La vida de Ricardo Melgar Bao, como la de tantos intelectuales latinoamericanos, está signada por el compromiso, por el exilio, por el interés en contribuir al conocimiento de nuestra región a través del estudio crítico y riguroso, por el diálogo y la escritura, por los libros y la edición. En suma, por el permanente tironeo entre encontrar un lugar, una morada, donde fundar la casa y la familia, y la exigencia moral e intelectual de no olvidar el viaje, el movimiento, la intemperie. De allí esta permanente vocación por tejer redes familiares y de amigos, y sobre todo este enorme interés por la religación, por volver a trazar los vínculos de la militancia intelectual y los lazos de la vida profesional.
En los últimos días de su vida Ricardo Melgar y yo nos comunicábamos casi a diario a través del teléfono o la computadora. Él estaba terminando de escribir, contra reloj, su último libro,[1] y yo conversaba con él porque a partir de su invitación a prologar su obra habíamos retomado este contacto humano e intelectual y reavivado el diálogo comenzado tantos años atrás, cuando Ricardo me propuso organizar un homenaje a Mariátegui que derivó en un inolvidable coloquio y en un excelente libro: Mariátegui, entre la memoria y el futuro de América Latina (Melgar y Weinberg, 2000). Habían antecedido a esta obra otros títulos importantes, como El movimiento obrero latinoamericano. Historia de una clase subalterna (Melgar,1988),[2] y lo precedieron otros muchos: Redes e imaginario del exilio en México y América Latina: 1934-1940 (Melgar, 2003),[3] La prensa militante en América Latina y la Internacional Comunista (Melgar, 2015), El zapatismo en el imaginario anarquista norteño: Regeneración, 1911-1917 (Melgar, 2016) y Esteban Pavletich. Estaciones del exilio y Revolución Mexicana, 1925-1930 (Melgar y Jaimes, 2019). Muy amplia es también su colaboración en revistas, como Boletín de Antropología Americana, Memoria, Nuestra América o Cuadernos Americanos. Y desde luego que animó con pasión y compromiso Pacarina del Sur. Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericano, este lugar de encuentro y diálogo que hoy nos convoca y que ya cumplió diez años de vida.
Imagen 1. De izquierda a derecha: Mario Miranda Pacheco, Rafael Pérez Taylor, Liliana Weinberg y Ricardo Melgar en el examen de doctorado de Gloria Alicia Caudillo Félix (“El discurso indio en América Latina”), CELA-UNAM, 7 de diciembre de 2001.
Foto: Gloria Alicia Caudillo Félix.
Ricardo y yo habíamos vuelto a coincidir en los últimos años en varias reuniones y encuentros académicos realizados en México, Argentina y Costa Rica, siempre en torno a nuestro compartido interés por las redes intelectuales, las formas de sociabilidad que animaban proyectos políticos y editoriales en América Latina y la historia intelectual.
A partir del estallido de la pandemia por Covid-19, en marzo de 2020, habíamos retomado el intercambio epistolar y telefónico. Ricardo enviaba a sus amigos interesantes noticias y textos sobre esta pandemia, contribuía a compartir opiniones y miradas, a tejer nuevas redes, ahora a través de los nuevos medios de comunicación que permitían sobrellevar de algún modo el aislamiento.
Cuando no terminábamos de acostumbrarnos a esa nueva situación, aterradora, por la que el coronavirus se estaba expandiendo a pasos agigantados por todo el mundo y por cada uno de los países que integran nuestra América, nos enteramos que Ricardo había sido afectado por el Covid-19.
A pesar de ello, y una vez superado el que creíamos había sido el momento más crítico de su salud, Ricardo retornó a sus comunicaciones. Comprendí entonces que una vez pasada la dolencia pueden quedar fuertes secuelas: Ricardo nos participaba con enorme lucidez los avatares de las mismas, en particular los problemas de falta de oxigenación que habían derivado de ella.
Comenzó a circular entonces entre los amigos un texto escrito por él: “Me falta el aire: testimonio de vivir y sobrevivir al Covid 19”,[4] que me impresionó hondamente dada su capacidad de reflexionar y enfrentarse con toda crudeza a los avatares de la enfermedad. Ricardo era a la vez protagonista de la dolencia y antropólogo que tenía la fortaleza de observarse a sí mismo, en aquello que Bourdieu llamó “objetivación participante”, esto es, no solo la tradicional “observación participante” del estudioso, sino la posibilidad de verse, examinarse a sí mismo, con todas las exigencias que se plantean a un científico social. Se trata de uno de los textos más conmovedores que nos dejará la pandemia, testimonio de quien vive la enfermedad y es a la vez capaz de dejarnos una descripción, un análisis, del modo en que la falta de oxígeno va derivando en una situación de ahogo y de asfixia: un fenómeno a la vez individual y compartido.
Imagen 2. Ricardo Melgar, Liliana Weinberg y Carlos Magis, Cuernavaca 2020.
Foto: Archivo familiar Melgar Tísoc.
Este texto extraordinario tiene una fuerza y una valentía únicas, ya que Ricardo se refería en él tanto a situaciones de la vida política y social actual, comenzando por la muerte por asfixia de George Floyd, quien exclamó “no puedo respirar”, o los problemas que vive un enfermo al enfrentarse a los sistemas de atención de salud, hasta la crónica de su propia enfermedad, la pérdida de capacidad pulmonar, la falta de oxígeno, la asfixia, y el modo en que fue enfrentando su dolencia.
Lo menciono porque Ricardo nos dejó no solo un testimonio, vivido desde dentro por una persona que sufre las terribles secuelas del Covid, un testimonio absolutamente personal e íntimo, sino a la vez un ejercicio admirable. Un ejemplo límite del modo en que él mismo, con una enorme lucidez y sobreponiéndose al dolor y al miedo, narró a partir de la metáfora de la asfixia, desde la referencia a un ciudadano asesinado por asfixia hasta su propia experiencia, de lo que le está sucediendo a la sociedad con los muertos por asfixia y lo que le estaba sucediendo a él:
Respirar para los seres humanos es sinónimo de vida, pero a veces deviene en su negación. Floyd clamó “no puedo respirar”. Comúnmente el testimonio de los pacientes de Covid se ha expresado en la frase coloquial “me falta el aire”, no en la más técnica de “me falta oxígeno”, que es de lo que realmente careces cuando tu pulmón izquierdo está severamente inflamado y su capacidad de almacenamiento de oxígeno no llega al 20 por ciento. En esta batalla por la vida ni basta la medicación ni los cuidados higienistas y de sana distancia, ya que cuenta mucho tu fuerza interior, tu élan vital… El cuerpo habla y debo aprender a escucharlo… Me venía generando mucha ansiedad el hecho de que ya no pudiese desprenderme de la máquina de oxígeno, por la amenazante sensación de asfixia. La angustia tiene como expresión psicosomática dominante el sentir asfixia.
En este círculo terrible y, como él mismo lo expresó, la angustia por la asfixia genera aún más asfixia. De allí que diga que “Una historia es como una caja china” y que diga también que “El centro de mi batalla giró en torno a mi mundo interior. Tenía claro que, si el tono de vida se cae, el sistema inmunológico se derrumba”. Asfixia, derrumbe, cajas chinas, batallas, caídas, derrumbes…
Este texto, tan íntimo y personal, nos muestra que hasta el último momento Ricardo tuvo también una enorme sensibilidad por lo social, un enorme amor por su América, y que a su espacio y su biblioteca llegaban siempre los ecos de la calle, de la ciudad, del mundo. Ricardo nos dejó, con su texto, un testimonio, una herencia, en eso que tomando palabras prestadas llamaré “la ceremonia del adiós”.
A pesar de todas estas dificultades y del creciente deterioro de su salud, habíamos logrado retomar por breves momentos la comunicación. Yo le preguntaba por su libro, y él seguía dándome a conocer adelantos del mismo, así como algunos detalles de su propia vida y su trayectoria. Me impresioné mucho cuando, como respuesta a mi pregunta respecto de si escribía obras de creación, me confirmó que, en efecto, en su juventud había sido poeta… y de algún modo lo seguía siendo. Es que era Ricardo un autor de gran estilo, con una prosa rica y clara, densa y cristalina a la vez. Reviso emocionada los mensajes que envió a mi teléfono, donde queda constancia de sus palabras: “Estudiaba filosofía y escribía poesía… Más tarde vino la antropología… Y luego la historia de América Latina... Soy hechura de todo ello…”. Nada más elocuente para asistir a estas etapas en su formación intelectual, a esta espiral asuntiva por la cual este antropólogo e historiador alcanzó la dimensión latinoamericana y latinoamericanista que todos le reconocemos.
Imagen 3. Núm. 174 de Cuadernos Americanos (2020), CIALC, UNAM. Edición de artículo póstumo de Ricardo Melgar basada en una conferencia magistral
Foto: Archivo familiar Melgar Tísoc.5
Pero además de estos muchos mensajes, hay uno más que quiero comentar aquí, y que constituye la más fuerte razón para haber aceptado la invitación de la revista para participar en este homenaje, y es que sus últimas palabras, sus mayores comentarios de devoción intelectual, fueron para su entrañable Pacarina del Sur, que me pintó como uno de los más grandes proyectos de su vida, como la niña de sus ojos. Pacarina del Sur era su orgullo y era la obra que fundó, animó, defendió y sostuvo académica e incluso económicamente, con una devoción de editor y un compromiso de militante que seguramente podemos comparar con la que en su momento tuvo Mariátegui con la fundamental Amauta. Espero que este proyecto pueda seguir, porque sería la forma más alta de honrar su memoria y ser fieles a su legado intelectual y humano. No deja de resultar también muy elocuente que Pacarina sea el término que designa a la vez, en la tradición quechua, el lugar de origen y el lugar de destino.
Ciudad de México, 15 de octubre de 2020.
Notas:
[1] [N. E.]: El libro póstumo se titula Revistas de vanguardia e izquierda militante. América Latina, 1924-1934, actualmente está en prensa en la Editorial tren en movimiento, Serie América Latina en sus Revistas (en colaboración con Centro de Documentación CeDInCI), en Buenos Aires, Argentina.
[2] [N. E.]: En 1990 se publicó una segunda edición de este libro, en dos tomos, en el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Alianza Editorial Mexicana.
[3] [N. E.]: En 2018 se publicó una segunda edición de este libro en la Universidad Nacional Autónoma de México.
[4] [N. E.]: El texto fue publicado posteriormente en el primer número de La Corriente. Revista de Política y Cultura. Véase Melgar (2020).
5 [N. E.]: En el número 174 de Cuadernos Americanos (CIALC-UNAM) se publicó “En Recuerdo de Ricardo Melgar Bao” (págs. 139-141) un texto de memoria publicado por Liliana Weinberg y un ensayo póstumo de Ricardo Melgar titulado: “Nuestra América en su laberinto los caminos y sentidos de su enunciación” (págs. 143-181), el cual recoge una de las últimas conferencias que impartió sobre los Estudios Latinoamericanos de cara al siglo XXI. La grabación de la conferencia está disponible en: https://www.facebook.com/watch/live/?v=264357090954946&ref=watch_permalink; y la descarga del número de la revista en: http://www.cialc.unam.mx/seo/load/cuadernos/index
Referencias bibliográficas:
- Melgar Bao, R. (1988). El movimiento obrero latinoamericano: Historia de una subalterna. Alianza.
- ______. (2003). Redes e imaginario del exilio en México y América Latina 1934-1940. Libros en red.
- _____. (2016a). La prensa militante en América Latina y la Internacional Comunista. Instituto Nacional de Antropología e Historia.
- ______. (2016b).El zapatismo en el imaginario anarquista norteño: Regeneración, 1911-1917. Instituto Nacional de Antropología e Historia.
- ______ (2020) “Me falta el aire”. Testimonio de vivir y sobrevivir al Covid 19. La Corriente. Revista de Política y Cultura, (1), 7-12, disponible en: https://drive.google.com/file/d/1P9H0Nks2jqjh9kNMI8M2pH6qEbpSzahB/view?fbclid=IwAR0T6_BBytWFbrtIDFehE9gY4D4HZXUf9MwfdwTj9saXt93bGdxCuBlKtPo
- ______ y Weinberg, L. (2000). Mariátegui, entre la memoria y el futuro de América Latina. Cuaderno de Cuadernos Americanos, Universidad Nacional Autónoma de México.
- ______ y Jaimes Navarro, P. (2019). Esteban Pavletich. Estaciones del exilio y Revolución Mexicana, 1925-1930. Instituto Nacional de Antropología e Historia.