Teosofía, agnosticismo y paganismo en el pensamiento anarquista

Theosophy, agnosticism and paganism in anarchist thought

Teosofia, Paganismo e agnosticismo no pensamento anarquista da América Latina

Perla Jaimes Navarro

Recibido: 20-03-2014 Aprobado: 01-04-2014

 

El siglo XIX fue testigo del auge de una serie de revoluciones en los ámbitos político, social y cultural. Las nuevas ideologías, marcadas por las huellas de la modernidad, y de la revolución francesa, convivieron con las innovaciones de la era tecnológica, la revolución industrial y la revolución en las artes. Nuevas ideologías, nuevas formas de ver el mundo, tuvieron su espacio en este siglo, donde igualmente convivieron el socialismo, el anarquismo, el positivismo, etc. y se vivió el auge de la teoría evolutiva. La revolución político-cultural que se dio en esta época llevó a intelectuales y artistas a un contacto directo con diversas corrientes ideológicas y filosóficas; a la militancia política y  a la reflexión espiritual; y todas ellas marcaron los modos de pensar y concebir a las sociedades de su época (Eagleton, 2005: 56-57).

El anarquismo, ideología nacida en esta época de cambios y revoluciones está representado, tanto ideológica como filosóficamente, por una variedad de corrientes de pensamiento, las cuales han sido caracterizadas de formas específicas por aquellos que las hicieron suyas, delineando sus diferentes dimensiones ideológicas. El anarquismo, en su feroz crítica a las religiones y su sistema de dominación, encontró en ellas su sustento. Las diversas corrientes de su pensamiento respecto a lo “divino”, delinearon el curso que el anarquismo siguió en sus detracciones y también en sus posiciones respecto a las religiones como el enemigo a vencer y su aspecto espiritual.

No existe tal cosa como una homogeneidad ideológica en el seno del anarquismo. Un sinfín de ideologías y creencias permearon su proceso de recepción, tantas como individuos se unieron a sus filas: librepensamiento, higienismo, imanentismo, krausismo, masonería, feminismo, naturismo, vegetarianismo, milenarismo, esperantismo, antimilitarismo, teosofía, anticlericalismo, espiritismo y paganismo, por citar algunas. Todas estas, corrientes confluían y se mezclaban, amalgamadas por la convicción común de que eran posibles y urgentes otros mundos, a los que se tenía que llegar a través de la racionalidad.

En el plano de lo religioso y lo divino es donde tal vez es más evidente esta ambigüedad. Es necesario distinguir al anarquista ateo, que rechaza cualquier posibilidad de la existencia un dios del anarquista anticlerical, que dirige sus esfuerzos contra el aparato eclesiástico y el cuerpo de creencias que fomenta y sostiene.

En esta oportunidad, más allá del análisis de las diferentes corrientes de pensamiento anarquistas, nos interesa explorar aquellas filosofías, como la teosofía, el paganismo y el agnosticismo, entre otras, las cuales representaron un punto de partida para la revalorización de la libertad individual, las fuerzas naturales y el respeto la vida, así como de la filosofía oriental, la cual se vio reflejada además en diversas corrientes literarias y artísticas.

El estudio de las redes filosóficas intelectuales latinoamericanas ha resultado relevante al momento de comprender mejor la cuestión teosófica en nuestro continente. Las investigaciones de Marta Casaús, Ricardo Melgar y Eduardo Devés han sido parte de estos esfuerzos por comprender el desarrollo e historia de las ideas y nuestra historia intelectual (Devés, 2007: 31). 

La teosofía, surgida en el siglo XIX como un intento por compatibilizar la naciente ciencia moderna con los principios místicos, espirituales y religiosos, y efectuar un acercamiento a nivel espiritual del ser humano con lo sobrenatural, rescatando el valor de la sabiduría divina y las leyes naturales, así como la verdad intrínseca de todas las religiones y creencias. La recepción latinoamericana de la obra de Helena Blavatsky,[1] una de sus más grandes representantes, se hizo notoria en el importante número de organizaciones y logias teosóficas que se formaron a partir de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, así como los intelectuales que se vieron influidos por ella. La misma Blavatsky había sido pionera de estas organizaciones al crear, el 1875, una Sociedad Teosófica en New York, que más tarde se vio proyectada en diversas ciudades europeas y latinoamericanas, tal fue el caso de países como Argentina, Brasil, Chile, Cuba, México, Perú, Uruguay, entre otros.

La importancia de la creación de estas organizaciones se centra en su papel organizador y cohesionador de opiniones. Asimismo, con ellas se abría la posibilidad de discutir sobre temas que eran comunes, como el papel de los indígenas y las mujeres en la sociedad moderna o la participación política. Las sociedades teosóficas, junto con las logias masónicas de la época llegaron a constituirse en verdaderos foros de discusión intelectual y formadores de opinión pública (Devés y Melgar, 1999).

Evidentemente, los anarquistas no podían quedar fuera del alcance teosófico. Los intentos por compatibilizar el anarquismo con la teosofía tuvieron como escenario preponderante el sur del continente. El teosofismo anarquista se inscribió en la tradición librepensadora decimonónica, en la que además se aglutinaron movimientos como el liberalismo, el espiritismo, la masonería, el socialismo, entre otros, los cuales en más de una ocasión se superpusieron, permitiendo que se conjugaran sus múltiples acepciones ideológicas sin conflictuarse entre ellas, porque: “se podía indistintamente además de teósofo, ser autodidacta, masón, católico y socialista, o en su variante, ser librepensador, [y] protestante” (Devés y Melgar, 1999).

El caso que nos ocupa estuvo también alimentado por figuras intelectuales que destacaron en las filas ácratas al tiempo que abrazaron posiciones teosóficas, como fue el caso de Ezequiel Redolat, Alberto Masferrer y Miguelina Acosta, quienes a través de ella alimentaron sus propios proyectos utópicos. La simpatía de Masferrer por la filosofía oriental y sus representantes, tales como Buda, Confucio o Lao-Tsé, puede contemplarse a lo largo de su producción intelectual, en la que fueron exaltados como ejemplos a seguir en la conformación de Hispanoamérica. (Casaús, 2011).  

Asimismo, las polémicas que las teorías evolutivas crearon en torno a la existencia de una divinidad y el origen de la vida no fueron ajenas al anarquismo. Recordemos que la religión y lo divino fueron uno de los principales campos de acción ácrata. Sus concepciones respecto a estos temas fueron tan variadas como sus actores militantes. Tradicionalmente se ha tendido a asociarlos con el ateísmo, el cual, si bien era fundamental para ellos, no los definía completamente. Algunos militantes ácratas, si bien renegaban de la religión y la estructura eclesiástica, valoraban el legado de los primeros cristianos y su figura dogmática central. Para ellos, el aparato eclesiástico de había convertido en mera institución pública al servicio del mejor postor, traicionando así  los principios básicos del cristianismo primitivo. La iglesia no era, pues, más que “un centro de intrigas, de espionaje, de conspiraciones, que subsiste por sus mañas y sus hipocresías, por su cinismo, como el camaleón que cambia de aspecto según las conveniencias; enemiga de todo progreso científico-cultural, carente de ética y difusora del fanatismo que esclaviza a las personas y mata la vida, con sus predicaciones sobre el sufrimiento y la resignación” (García Moriyón, 2008: 66).

En este sentido, la filosofía del agnosticismo tuvo una gran presencia en las filas anarquistas. El agnosticismo pone en duda la posibilidad de alcanzar el conocimiento pleno de las cuestiones ultra terrenales; el agnóstico, si bien no niega la existencia de un plano espiritual o místico, al no haber posibilidades de refutarla o probarla, tampoco se manifiesta por su existencia, una especie de punto “neutro” entre el teísmo y el ateísmo.

La lista de intelectuales con posturas agnósticas es larga y lo es también en el anarquismo. Su escepticismo no los hacía inmunes a ejercer su “fe” en la revolución social venidera y los principios de “la Idea”, como la brújula que condicionaba su andar y, como tal la ejercían, de manera similar a como lo haría un ferviente religioso. El “respeto” por los preceptos religiosos era sustituido por una ardiente lucha por el establecimiento de “un orden social y ético basado en las leyes de la naturaleza y en el respeto de la libertad de todos los seres humanos” (Grez, 2007: 194).

La influencia de las concepciones culturales de oriente, como el budismo o el hinduismo se puso de manifestó a través de sus concepciones respecto a lo que una sociedad realmente equitativa e incluyente debía ser. De ahí que sus proyectos nacionales y reivindicadores incluyeran a las minorías, excluidas sistemáticamente durante siglos de dominación occidental. Su respeto por la igualdad intrínseca de los seres humanos, más allá de las concepciones de raza, nacionalidad, sexo u origen social, los hacía ver a la sociedad establecida como dañina, puesto que era origen de todas las desigualdades. Su exterminio, garantizaría igualdad de derechos y obligaciones para todos los individuos, en igualdad de condiciones. Asimismo, expresaban su rechazo a la influencia occidental en las sociedades latinoamericanas, reivindicando el valor de las culturas ancestrales del continente, como ejes articuladores de los valores que les darían identidad, de ahí su lucha por la inclusión de mujeres, mestizos e indígenas en los nuevos proyectos nacionales y su acceso total a la educación, a un trabajo digno y mayor participación política (Casaús, 2002: 299-300).

De manera análoga, su acercamiento al paganismo y su reivindicación de la naturaleza y lo natural se inscribe en el contexto de sus propios proyectos. Los paganos latinoamericanos llegaron a buscar su origen primigenio en las grandes culturas clásicas, como la helénica, sin faltarles las amerindias (Devés, 2001: 42). Más allá de su acepción tradicional religiosa, relacionada con la idolatría y la herejía, el paganismo reivindicó la idea de la existencia de un equilibrio entre las fuerzas naturales y los seres vivos que habitan la tierra, que diera como resultado su complementariedad. En este sentido, las antiguas culturas eran concebidas como paganas, por su acercamiento íntimo con la naturaleza y su respeto a las fuerzas que emanan de ella y a la naturaleza misma. La lucha anarquista por la restitución de la tierra y sus recursos a sus “dueños” originarios, está orientada en este sentido.

Este acercamiento se hizo evidente desde las últimas décadas del siglo XIX, con la implementación de diversos proyectos utópicos, que en sus planteamientos tenían estas concepciones filosóficas, sobre todo aquellas relacionadas con la reivindicación de la naturaleza, el espíritu y las antiguas culturas amerindias. Tal fue el caso de los proyectos de utopistas como Jean–François Clouet y su República de Hombres Libres, en Guyana; la aldea New Harmony, de Robert Owen; la de Eliseo Reclus en Colombia y la de Plotino Rhodakanaty en México (Abramson, 1999: 19).

Todas estas posiciones filosóficas y los conceptos asociados a ellas, tales como “idealismo, libertad creadora, vitalismo, amor, espiritualismo” (Devés, 2001: 41) confluían en la idea de que era necesaria una reconfiguración del mundo, que la naciente modernidad en las ideas y la industria no era suficiente para resolver las viejas anomias y que, empero, era necesario garantizar  la libertad y autonomía humanas, dejando de lado aquellas concepciones occidentales que las mermaban. De ahí el acercamiento a la filosofía oriental y las antiguas civilizaciones como ejemplos a seguir.  El papel de estas corrientes filosóficas como portavoces de una tendencia de oposición a lo establecido y la influencia de las imposiciones que traía consigo la modernidad ha sido relevante, toda vez que desde sus trincheras “trataron de encontrar en el espíritu, en la vida y en el estudio de las religiones comparadas elementos identitarios y regeneradores del individuo y de los pueblos americanos” (Casaús, 2002: 298).

En apretada síntesis, hemos rescatado algunas de las concepciones filosóficas que acompañaron, no sólo al anarquismo, sino a sinnúmero de ideologías y corrientes del pensamiento las cuales, desde sus trincheras, echaron mano de ellas, mostrando la inviabilidad de los proyectos nacionales en boga y sus alternativas. El influjo que estas filosofías, todas ellas revalorizadoras de la filosofía oriental y las antiguas culturas helénicas, tuvo en Latinoamérica un toque adicional, al rescatar el valor moral y organizativo de las sociedades amerindias, creando una red filosófico-intelectual que buscaba crear una nueva conciencia nacional, la cual debía ser incluyente. 



[1] Entre sus obras destaca: La clave de la Teosofía: exposición clara en forma de preguntas y respuestas de la Ética, Ciencia y Filosofía. Madrid: s.p.i.,  1893; La doctrina secreta: síntesis de la ciencia, religión y sabiduría. Madrid: Palacios, 1895; Por las grutas y selvas del Indostán. Madrid: Pueyo, 1918, entre otras.

 

Abramson, Pierre-Luc. (1999). Las utopías sociales en América Latina en el siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica.

Casaus, Marta (2011, mayo-noviembre). “El vitalismo teosófico como discurso alternativo de las élites intelectuales centroamericanas en las décadas de 1920 y 1930. Principales difusores: Porfirio Barba Jacob, Carlos Wyld Ospina y Alberto Masferrer”. REHMLAC, vol. 3, núm. 1, pp. 1659-4223.

Devés, Eduardo y Ricardo melgar (1999, nov.-dic.). “Redes teosóficas y pensadores (políticos) latinoamericanos (1911-1930). En: Cuadernos americanos, núm. 78, vol. 6, pp. 137-152.

Devés, Eduardo (2001). Del “Ariel” de Rodó a la CEPAL: (1900-1950). Buenos Aires: Biblos.

_____ (2007). Redes intelectuales en América Latina. Hacia la constitución de una comunidad intelectual. Santiago: Universidad de Santiago de Chile.

Eagleton, Terry (2005). Después de la teoría. Barcelona: Debate.

García Moriyón, Félix. (2008). Del socialismo utópico al anarquismo. Buenos Aires: Terramar.

 

Cómo citar este artículo:

JAIMES NAVARRO, Perla, (2014) “Teosofía, agnosticismo y paganismo en el pensamiento anarquista”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 19, abril-junio, 2014. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=952&catid=13