos de igualdad.
Esto lo encontramos en uno de sus actos de denuncia, cuando en julio de 1928 evidenciaron los malos tratos y abusos que sufrían las trabajadoras que de acuerdo a sus palabras eran “hermanas de esclavitud” de los almacenes de comestibles de la ciudad capital. Acusaron a los dueños de estos negocios, de dar malos tratos a las mujeres, de darles por alimento desperdicios, situación que las llevaba a estar mal alimentadas. Exigiéndoles los patrones una jornada laboral de 14 horas, ya que entraban a las siete de la mañana y salían a las 21 horas y los domingos las obligaban a trabajar medio día, todo esto bajo un sueldo no acorde a las necesidades económicas (1928, julio 15: 8).
Los anarquistas no tuvieron empacho en indicar claramente a algunos de los responsables de tan deplorables situaciones laborales: fueron los almacenes de abasto de la novena avenida, empezando de sur a norte; entre ellos señalaron a José Montenegro, dueño del almacén El Comercio ubicado en la novena avenida y 17 calle. Debido a estas situaciones los trabajadores ácratas sentenciaron que por lo mismo se iba creando un odio social, “situación desesperante; situación que paulatinamente va engendrando en el alma de las trabajadoras un odio y desprecio por el actual sistema de explotación” (1928, julio 15: 8).
Como vemos, el tema de las féminas a lo interno del movimiento artesanal-obrero era todavía un tabú al igual que en el resto de la sociedad, pero dentro de los ámbitos revolucionarios se trató de romper con ello. Aun así fue limitada –más no nula- su actividad organizativa, ya que como observamos en este recorrido, los datos sobre la partición femenina son pocos. Esto hay que comprenderlo para el caso de Guatemala, en los siguientes puntos: Gobiernos dictatoriales que reprimieron fuertemente a agrupaciones revolucionarias como las ácratas, haciendo que nunca pudieran formar un fondo documental propio por seguridad de sus actividades; segundo, la sociedad guatemalteca al igual que otras de la región fue y es una de las más conservadoras de Latinoamérica, debido a los parámetros poco amplios de los grupos dominantes que imponen al resto de la colectividad; por último comprender que al hablar de la mujer, productora directa, organizada, rebelde, estamos tratando con personas de las más invisibilizadas de las sociedades capitalistas. Es decir, grupos que sí existieron pero que a la sociedad en términos generales no le interesaba que se diera a conocer su presencia.
Con este pequeño recorrido no se tratar de forzar o querer hacer ver que existió una gran presencia de la mujer en las luchas de trabajadores de esa época, primero porque se está consiente que fue mínima su participación y segundo porque las fuentes actuales son ínfimas.
El 1° de mayo de 1929, expresión de división ideológica
Podemos observar que durante el lapso analizado se dio una generalización por parte de los grupos dominantes, de ostentar una tendencia de rechazo y temor hacia cualquier grupo que cuestionara el statu quo. Posición que fue impuesta al resto de la sociedad a través de los ya mencionados medios de comunicación. Vemos como a los grupos organizados principalmente en la escena artesanal-obrera al momento de querer reivindicar sus luchas, rápidamente eran señalados de ser eran anarquistas o comunistas, aunque estos no tuvieran tal afinidad. Y si la tenían, estos conjuntos conservadores vendían la idea al resto de la colectividad, que estas tendencias eran de lo peor porque atentaban contra sus valores. Así también el hecho de ver a mujeres dentro de estas actividades, que era algo que no concebían y toleraban debido al papel delegado que tenían para ellas, el cual consistía en estar al interno de las actividades domésticas, únicamente.
Dentro de las organizaciones del sindicalismo revolucionario guatemalteco -anarquistas y comunistas- se dio una escisión de la cual el gobierno se aprovecharía para debilitarlos. Esto partió desde sus mismos principios teóricos ya que los primeros buscaban destruir un sistema y la forma de poder; mientras que los segundos por medio de su partido político, pretendían crear una herramienta de poder.
La situación anterior se evidenció el 1° de mayo de 1929 en donde a raíz de sus diferencias ideológicas, los sindicalistas fueron producto de la provocación y divisionismo que ellos venían causando, aunado a las fuerzas debilitadoras, de los aparatos de represión como la policía y el ejército.
El lugar de convergencia de los festejos fue, como cada año, el Parque Concordia en donde el CPAS usaba un quiosco para dar su mitin, mientras que la FROG venia de una marcha para terminar en el mismo lugar. De acuerdo a la versión policial ambos grupos empezaron con intercambios verbales en donde se ofendieron, para posteriormente pasar a la agresión física. Fue ahí cuando los aparatos represivos encontraron la justificación perfecta para entrar en acción ya que tras empezar el tumulto de anarquistas-comunistas en el quiosco, las fuerzas de seguridad –policía y ejército- intervinieron. Pero debido a este acontecimiento los siguientes actos cambiaron de rumbo, ya que en medio de disparos de revólver, lanzamiento de piedras y palos, los trabajadores se unieron en contra de los aparatos de control. Esto dio como resultado, varios heridos, capturados y algunos posteriormente fallecidos (1929, mayo 2: 6).
Debido a lo anterior, ambas organizaciones –CPAS y FROG- conformaron una comisión la cual se presentó en los diferentes medios de comunicación escritos para aclarar la situación, resaltando que si bien había diferencias ideológicas, no tenían tampoco enemistad. A la vez las fuentes hacen mención sobre la participación de una mujer en dicha comisión, aunque no se señala su nombre y filiación revolucionaria (1929, mayo 3: 3). También destacaron que fueron agentes infiltrados quienes iniciaron la trifulca, tirándole piedras a la policía y así justificar dicha represión. Situación que los llevó a unirse posteriormente para pelear en contra de los aparatos del Estado (1929, mayo 3: 3).
Inicialmente se habló de aproximadamente 34 capturados cantidad que fue creciendo conforme pasaba el mes, hasta llegar a unos 70 trabajadores. Interesante es que la participación de la mujer en este hecho no fue solo de espectadora sino de protagonista del mismo. Entre el listado de capturadas estaban: Matilde Armas quien fue enviada a la cuarta demarcación, Trinidad Peña, Eva Castellanos, María de Quiñones y Ana María Enríquez enviadas a la prisión de mujeres (1929, mayo 12: 739). Es de aclarar que ninguna de las fuentes consultadas especificó la filiación de las personas capturadas, ignorando si ellas eran ácratas o rojas, pero que si evidenciaban su participación.
Para la fecha tres del mes en mención, en el transcurso de la mañana un grupo de mujeres trabajadoras habían dirigido un mensaje vía telégrafo al Presidente de la República, solicitándole audiencia para pedir la libertad de muchos inocentes (1929, mayo 3: 1). La lucha por la liberación de los detenidos continuó hasta medio año, pero lo importante de este hecho fue la participación de la mujer y claro, sufrió las mismas consecuencias que sus pares masculinos.
El 1° de mayo fue para los manifestantes revolucionarios un momento para crear conciencia en el proletariado incipiente, de la necesidad de optar a un cambio radical en donde las viejas estructuras sociales cayeran, todo a través del sindicato y actividades espontaneas que llevaran a la revolución popular. Esto como parte teórica de sus ideologías, pero un cambio de esta magnitud se llevó a cabo en lo empírico en Guatemala hasta 1944, ya que la capacidad organizativa popular para ese 1929 era muy débil como para tener las fuerzas y llevar a cabo ese acto.
Nuevamente se recalca la limitada participación de la mujer en estos hechos, a pesar de las sesgadas fuentes de información de la época que no aportan mayor dato sobre ellas. Pero interesante es observar que conforme a todo lo mencionado, si hay algunos datos que demuestran su intervención. No se puede determinar por el momento si existió un discurso de alguna obrera o artesana para esta fecha, pero vemos como si estuvieron allí entre las detenidas y como integrantes de las comisiones en pro de los presos. Es decir, que porque no hayan tenido un papel protagonista en la trifulca se debe dejar de mencionar y analizar su papel en aquella época, craso error seria eso si se buscara expandir un conocimiento de la historia total del movimiento de trabajadores y trabajadoras guatemaltecos.
Imagen 4. Otra imagen que muestra más mujeres aprehendidas, acusadas de subvertoras. El número que aparece sobre ellas fue puesto por la Policía, para identificación y eran: 1-María Álvarez –Berenice-, 2-Francisca González –Dalila-, 3-Reyes Girón de Masaya–Isis-, 4-Sotera Flores Morales, 5-No identificada, 6-Victoriana Soto de Gómez –Hebe-, 7-Rosa Valenzuela –Salavarrieta-.
Fuente: La Gaceta, órgano de publicidad de la Policía Nacional de Guatemala, 31-01-1932, p. 200.
Jorge Ubico furibundo antirevolucionario
El militar Jorge Ubico llegó al poder en 1931 con el beneplácito de Estados Unidos, quien veía en él una persona de fuerte actuar y q ue por lo mismo era el indicado para crear las condiciones idóneas para sus intereses. Además de tener el apoyo del embajador estadounidense Whitehouse, lo que lo hacía “el hombre ideal para el Departamento de Estado” (Taracena, 1988: 20). Y este no los defraudó ya que a finales de ese mismo año y principios de 1932, inició una cacería en contra del movimiento artesanal-obrero que lo llevó a su desaparición, justificando que había un “vasto plan del terrorismo”, un “complot comunista” en contra de su gobierno (1932, enero 29: 1-6). Una situación similar a la de El Salvador, con la lamentable diferencia que la del país vecino fue más sangrienta.
Este fue el argumento para empezar una dura persecución en contra del lozano sindicalismo revolucionario y en el cual los anarquistas fueron víctimas de esta, ya que aunque indicaran que fuera en contra de los rojos, todos fueron metidos en este concepto. Es decir que aunque fueran anarcosindicalistas, socialdemócratas, mutualistas y hasta artesanos-obreros a favor del gobierno, todos fueron señalados, perseguidos y capturados por “comunistas”.
Ese “Vasto plan del terrorismo comunista para Guatemala” que denunciaba el diario El Imparcial en primera plana, era la concepción correcta para que toda esta persecución tuviera una justificación en el plano superestructural. De acuerdo a la versión oficial el supuesto “golpe mundial” que iban a dar, se llevaría a cabo el 21 de enero ya que ese día se iba a cumplir la condena a pena de muerte de ocho jóvenes afroamericanos, esto en Estados Unidos. Este caso fue conocido como el Scottsboro boys en donde se les acusó injustamente a ellos de haber violado a dos mujeres caucásicas, todo en un proceso lleno de vicios y prejuicios raciales. Esto había sido la supuesta justificación de los rojos para crear un único frente mundial y derrocar al sistema imperante (Lucas, 2018).
Así pues esto también se convirtió en el punto de inicio para la captura de varios trabajadores entre ellos varios anarquistas, resaltando la de su máximo líder Manuel Bautista Grajeda, Benjamín Amaya miembro activo del CPAS, Alejandro Dávila Secretario Corresponsal de la organización ácrata, entre muchos más. Era evidente que la persecución no era solamente contra los comunistas, sino en contra de la clase trabajadora organizada. Así describió la situación vivida un miembro libertario a través del medio escrito La Continental Obrera, de la Asociación Continental Americana de Trabajadores –ACAT-:
Entre los encarcelados y torturados se encontraron casi todos los miembros del Comité Pro Acción Sindical. A todos se juzgó en audiencia de guerra, sin concederles siquiera el derecho de designar defensores. Los procesos militares se iniciaron por “delito de rebelión e insulto a la persona del presidente.”
La situación es desesperante, pues, los que no hemos caído estamos expuestos a caer de un momento a otro en garras de los verdugos. Apelamos a la solidaridad internacional. Que todo el mundo conozca lo que pasa en Guatemala. Que se conozca la tiranía que sufre este pueblo, que se aprecie la personalidad real de este gobierno persecutor (Lucas, 2018).
Casi al final de todas las capturas el peso mediático cayó sobre 11 líderes del movimiento “comunista” que fueron juzgados, entre ellos Bautista Grajeda quien en el juicio alegó precisamente eso, que a él no lo podían juzgar por ser bolchevique ya que él era anarquista. Su defensa tuvo impacto ya que se le absolvió y fueron condenados a muerte los 10 restantes, pero posteriormente fueron graciados, fusilando únicamente al hondureño comunista y quien en otros tiempos había sido ácrata, Juan Pablo Wainwright (Lucas, 2018).
Fue así que se desarrolló esta sangrienta persecución en donde a las autoridades no les importó o no pudieron ver, las diferentes tendencias que había al interno del trabajador organizado. Al igual que sus antecesores, Ubico llevó como administrador del Estado guatemalteco, una represión en contra de quienes deseaban un cambio estructural, pero él fue más allá ya que llegó a niveles fuertemente violentos e intolerantes. Una situación que dejó a su paso persecución, muerte, encarcelamiento y un sindicalismo totalmente desarticulado, debido a la nueva tendencia política que estaba por imperar en el país, el fascismo.
Persecución en contra de la mujer, al fiel estilo del Malleus Maleficarum
En el plano superestructural, este tipo de gobiernos dictatoriales como el de Jorge Ubico habían logrado su objetivo y era crear una psique de carácter conservador en contra de todo lo que atentara contra su statu quo. El factor religioso fue una de las tantas herramientas ideológicas que utilizó el estado para limitar el existir de los grupos o personas que proponían cambios; utilizar el aspecto afectivo y de fe en contra de todos los divergentes. Fue así como las pocas mujeres trabajadoras organizadas se volvieron un elemento a denigrar por medio del sistema de creencia dominante: el cristianismo.
Esto no era nada nuevo en el mundo occidental, ni en Guatemala. En 1487 el manual Malleus Maleficarum -Martillo de las Brujas- indicaba que la esposa de un hombre pobre “no cesa de invitarlo a la cólera y la disputa” (Kramer y Sprenger, 2004: 104). En otras palabras, la mujer vuelve de acuerdo a esta frase al hombre subversivo, comunista, libertario, anarquista, un ser que cuestiona al sistema imperante.
Este texto fue un tratado sobre persecución brujeril que la Iglesia Católica utilizó como guía para tratar con mujeres fuera de sus cánones. La misoginia santificada expresada en este libro continuó practicándose aún en el siglo XX, como lo fue esta persecución en contra del trabajador organizado –mujer y hombre- que existió en Guatemala, en donde muchos preceptos como el anterior fueron utilizados.
De ahí que las féminas también hayan sido víctimas, ya que los sectores dominantes no soportaron ver que ellas rompieran con el papel tradicional al que estaban sometidas. Mujeres que no reprodujeron por medio de “los valores” familiares, lo que el Estado necesitaba: sumisión. Y para ello se basaron en condenarlas debido a su género, su condición social, su postura política, su concepción clerical y el sexo.
Vemos cómo solo por el hecho de ser mujer, ya tenían asegurado un sometimiento debido al panóptico sistema que recaía sobre ellas. Ya que si se les veía en actividades “no femeninas” rápidamente eran señaladas y capturadas, muestra de ello fue esta ola represiva de 1932. El 16 de enero se llevaron las primeras aprehensiones de quienes eran consideradas bolcheviques: Juana Corea G., Simona González, Dolores Masaya, Isabel Saquilmer, Felisa Juárez, Emilia Girón, Natalia viuda de Saquilmer, Marcelina Dávila, Ángela Mota, Manuela Juárez y Marcos Ovando (Lucas, 2018). Todavía en febrero continuaron las detenciones, dándose así la de Lucrecia Galeano, quien desempeñaba un papel activo en la agitación del movimiento de acuerdo a versión policial. También se hace mención de los supuestos sobrenombres, que fueron puestos por la misma policía para crear un contexto muy singular del actuar “comunista” de estas mujeres, al igual que la mayoría de información falsa dada por esta institución. Esta afirmación se puede observar en las mismas fuentes que aquí se utilizan, pero más específicamente en La Gaceta, órgano de publicidad de la Policía Nacional de Guatemala, medio escrito de esa época.
Interesante es que algunas de las capturadas eran también familiares de trabajadores militantes, tal fue el caso de Isabel Saquilmer quien era esposa del comunista Obando Sánchez; Natalia viuda de Saquilmer, madre de Isabel; Marcos Obando, madre del líder en mención; entre otras más. De ahí nuestro análisis de que en dicha etapa oscura de la historia de Guatemala, el simple hecho de ser mujer representaba estar, como mínimo, observada por el statu quo.
Así mismo si agregamos su condición social, es decir hablar de una mujer pobre perteneciente a la clase trabajadora, era otro elemento más para su marginación y señalamientos de “rebelde” sino se sometía a las normas. Esta era la concepción que tenían las autoridades para 1929 de los anarquistas, incluyendo en él a las mujeres que se identificaban con el pensamiento libertario:
…los componentes de este núcleo anarquista en su mayor parte pertenecen a la hez social, que habitan en algunos campamentos, individuos completamente desorientados en cuanto se refiere a las doctrinas socialistas, todos ellos en fin, gente maleante. […] una descomposición en las clases bajas, originadas por las mal dirigidas doctrinas socialistas y robustecidas por las predicas principalmente de elementos extranjeros que con anterioridad ha estado en el país (Lucas, 2018).
Vemos como la mujer, como parte de esa “hez social” y su posición política también era motivo de aprehensión ya que esto las llevaba por añadidura –según la visión policial- a participar en las “doctrinas” de los trabajadores, una ofensa para los grupos dominantes que les era imperdonable. Al igual que el caso de los anarquistas capturados todas fueron acusadas de comunistas, aunque fueran libertarias, situación que no le importó al sistema. Mencionamos esto de las ideologías ya que constantemente se dio esa mezcla de condena comunista-anarquista por parte del gobierno, ignorando si lo hicieron con el fin practico de homogeneizar al “enemigo” o porque no podían comprenderlas. Veamos como el director de la Policía se refirió a las mujeres organizadas en 1932, mostrando esa falencia:
El plan de movilización de las masas femeninas hacia la anarquía social, organizado por los agitadores rojos, era vasto y de penosas proyecciones. Sus ramificaciones tienden a destruir los más sagrados vínculos de la familia, echando por tierra el principio de armonía, que es su más sólida base (Lucas, 2018).
Imagen 5. Ilustración de la policía que muestra la supuesta forma de vivir de las mujeres comunistas, una vida con falta de paz, alejada de los preceptos cristianos. Alrededor las fotos de las aprehendidas.
Fuente: La Gaceta, órgano de publicidad de la Policía Nacional de Guatemala, 31-01-1932, p. 287.
También se mostró otro aspecto de la concepción de la sociedad patriarcal hacia la mujer y era exponerla como autómata, es decir que no tenían decisión propia al interno de los grupos revolucionarios, poniéndola como que todas estaban ahí porque eran manipuladas. Siempre en ese mismo mes de febrero se dieron las capturas de Manuel Antonio Hernández, Juan Lobos, Federico Monzón y Humberto Monzón M. acusados de ser los encargados en su barriada de organizar los festejos del Día de la Mujer Comunista, a realizarse el ocho de marzo de ese año. Así fue la versión de la policía:
…el plan de movilización de las masas femeninas hacia la anarquía social, […] Para llevar a efecto el establecimiento del Día Internacional de las Mujeres Comunistas, los bolcheviques tenían organizados comités femeninos, que deberían obedecer ciegamente a los dirigentes rojos” (Taracena y Lucas, 2014: 168, 194 y 224).
Como mencionamos, otro ele mento de rechazo fue el de la Iglesia Católica hacia las mujeres, ya que constantemente fueron vistas como quienes estaban ligadas al diablo, a actos de brujería. Es decir se utilizó en aspecto superestructural, el de la religión y la fe para condenarlas. Hecho que en la historia de la humanidad ya se había dado con anterioridad en la época medieval. Esto se logra analizar en la campaña que hizo la policía, realizando dibujos en donde a hombres y mujeres se les exponía con patas de cabra, haciendo con ello una referencia satánica de su actuar “libertino”. Específicamente en contra de la trabajadora, ya que era señalada de no cuidar a sus hijos o llevar una vida de caos y desorden; esto se puede ver en las imágenes creadas por la gendarmería, como parte de su campaña anti bolchevique. Condena ya conocida por la sociedad cristina occidentalizada en contra de la “abyecta fémina”, a quienes con anterioridad les habían puesto sumariamente el sambenito y coroza de la vergüenza. Evidencia de esta condena eclesiástica en contra de estas mujeres y hombres fue la misa y Te Deum realizado por la Iglesia Católica en 1932, como apoyo al Presidente por su lucha anticomunista, definitivamente un Auto de fe muy a lo siglo XX.
Por último, no pudieron dejar a un lado el tema sexual como herramienta para manipular y poder condenar con él a la mujer. Indicó Michel Foucault que “En las sociedades cristianas, el sexo ha sido objeto de examen, de vigilancia, de confesión, de transformación en discurso” (2007: 158). Eso se dio para este caso ya que teniendo su concepto social de sexualidad, uno frustrado y mudo, reprimido por hipócritas tabúes (2007: 161), lo llevó al plano represivo en conjunto con la violenta política practicada en este suceso.
Este aspecto de la sexualidad en la mujer o en contra de ella nos llevó a verlo en dos planos: el primero, donde la ponen como supuesta víctima y lo indicamos así al observar el caso del anarquista Benjamín Amaya. Como ya lo vimos, este fue capturado debido a su supuesta vinculación con el movimiento conspirativo comunista, pero además fue acusado por parte de la policía de conformar un “Comité Pro-Propaganda anti religiosa”. Indicando a la vez, por parte de la fuente policial que se le encontró un listado de mujeres de las cuales se iba abusar sexualmente al triunfo de la revolución roja. De ahí cuando mencionamos el plano de ella como “supuesta víctima” utilizada por el sistema imperante, ya que obviamente de acuerdo a esa versión oficial no era a cualquier mujer, sino que las “sacrificadas” eran las “probas” de la sociedad, esas que reproducían al Estado. Es decir, aquí no cabían como mártires las pobres, las revolucionarias; lo que hicieron fue manipular la participación femenina, dependiendo de su condición social.
El segundo plano era esa trabajadora que no era bien vista por saltarse las normas y que había sido “sodomizada” por los comunistas, era pues otro tipo de protagonista del tema sexual; esta no iba a ser víctima sexual, sino era manipulada para ayudar a los objetivos libertinos. Dentro de las obreras capturadas se dio el caso de María Álvarez –Berenice- y María Paniagua –Walkiria- quienes fueron aprehendidas por ser activas en el movimiento artesanal-obrero organizado, aunque no pudiendo determinar por lo limitado de las fuentes su filiación revolucionaria. Pero lo particular de su caso es que de acuerdo a la manipuladora versión de la policía, a ellas se les agregó otro señalamiento y fue el aspecto sexual. Fueron acusadas entre líneas de mantener una relación lésbica, no importándoles a ellas sus hijos y de prácticamente vivir en caos, todo a raíz de su pensamiento y/o actuar revolucionario. Veamos la descripción de la policía:
…prestaron servicios eficientísimos a los comunistas, en la intensa labor por ellos desarrollada, de repartir hojas anónimas, subversivas, etc., con la facilidad que una mujer tiene para transportar canastas, líos de ropa y demás bultos inherentes a las actividades de las personas humildes, […] fueron sorprendidas por la policía, tarde en la noche, durmiendo juntas, casi en cueros y con… el mimiógrafo [sic] enmedio [sic] de las dos. Los chiquillos acostados en distintos sitios de la misma habitación, era lo que menos les importaba… (1932, enero 31: 201).
Fue así que este tipo de persona fue inculpada de contener un poliformismo que resultaron llamando perversión, solo por su condición social y política, para así hacer justificable su acusación. Pero también no perdiendo la visión machista de quienes regían en la sociedad, ya que sus capturas fueron por creerlas débiles y ver si ellas podían atenuar por medio de delatar a sus compañeros y compañeras al movimiento organizado. Es decir, volvemos a los preceptos inquisitorios, ya que así lo indicaba el Malleus Maleficarum: “…una mala mujer que, por naturaleza, duda más rápido en la fe, también más rápidamente abjura de ella, lo cual es fundamental en la brujas” (Kramer y Sprenger, 2004: 102).
Seguir pensando pues, que ella es débil, loca, “desviada sexual” y revolucionaria. Nada lejos de la realidad está Eduardo Galeano cuando señala que para la sociedad el diablo es musulmán, judío, negro, mujer, pobre, extranjero, homosexual, gitano e indio. (2008) Así lo expresaron las autoridades nuevamente con la captura de Francisca González –Dalila-, a quien la acusaron de ser promiscua al interior del movimiento revolucionario, esto con el visto bueno de su hermano, el también supuesto comunista Rafael González. (1932, enero 31: 201).
Continuaron los señalamientos en contra de otras mujeres organizadas, con absurdos como los casos de Reyes Girón de Masaya –Isis- que era acusada de prestar su vivienda para las reuniones de los comunistas en el barrio Jocotenango, además de ella ofrecer una “tamaleada gigante” como fe stejo al momento del triunfo bolchevique en Guatemala. También estaba el caso de Sotera Flores culpada de mantener relaciones íntimas con dos comunistas, además de poseer gran cantidad de propaganda y a cambio de esta ayuda, los dirigentes rojos le habían ofrecido propiedades. Por último estuvieron los casos de Victoriana Soto de Gómez –Hebe- y Rosa Valenzuela –Salavarrieta- quienes fueron aprehendidas porque eran quienes tenían a cargo el resguardo del prófugo de la represión, el líder comunista Obando Sánchez (1932, enero 31: 202).
Como se ha venido indicando, es muy probable que algunas de estas mujeres capturadas –entre muchas más que no hay registro- hayan sido comunistas y de seguro varias también eran anarquistas y por qué no, algunas no se identificaban con ningún pensamiento revolucionario. Lo que parece imperar en estos casos, es el hecho primordial de que fueron perseguidas porque eran trabajadoras que de una u otra manera atentaron contra el sistema patriarcal con sus acciones. Ese fue el momento preciso para capturarlas y marcarlas ante la sociedad de sediciosas, todo por hacer pública su posición. Así nos explica Monzón esa parte de cuando se hace de conocimiento social las posturas rebeldes de ciertas mujeres:
Al desnaturalizar el paradigma tras la afirmación de que la esfera pública es el espacio masculino, y la esfera privada el espacio femenino, que oculta además las interacciones entre una y otra, se amplían los marcos explicativos acerca de qué son y cómo accionan los movimientos sociales (2015: 10).
Imagen 6. En esta imagen se muestra la fotografía de los “27 camaradas” –entre ellos el anarquista Alejandro Dávila, marcado con el núm. 16- que de acuerdo a la versión policial, iban a ser los invitados de rigor a la fiesta de la celebración del triunfo de la revolución comunista. Interesante es analizar la animación del centro, donde se muestran -fieles al estilo del Malleus Maleficarum-, a los participantes del festejo con elementos propios de las creencias satánicas, todo un aquelarre del siglo XX. Estos al dibujarlos con patas de cabra y los músicos representados como demonios, contenían una carga religiosa en esta campaña anti revolucionaria.
Fuente: La Gaceta, órgano de publicidad de la Policía Nacional de Guatemala, 31-01-1932, p. 216.
Ideas y actitudes que no eran particulares de Guatemala, ya a nivel mundial muchas mujeres habían tomado como suyo ese papel de liberarse de la sociedad y sus moralistas conceptos, ya fuese por influencia ideológica o simplemente por exigencias de las circunstancias vividas. Así lo manifestó una de las grandes teóricas de esa época del anarquismo a nivel mundial, Emma Goldman al referirse a la idea de superar esa etapa de sumisión: “Derecho a tener personalidad. Derecho a rechazar tener hijos cuando no lo desea. Rechazo a ser sirviente de Dios, del Estado, del marido, de la familia. Liberación del temor a la condena pública” (Mayer, 2007: 136).
Era evidente pues, la preocupación del statu quo ya que el hombre revolucionario era un elemento al que se le solía enfrentar en una contienda política violenta o batalla campal. Pero miraban riesgoso que la mujer se volviera subvertora, ya que como primera instancia cobraría cierta independencia de la autoridad patriarcal conservadora de la sociedad. Pero por otro lado, como elemento que mantiene al núcleo de la familia, ella no seguiría copiando los valores que se multiplican en este ente social, como lo es el proto-Estado reproductor de las relaciones sociales imperantes.
A partir de 1932 y debido a esa cruenta persecución dictatorial, todo movimiento obrero fue desarticulado, dando por añadidura también la desaparición de cualquier actividad reivindicativa –ya fuese social o de género- de la mujer. El ideal que imperó durante el tiempo que gobernó Jorge Ubico fue el fascismo –nacional socialismo, falangismo y fascismo italiano-, dando por lo mismo una apertura a este tipo de organizaciones. Surgieron colectivos de mujeres afines a esta idea como la Sección Femenina de la Falange para Guatemala en 1938, con una postura de carácter conservador:
Para que esa incorporación sea total y fecunda, debe de infundir la mujer, con la predicación y el ejemplo, los ideales de la Falange, propagar sus virtudes, estilo y disciplina y defender siempre el honor de la Patria. La Sección Femenina ha de realizar los servicios que concuerden con el espíritu y facultades de sus masas, cumpliendo con ello en la Falange las funciones de la mujer en el hogar, su arreglo material, aliento y cuidado, los servicios de participación en la obra sanitaria en España y el desarrollo de la obra Social y benéfica (Se constituye en Guatemala la Sección Femenina de Falange, 1938).
Retornando a las acciones subvertoras de la mujer, estas se volvieron a ver de una forma más activa a partir de la Revolución de Octubre de 1944 y los gobiernos que se generaron como consecuencia de este hecho histórico. “En esa época se movilizaron y organizaron mujeres del campo y la ciudad con una agenda más clara en función de sus demandas por los derechos políticos, laborales y sociales, aunque sin cuestionar a profundidad el orden y las relaciones de género” (Monzón, 2015: 16)
Conclusiones
Se puede afirmar que este pequeño recorrido de participación femenina al interno de las incipientes organizaciones de trabajadores (gremiales, sindicales, etc.), no demerita el tratar un tema como este, por muy limitado que fuera la partición de la mujer y sus fuentes historiográficas. Esto lo que hace es adentrarnos a conocer ese pequeño papel que interpretaron las féminas en un sistema tan agobiante como el de Guatemala; y no porque no hayan existido “grandes lideresas” no es “digno” de discutir el tema. No se trata de conocer solo al individuo sobresaliente, sino a todas esas personas que hacen del factor colectivo, algo importante para comprender ciertos fenómenos, es decir no confundir el anonimato con impersonalidad (Carr, 1 978: 66).
El tratar de conocer la actividad de los productores directos desde la inquietud de la participación y/o existencia de la mujer, nos da la pauta para empezar a ver una Historia total y crítica, que trata de no olvidar a todos los protagonistas. Es así que empezaremos a ver todo fenómeno social con una visión colectiva y no especializada en un grupo –ya sea social, cultural, de género y económico-.
Algunas especialistas hablan de la presencia ignorada de las mujeres en las organizaciones sindicales. Y dan cuenta de cómo los análisis de las estructuras y estrategias sindicales se han realizado desde una mirada masculina, que tiende a confundir lo masculino con lo universal (Torns y Recio, s.f.).
Solo bajo estos conceptos de inclusión es que se logrará una Historia multidisciplinaria, universal, total y colectiva, derribando así estructuras que privilegian a ciertos grupos –cualquiera que imponga su pensamiento sea cual sea- como únicos protagonistas del devenir humano.
Entonces es de comprender que no se trató solo de colectivos varoniles de productores directos, que abrazaron una tendencia emancipadora de clase social, sino también mujeres que participaron con ese mismo objetivo. Pero que consciente o inconscientemente dejaron la semilla para ir ampliando la lucha, una que a futuro cobraría auge, en la cual se articula un discurso de afirmación y resignificación de su identidad política desde la autonomía y la libertad de ser, decir y estar en el mundo (Monzón, 2015: 10).
Importantes reflexiones nos deja el caso de estas mujeres que emprendieron su lucha de igualdad, pero no solo basadas en principios de género, sino realizando una batalla integral –mujer/hombre-, ya que actuaron conforme a una lucha de clases que debe de ir conexa con todos los aspectos. Entender pues, que como sociedad se debe de aprender a adaptarse a los elementos culturales, sociales, étnicos, económicos, etc. Tener en claro ante cualquier lucha de emancipación, el papel que se tiene dentro del proceso productivo y a partir de ahí iniciar el camino en conjunto con su par masculino, en un verdadero camino de igualdad libertaria.
Imagen 7. Dibujo que muestra lo que los artesanos-obreros comunistas tenían “pensado hacer” con el clero al momento del triunfo de la revolución. Esto como parte de la campaña hecha por la policía. En ella dejaban ver que habría abolición de la libertad de conciencia, expulsando a los líderes religiosos, así como sodomizar a las mujeres practicantes de esa fe, tomando nuevamente al sexo como elemento manipulador. Alrededor de esta imagen están las fotografías de los supuestos comunistas anti religiosos que llevarían a cabo estos señalamientos.
Fuente: La Gaceta, órgano de publicidad de la Policía Nacional de Guatemala, 31-01-1932, p. 205.
Notas:
[1] Guatemalteco, Licenciado en Historia. Catedrático de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala –USAC-, investigador independiente, redactor en diferentes medios académicos y culturales. Escritor de libros sobre los tópicos de obrerismo y anarquismo en Guatemala, entre los cuales se puede mencionar su coautoría con el doctor Arturo Taracena Arriola en el Diccionario biográfico del movimiento obrero urbano de Guatemala 1877-1944, (2014); y La Senda Libertaria. Nacimiento y desarrollo del Anarquismo en Guatemala, el cual se encuentra en proceso de publicación con la Editorial Universitaria de la USAC. Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
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Fuentes hemerográficas:
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- Nuestro Diario, Guatemala.
- La Gaceta, órgano de publicidad de la Policía Nacional de Guatemala.
- El Liberal Progresista, Guatemala.
Cómo citar este artículo:LUCAS MONTEFLORES, Omar, (2019) “Mujeres en la conformación del incipiente sindicalismo revolucionario en Guatemala, 1920-1932”, Pacarina del Sur [En línea], año 10, núm. 38, enero-marzo, 2019. ISSN: 2007-2309.
Consultado el Miércoles, 11 de Diciembre de 2024.Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1713&catid=9