Testimonio de César Miró: Blanca Luz Brum, José Carlos Mariátegui y la intelectualidad socialista itinerante[1]

Ricardo Melgar Bao

Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Recibido: 28-05-2019
Aceptado: 15-06-2019

 

 

Conocí a César Alfredo Miró-Quesada Bahamonde (1907-1999), más conocido por el seudónimo literario de César Miró, en el verano de 1966, gracias a Gabriel Niezen Matos, en su oficina del Ministerio de Educación del Perú. En esa ocasión tuvimos una larga conversación acerca de las nuevas coordenadas estéticas de la novela latinoamericana. Miró era un gran conocedor de la literatura vanguardista, del cine, de la radio, de la problemática educativa nacional. Había formado parte de la red intelectual que animó José Carlos Mariátegui durante la segunda mitad de la década de 1920. Publicó sus escritos literarios en la revista Amauta a partir del número 7. Uno de ellos, datado en 1928 en la ciudad de Buenos Aires en homenaje a Máximo Gorki, expresó su adhesión entusiasta al socialismo revolucionario:

[…] Hoguera proletaria, / yunque reivindicacionista / en los talleres del esfuerzo universal. // Yo también he de levantar mi brazo / musculoso de rebeliones americanas / en esta angustia lenta de justicia social. // Para hacer llegar a ti mi trópico de frutas rojas, / y el canto indio de la tierra / crujiente de esperanzas definitivas / bajo este sol inédito de libertad (Miró, Poema en hoz a Máximo Gorki, 1929).

 

Con motivo de nuestro reencuentro en la ciudad de Guadalajara, México, en septiembre de 1993, le solicité una entrevista. Nuestra conversación giró en torno a Mariátegui y a su personal inserción en la vida intelectual de esos años. Sobresale su testimonio acerca de su relación con Blanca Luz Brum (1905-1985),[2] la itinerante y vanguardista escritora uruguaya, viuda del poeta peruano Juan Parra del Riego. Blanca Luz había sido acogida tempranamente por Mariátegui en las páginas de Amauta.[3] En junio de 1927 fue detenida, al igual que Mariátegui, Miró y otros intelectuales y dirigentes sindicales. Todos ellos fueron acusados de participar en un supuesto “complot comunista”. El 26 de junio Miró y otros compañeros de infortunio se declararon en huelga de hambre, en rechazo de tan absurda y reaccionaria acusación política. En amorosa carta dirigida a Blanca Luz, expresó: “Hoy estoy en el tercer día de hambre. Mis músculos se van debilitando, pero mi espíritu es cada vez más fuerte. Y cada día que pasa te siento más cerca de mí. No hay sacrificio bastante grande cuando éste se hace por un ideal puro. Y ¿no es el amor el más puro de los ideales? Me siento feliz porque sé que este sacrificio ha de acercarme a ti. ¡Han pasado tantos días! He esperado con ansia una noticia tuya, y al fin ha llegado” (véase Anexo 1). Contrajeron matrimonio civil por poder y, siendo liberado Miró, bajo el ritual católico el 22 de julio. Salieron al exilio con dirección a Valparaíso y reiniciaron la publicación de Guerrilla, revista cultural itinerante y transfronteriza, cuyo primer número salió al público en Lima. Se vincularon a jóvenes artistas plásticos que colaboraron para ilustrar sus artículos en Amauta y Guerrilla, como el limeño Juan Devéscovi y el chileno Germán Baltra, director de la revista Litoral, de Valparaíso, autor del dibujo de portada del libro de Serafín Delmar Radiografías del Pacífico (1927). Viajaron a Montevideo y colaboraron en la página cultural del periódico Justicia, vocero del Partido Comunista del Uruguay. En sus páginas se reprodujo un poema “Corazón”, del escritor Alberto Espinoza Bravo, con la siguiente dedicatoria: “A César Alfredo Miró Quesada, con afecto” (Espinoza Bravo, Corazón, 1928). Espinoza, el intelectual jaujino, pertenecía, al igual que Miró y Blanca Luz, a la red de Amauta,[4] levantando las banderas del desarrollo de la autoctonía cultural y de la lucha antiimperialista.[5]


Imagen 1. http://surquillanomiraflorino.blogspot.com

En 1929 viajó a México. Una nota de Ángela Ramos intitulada “El viaje de Blanca Luz a México” (1929), retrata en clave de género su rebeldía frente a la conservadora cultura limeña: “Lima, nuestra burguesa y beata ciudad, supo de sus arranques y de sus rebeldías. Por eso, por considerarla una planta rara y venenosa, fue alejada de este medio solo propicio para la mala yerba”. Por su lado, Mariátegui escribió su propia valoración de la obra y personalidad de Blanca Luz en los siguientes términos:

Aaa Levante es, por antonomasia, un título de hoy. Y esta actitud es muy propia de Blanca Luz. Su poesía, no obstante la angustia que a ratos la empaña, es su fuerte grito de la vida. No ha venido Blanca Luz al Perú a anunciarnos la muerte del poeta Parra del Riego, sino su vida, su inmortalidad. Levante llega en su hora. La técnica de Blanca Luz es todavía un poco insegura y agreste. Pero en todas sus canciones se reconoce la voz de una verdadera poetisa. Blanca Luz no es sólo de la tierra de Delmira Agustini; es también de su estirpe. Es un alma encendida, apasionada, dionisíaca. Por esto la siento tan fraterna y amiga (Mariátegui, Levante, 1927).

 

Mariátegui, dos años más tarde, no por casualidad le hizo una dedicatoria “A Blanca Luz Brum”, a propósito de su reseña del libro El Cemento, de Fedor Gladkov, acaso porque encontró afinidad de género entre ella y Dacha:

La revolución al apoderarse de ella total e implacablemente, no podía hacer de Dacha sino una dura y fuerte militante. Y en este proceso, tenía que sucumbir la esposa, la madre, el ama de casa; todo, absolutamente todo, tenía que ser sacrificado a la revolución. Es absurdo, es infantil, que se quiera una heroína como Dacha, humana, muy humana, pero antes de hacerle justicia como revolucionaria, se le exija un certificado de fidelidad conyugal (1929, pág. 317).[6]

 

La relación de César Miró y Blanca Luz Brum, aunque está documentada, ha sido insuficientemente analizada. Al final de la entrevista reproducimos, de la autoría de César Miró, su carta de amor a Blanca Luz [Anexo 1] y dos textos, escritos en Madrid y publicados en la revista Bolívar [Anexo 2 y 3], los cuales versan sobre la trascendencia de Mariátegui y el pesar que suscitó su muerte.

Es relevante reproducir una nota decidora sobre el perfil ideológico socialista de César Miró, extraído de las páginas de la revista Bolívar, dirigida por Pablo Abril de Vivero en 1930. La nota intitulada “Madrid”, consigna:

César Alfredo Miró Quesada en otro de los poetas hombres que sienten desde el esqueleto la necesidad marxista de lo objetivo. Es un hombre nuevo que no equivoca los valores de la decadencia con los valores revolucionarios. Miró Quesada ha nacido al arte y a la polémica marxista, bajo la fe creada en el Perú por ese gran hombre heroico –según el decir de Waldo Frank- que se llama en todo el continente americano José Carlos Mariátegui.

César Alfredo Miró Quesada se encuentra en Madrid y colabora desde su llegada en los afanes de Bolívar (1930a, pág. 16).

Dibujo de Blanca Luz Brum, por Juan Devéscovi, 1927
Imagen 2. Dibujo de Blanca Luz Brum, por Juan Devéscovi, 1927.
Repertorio Americano (San José), vol. XIX, núm. 20, 23-11-1929.

 

A continuación, reproducimos la entrevista a César Miró:[7]

R. M. Queremos preguntarle al Dr. César Miró o, mejor dicho, pedirle su testimonio acerca del campo intelectual y político de su tiempo.

C. M. Claro, mi tiempo es muy político, por una doble razón. Porque la dictadura de Leguía atacaba continuamente a la labor de Amauta y de Mariátegui, tanto que la policía inventa por ahí un complot y vamos a dar a la Isla de San Lorenzo yo, que era menor de edad, Jorge Basadre, el ilustre historiador de la República y una serie de presos más que no conocíamos, nos encontramos en la Isla de San Lorenzo. Yo no sé cómo, y por coincidencia, toda la obra de Mariátegui la escribe hasta 1930 en que él muere y cae la dictadura. Es curioso, es coincidente, nada más. Pero esto quiere decir que Mariátegui tuvo que trabajar muy cuidadoso de cada palabra, porque en esa prisión que sufrimos en la Isla de San Lorenzo, se suspendió Amauta por siete meses y ahí estaba la puntería de la dictadura, de suprimir esta revista porque la dirigía José Carlos Mariátegui. Por otro lado, hacíamos poesía. Yo en Amauta publiqué solamente poemas. En los 32 números habrá unos 13 o 14 poemas míos.[8]

En ese momento, estábamos saliendo del simbolismo, del modernismo de Darío y desde luego del arco del surrealismo y el ultraísmo, todos los ísmos de esa época. Pero no como una cosa declaradamente significativa en ese momento, porque en general hacíamos poesía sin pensar en las escuelas. Lo que sí nos interesaba era la trayectoria de Mariátegui. A Mariátegui se sumó gente que lo estimábamos mucho, entre ellos estaba Blanca Luz Brum, que acababa de llegar de Uruguay, de enviudar de Juan Parra del Riego, el poeta peruano que murió en Uruguay y llegó con un hijito.[9] Dentro de esa misma maraña de sucesos y de acontecimientos, y más que nada porque por un impulso del día, yo me casé, por poder, con Blanca Luz.[10] El matrimonio duró poco y ella más tarde sería la mujer de David Alfaro Siqueiros.

R. M. Cuando mencionaba esta inquietud poética, que va desde Darío al surrealismo, me estaba acordando, aparte de sus poemas, de otros nuevos poetas que yo creo que son de su generación. Y me parece que un poco andaban en esta misma preocupación generacional. Estaba pensando en un poeta chiclayano, Nicanor de la Fuente, “Nixa”. Y lo asocié también con otro poemario que por ahí debo tener que se llamaba Diánidas, de Juan José Lora. Uno y otro, compartían más o menos, me imagino, con sus matices de estilo y de temáticas este perfil de buscar una poesía de vanguardia.

C. M. Bueno, en esa época, hablo de los años 20. El año 1923, que vuelve Mariátegui de Europa, de Italia, de Francia, de Alemania. Preferentemente de Italia. A él le entusiasmaba mucho Piero Gobetti. El año 23 en el mes de marzo vuelve Mariátegui de Europa y en el mes de junio, tres meses después, parte Vallejo a Europa. Lo que yo pienso como algo que me parece imposible es que no se hayan visto. Mejor dicho, que no haya ningún documento en el que conste que Vallejo y Mariátegui se encontraron en Lima. En esos tres meses que hay entre la llegada de Mariátegui y la salida de Vallejo.

R. M. Dígame, don César, ¿cómo en que llega al Cono Sur? ¿En qué momento?

C. M. Bueno, yo llego desterrado a Chile. Me quedé una temporada en Chile donde hice muy estrechas amistades. Me incorporé al grupo de Vicente Huidobro. Estaba Salvador Reyes, Díaz Casanueva. Salvador Reyes me obsequió después un libro. Eran muy amigos míos. Pero ocurre que, yo no lo sabía, cuando yo llegué a Santiago, el año 27, fui a buscar inmediatamente a Vicente Huidobro, sin saber que estaba, pues, en una guerra a muerte con Neruda. Era una cosa muy tenaz y muy agresiva. Fue tanto que yo no podía en ese momento acercarme a Neruda, porque hubiera provocado el gran resentimiento de Huidobro, tanto que cuando pasaron unos años y le invitamos una comida a Neruda, que acababa de llegar a Lima, él vino directamente hacia mí y me dijo: “Tú eres muy amigo de mis enemigos”, con esa voz nasal que él tenía. Y yo le dije: “No, yo soy amigo de Vicente Huidobro porque fui a visitarlo, pero no tengo la culpa de que ustedes se hayan pasado la vida peleando”. Luego pasaron los años, murió Huidobro y Neruda había conseguido todos los premios, las satisfacciones. Por ejemplo, él tuvo el Premio Lenin [1953], pero también tuvo el Premio Nobel [1963] y también fue embajador en Francia, siendo declarado comunista. Con Huidobro no había ningún inconveniente, tal era la importancia y el prestigio que tenía Neruda.
Después he visitado otras gentes. Por ejemplo, en París yo conocí a Barbusse, precisamente porque en La escena contemporánea, uno de los dos libros que publica Mariátegui en vida –publica La escena contemporánea y Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana-, hay un gran elogio a Barbusse. Entonces yo, llegando a París, me fui a visitar a Barbusse, a conversar con él. Le agradó mucho que yo lo visitara, porque le gustaba mucho la amistad de los jóvenes y tenía especial simpatía por los escritores hispanoamericanos. Después, a los pocos años, no sé cuántos, se fue porque él era comunista. Se fue a Moscú a curarse un cáncer que no se curó y murió.

R. M. Cuando llega a Santiago, ¿llega solo o va con otros exiliados peruanos?

C. M. No, yo llego solo.

R. M. ¿Por decisión personal o porque el destierro lo orillaba a viajar?

C. M. No, porque me dieron un pasaje de Lima a Montevideo. O sea, a Uruguay, que era la tierra de Blanca Luz. Es la única explicación. Luego el viaje a Europa, la aventura de París, esa cosa bohemia, esa atracción poderosa que tiene París en los escritores, en los artistas. Paso de ahí a España y vuelvo al Perú. En España sacábamos la revista Bolívar, con Pablo Abril de Vivero.[11] Su hermano Xavier también colaboraba en la revista. Ahí colaboraba también Vallejo y yo le hice a Vallejo, a pedido de él, pues yo dibujaba, un apunte para un artículo sobre el poeta Mayakovski, que se suicidó y que iba a ser uno de los capítulos de su libro Rusia

R. M. Bolívar sale en 1930. Y yo me imagino que en ese año estaba en España. Y ahí es donde reciben la noticia de la muerte de Mariátegui. ¿Cómo digiere la información?

C. M. Fue una cosa tremenda para nosotros. Ese hombre que admirábamos tanto, porque ya nos dábamos cuenta de lo que representaba en la cultura peruana y su imagen en el continente era realmente espléndida. Era un pensador con un valor personal que iba más allá de la ideología. Su pensamiento sobrevive, primero porque los problemas que él denuncia todavía no se han resuelto, o se han resuelto a medias, o mal. Se hizo una reforma agraria incompleta, el problema del indio subsiste igual, el problema de la educación está peor que antes. Y esto porque ha crecido la ciudad y no han aumentado los hombres capaces de resolver estos problemas. Eso es indudable y comprobable, no es una conjetura sino una comprobación.

R. M. ¿Quiénes más integraban el grupo de la revista Bolívar?

C. M. En el grupo de Bolívar estaban Pablo, Pérez Domenech, un escritor español que había vivido mucho en el Perú. Se publicaban colaboraciones de escritores eminentes, ya importantes de América, como Alfonso Reyes, o el mismo Neruda. Escritores que en eso momento eran significativos.

 Portada del número 3 de Guerrilla (Lima), 1 de mayo de 1927
Imagen 3. Portada del número 3 de Guerrilla (Lima), 1 de mayo de 1927.

R. M. ¿Ustedes decidieron publicar un número de homenaje a Mariátegui en Bolívar?

C. M. No, pero se le hizo homenaje. No fue el número especialmente. Yo publiqué un apunte al lado de un poema mío, pero sin mencionar a Mariátegui. Está en todo el ancho de la página, dice “José Carlos Mariátegui”.[12] Ahí está mi poema.

R. M. Me llama la atención el hecho de que Vallejo le mande un telegrama a Francisco Abril, diciéndole que cancele la publicación de su artículo sobre Mariátegui. Y le dice: “después te explico”. Entonces yo me pregunto si esto estaba asociado al rol que le toca cumplir a Ravines, o a este juego, este viraje que comienza a darse en la política peruana.

C. M. Puede ser, pero no hay nada que compruebe que ese fue el motivo principal. Porque Vallejo, en realidad, en los 32 números que saca Amauta, solamente colabora cinco veces con poemas y de esas cinco veces, dos colaboraciones en un mismo número: un poema y una crítica sobre la poesía nueva. El último artículo de Vallejo que aparece en Amauta es ya después que ha muerto Mariátegui. El artículo está fechado en París, en febrero de 1930 y aparece en el número de abril-mayo, ya muerto Mariátegui [Vallejo, 1930]. Era una “autopsia del superrealismo”, como se llamaba entonces. Después, adoptando el nombre francés, lo hemos llamado surrealismo.

R. M. Yo le preguntaba esto porque son los últimos meses de 1930 y cuando leo los textos de los intelectuales peruanos en el exilio, vinculados a Mariátegui, en algunos casos me da la impresión –no es visible, no es explícita–, que hubiera una fuerte tensión en torno a cómo procesar una reflexión post mortem. Entonces pensaba, no que Vallejo tuviera una postura anti Mariátegui, sino que el hecho de suspender la publicación, el hecho de buscar en última instancia el silencio, era una forma de evitar complicar las cosas. Y lo asocio con un artículo de un peruano que firma con el seudónimo de “Armand”, publicado en la revista Claridad[Armand, 1930] que hace un elogio de Mariátegui que me parece que, párrafo a párrafo, estuviera de alguna manera respondiéndole a Ravines. Pero no sé quién es Armand.

C. M. Podría ser Armando Bazán, que había sido secretario de Mariátegui y que en esa época vivía en París. Probablemente, por la coincidencia del seudónimo con el nombre. Armando Bazán escribió una biografía de Mariátegui [1939]. Y por lo tanto, se entiende que hubiera defendido a Mariátegui contra Ravines, que era una persona conflictiva, difícil, con una vida muy sobresaltada. Fue aprista, atacó al APRA violentamente; se hizo comunista, renunció al comunismo; escribió El camino de Yenán y La gran estafa. Luego comienza a atacar al sandinismo y se pliega a la derecha peruana. Ha sido una cosa increíble, lo que pasó con Ravines es inexplicable. Porque era un hombre que tenía mucho talento, yo lo conocí bien. Y murió en México atropellado por un automóvil, por cierto, un muy sospechoso accidente de tránsito. Se sospecha que fueron los sandinistas, porque él los había atacado mucho.

 Imagen de portada del libro Cantos de la América del Sur (1929)
Imagen 4. Imagen de portada del libro Cantos de la América del Sur (1929).

R. M. Dígame, don César. En España funcionaba una Federación Hispanoamericana de Estudiantes. ¿Qué me podría relatar de esto?

C. M. Yo no tuve ningún contacto con ellos, eso fue un poco después, me parece a mí. Un poco después del año 30. Debe haber sido cuando yo dejé España. Yo volví al Perú en el año 30, en diciembre. En todo caso, si existía en ese momento, yo nunca tuve ningún contacto con esta Federación.[13]

R. M. Y como Grupo Bolívar, ¿tenía ligas con César Falcón?

C. M. No.

R. M. César Falcón escribía por ese tiempo en El Sol, ¿no?

C. M. Sí. Antes fue corresponsal en Londres. Era un brillante director, pero tuvo también muy malas relaciones con Pablo Abril.

R. M. ¿Conocía usted una revista que se llamaba Nosotros?

C. M. Sí, que era de Falcón. La sacaba más o menos por esas fechas.

R. M. Recuerda algo de esa revista? Yo nunca la he visto.

C. M. No exactamente, siempre tenía su filiación socialista. Incluso durante la República fue representante por una provincia de España y luego renunció. Se fue, viajó. Se vino a vivir a México. Yo viajé con él el año 45 desde Nueva York hasta México, hasta la capital. Él tenía un automóvil y yo tenía que tomar mi avión para ir a Lima en Nueva York. Entonces me dijo: “cancela el viaje, en el tramo de Nueva York a México y ahí tomas tu avión para irte a Lima”. Entonces el compromiso era manejar cien millas cada uno. Las primeras cien millas las manejé yo, creo que llegamos hasta Filadelfia. Entonces cuando le dije: “ahora te toca a ti”, me di cuenta que no tenía la menor idea de cómo manejar un automóvil: se salía del camino. Le dije: “no, César, tú no sabes manejar un automóvil, estas muy nervioso. Yo voy a manejar las tres mil millas, mientras tú me lees los originales de una novela que publicó en México que se llamaba El Buen Vecino. Sanabria U.[14]” Era un hombre muy inteligente, volvió con una aguda arterioesclerosis a morirse a Lima, después de haber estado ausente mucho tiempo y por eso mucha gente no lo conoce.

R. M. Él sacaba en México una revista llamada Historia Nueva. ¿Llegaba a Perú esa revista?

C. M. No, muy poco. Yo he visto algún número, pero tengo la impresión de que no tenía una publicación regular. Salía de vez en cuando, como salen las revistas de los escritores, con esa impuntualidad, que también es romántica.

R. M. Volviendo un poco hacia atrás, sacaba una revista literaria, Guerrilla, que era itinerante.

C. M. Sí, se sacaron unos números en Lima, otros en Santiago y en Buenos Aires, pero tuvo corta vida.

R. M. Pero fue una iniciativa muy personal suya.

C. M. Bueno, los dos en realidad. Aparecía como directora Blanca Luz Brum. La hacíamos los dos.

R. M. ¿Quiénes más colaboraban en Guerrilla?

C. M. Intelectuales de esa época. Siempre publicábamos algo de Mariátegui. Hubo cosas de Xavier Abril, colaboraciones de Enrique Peña, algo de algún poeta argentino, de Oliverio Girondo o de Emilio Frugoni, de Uruguay, de Silva Valdez. Gente que en esa época figuraba mucho.

R. M. Entonces, el primer número lo sacan en Lima, ¿por 1927?

C. M. Exactamente en 1927.

R. M. ¿Y después vuelven a reeditarla en Santiago y Buenos Aires?

C. M. Bueno, ya no me acuerdo bien. Tengo un vacío. Sé que se sacó un número más, pero no recuerdo si fue en Buenos Aires o si fue uno o dos más. Pero sí sé que fue alguno más. No tuvo mayor trascendencia, era una revista para regalarla a los amigos, con una tónica más bien agresiva que revolucionaria. Todavía quedan por ahí unos números, yo debo tener uno.

R. M. Pero hacían intercambios, ¿no?

C. M. Sí, claro.

R. M. Y, ¿cómo se hace el tránsito de Santiago a Montevideo y Buenos Aires?

M. Bueno, nosotros ya nos habíamos separado. Nos casamos porque nos obligaron las circunstancias, al ganarle a alguien en una batalla. Pero luego nos separamos porque los dos teníamos más bien una tendencia a ser independientes, a no tener que contar con el otro.[15] Tanto que yo me divorcié y me volví a casar con Carmen Montoya, mi esposa actual. Era una muchacha bonita de Lima nada más, pero que cuando se discutió quién había disponible para hacer el papel de La Perricholi en una película, la eligieron a ella. Y ella trabajó desinteresadamente en esa película y lo hizo además muy bien. La película tuvo premios, se filmó con mucho cuidado por un italiano, Enzo Longhi, que además hacía el papel del Virrey Amat.

Blanca Luz Brum y César Miró. Postal a José Carlos Mariátegui. Invierno de 1928. Archivo José Carlos Mariátegui, Lima, Perú
Imagen 5. Blanca Luz Brum y César Miró. Postal a José Carlos Mariátegui. Invierno de 1928. Archivo José Carlos Mariátegui, Lima, Perú

R. M. En Buenos Aires, ¿qué tiempo estuvo?

C. M. Esa vez estuve dos años y luego me fui a Europa.

R. M. ¿Qué ambiente frecuentaba en Buenos Aires?

C. M. En Buenos Aires, la gente del grupo de los martinfierristas, Jorge Luis Borges, Francisco Hernández, Raúl González Tuñón y Enrique, su hermano, quien murió joven, Oliverio Girondo. Había gente muy brillante. Yo recuerdo que después encontré a Raúl González Tuñón en Buenos Aires, era un hombre muy simpático y muy inteligente, que había publicado El violín del diablo y estaba dentro de la tónica socialista.

R. M. ¿Y a qué se dedicaba, aparte de frecuentar estos círculos?

C. M. A defenderme, como se dice en París. A mi mandaban un poco de dinero, por unas colaboraciones y de vez en cuando había oportunidad y ganaba un poco más de dinero, pero siempre se pasan pellejerías.

R. M. ¿Alguna anécdota especial?

C. M. Ninguna en especial o tan importante como para ser contada, cosas de rutina. Yo conocí ahí, y estábamos en un grupo, a César Moro, o sea Alfredo Quíspez Asín, que adoptó César Moro como seudónimo. Alguien me contó que él decía que yo firmaba como César Miró para que me confundieran con él [risas]. Estaba Vallejo, Jorge Seoane –hermano de Manuel Seoane, el segundo del APRA– José Torres de Vidaurre, un poeta lorquiano, muy inteligente. Había mucha gente valiosa, Raúl de Verneuil, un compositor extraordinario. Era sobrino de González Prada, porque González Prada se casó con la señora de Verneuil, que era tía de Raúl. Nos reuníamos siempre en algún café de Montparnasse: en Le Dôme, La Rotonde y después en una café que había cerca del Bulevar Saint-Michel, que se llama La Source. Ahí nos reuníamos a conversar.

R. M. ¿En qué año era?

C. M. Debió ser el año 1929.

R. M. O sea que en 1929 sale de Buenos Aires hacia París. Y dígame, ¿allá logra conocer al grupo de los cusqueños?

C. M. Había un grupo de cusqueños, claro. No sé si ya estaba Quintanilla. El cholo Quintanilla, un pintor muy inteligente que, cuando no vendía cuadros, formaba parte de unos espectáculos de teatro popular y él cantaba con un charango y un poncho. Hacía su número folclórico. Él todavía vive y sigue pintando.

R. M. ¿Conoció a Quijano allá en París?

C. M. No.

R. M. Allá funcionaba un organismo que se llamaba AGELA, ¿lo frecuentaba?

C. M. No tuve nunca contacto con ese grupo. Después me fui Madrid, me quedé allá una temporada.

R. M. ¿Y a Vallejo lo vio en París?

C. M. Cómo no, en París y en Madrid. Yo le hice un apunte para Bolívar.

R. M. ¿Y a Ravines?

C. M. Por supuesto. Él vivía de unas traducciones que le hacía al Partido Comunista, cuando estaban en buenas relaciones. Unas traducciones del francés al castellano. Era propaganda soviética, naturalmente.

R. M. ¿Era el órgano de la Internacional de Trabajadores de la Enseñanza?

C. M. Sí.

Sección literaria del periódico <em>Justicia</em> (Montevideo), 15-12-1928
Imagen 6. Sección literaria del periódico Justicia (Montevideo), 15-12-1928.

R. M. Me contaba una anécdota Wilfrido Rozas, un cusqueño. Que en ese tiempo todavía Ravines tenía una fuerte lealtad a lo que era la adhesión al APRA, pero que un día decidieron, por otro tipo de razones muy juveniles, invitar a Ravines a acompañar a dos hermanas rusas. Entonces él atribuía a este romance, el gran viraje de Ravines y se sentía muy culposo porque, él dice, “nosotros llevamos a Ravines con dos rojas, que lo terminaron convirtiendo en militante cominternista. ¿Usted escuchó algo de eso o logró conocer a estas rusas?

C. M. No, no las conocí. Pero es que eso fue en otro momento. Además, yo no frecuentaba grupos con asiduidad, ni siquiera por curiosidad. Yo siempre he sido muy independiente. Había cosas que ni entendía ni me interesaban. Teníamos un grupo de amigas, costureritas. Nos divertíamos mucho, eran chicas muy guapas, muy simpáticas y una hablaba perfectamente el español y cantaba tangos. Era francesa, nunca había salido de París. Entonces un día yo le pregunté “¿por qué y cómo aprendiste tan bien el español?”. Y me contestó de una manera muy graciosa. Me dijo: “me viví dos años con un arequipeño”. Se llamaba Madeleine, era una rubia flaca de ojos verdes, celestes más bien. Muy inteligente, muy simpática, muy amiga nuestra, que hablaba un español bastante bueno. Lo había aprendido nada más con el sleeping dictionary [risas].

R. M. ¿Y usted escribía y comunicaba también en París?

C. M. Yo no dejé nunca de escribir. Incluso hubo una época en que logré formar un trío y nos fuimos por ahí por los pueblos cantando, llegamos hasta Chile. Era algo muy frecuente en Europa, los estudiantes formando pequeños conjuntos y cantando. En Lima podía ser una cosa escandalosa, pero nosotros seguíamos una vida ejemplar, porque teníamos que cuidarnos la voz, estar bien, aprender las canciones, teníamos trabajo.

R. M. ¿Quiénes conformaban el trío?

C. M. Un tenor de ópera brillante, se llamaba Marcial Calonge. Primera figura, primer tenor de ópera. Había expuesto la Caballería Rusticana, la Sonámbula y el pianista era un muchacho chileno, Claro Castillo. Que cuando yo le propuse formar el trío, me dijo: “¡encantado, formidable! Me parece muy bien, cuenten conmigo. Yo dejo todo lo que estoy haciendo”. “Muy bien, y ¿cómo te llamas?”. Me dijo: “Capetanópulos”. Entonces le pregunté “¿cómo se llama tu mamá?”. “Castillo”. “Te vas a llamar Castillo porque con Capetanópulos no vamos a llegar a ninguna parte”. Era un griego, de Iquique.

R. M. Pero, ¿dónde nace la idea de un trío?

C. M. Cuando fueron Los Cuatro Huasos, que eran estudiantes de derecho, de medicina y me animaron: “anímate, forma un trío y te pones a cantar canciones peruanas”.

R. M. ¿En qué año fue eso?

C. M. Como punto de referencia, le puedo decir que yo estaba cantando en Tacna y estaba listo para salir a escena, porque el número iba antes de la película. Entonces, yo estaba listo para salir a escena y alguien me dijo: “asesinaron a Sánchez Cerro”. De modo que fue exactamente el año 1933. En el teatro municipal estábamos nosotros cantando, porque además el trío tuvo mucho éxito y cantábamos muy bien. Yo no tenía ningún prejuicio, como había en general en nuestra sociedad. Algunas personas suponen que yo hacía una vida bohemia, ¡qué ocurrencia!, yo tenía que cuidarme mucho para estar bien de la voz, para estar en perfecta forma. Así que no hacíamos vida bohemia, nos acostábamos temprano, no bebíamos, no fumábamos. Era una vida ascética, de sacrificios, pero me divertía mucho esto de ir por los pueblos cantado. Hasta que terminamos en Santiago, donde se disolvió el trío porque Calonge, el tenor, era empleado del Ministerio de Hacienda y un día desapareció del hotel de Santiago sin decir nada. Se le había vencido su licencia.

R. M. ¿Eran canciones peruanas?

C. M. No, le llamamos “trío sudamericano”, porque no había suficiente repertorio peruano. Entonces cantábamos canciones mexicanas, alguna tonada chilena y, desde luego, siempre algo peruano. Pero no había suficiente repertorio. Todavía, a pesar de que vivía entonces [Felipe] Pinglo, no era famoso. Pinglo es famoso después de 1986, después que se muere. Entonces no solamente es famoso, sino que es una época de la canción criolla.

R. M. Usted tiene también una vena muy valiosa como compositor.

C. M. Por ese entonces me salió la afición a la composición y tuve por ahí una canción que hice en Hollywood para una película que no se hizo, porque nos retrasó la financiación una persona que iba a poner el dinero. Íbamos a hacer una película con extras en Hollywood. Con extras de México, Cuba, Colombia, del Perú.

Blanca Luz Brum y su hijo Eduardo. Postal enviada a José Carlos Mariátegui, 25-06-1927
Imagen 7. Blanca Luz Brum y su hijo Eduardo. Postal enviada a José Carlos Mariátegui, 25-06-1927.

 

Anexo 1. Carta de César Miró a Blanca Luz Brum

San Lorenzo. Junio 28 de 1927[16]

Blanca mía, mi Blanca Luz.

¡Qué suave paz me trae tu nombre!

En medio de esta soledad, de esta injusta soledad mía, tu nombre es una frase de ternura que dulcifica estas horas de cárcel impiadosas y horribles.

¡La libertad es una palabra que nació en la cárcel! Yo sólo he perdido esa libertad. Me la quitaron cobardemente, y hoy quieren también robarme la libertad del corazón. ¡Canallas! ¡Mi voluntad es más fuerte que vuestra fuerza! ¡Miserables mil veces!

Hoy estoy en el tercer día de hambre. Mis músculos se van debilitando, pero mi espíritu es cada vez más fuerte. Y cada día que pasa te siento más cerca de mí. No hay sacrificio bastante grande cuando éste se hace por un ideal puro. Y ¿no es el amor el más puro de los ideales? Me siento feliz porque sé que este sacrificio ha de acercarme a ti. ¡Han pasado tantos días! He esperado con ansia una noticia tuya, y al fin ha llegado. Soñé que las gaviotas me traían tu voz en el pico. Cuando más triste estaba ha llegado tu alegría a hacer palpitar mi corazón de entusiasmo. Pero he comprendido que es necesario luchar. Yo no puedo permanecer impasible mientras tú sufres por mí. La “huelga de hambre” es la única fuerza que yo puedo mover. No importa lo que venga después. Nuestro amor debe estar sobre todas las cosas ¡esto no lo comprenden ellos! Pero no saben que luchan con un hombre. ¡Qué fuerza da el amor! Estoy dispuesto a sacrificar mi vida si fuera necesario. Quieren separarnos y para esto me encierran cobardemente, hasta que tú abandones el país. ¡Ridículos! Me río de sus armas de villanos. Yo sabré vencerlos. Yo les enseñaré a pelear con el pecho desnudo y de frente al peligro. Y para esto no tengo otra arma que el amor.

Blanca Luz mía: yo te ofrezco este sacrificio, “la huelga de hambre” suena en mis oídos, como un grito de guerra. Recuerdo en este momento la célebre frase del capitán de la guardia francesa: “Mierdas, la guardia muere, pero no se rinde”.

 

Anexo 2. “Apunte en Letania”, de José Pérez Doménech (1930)

Ha muerto Mariátegui cuando más necesitaba de su acción cerebral el Perú. Cuando también él necesitaba de su país, nuevo y fecundo bajo el ala de sus palabras y al grito de su gesto.  Lo que mejor satisface a1 sembrador es la tibieza del fruto en que devino la semilla. El gozo de la siembra es volver, hecha carne, a la mano que la aventó. Creador y obra se alejan, porque la biología así lo quiere; pero se estremece radiante la obra, sustancia del individuo, energía inmortal de la materia. En ese caso, e1 Perú de Mariátegui permanece. Y permanece por encima de todas las ficciones, por encima de cualquiera farándula. Es curioso; del mismo modo que un espeso nubarrón se baña la espalda con luz solar, la más ¿cendrada mentira deja crecer a su vera una verdad sin mácula.

Mariátegui es una verdad innegable y robusta de su país. La verdad de mayor interés del Perú.

América en masa lo sabe. Desde tiempo. Y para siempre. La voz del escritor cristalizó enseguida en todas las latitudes. Tomó de la piel de los Andes la pureza y corrió, sin desnaturalizarse, por los llanos y sabanas del Continente, sorteando volcanes y torrenteras. No era voz de fácil nitidez, presta a la dorada mordaza de un amo, ni portadora de atavíos bullangueros e histrionescos. Tenía el sobrio ritmo de lo vital, de la sangre que no se apresura en las venas, pero que circula indefectiblemente, saludablemente. Pasaba por el corazón –oxigenándolo y oxigenándose– para darse luego al cerebro como una vulva. Voz nutrida de pan humano, no podía ser sino para la Humanidad. Por eso el socialismo captó al luchador desde sus comienzos, y tuvo en é1 puntal seguro. La revista Amauta es el espejo interminable de la ejecutoria socialista de Mariátegui. En sus páginas condensó su doctrina, ajustada a las realidades de la vida peruana. En ellas vieron luz por vez primera los Siete ensayos, coleccionados más tarde en un volumen. Y algunos otros del libro que anunciaba, Defensa del marxismo. La insistente preocupación por los problemas aborígenes de su pueblo era la más lúcida consecuencia de sus convicciones. El socialismo y la historia de su país confluían en la civilización incásica, que en lo social tuvo estructura perfectamente comunista. No aparecía, pues –a su criterio–, descabellada, ni mucho menos exótica, la conveniencia de aplicar las teorías de Marx a la organización política de su tierra y al resto de la América indohispánica. Propugnábala, por el contrario, como un medio de salvación urgente. Con semejante concreción revolucionaria el espíritu criollo crecería afirmando personalidad y con aptitudes suficientes para librar combate ante las invasiones capitalistas del extranjero, que frustran y corroen cualquier espontáneo desarrollo. En contra de lo que han propalado algunos de sus detractores, se ratificaba cada día más en la necesidad de occidentalizar la cultura de Hispanoamérica. ¿No era él mismo un producto de Europa? Algunas bibliotecas de Roma, París y Berlín saben de sus inquietudes. La escena contemporánea es un libro de un europeo, de un ciudadano que vive en carne y hueso los problemas de Europa.

Prisma de claras virtudes, Mariátegui ofrecía en relieve la de su devoción por el compañerismo. Todo se hundía en é1 para echar brotes cordiales, porque su mano estaba abierta y diligente para todos. El dolor de su cuerpo lo hizo fuente de ternura, en oposición a las mezquinas almas que quieren vengarse del Destino sacudiendo sus acíbares sobre el prójimo. Tenía fe en su pueblo y en la juventud que le rodeaba. Las persecuciones y la pobreza madurábanle de optimismo. Sólo con optimismo podía vencer, ante sus propias pupilas, el espectáculo angustioso de su trunca envoltura física.

Los muchachos del Perú le seguían como a un Mesías. En más de una ocasión oí llamarle maestro. La pasión podía cegarles un poco, pero a su ejemplo debían casi todos ellos el vaciado de su conducta intelectual. Agitador de ambiente en ruina, sabio divulgador de las ideas de nuestra hora, virtualizábalas asimilándolas al paisaje escueto de que era espectadora su conciencia. Su maestría floreció en la mejor de sus condiciones: la de incorporar en los artistas más puros del país preocupaciones políticas y sociales. De esa unción mágica y evangélica emergió el nuevo estado espiritual de la juventud peruana. Eguren y Xavier Abril, Sabogal y Mercado, Oquendo y otros representantes conspicuos de la más reciente sensibilidad artística, fueron hasta él y su publicación animados de desazones ciudadanas. Había conseguido romper sus enclaustraciones abstencionistas, hechas para divagar en la más inútil y primorosa de las técnicas. Les ofrecía, a cambio, el contenido humano y trágico de la vida, a la que él prestaba el oído de todos sus poros en afán. Batalló contra el apartamiento político de los intelectuales, acribillándolos de responsabilidades, y veía en las multitudes el contraste seguro que da calidad y permanencia a las especulaciones del pensamiento múltiple.

Confortaba escucharle en su raído apartamiento limeño, santificado por el palique de los libros y las horas de lucha inacabable. Cuando hablaba de España, lo hacía como nosotros, con la detonante sinceridad de ese hambriento de porvenir que cada español joven lleva en el subconsciente.

Jamás malempleó nuestro idioma, que fue digno y bello en su alfar. Tal mérito, entre tantos, nos obliga a admirarle sin reservas. Y a doblar las rodillas del alma unos minutos.

José Carlos Mariátegui visto por César Miró.
Imagen 8. José Carlos Mariátegui visto por César Miró. Bolívar (Madrid), núm. 7, 01-05-1930.

 

Anexo 3. Idea y sentido del hombre, de César Miró (1930).

I

Muchas veces se habló de la desaparición del hombre. Se hizo la lágrima. Se hizo la fecha. Se hizo el bronce. Se habló muchas veces de la desaparición del hombre.

II

Tierra. Palabra. Pétalo. Acaso estarán sintiéndonos llorar. Adyacencia de vértices de noventa grados. Circunferencia. Cruz.

III

Luego, más tarde, ya todos sabemos que la soledad es un seno vacío. Acaso esté allí, encerrado, el verdadero sentido de la palidez. Yo afirmo: No es verdad aquello que nos contaron del silencio.

IV

Yo lo afirmo. Yo lo aseguro. Yo comprometo mi voz y el misterio de mi pupila donde caben el cielo y la tormenta y el árbol. Yo lo aseguro: No es verdad lo que nos cuentan los hombres de la soledad.

V

Dejo aquí, sobre el cristal más sonoro del viento, la idea del hombre, el sentido del hombre, la eternidad del hombre.

VI

Mi latido tiene hondura de alma, y quiere mi corazón dejar caer su párpado. Tal vez la nube sienta la angustia del perfil luminoso de la noche.

VII

Pero acaso también se abrirá la mañana, con sangrante dolor de músculos humanos. Sí. Yo sentí alguna vez la palabra fatigada del mar. Yo pegué mi oído al surco. Y escuché el doloroso crujido del árbol. Y en todas estas voces hallé la voz del hombre.

VIII

Palpitaba la tierra, y dolíase en su propia carne. Arañó el brazo erguido la terrible verdad del cielo. Y una boca hambrienta desgarraba la palabra de Dios.

IX

Lágrima. Palabra. Pétalo. Adyacencia de vértices. Cruz.

X

Ya sabemos que la soledad es un seno vacío. Pero yo dejo aquí, sobre el más fino cristal del viento, el sentido del hombre y la idea del hombre.

 

Notas:

[1] Entrevista realizada por el autor en la ciudad de Guadalajara, México, el 9 de septiembre de 1993. Nos aproximó nuestra participación en el II Coloquio Internacional sobre la Clase Obrera, los Nuevos Sujetos Sociales y las alternativas Socialistas del Presente, en homenaje a Arnoldo Martínez Verdugo, convocado por el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, del 8 al 10 de septiembre de 1993.

[2] Obras: Las llaves ardientes (1925); Poemas (1926); Levante. Arte social y de combate (1928); El reloj de las imágenes caídas (1928); Penitenciaría-Niño Perdido (1931); Atmósfera arriba. Veinte poemas (1933); Blanca Luz contra la corriente (1935); Cantos de América del Sur (1939); Del cancionero de Frutos Rivera (1943); 21 poemas, 21 pueblos (1945); El último Robinson (1953); En brazos de su pueblo regresa Perón (1972).

[3] Blanca Luz Brum publicó en Amauta: “La noche”, “Lo que soñé”, núm. 2, octubre de 1926; “Círculo”, “Mañana limeña”, núm. 5, enero de 1927; “Nocturno”, “Mañana” núm. 6, febrero de 1927; “Regreso del trabajo” núm. 7, marzo de 1927; “Poema”, núm. 9, mayo de 1927; “Alabanza por los instantes puros”, núm. 10, diciembre de 1927; “Poema”, núm. 11, enero de 1928; “Nicaragua”, núm. 13, marzo de 1928; “Fuerza”, núm. 15, mayo-junio de 1928; “Poema”, núm. 16, julio de 1928; “Poema rojo”, núm. 17, septiembre de 1928; “Himno de las fuerzas”, núm. 18, octubre de 1928; “Poetas uruguayos”, núm. 22, abril de 1929; “Cantos de  Blanca Luz”, núm. 25, julio de 1929.

[4] Publicó en cinco ocasiones: “El poema del maestro”, núm. 6, febrero de 1927; “El poema de la madre”, núm. 9, mayo de 1927; “Cardiograma”, núm. 13, marzo de 1928; “Nuestra misión ante los destinos de América”, núm. 20, enero de 1929; “El desfile de banderas”, núm. 28, enero de 1930.

[5] Espinoza, en las páginas de Amauta escribió: “…ha llegado la hora de formar el frente único, contra todos los imperialismos” (1929, pág. 89).

[6] He de hacer notar que esta reseña crítica de Mariátegui, incluida en El Alma Matinal, eliminó en 1950 la dedicatoria a Blanca Luz. La omisión ha persistido, tanto en Mariátegui Total (1994), como en su reproducción en el portal www.marxists.org

[7] Transcripción, edición y notas de Perla Jaimes Navarro.

[8] En total se publicaron diez poemas: “Poema”, núm. 7, marzo de 1927; “Mahuare”, núm. 9, mayo de 1927; “Poema”, núm. 12, febrero de 1928; “Poema”; “El poema de la única ciudad lejana”, núm. 15, junio de 1928; “Poema sin fronteras”, núm. 16, julio de 1928; “Kipukamayo”, núm. 17, septiembre de 1928; “Perfil del marinero en la ciudad”, núm. 20, enero de 1929; “Poema en hoz a Máximo Gorki”, núm. 23, mayo de 1929; “Adyacencia de la fruta y el canto”, núm. 25, julio de 1929.

[9] Eduardo Parra del Riego Brum nació 16 de noviembre de 1925. Cinco días más tarde, Juan Parra del Riego murió a causa de la tuberculosis que padecía.

[10] De acuerdo con Piñeyro (2011), “Blanca Luz se casó con César Alfredo Miró Quesada que se encontraba detenido, por lo cual debió hacerlo mediante poder ante la municipalidad de El Callao. Poco después Miró Quesada fue liberado y pudieron concretar la ceremonia religiosa el 22 de julio de 1927 en la Parroquia Santo Toribio de Mogrovejo (La Inmaculada) de Lima”. En el acta de matrimonio figuraron como testigos del acto Eduardo Goicochea y Rosa Mercedes viuda de Miró Quesada (págs. 53-54).

El Dr. Eduardo Goicochea de la Reguera (1900-1966) acompañó, en 1921, a la Federación de Estudiantes en el homenaje que le rindió la ciudad de Miraflores al escritor Ricardo Palma el 12 de febrero de 1921. Fungió de codirector de los Anales Hospitalarios de la Beneficencia de Lima a partir de 1923 (Basadre, 1961, pág. 4367) y fue uno de los médicos que atendió a Mariátegui del mal óseo que lo aquejaba desde que era niño (Rouillon, 1975, pág. 45), lo cual explica la dedicatoria agradecida que el socialista peruano le dedicase en un ejemplar de Siete Ensayos… el 7 de noviembre de 1928: “Al Dr. Eduardo Goicochea, que con generoso espíritu me asiste en mi combate y que fraternamente estuvo a mi lado en horas difíciles, homenaje de gratitud y de afecto” (Melgar Bao & Pásara, 2018, pág. 219). En 1931 participó en la conformación del Sindicato de Médicos apristas y la redacción del capítulo de “Higiene y Asistencia Social”, incluido en el Programa Mínimo del Partido Aprista Peruano (Primer Congreso Nacional Aprista, 1984, págs. 681-683).

[11] Miró publicó siete artículos en Bolívar: “Ubicación de la actitud romántica en torno a un centenario”, núm. 5, 1 de abril de 1930; “Inventario espiritual de Mao”, núm. 8, 15 de mayo de 1930; “Significación del 23-5-23 en el proceso del socialismo peruano”, núm. 9, 1 de junio de 1930; “Henry Barbusse”, núm. 10, 15 de junio de 1930; “Expresión estética de la civilización capitalista”, núm. 11, 1 de julio de 1930; “Color y ritmo de España. El conflicto de las velocidades”, núm. 12, 15 de julio de 1930; “El conflicto de las velocidades II”, núm. 13, noviembre de 1930.

[12] (Miró, 1930). Véase anexo 3.

[13] La Federación Universitaria Hispanoamericana fue presidida en 1930 por José Macedo Mendoza, socialista peruano (Bolívar, 1930b).

[14] México: Historia Nueva, 1947.

[15] César Miró, en carta dirigida a Mariátegui desde París, con fecha 27 de septiembre de 1929, escribió al respecto: “Supongo que habrá tenido Ud. noticia del raid Montevideo-México realizado por Blanca Luz, así como de nuestra separación que, aunque data de una fecha menos lejana, no habíamos querido anunciar a nadie aún. Hace en estos días precisamente un año que resolvimos, con toda la serenidad que el caso requería, orientar nuestras vidas en diferentes direcciones, ya que no nuestras ideas.

Hoy, en París, creo que ha sido una verdadera y acertadísima solución en favor de nuestra inquieta bohemia de 20 años. Así hemos de vivir con más hondura, tal vez […].

No me olvide. Me produciría un dolor enorme pensar que su relación conmigo no sea sino un reflejo del afecto que tiene por Blanca Luz. Tenga fe en mí que ya estoy hecho. Ahora tengo un poco más de 20 años y un mucho más de vida. Y créame, sinceramente, que he pensado más de una vez en volver a Lima para trabajar al lado de Ud.” Archivo José Carlos Mariátegui [en línea]: http://archivo.mariategui.org

[16] Biblioteca Nacional de Uruguay, Departamento de Investigaciones y Archivo Literario. Correspondencia de Blanca Luz Brum, 28 de junio de 1927.

 

Referencias bibliográficas:

  • Armand, R. (12 de julio de 1930). Ubicación de José Carlos Mariátegui. Claridad, 9(210), 14.
  • Basadre, J. (1961). Historia de la República del Perú, vol. 9. Lima: Ediciones Historia.
  • Bazán, A. (1939). Biografía de José Carlos Mariátegui. Santiago de Chile: Zig-Zag.
  • Espinoza Bravo, A. (15 de diciembre de 1928). Corazón. Justicia, 4.
  • Espinoza Bravo, A. (enero de 1929). Nuestra misión ante los destinos de América. Amauta(20), 86-90.
  • Federación Universitaria Hispanoamericana. (15 de junio de 1930b). Bolívar(10), 16.
  • Homenaje a don Ricardo Palma. (12 de febrero de 1921). El Comercio, pág. 1.
  • Madrid. (15 de mayo de 1930a). Bolívar(8), 16.
  • Mariátegui, J. C. (enero de 1927). Levante. Mundial(342).
  • Mariátegui, J. C. (23 de noviembre de 1929). Elogio de El Cemento y del realismo proletario. Repertorio Americano, XIX(20), 317.
  • Melgar Bao, R., & Pásara, M. (2018). José Carlos Mariátegui: Originales e Inéditos, 1928. Santiago de Chile: Ariadna Ediciones.
  • Miró, C. (mayo de 1929). Poema en hoz a Máximo Gorki. Amauta, 72.
  • Miró, C. (1 de mayo de 1930). Idea y sentido del hombre. Bolívar(7), 4.
  • Pérez Doménech, J. (1 de mayo de 1930). Apunte en Letania. Bolívar(7), 4.
  • Piñeyro, A. (2011). Blanca Luz Brum, una vida sin fronteras. Maldonado, Uruguay: Botella al Mar.
  • Primer Congreso Nacional Aprista. (1984). Plan de Acción Inmediata o Programa Mínimo. En V. R. Haya de la Torre, Obras Completas, vol. 5 (págs. 681-683). Lima: Editorial Mejía Baca.
  • Ramos, Á. (julio de 1929). El viaje de Blanca Luz a México. Amauta(25), 92-93.
  • Rouillon, G. (1975). La creación heroica de José Carlos Mariátegui, vol. 1. La edad de piedra (1894-1919). Lima: Arica.
  • Vallejo, C. (abril-mayo de 1930). Autopsia del superrealismo. Amauta(30), 44-47.

 

Cómo citar este artículo:

MELGAR BAO, Ricardo, (2019) “Testimonio de César Miró: Blanca Luz Brum, José Carlos Mariátegui y la intelectualidad socialista itinerante”, Pacarina del Sur [En línea], año 10, núm. 40, julio-septiembre, 2019. ISSN: 2007-2309

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1773&catid=5