Hazel Dávalos Chargoy

 

El diez de agosto de 2020 desperté, y el primer mensaje que encontré tenía la noticia más triste que podía haber recibido. Mi maestro, Carlos González Herrera, me comunicaba que nuestro querido Ricardo Melgar Bao había muerto. Desde ese momento tengo el corazón destrozado ¿Cómo se hace para despedir a alguien que se quiere tanto, estando tan lejos? ¿Cómo se hace para agradecer lo tanto que nos dio? ¿Qué se hace con todo lo que siento y que ya no se puede decirle?

Martha Eugenia Delfín Guillaumin y Hugo Enrique Sáez

 

Mi primer contacto personal con Ricardo Melgar Bao ocurrió hacia 1987 en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), donde él se desempeñaba como profesor investigador de la licenciatura de Antropología Social y yo cursaba el último semestre en Etnohistoria. Por entonces iniciaba yo mi noviazgo con Hugo. Ellos dos participaron en un ciclo de conferencias sobre Antonio Gramsci al que yo acudí. Fue un evento académico excelente por la calidad de sus brillantes exponentes (entre otros, Carlos Pereyra, fallecido unos meses más tarde), quienes generosamente compartieron sus conocimientos sobre la vida y obra de Gramsci, así como acerca de su repercusión en América Latina.

Joël Delhom

 

Tuve el placer de conocer al doctor Ricardo Melgar en enero de 2005, en un congreso dedicado al intelectual anarquista peruano Manuel González Prada celebrado en Burdeos (Francia). Desde entonces mantuvimos hasta sus últimos días una relación por mail, pero nunca volvimos a tener la oportunidad de encontrarnos. En dicho congreso, Ricardo habló de aspectos descuidados por otros investigadores, tales como “las primeras fases de la recepción de González Prada en el escenario intelectual latinoamericano, para luego referir su enfoque sobre la ciudad como centro de la modernidad y la modernización, así como su construcción simbólica de la amenaza imperial y el quiebre de la civilización blanca”, concluyendo “dándole visibilidad a su poco conocida utopía neobolivariana”.[1] Me impresionaron tanto el hombre, sencillo y reservado, como su gran dominio del pensamiento de las izquierdas. Yo sólo conocía de él su libro El movimiento obrero latinoamericano (1988). Me interesaba mucho su fina mirada histórico-antropológica sobre las clases subalternas y sus organizaciones, así como su perspectiva continental y transnacional. Inmediatamente nació un aprecio mutuo, consolidado por varios intercambios en torno a González Prada. 

César H. Delgado Herencia

 

Conocí a Tirso Ricardo Melgar Bao en 1968. Emprendimos la tarea de organizar la Asociación de Estudiantes de la Universidad Pedagógica Inca Garcilaso de la Vega.[1] Él era postulante a la secretaría general y el suscrito a la de organización. Con Gabriel[2] fueron los dos representantes de la promoción 1968 de esa casa de formación de docentes pedagogos para educación básica (secundaria). Fuimos elegidos por amplia mayoría después de ardua campaña por salones de los turnos de mañana, tarde y noche. En estas tareas conoció a Hilda Tísoc, quien sería su compañera de vida.

Eduardo Devés

 

Lunes 10-08-20

Hace un momento me he enterado de la muerte de Ricardo Melgar Bao. Hace apenas unos días le había escrito pidiéndole noticias. Mi mail no tuvo respuesta.
Unos pocos días antes había estado revisando el artículo sobre Haití que escribió para el primer número de Wirapurú.[1] Después de ser evaluado, ubicamos su artículo en el primer lugar dentro del índice; testimoniando nuestra admiración intelectual y nuestro cariño personal hacia quien hace muy poco habíamos invitado a participar del Comité Editor de esta nueva revista y que, para orgullo nuestro, había aceptado sin dilación.