os estudios y la elaboración de diagnósticos sobre las condiciones y evolución del comportamiento de los mercados  de trabajo en la región, ha sido una preocupación permanente de las ciencias sociales latinoamericanas. Una mirada sobre el quehacer de las instituciones académicas, centros de análisis de los temas laborales y otras instancias de reflexión y seguimiento de los problemas del empleo – algunas promovidas por partidos políticos y las propias organizaciones obreras – permite identificar hasta qué grado las cuestiones del trabajo se han implantado como temas prioritarios de las investigaciones sociales. Se trata, sin dudas, de uno de los aspectos más sensibles de la realidad social latinoamericana.

a relación entre violencia, memoria y olvido es antiquísima. La encontramos ya presente en muchos relatos germinales de la construcción histórica de la cultura occidental. Tal vez por ello, la historia, que se presenta como una cronología de hechos violentos, ha sido construida a partir de la ecuación inarmónica y tensionada de estas variables, pues, como en la música, la historia también está compuesta de silencios, silencios que representan el olvido, y que van configurando el orden discursivo del poder, un poder que tiende a construir el pasado desde las urgencias del presente, colonizando, luego de haber arrasado las dimensiones sociales de la realidad, los espacios simbólicos del imaginario colectivo, y abandonando, a manera de relato contrautópico, el presente para ser pensado en el futuro, un futuro también en extremo evanescente.

 

stampado en la piedra el petroglifo nos marca un lugar en el pasado, donde la imagen representa el orden de la naturaleza a través del agua, ante el hombre del pasado que habito en el desierto de Sonora, la ondulación de la marca hace ver al hombre posiblemente en la orilla, observando el movimiento. En este sentido, el agua se convierte en un sentido por la vida, pues en ella se encuentra la sobrevivencia y por ello, se puede inferir que en este sitio en una antigüedad remota pudo existir agua en su cercanía. Posibilidad que únicamente queda en este momento a nivel de una hipótesis, pero que al realzar estudios de paleoambiente y paleogeografía se podría validar dicha conjetura.

a historia continental amerita la construcción de una cartografía del horizonte diverso y complejo de sus movimientos demográficos. No los recuerda el controversial capítulo sobre los orígenes diversos del poblamiento americano y sus respectivas genealogías culturales. Nuestro dossier solo ilumina algunos de los géneros en los que nuestras disciplinas humanísticas y las ciencias sociales han diferenciado y clasificado a los desplazamientos colectivos o individuales. A través de la historia de estos géneros, se ha mostrado que los desplazamientos voluntarios o forzosos a partir del siglo XVI, al resentir el influjo de la modernidad y del colonialismo, alteraron su horizonte de sentido, sus tradiciones, sus memorias y sus símbolos. A pesar de la convocatoria de la revista, no pudimos cubrir la figura del prófugo, es decir, el que huye de quien detenta el poder, por razones diversas. Prófugos fueron los que escaparon o por lo menos lo intentaron al ser detectados como blancos de las campañas de extirpación de idolatrías entre los siglos XVI y XVII. Prófugos fueron quienes al ser delatados o descubiertos como conspiradores a favor de la independencia americana, vivieron en la clandestinidad o a “salto de mata”. La figura del prófugo tiene muchos rostros históricos y no puede ser reducida al sentido que le confiere el glosario de criminología de Wael Hikal. La idea de justicia como la del prófugo, es polisémica en el arco histórico y cultural.

asta las décadas del setenta y del ochenta del siglo pasado, la resistencia había quedado confinada a las expresiones que se produjeron por pueblos de varios países europeos a la invasión fascista. O, si se quiere, a la que se produjo bajo la denominación de desobediencia civil, como la que propuso David Thoreau; hoy reivindicada por varios teóricos liberales. Locke habló de la resistencia como admisible cuando se desviaban los fines de la Comunidad política. También se habló de resistencia desde las acciones producidas por pueblos y comunidades que en países colonizados lograron confrontar al invasor manteniendo condiciones básicas de sus culturas.

as guerras fratricidas y las aventuras neocoloniales han estado a la orden del día en la historia contemporánea de América Latina. En cuanto a las primeras, los a veces difusos e imprecisos límites de las repúblicas latinoamericanas heredados del pasado colonial alimentaron conflictos limítrofes en la región, cuya detonación, en la mayoría de los casos, terminó expresando motivaciones sociales, económicas y políticas mucho más complejas. Sin duda el caso paradigmático en el siglo XX ha sido la desdichada guerra del Chaco, librada por Bolivia y Paraguay entre 1932 y 1935, que produjo terribles sufrimientos a dos pueblos hermanos. Este olvidado episodio de la historia sudamericana fue a posteriori resignificado en la memoria colectiva, e integrado en ambos países al discurso de la construcción de una nueva nacionalidad, pero su carácter fratricida no puede ser olvidado.

l exilio fue y es una realidad latinoamericana constante. Ha sido y es la experiencia de grandes figuras célebres de la región y también de miles y miles de desplazados desconocidos para la Historia con mayúsculas. De la misma manera, se ha manifestado como un instrumento de control político usado por gobiernos autoritarios para expulsar o forzar la salida de la disidencia política y de las voces críticas. Como instrumento político y como experiencia humana, el exilio ha atravesado la historia latinoamericana de los últimos dos siglos.

Sin embargo, la preocupación de las ciencias sociales por el tema es relativamente reciente. Si en Europa la preocupación por los exilios antifascista y republicano español lleva larga data, en América Latina, la investigación y la reflexión profesional sobre el tema han tenido un fuerte impulso al calor de los fenómenos de desplazamiento producidos por la última ola de dictaduras militares de los años 70 y 80 en el sur de la región. La envergadura de esos exilios, las marcas que han dejado en algunos países de acogida y las transformaciones políticas que aportaron a los procesos de democratización e inclusión de los derechos humanos en las agendas latinoamericanas han terminado por dar visibilidad política e intelectual a esas experiencias. En varios países ello ha sido también el resultado de luchas políticas y memoriales contra el silenciamiento de esas experiencias. En otros países donde la experiencia del exilio fue menos negada y menos vista como ilegítima –por ejemplo Brasil- los silencios han sido menores. En otros casos, como Bolivia, Perú o Paraguay, la profundidad del fenómeno y las preguntas sobre él están aún por plantearse; en algunos de esos países pareciera que los exilios son más conocidos por grandes hombres e intelectuales que por la experiencia de contingentes más amplios igualmente afectados y que remiten a experiencias de exilio que atraviesan buena parte del siglo XX.

a ironía y el humor ofrecen un cuadro sin desperdicio de la crisis de las relaciones interamericanas en el escenario global. Oscar Ugarteche, prestigiado analista de la crisis hegemónica del capitalismo, en magistral síntesis, afirma: “Se decía de Estados Unidos que si le daba un estornudo, al mundo le daba pulmonía. La verdad es que la pulmonía de Estados Unidos le dio unos estornudos a América del Sur, agripó a la Cuenca del Caribe y, tras un breve dolor de cabeza, dejó a Asia intacta. En cambio, a las economías más maduras y articuladas entre sí les transmitió la pulmonía en pleno, primero al sistema financiero, luego al productivo y, tras los ajustes, al consumo y al gasto público.”

En el escenario latinoamericano, la crisis fue amenguada por el señuelo de su crecimiento en democracia, generando malestar en las capas medias y sectores subalternos por sus costos y orientaciones. Se tiene la certeza de que los servicios educativos y culturales -también los de salud– se mantienen a la baja y que las instituciones que cautelan la llamada “seguridad democrática” y la administración de justicia, siguen siendo represivos, corruptos e injustos. Los gobiernos de la mayoría de nuestros países, han incluido la educación y la cultura en sus agendas en función de los intereses corporativos y mercantiles. La precarización de la educación pública y del patrimonio cultural, continúan generando desigualdad y descontento, al igual que los celebrados sistemas de seguridad y control social que tienden a criminalizar a jóvenes, indígenas y movimientos sociales.

Un renacimiento del movimiento estudiantil e intelectual emerge en algunos de nuestros países, consciente de los agravios gubernamentales, a tal punto que amplios sectores de la sociedad civil les han brindado su adhesión y solidaridad. Los estudiantes chilenos han salido a las calles para rechazar las medidas del gobierno de Piñera que incentivan el lucro y la desigualdad educativa, y demandan, en palabras de Camila Vallejo, su dirigente: “mayor aumento del gasto social para la educación pública, una reestructuración integral del sistema de becas y ayudas estudiantiles y una mayor democratización de las instituciones tanto en su acceso como en su funcionamiento para considerar la participación de estudiantes y funcionarios". En México, muchos intelectuales y estudiantes, más allá de los medios académicos, han hecho suya la frase de orden del “Ya no más sangre”, y el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad ha salido a las calles protestando contra la guerra del gobierno. Su líder, Javier de Sicilia, ha dicho : La guerra contra el narcotráfico es una manifestación de políticas y acuerdos internacionales que sitúan a México como el campo de batalla donde a los pobres de este país y Centroamérica les toca pagar una alta cuota de vidas humanas para que las drogas lleguen a su destino y consoliden grandes negocios. Frente a este escenario el Estado ha optado por una estrategia militar para enfrentar al crimen organizado y la protesta social privilegiando un proceso de militarización intensivo y extensivo de la seguridad pública no sólo por el amplio despliegue de las fuerzas militares en territorio nacional sino también por la creciente presencia de los mandos castrenses en la dirección de la policía civil.

Se puede discutir la conducción del movimiento, no su expresión del hartazgo popular. Los intelectuales y estudiantes ya saben que –al igual que otros sectores–, no son inmunes a los excesos de militares y sicarios, tampoco sus familias ni las Universidades. La generación ni-ni –ni estudian y ni trabajan– sigue siendo la principal víctima de la violencia ejercida por los poderes fácticos en México.

El crimen organizado no es ajeno al curso de las contiendas electorales en el hemisferio. La derrota presidencial de la mafia fujimorista por estrecho margen electoral, en un país en que el cartel de Sinaloa controla el 70 por ciento de la producción de cocaína, es una noticia alentadora, aunque se tengan que librar en el corto plazo, nuevas lides parlamentarias y extraparlamentarias. Ollanta Humala se inscribe, a pesar de sus vacilaciones y debilidades, en la corriente populista de Chávez, Lula, Morales, Correa, Mujica y Lugo. Las poblaciones regionales que le dieron su voto, le demandarán el cumplimiento de las promesas electorales de combatir la corrupción y la impunidad, mejorar los salarios e incrementar el gasto público en los servicios educativos, de salud y atención a sectores secularmente excluidos.

Otras sombras y luces son signadas por las iniciativas y los proyectos geopolíticos. A Los Estados Unidos le afecta más la emergencia de otras redes y espacios multilaterales (MERCOSUR, ALBA, UNASUR), preocupándole más que la llamada Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), la cual desfallece coyunturalmente. La crisis económica y política que agobia tanto a España y Portugal, en vísperas de la realización de su XXI cumbre en la capital del Paraguay, dará pobres resultados. En cambio, la postergación del evento constitutivo de la CELAC, considerando las adhesiones recibidas, sigue siendo viable y prometedora.

La Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile) bajo su ideario fascista y neoliberal se ha movilizado a destiempo para minar el camino de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), que ha puesto en cuestión la legitimidad y la existencia de la OEA. El “Bloque” del Pacífico, con la finalización del mandato de Alan García, ya no tendrá un aliado seguro en el Perú para apuntalar los intereses norteamericanos de sus respectivos TLC. La reciente adhesión de Costa Rica no altera el balance negativo sobre el futuro del “Bloque”. El “Bloque” ha obviado que en la cuenca del Pacífico, la correlación de fuerzas se inclina hacia Asia, en particular hacia China. En el Pacífico, se cultivan las principales contradicciones y antagonismos del mundo multipolar. Asistimos a una enconada disputa extractiva, comercial, naviera, portuaria e isleña: los recursos biodiversos, combustibles, minerales raros (samario, tulio, erbio, cerio, itrio, lantano, europio y neodimio).

La principal potencia del Norte, a pesar de los reveses sufridos, no escatima esfuerzos por recuperar su presencia en la región, vía la USAID y sus programas que articulan significativas mallas de ONGs dedicadas a la educación política, derechos humanos y reproductivos, seguridad y desarrollo sustentable. En México, la organización Vital Voices Global Partnership, fundada por Hillary Clinton, ha convocado a la construcción de la Red de Mujeres Empresarias de América Latina y el Caribe. Mucho más alarmante es la injerencia creciente de Visión Mundial, la mayor ONG global fundada en 1950 para cumplir un papel activo en el curso de la Guerra Fría. Su Oficina Regional para América Latina y el Caribe ha participado en la 41° Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), dedicada a temas de seguridad continental. Felizmente, la sociedad civil de Nuestra América no puede ser reducida a la suma de sus ONG’s, cualesquiera sean sus signos y posicionamientos. Tal como señalaría el poeta César Vallejo, tengamos confianza “en el anteojo, no en el ojo /en la escalera, nunca en el peldaño, […] en el cauce, jamás en la corriente…”

 

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n el curso de la Guerra Fría connotados intelectuales y artistas dejaron en sus obras huellas indelebles del ingreso del átomo en el imaginario social: David Alfaro Siqueiros, el muralista mexicano, representó la faz apocalíptica de la bomba atómica sin renunciar al principio-esperanza de un mundo mejor; el escritor uruguayo Mario Benedetti frente al “horror horroroso” que representaba, de sólo pensar en él,-escribía- “se me cae el lápiz de la mano”; el poeta chileno Pablo Neruda, sin dejar de llamar al rostro mortífero del átomo “diabólico fuego”, “espada del infierno”, mostró entusiasmo sobre su presunta antítesis, la de sus usos benéficos:

“Oh chispa loca, /Vuelve a tu mortaja, /Entiérrate en tus manos minerales, /vuelve a ser piedra ciega, /desoye a los bandidos, /colabora tú, /con la vida, /con la agricultura, /suplanta los motores, /eleva la energía, /fecunda los planetas.”

La firma del Tratado para la Prohibición de Armas Nucleares en América Latina en Tlatelolco (1967), a pesar de las reservas del Brasil y de la renuencia de Cuba, pareció exorcizar el único fantasma de la energía nuclear y anunciar las bondades de los usos pacíficos en la región. Bajo su amparo, los reactores nucleares entraron en funcionamiento en Brasil, Argentina y México representando el 3.1 por ciento del consumo de energía continental y se preparaban para duplicarlo en el curso de la próxima década. Preocupan: la vida útil de los reactores, la incapacidad de eliminar los desechos tóxicos, los actuales niveles de seguridad. Los riesgos nucleares de nuestro tiempo exigen otro tratado continental.

Un nuevo horizonte de sentido y configuración simbólica se  afirma frente al átomo en tiempos de la crisis civilizatoria en desarrollo que nos toca vivir. Hemos comprendido que las catástrofes naturales no están desvinculadas del quehacer de los seres humanos, sea porque ellas nos revelan las carencias propias de los proyectos, programas e instituciones de prevención y emergencia gubernamentales o privados, sea porque las prácticas corporativas o estatales han incidido  negativamente con sus obras en su precipitación o agravamiento.

A un año de que se cumplan cuatro décadas de la crisis de los misiles con ojivas nucleares en Cuba bajo la amenaza de una mortífera Tercera Guerra Mundial entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, se han reactualizado en nuestra región otros riesgos y fantasmas de la cuestión nuclear. En esta ocasión, los usos pacíficos de la energía atómica nos han suscitado consternación y alarma de manera parecida a los que se viven en otros continentes. Las certidumbres de las entidades gubernamentales y científicas en Brasil, Argentina y México acerca del futuro promisorio de los reactores nucleares como vía alternativa frente al encarecimiento de los hidrocarburos y su inevitable agotamiento, se han colapsado.

La catástrofe acaecida en los reactores de la planta nuclear de Fukushima en Japón a cargo de la empresa  privada TEPCO y su impacto en la atmósfera y en las aguas de Océano Pacífico, así como en la vida misma merecen ser evaluados. TEPCO en su gestión, según la agencia Reuters, incurrió en  prácticas de adulteración en sus informes acerca de los niveles de seguridad de sus reactores en más de una ocasión por lo que no se puede escudar en un evento natural, su propia manera de encarar la crisis de su planta ha sido cuestionada. No nos extraña, la British Petroleum, nos ha dejado un legado inolvidable, la contaminación del Caribe (Golfo de México) y su controvertida gestión frente a la crisis.

En América Latina, debemos investigar y discutir con seriedad, la gestión y carácter de las empresas estatales y privadas, unas y otras no son ajenas a las prácticas de corrupción y de irresponsable impacto ambiental y social. La elección de un  proyecto de futuro deseable de América Latina no puede quedar constreñida a lo que le ofertan neoliberales y neopopulistas. Soltemos a la imaginación, liberémosla de las jaulas de dos modelos precarios.

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ngresamos al año 2011 con serias preocupaciones sobre el curso de los procesos de rebelión y protesta popular en los países con significativa presencia islámica. Egipto y Túnez son dos botones de un pliego mayor: el eventual cuestionamiento sobre el injerencismo de Estados Unidos en el Medio Oriente. Venezuela e Irán se espejean mutuamente. Israel incrementa sus presiones no sólo en los procesos de su entorno inmediato, sino también en América Latina, al ser conocedor de que Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador han reconocido al Estado Palestino, dejando abierta la posibilidad de que otros países sigan el mismo derrotero.

El Medio Oriente es una zona geoestratégica de primer orden en la estabilidad planetaria, por sus vías interoceánicas y sus recursos energéticos. Es rica en bienes culturales y sitios arqueológicos de primer rango. Mientras los fantasmas neocoloniales de la destrucción y el saqueo de los museos iraquíes  han sido evocados con inquietud, tras los intentos culturales depredatorios en Egipto, en América Latina, la privatización del patrimonio cultural --en clave neoliberal-- sigue avanzando.

La unidad del mundo aproxima a las regiones distantes mucho más que en otros tiempos. No es accidental que Obama haya reclamado al gobierno de Lugo, en nombre de los intereses norteamericanos, investigue la presencia de terroristas islámicos en la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, velando sus reales intereses geoestratégicos en torno al agua.

El líquido elemento calienta tanto el panorama mundial como el combustible,  convergiendo en la redefinición geopolítica de los corredores biocéanicos. Como consecuencia del cambio climático, originado fundamentalmente por las industrias de los países desarrollados y ricos, se está agudizando un déficit de agua dulce y de alimentos incompatible con el crecimiento de la población mundial. Las movilizaciones ciudadanas por el agua en Bolivia en 2001 frenaron una iniciativa del Banco Mundial que favorecía a la transnacional Bechtel, mientras que en el Uruguay, las movilizaciones y  la reforma constitucional lograron revertir la maniobra del FMI de privatizar el agua. En el continente casi un diez por ciento de la población carece de acceso a una fuente de agua potable mejorada.

La corrupción en las altas esferas políticas, el narcotráfico y el crimen organizado se van incrementando en América Latina. Las elites gobernantes no solo hacen muy poco por controlarlo, sino que más bien son responsables de su expansión, al formar parte del mismo en muchas de sus ramificaciones. Son cómplices de la construcción política y mediática del miedo y de la expansión del mercado de la seguridad. La clase política gobernante se ha visto desnudada por la información del banco de datos del WikiLeaks --que ha ventilado Julian Paul Assange-- demostrando palmariamente que las redes del poder global tienen sello neocolonial.

Que la celebración del centenario del nacimiento de José María Arguedas, antropólogo y escritor latinoamericano propicie reflexión y esperanza en que los nuevos tiempos están por llegar.

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